Autoría
Nigel Arnell
Professor of Climate Change Science, Director of the Walker Institute, University of Reading
En el Acuerdo de París, los países se comprometieron a intentar limitar el aumento de temperatura a 1,5 ℃ por encima de los niveles preindustriales. Sin embargo, aunque cumpliesen sus promesas para reducir las emisiones, lo cierto es que aún veremos un incremento de en torno a 2,7 ℃. Así, no es de extrañar que casi dos tercios de los científicos que forman parte del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC, por sus siglas en inglés) afirmaran en una encuesta de la revista Nature que se espera una subida de las temperaturas de 3 ℃ o más.
En esta situación, ¿cómo de diferentes serían los impactos del cambio climático con un incremento de la temperatura de 3 ℃ en comparación con uno de 1,5 ℃?
De entrada, es importante destacar que, aun cuando los efectos negativos crecen en consonancia con la temperatura, los impactos climáticos de 3 ℃ serían más del doble de los que sufriríamos con 1,5 ℃ más. Esto se debe a que ya estamos alrededor de 1 ℃ por encima de los niveles preindustriales, por lo que los impactos ante una subida de 3 ℃ serían en realidad más de cuatro veces los de 1,5 ℃ (un aumento en lo sucesivo de 2 ℃ frente a 0,5 ℃).
Sin embargo, en la práctica, los impactos no aumentan de forma lineal con la temperatura. En algunos casos, el aumento se acelera a medida que sube la temperatura, por lo que los impactos de 3 ℃ pueden ser más de cuatro veces los impactos de 1,5 ℃. En el caso más extremo, el sistema climático podría alcanzar un punto de inflexión que conduciría al planeta a un cambio sustancial.
Hace un par de años, unos compañeros y yo publicamos una investigación sobre los impactos del cambio climático en función de los diferentes niveles del aumento de la temperatura mundial. Hallamos que la probabilidad media anual en todo el mundo de sufrir una gran ola de calor aumenta desde un 5 % en el periodo de 1981-2010 a un 30 % con 1,5 ℃ más, y hasta un 80 % en el caso de 3 ℃.
Por otro lado, la posibilidad media de vivir una inundación en los ríos, que actualmente se sitúa en un 2 % de los años, aumenta a 2,4 % con una subida de 1,5 ℃ y se duplica hasta alcanzar el 4 % a 3 ℃ más. Con un aumento de la temperatura de 1,5 ℃, la proporción de periodos de sequía casi se multiplica por dos, y a 3 ℃ más dicha cifra llega a ser más del triple (todo esto son promedios mundiales ponderados de acuerdo con la distribución de la población o de las tierras de cultivo. Aquí puedes conocer más detalles).
Cambios en el riesgo medio mundial de ola de calor, inundación del río y sequía por el aumento de la temperatura media mundial. Cada una de las líneas representa las distintas proyecciones del modelo climático del cambio regional en el clima. Las líneas horizontales muestran los indicadores en el periodo de tiempo de 1981-2010. Arnell et al., 2019, Author provided
Por supuesto, existe cierta incertidumbre con relación a estos datos, tal y como se refleja en las gráficas de arriba, en las que se observa que el abanico de posibles resultados se amplía a medida que aumentan las temperaturas.
También se aprecia gran variabilidad en el mundo, que también crece con la subida de las temperaturas, lo que aumenta las disparidades geográficas del impacto. El riesgo de inundación de los ríos se incrementaría de forma especialmente rápida en el sur de Asia, por ejemplo, mientras que el riesgo de sequía crece en gran parte del continente africano a un ritmo mucho más veloz que la media mundial.
Personas caminan por una calle inundada
Los ríos de Asia se volverán aún más proclives a inundaciones. Dreame Walker / Shutterstock
La diferencia entre un calentamiento de 1,5 ℃ y otro de 3 ℃ puede ser brutal incluso en lugares como el Reino Unido, donde los impactos del cambio climático serán relativamente menos desoladores que en otros rincones del globo.
En un estudio publicado recientemente, un grupo de colegas y yo descubrimos que en Inglaterra la posibilidad media anual de una ola de calor, tal y como es definida por el Servicio Meteorológico Nacional del Reino Unido, pasa de aproximadamente un 40 % actualmente a alrededor de un 65 % con un calentamiento de 1,5 ℃ y supera el 90 % en caso de que la temperatura del planeta aumente 3 ℃. Precisamente también a 3 ℃ más, la probabilidad de experimentar al menos un día al año de alto estrés térmico por calor se torna superior al 50 %.
La proporción media de periodos de sequía aumenta a un ritmo similar a la media mundial. Las probabilidades de lo que actualmente se considera una inundación en diez años crecen en el noroeste de Inglaterra desde un 10 % al año a día de hoy hasta un 12 % a 1,5 ℃ más y un 16 % a una temperatura de 3 ℃ por encima de la actual.
En una escala global, se observa una variabilidad significativa en términos de impacto en todo el Reino Unido: sobre todo en la zona sur y este del país, aumentan los riesgos relacionados con las altas temperaturas extremas y las sequías, mientras que hacia el norte y el oeste se incrementan los riesgos por inundaciones. Una vez más, a todos nos invaden muchas dudas respecto a estos cálculos, pero se ve claramente la diferencia entre los impactos según los distintos niveles de calentamiento.
Las gráficas que se incluyen en este artículo nos muestran el impacto del cambio climático en las probabilidades o en la ocurrencia de fenómenos meteorológicos. Las consecuencias reales para las personas dependerán de cómo afecten estos impactos físicos directos (sequías, olas de calor, subidas del nivel del mar) a los medios de subsistencia, la salud y las interacciones entre los distintos elementos de la economía.
Nuestra experiencia durante la covid-19 nos dice que lo que de entrada parecen perturbaciones iniciales relativamente modestas en un sistema pueden provocar un efecto dominó imprevisto, y esto mismo puede suceder con el cambio climático. Si la relación entre las subidas de temperatura y los impactos físicos como el deshielo de los glaciares y el clima extremo a menudo no es lineal, entonces la relación entre los aumentos de temperatura y su efecto sobre las personas, sociedades y economías es muy posible que sea mucho menos lineal aún. En conjunto, todo esto significa que un mundo con 3 ℃ más será mucho peor que uno con 1,5 ℃ más.
Este artículo forma parte de la cobertura de The Conversation sobre la COP26, la conferencia sobre el clima de Glasgow.
Los compromisos climáticos se quedan aún cortos para cumplir el Acuerdo de París
Los objetivos actuales marcados por los países solo reducen el 7,5 % de las emisiones anuales de gases de efecto invernadero previstas para 2030, cuando se necesita el 55 % de recorte para limitar el aumento de la temperatura media global a 1,5 ºC. Con el ritmo actual, el mundo está abocado a sufrir un incremento de 2,7 ºC para finales de siglo.
A escasos días de comenzar la Cumbre del Clima en Glasgow (COP26), el Programa para el Medio Ambiente de Naciones Unidas (PNUMA) ha presentado hoy su esperado Informe anual sobre la Brecha de Emisiones de gases de efecto invernadero, denominado The Heat Is On, que compara las reducciones de emisiones prometidas por los países y las necesarias para cumplir el Acuerdo de París.
Los expertos recuerdan que se necesitan disminuciones del 30 % de las emisiones para mantenerse en la senda de 2°C y del 55 % para 1,5°C
El trabajo revela que las actuales contribuciones determinadas a nivel nacional (CDNs), que cada país se comprometió a entregar y a ir mejorando para lograr una reducción sustancial de las emisiones de CO2, no son suficientes en la actualidad para lograr el objetivo de limitar el aumento de la temperatura media global a 1,5 ºC.
Según el informe, los compromisos climáticos del momento solo suponen una reducción adicional del 7,5 % de las emisiones anuales de gases de efecto invernadero previstas para 2030, en comparación con la ronda de compromisos entregados anteriormente. Los expertos recuerdan que se necesitan disminuciones del 30 % de las emisiones para mantenerse en la senda de 2°C y del 55 % para 1,5°C.
“El panorama que dibuja el informe es desolador: menos de la mitad de las CDN recibidas de los gobiernos es realmente más ambiciosa que la primera ronda presentada en 2015 o 2016”, recalca Joanna Depledge, investigadora en Centro para el Medio Ambiente, la Energía y Gobernanza de los Recursos Naturales de Cambridge (Reino Unido).
“El cambio climático ya no es un problema del futuro. Es un problema de ahora”, recuerda Inger Andersen, directora ejecutiva del PNUMA.
Compromisos a medias
A 30 de septiembre de 2021, solo 120 países, que representan algo más de la mitad de las emisiones mundiales de gases de efecto invernadero, comunicaron sus nuevas NDC. Solo tres miembros del G20 anunciaron nuevas promesas de mitigación para 2030.
Para tener alguna posibilidad de limitar el calentamiento global a 1,5 ºC, el mundo tiene ocho años para reducir las emisiones anuales en 28 gigatoneladas adicionales de CO2 equivalente (GtCO2e), además de lo prometido en las NDC actualizadas y otros compromisos para 2030.
Para tener alguna posibilidad de limitar el calentamiento global a 1,5 ºC, el mundo tiene ocho años para reducir las emisiones anuales en 28 gigatoneladas adicionales de CO2 equivalente
Para poner esta cifra en perspectiva, se espera que solo las emisiones de dióxido de carbono alcancen las 33 gigatoneladas en 2021. Si se tienen en cuenta todos los demás gases de efecto invernadero, las emisiones anuales rondan las 60 GtCO2e.
Los expertos coinciden en recalcar que el trabajo, que va por su duodécima edición, muestra una flagrante contradicción con el espíritu del Acuerdo de París: “Varios países del G20 han enviado CDN actualizadas que no son mejores que su oferta anterior (Australia, Brasil y México), o son tan débiles que no requieren más medidas políticas (Rusia)”, lamenta Depledge.
De este modo se desvelan dos principales lagunas. La primera se observa en la brecha de la ambición entre las promesas de los países y los recortes necesarios para cumplir sus objetivos. “La segunda, aún más preocupante, es una brecha de implementación: muchos grandes emisores ni siquiera están en camino para cumplir sus compromisos nacionales existentes”, continúa la experta.
Según Piers Forster, profesor de Cambio Climático y director del Centro Priestley de la Universidad de Leeds (Reino Unido), “esto presenta un panorama demasiado sombrío. Es cierto que la brecha de emisiones para 2030 sigue existiendo, pero si se observan sus cifras, se ve que la brecha en los objetivos de emisiones a más largo plazo está casi cerrada”.
Muchos de los países del G20, incluido el Reino Unido, tienen todavía que entregar sus CDNs. “Estos planes nacionales demuestran que el coste de la acción es mucho menor que el de la inacción, por lo que nos lo jugamos todo en la COP para cerrar aún más estas brechas”, añade Forster.
Aún queda esperanza con los compromisos netos cero
A pesar de todo, el informe abre una ventana a la esperanza con los objetivos de neutralidad climática. Un total de 49 países, además de la Unión Europea, han prometido un objetivo de neto cero, como España para 2050, que permitirá conseguir emisiones netas iguales a cero equilibrando la cantidad liberada a la atmósfera con la equivalente capturada o retirada.
“Y lo que es más importante, el club de los cero objetivos incluye ahora a los dos mayores emisores del mundo, China y EE UU”, dice Depledge. Tras el cierre del informe, Arabia Saudí (para 2060) y Australia (para 2050) también se han comprometido al objetivo de cero neto.
Los compromisos netos cero podrían reducir otros 0,5 °C y así dejar el aumento previsto de la temperatura mundial en 2,2 ºC, si se cumplieran en su totalidad
Esto abarca más de la mitad de las emisiones nacionales de gases de efecto invernadero, más de la mitad del PIB y un tercio de la población mundial. Hay además once objetivos consagrados por ley, que cubren el 12 % de las emisiones mundiales.
En este sentido, el informe muestra por primera vez en un capítulo completo que las promesas de neutralidad de carbono podrían suponer una gran diferencia. Estos compromisos podrían reducir otros 0,5 °C y así dejar el aumento previsto de la temperatura mundial en 2,2 ºC, si se cumplieran en su totalidad.
“El veredicto es mixto. Por un lado, si se aplicaran, los objetivos netos cero actuales reducirían las proyecciones de temperatura para el próximo siglo en aproximadamente medio grado, lo que acercaría las estimaciones centrales a los 2 °C, aunque no estarían en consonancia con mantener el calentamiento global muy por debajo de los 2 °C, y mucho menos de los 1,5 °C”, destaca Joeri Rogelj, investigador y uno de los autores principales de dos capítulos del informe.
Pero el atractivo del cero neto es también su debilidad: “Es un objetivo a largo plazo, muy lejano en el tiempo, que permite posponer decisiones difíciles”, subraya Joanna Depledge.
Así, estas promesas de cero neto siguen siendo vagas e incompletas en muchos casos y los objetivos a corto plazo de los países aún no sitúan las emisiones en una vía clara de disminución. Doce miembros del G20 han prometido un objetivo neto cero, pero siguen siendo muy ambiguos.
“Esto arroja dudas sobre si estos compromisos se alcanzarán alguna vez. Los países pueden reducir estas dudas dando un paso adelante y pasando de los objetivos a las estrategias, los planes y las políticas que permitan alcanzar las ambiciones de cero emisiones sobre el terreno”, señala Rogelj.
También es necesario adelantar la acción para que esté en consonancia con los objetivos de 2030. “El mundo tiene que despertar del peligro inminente al que nos enfrentamos como especie”, apunta Andersen.
El potencial del metano y los mecanismos de mercado
Como cada año, el informe también examina el potencial de sectores específicos. Esta vez, se centra en el metano y los mecanismos de mercado. La reducción de las emisiones de metano de los sectores de los combustibles fósiles, los residuos y la agricultura puede contribuir a cerrar la brecha de emisiones y reducir el calentamiento a corto plazo.
La reducción de las emisiones de metano de los sectores de los combustibles fósiles, los residuos y la agricultura puede contribuir a cerrar la brecha de emisiones
Las emisiones de metano son el segundo factor que más contribuye al calentamiento global. Este gas tiene un potencial de calentamiento global más de 80 veces superior al del dióxido de carbono en un horizonte de 20 años; además, su vida en la atmósfera es más corta que la del CO2 –solo doce años, frente a los cientos de años de este último–, por lo que las reducciones del metano limitarán el aumento de la temperatura más rápidamente que las del dióxido de carbono.
Las medidas técnicas disponibles, de bajo o nulo coste, podrían reducir por sí solas las emisiones antropogénicas de metano en aproximadamente un 20 % al año. La aplicación de todas las medidas, junto con medidas estructurales y de comportamiento más amplias, podría reducir las emisiones antropogénicas de metano en aproximadamente un 45 %.
Los mercados de carbono, por su parte, tienen el potencial de reducir los costes y, por tanto, de fomentar compromisos de reducción más ambiciosos, pero solo si las normas están claramente definidas, se diseñan para garantizar que las transacciones reflejen las reducciones reales de las emisiones, y se apoyan en acuerdos para seguir los progresos y proporcionar transparencia.
Los ingresos obtenidos a través de estos mercados podrían financiar soluciones de mitigación y adaptación a nivel nacional y en las naciones vulnerables, donde las cargas del cambio climático son mayores.
Covid-19, una oportunidad de recuperación perdida
El trabajo concluye que en la mayoría de los países se ha desaprovechado la oportunidad de utilizar el gasto de rescate y recuperación fiscal de la covid-19 para estimular la economía y respaldar al mismo tiempo la acción climática.
La pandemia provocó un descenso de las emisiones mundiales de CO2 del 5,4 % en 2020. Sin embargo, se espera que las emisiones totales en 2021 vuelvan a aumentar a un nivel solo ligeramente inferior al récord de 2019.
Es probable que solo alrededor del 20 % de las inversiones totales en recuperación hasta mayo de 2021 reduzcan las emisiones de gases de efecto invernadero. De este gasto, casi el 90 % corresponde a seis miembros del G20 y a un invitado permanente.
El gasto para la covid ha sido mucho menor en las economías de bajos ingresos (60 dólares americanos por persona) que en las economías avanzadas (11.800 dólares americanos por persona). Es probable que las lagunas en la financiación agraven las diferencias en las naciones vulnerables en cuanto a la resiliencia climática y las medidas de mitigación.
Fuente: SINC