Ciencia y Técnica

11
Mar
2025

 

La corriente en chorro polar ha influido de manera determinante en el clima europeo durante más de 700 años provocando eventos extremos como incendios, epidemias o inundaciones.

Las corrientes en chorro o jetstream son bandas concentradas de vientos en la parte superior de la atmósfera que fluye alrededor de la Tierra en ambos hemisferios. Su localización no es fija, sino que varía en función de los cambios en la posición y la intensidad de sistemas de altas y bajas presiones. Estas corrientes pueden cambiar su curso, desplazarse hacia el norte o hacia el sur así como aumentar su sinuosidad, asemejándose en algunas ocasiones a una corriente que fluye rápidamente y a un río lento y serpenteante en otras.

Pero, ¿qué relación tiene esto con el clima y por qué son tan importantes estas corrientes? La respuesta está en un trabajo liderado por investigadores de la Universidad de Arizona (EE. UU.) y que ha demostrado que una de ellas, concretamente la corriente en chorro polar del hemisferio norte, ha estado relacionada con la ocurrencia de fenómenos extremos en Europa durante más de 700 años.

“Durante los meses de verano, algunas configuraciones dominantes de la corriente en chorro polar dan lugar a un clima extremo y opuesto entre el noroeste y el sudeste de Europa, generando un patrón espacial que recibe el nombre de ‘dipolo climático’”, explica Isabel Dorado Liñán, investigadora de la Universidad Politécnica de Madrid y una de las coautoras de este trabajo.

“Estos dipolos climáticos afectan de forma directa a sistemas naturales como los bosques, que crecen más de lo normal en un lado del dipolo mientras reducen su crecimiento en el otro”, explica en referencia a los resultados de un artículo que publicaron en 2022.

«Cuando la corriente en chorro está en una posición más norte, tenemos condiciones más frías y húmedas en las Islas Británicas y condiciones más cálidas y secas en el Mediterráneo y los Balcanes», explica Ellie Broadman, ex investigadora postdoctoral en el Laboratorio de Tree-Ring Research de la Universidad de Arizona y coautora de este trabajo. «Un ejemplo del impacto la hemos presenciado recientemente, con las inundaciones catastróficas en Europa central», añade.

Por el contrario, cuando la corriente en chorro polar migra más al sur, da lugar a veranos menos cálidos y más húmedos en el sureste de Europa, mientras que el noroeste experimenta condiciones más cálidas y secas.

coriente en chorro

Anillos de crecimiento de los árboles

Pero, ¿hasta qué punto las corrientes en chorro han sido históricamente responsables de fenómenos extremos climáticos, económicos y sociales en Europa? ¿El impacto es diferente ahora debido al cambio climático antropogénico o ha sido así durante siglos? Esa fue la pregunta que se hicieron los investigadores y, para dar respuesta, realizaron una estimación indirecta empleando muestras de anillos de crecimiento de árboles centenarios y milenarios de diferentes regiones de Europa.

“La posición de la corriente en chorro puede estimarse con datos climáticos existentes, pero estos se extienden, en el mejor caso, hasta principios del siglo XX. Para poder evaluar la influencia que ha tenido la variación en la posición de la corriente en chorro en el clima a largo plazo primero tuvimos que reconstruir los desplazamientos de la corriente en chorro polar sobre Europa”, explica Dorado.

Ello es posible porque cada año, los árboles añaden un anillo que registra las condiciones ambientales, y por tanto las climáticas, durante su formación. Al analizar los anillos de crecimiento de los árboles, los dendrocronólogos pueden compilar un archivo del clima pasado. Así, los investigadores vincularon los anillos de crecimiento de tres regiones de Europa con los desplazamientos de la banda de vientos atmosféricos a muchos kilómetros de altura a través de los cambios que esos desplazamientos producen en la temperatura a nivel de superficie.

“Descubrimos que los desplazamientos de la corriente en chorro muy al norte o muy al sur de su posición habitual durante el verano han estado históricamente asociados con una serie de impactos ecológicos, económicos y sociales como los incendios forestales, el rendimiento y la calidad de los cultivos y sus productos derivados como el vino y las epidemias”, explica Dorado. “Dado que estos impactos están relacionados con las condiciones climáticas de la superficie, esto demuestra como la corriente en chorro polar ha influido en el clima estival en la superficie terrestre los últimos 700 años y, en consecuencia, en la sociedad”.

Por poner ejemplos concretos, “las epidemias ocurrieron con mayor frecuencia en las Islas Británicas cuando la corriente en chorro estaba más al norte, ya que, dado que los veranos eran húmedos y fríos, la gente permanecía en casa y las condiciones eran más propicias para la propagación de enfermedades” explica Valerie Trouet, coautora del artículo y profesora en la Universidad de Arizona. “Otro ejemplo destacado es el de la peste negra, que asoló Irlanda entre 1348 y 1350, cuando la corriente en chorro se encontraba en una posición extrema, en el extremo norte de Europa”.

Los investigadores también constataron que, históricamente, los incendios forestales en los Balcanes fueron más frecuentes cuando la corriente de chorro estaba en esa posición norte que crea condiciones secas y cálidas, algo que también se ha visto este pasado verano.

¿Qué pasará en el futuro?

Y es que, parte de la relevancia de este trabajo radica en que sus resultados se pueden aplicar también a los posibles impactos futuros del cambio climático si se conoce la evolución de la posición de la corriente en chorro.

“La relación a largo plazo entre la posición latitudinal de la corriente en chorro polar y los fenómenos extremos en Europa también proporciona un contexto para las condiciones actuales y define los tipos de extremos que podríamos experimentar bajo un calentamiento global continuo. Por ejemplo, nuestros resultados sugieren que, si como describen algunos estudios, la posición promedio de la corriente en chorro se desplaza hacia el norte como resultado del calentamiento global, los rendimientos de los cultivos probablemente se reducirían en ambos lados del dipolo”, asegura Trouet.

Referencias:

Xu, G., Broadman, E., Dorado-Liñán, I. et al. (2024) Jet stream controls on European climate and agriculture since 1300 ce. Nature doi: 10.1038/s41586-024-07985-x

Dorado-Liñán, I., Ayarzagüena, B., Babst, F. et al. (2022) Jet stream position explains regional anomalies in European beech forest productivity and tree growth. Nat Commun doi: 10.1038/s41467-022-29615-8

Edición realizada por César Tomé López a partir de materiales suministrados por la Universidad Politécnica de Madrid

Cuaderno de Cultura Científica

11
Mar
2025

Science Daily thumb

Fecha: 6 de marzo de 2025

Fuente: Colegio Universitario de Cork

Resumen:

Los científicos han descubierto cómo las plantas respondieron a los cambios climáticos catastróficos hace 250 millones de años. Sus hallazgos revelan el largo y prolongado proceso de recuperación de los ecosistemas después de uno de los períodos más extremos de calentamiento en la historia de la Tierra: el "Evento de fin del Pérmico".

HISTORIA COMPLETA

Un equipo de científicos del University College Cork (UCC), la Universidad de Connecticut y el Museo de Historia Natural de Viena ha descubierto cómo respondieron las plantas a los cambios climáticos catastróficos hace 250 millones de años. Sus hallazgos, publicados en GSA Bulletin, revelan el largo y prolongado proceso de recuperación de los ecosistemas después de uno de los períodos más extremos de calentamiento en la historia de la Tierra: el "Evento del Fin del Pérmico".

Con más del 80% de las especies oceánicas exterminadas, el evento de finales del Pérmico fue la peor extinción masiva de todos los tiempos. Pero los impactos de este evento para la vida en la tierra han sido esquivos. Al examinar plantas y rocas fósiles de la cuenca de Sídney, en el este de Australia, los investigadores han reconstruido una historia de varios millones de años de resiliencia, recuperación y los efectos a largo plazo del cambio climático.

El largo e inestable camino hacia la recuperación de los ecosistemas

Los fósiles de estas rocas australianas muestran que las coníferas, al igual que los pinos modernos, fueron algunas de las primeras en colonizar la tierra inmediatamente después de la catástrofe del Pérmico tardío. Pero la recuperación de los bosques florecientes no fue un camino de rosas.

Los investigadores descubrieron que temperaturas aún más altas durante el "Máximo Térmico Smithiano Tardío" causaron el colapso de estos sobrevivientes de coníferas. A su vez, fueron reemplazados por plantas duras y arbustivas que se asemejan a los musgos modernos. Este período abrasador duró unos 700.000 años y dificultó la vida de los árboles y otras plantas grandes.

No fue hasta un evento de enfriamiento significativo, el 'Evento Smithiano-Spathiano', que plantas grandes pero inusuales llamadas 'helechos semilla' comenzaron a florecer y a establecer bosques más estables. Con el tiempo, estas plantas llegaron a dominar los paisajes de la Tierra durante millones de años, allanando el camino para los frondosos bosques durante la "era de los dinosaurios" del Mesozoico.

Así, después de millones de años, los ecosistemas forestales del Mesozoico llegaron a parecerse a los de antes del colapso del Pérmico tardío. Pero lo más importante es que las especies de plantas que componían los nuevos bosques eran completamente diferentes. "El término 'recuperación' puede ser engañoso", dice el Dr. Chris Mays, líder del Grupo de Extinción Masiva en el University College Cork, "los bosques se recuperan eventualmente, pero la extinción es para siempre".

¿Qué significa esto para nosotros?

Al comprender cómo los antiguos ecosistemas de plantas resistieron los cambios climáticos extremos, los investigadores esperan aprender lecciones valiosas sobre cómo las plantas y los ecosistemas modernos podrían hacer frente a la crisis climática actual. Los ecosistemas dependen de un equilibrio frágil, con las plantas como columna vertebral de las redes tróficas terrestres y la regulación del clima.

"Esta investigación pone de manifiesto lo cruciales que son las plantas, no solo como base de las cadenas alimentarias terrestres, sino también como sumideros naturales de carbono que estabilizan el clima de la Tierra", explica el investigador de la UCC, Marcos Amores, autor principal del estudio. "La interrupción de estos sistemas puede tener impactos que duran cientos de miles de años, por lo que proteger los ecosistemas actuales es más importante que nunca".

Esta inmersión profunda en el pasado lejano de la Tierra nos recuerda que las plantas son heroínas anónimas de la vida en la Tierra, entonces, ahora y en el futuro.

Materiales proporcionados por el University College Cork. Nota: El contenido puede ser editado por estilo y longitud.

Referencia de la revista:

Marcos Amores, Tracy D. Frank, Christopher R. Fielding, Michael T. Hren, Chris Mays. Las tendencias florales del polo sur controladas por edad muestran una recuperación escalonada de las gimnospermas del Triásico Temprano después del evento del Pérmico tardío. Boletín de la Sociedad Geológica de América, 2025; DOI: 10.1130/B38017.1

Citar esta página: MLA APA Chicago

Colegio Universitario de Cork. "Las plantas lucharon durante millones de años después de la peor catástrofe climática del mundo". CienciaDiaria. ScienceDaily, 6 de marzo de 2025. <www.sciencedaily.com/Comunicados/2025/03/250306121054.htm>.

28
Ene
2025

 

Los árboles caducifolios - como las hayas o los abedules - cambian de color con cada estación. Sus hojas caen entre el otoño y el invierno, y el árbol entra en un estado de hibernación en el que el tronco deja de crecer y así guardan la energía para reactivarse en primavera cuando las hojas vuelven a brotar. Hasta ahora, se creía que las raíces también cesaban su actividad y se "dormían" junto con el resto del árbol, pero una curiosa investigación publicada hoy en Nature Ecology and Evolution demuestra que las raíces no descansan en ningún momento y continúan creciendo. El estudio lo ha liderado la investigadora Lorène J. Marchand de la Universidad de Amberes, con la participación del CREAF y el CSIC y los resultados sugieren que el suelo forestal es un sumidero de carbono con más capacidad de la que se creía, porque acumula carbono durante todo el año, no solo cuando las hojas realizan la fotosíntesis y el árbol está más activo. Además, supone un cambio en la percepción de cómo los árboles de hoja caduca podrían adaptarse al cambio climático en un futuro.

"Los resultados demuestran que la parte aérea y la parte subterránea del árbol siguen calendarios separados, de manera que priorizan el crecimiento subterráneo durante el invierno y el crecimiento aéreo al comienzo de la primavera", explica Paolo Zuccarini, investigador del CREAF y coautor del estudio. Este desacoplamiento podría suponer una ventaja estratégica, ya que en invierno las raíces almacenan reservas de carbohidratos y otras sustancias ricas en nitrógeno, como proteínas o aminoácidos, mientras el resto del árbol está inactivo. Así, cuando "despiertan", tienen alimento suficiente para que las hojas salgan y se reactive la fotosíntesis, imprescindible para que el tronco y las ramas crezcan. "Es algo así como tener ladrillos de construcción listos para utilizar en primavera, cuando la prioridad es generar hojas para volver a hacer la fotosíntesis", continúa Zuccarini.

Esta sorprendente investigación se ha llevado a cabo con cuatro especies de árboles en diversos bosques templados de España, Bélgica y Noruega. En total, se incluyeron 330 árboles, tanto maduros como plántulas de 3 años, de haya común (Fagus sylvatica), abedul (Betula pendula), roble común (Quercus robur) y álamo temblón (Populus tremula). Se recolectaron 1000 muestras de raíces gruesas de más de 2 milímetros, ya que a partir de esta medida es cuando la raíz experimenta la formación de madera, conocida como xilogénesis. "Los datos reflejan que las raíces gruesas mantienen su actividad incluso en temperaturas del suelo inferiores a 3°C, desmintiendo así la creencia de que el frío detiene el crecimiento subterráneo", explica Lorène J. Marchand, la autora principal del estudio.

Más carbono bajo el suelo

Otro de los aspectos que destacan es que el valor del suelo forestal como reservorio de carbono sería mayor del que se pensaba, ya que la investigación demuestra que los árboles caducifolios lo fijan durante todo el año. Según los investigadores, los árboles almacenan carbono en su estructura utilizándolo para el crecimiento de la madera en las raíces y el tronco. Este carbono almacenado es muy estable, ya que se integra en los tejidos vegetales en forma de biomasa lignificada, compuesta por celulosa, hemicelulosa y lignina, “de hecho, las raíces gruesas contribuyen de manera relevante a la actividad de reservorio de carbono de los árboles, ya que suman hasta el 20-30% de la biomasa total de un árbol, debido a su gran densidad”, añade Zuccarini. Tradicionalmente, se ha considerado que el ciclo del carbono en los árboles estaba estrechamente vinculado al ciclo de crecimiento aéreo, es decir, que el pico de fijación de CO2 se daba en primavera, cuando tienen hojas, hacen la fotosíntesis, lo capturan, y el tronco y las raíces lo utilizan para crecer. Pero estos nuevos datos demuestran que lo utilizan todo el año.

Raíces que ayudan a soportar el cambio climático

Según los autores, los resultados indican que el crecimiento de las raíces no se detiene en invierno y, por tanto, que el reloj natural de las raíces podría estar menos influenciado por señales externas como la temperatura o la luz, y más controlado por señales internas, como las reservas de carbono del árbol, “a diferencia de la parte aérea que sí está más sujeta al clima externo”, comenta Josep Peñuelas, investigador del CSIC en el CREAF y coautor del estudio. Esto podría ayudar a los árboles a adaptarse a condiciones climáticas cambiantes, como primaveras más cálidas, deshielo prematuro o precipitaciones irregulares, con unas raíces preparadas en invierno para ser utilizadas en primavera, incluso si las condiciones cambian.

Este estudio internacional lo ha liderado Lorène J. Marchand y Matteo Campioli del grupo PLECO de la Universidad de Amberes, junto con la Universidad de Gante en Bélgica. También han participado diversas entidades europeas, como el CREAF y el CSIC en España, el Instituto Esloveno Forestal en Eslovenia, la Universidad de Umea en Suecia, el Instituto de Investigación de la Bioeconomía en Noruega, y el Instituto Federal Suizo de Investigación Forestal, de la Nieve y del Paisaje.

Artículo fuente: Marchand, L. J., Gričar, J., Zuccarini, P., Dox, I., Mariën, B., Verlinden, M., Heinecke, T., Prislan, P., Marie, G., Lange, H., Van den Bulcke, J., Peñuelas, J., Fonti, P., & Campioli, M. (2024). No winter halt in belowground wood growth of four angiosperm deciduous tree species. Nature Ecology & Evolution. DOI: https://www.nature.com/articles/s41559-024-02602-6

CREAF

13
Feb
2025

 

Responsable de prensa

Ángela Justamante

Graduada en Biología y comunicadora científica, cuenta con experiencia en proyectos europeos de ciencia ciudadana y divulgación en el CREAF.

Un nuevo estudio, publicado en Journal of Ecology y liderado por el CREAF y la Universitat Autònoma de Barcelona (UAB), ha analizado 25 años de evolución de más de 445.000 árboles en la Península Ibérica para descubrir cómo les ha afectado la combinación entre el abandono rural y el cambio climático allí donde se encuentran al límite de calor y sequedad y de frío y humedad que pueden soportar. Según los resultados, que han tenido en cuenta casi unas setenta especies, se constata que hay más densidad forestal en toda la península debido al abandono agrícola y silvícola de las últimas décadas, que permite que los bosques se recuperen, pero con una nueva distribución de especies a causa del impacto del cambio climático. En general, los datos apuntan a que las especies que comparten rasgos como raíces poderosas u hojas fáciles de producir son las que más se están expandiendo. Por ejemplo, en zonas que cada vez son más calurosas y secas gana terreno el pino carrasco (Pinus halepensis) y el alcornoque (Quercus suber), porque tienen tolerancia a temperaturas y sequedad más altas y, en cambio, están disminuyendo las asociadas a bosques de ribera como el aliso común (Alnus glutinosa), que ya estaban cerca de su límite y, con el aumento de temperatura, ya no pueden vivir ahí. Respecto a regiones más frías y húmedas, se están expandiendo algunas especies como el haya (Fagus sylvatica) y el roble de hoja ancha (Quercus petraea) y han disminuido coníferas como el pino marítimo (Pinus pinaster), entre otros motivos, porque ecosistemas más gélidos se están volviendo más cálidos y árboles que antes no podían establecerse porque hacía demasiado frío ahora sí que pueden hacerlo; otro motivo podría ser que hay mucha menos tala que antes.

“Cada especie de árbol, igual que cualquier animal, puede vivir en un gradiente de temperatura y sequedad determinado y, si se sobrepasa este umbral por encima o por debajo, ya no puede crecer allí. Para hacernos una idea, en el sur de Catalunya no encontraremos hayedos porque es demasiado seco, tampoco en las zonas más altas del Pirineo donde hace demasiado frío. La cuestión es que con el aumento de temperatura estas condiciones pueden cambiar y nuestra investigación aporta nuevos datos de cómo puede afectar a la distribución de los árboles”, explica Josep Padullés, investigador del CREAF y la UAB, y autor principal del artículo.

Entre otras cosas, estos resultados ayudan a entender cómo podrían cambiar los bosques del futuro y, por lo tanto, gestionar mejor el territorio. Por ejemplo, zonas que cada vez son más áridas podrían perder la biodiversidad de animales y vegetación asociadas a ambientes más húmedos, como los ecosistemas ribereños, o aumentar el riesgo de incendios si las especies que ‘reconquistan’ estos espacios son más inflamables, como el pino carrasco.

Raíces y hojas mejor adaptadas

La investigación también ha identificado algunas características que hacen que unos árboles estén mejor adaptados que otros a los ambientes más áridos o húmedos. En el caso de condiciones secas, destacan las especies que tienen raíces más grandes y gruesas en relación a la medida total del árbol, puesto que pueden acceder a capas más profundas del suelo para conseguir agua y, por tanto, lidiar con la falta de agua. “Este rasgo también da ventaja en ambientes fríos, aunque en regiones secas es especialmente útil”, aclara Padullés. En el caso de zonas frías, un factor que favorece la supervivencia son las hojas finas, ‘baratas’ de producir y con mucha superficie para captar luz, hacer la fotosíntesis y, por lo tanto, conseguir nutrientes; una característica que hace que árboles planifolios y caducifolios, como los robles o los fresnos, tengan más tolerancia a la sombra y supone una ventaja en bosques frondosos. En contraposición, las coníferas, como los pinos, tienen hojas más gruesas, pequeñas y duras, que son útiles en zonas áridas porque pierden menos agua por transpiración, pero cuestan más de producir y no tienen tanta superficie para captar luz.

Más árboles en ambientes fríos

El análisis también destaca que las zonas que se están volviendo más calurosas y secas provoca que algunas especies, que ya estaban cerca de su límite climático de calor, lo tengan más difícil para sobrevivir, especialmente las asociadas a bosques de ribera como aliso común o el sauce ceniciento (Salix cinerea) y el pino marítimo (Pinus pinaster), que no toleran bien el estrés hídrico. En cambio, especies como el pino carrasco, el roble carrasqueño (Quercus faginea) y el alcornoque (Quercus suber) están aumentando gracias a su resistencia a la sequía y la capacidad de colonizar suelos áridos. En cuanto a las zonas más húmedas y frías, están ganando más árboles de lo que se esperaría en condiciones normales. Algunas especies que están expandiendo su territorio son las planifolias como el haya, el roble de hoja ancha, el abeto blanco (Abies alba) o el roble pubescente (Quercus pubescens). Al contrario, coníferas como el pino piñonero (Pinus pinaster) han disminuido ligeramente, porque no son buenas competidoras ante las planifolias, al no estar bien adaptadas a vivir en bosques densos con sombra. Otras especies que están aumentando en general en todas las regiones son especies ligadas a actividad humana como el cerezo (Prunus avium) o la especie invasora acacia (Acacia melanoxylon), que ahora pueden crecer sin control.

Para llevar a cabo el estudio, el equipo ha analizado datos que abarcan dos periodos diferentes de los Inventarios Forestales Españoles (1986-1996 y 2008-2019), que cuentan con una gran variedad de datos de 21.717 parcelas de bosques maduros y jóvenes en toda la Península. En concreto, se centraron en cuantificar si aumenta o disminuye la abundancia de especies de árboles que se encuentran al límite de sus distribuciones climáticas - áreas donde las condiciones están cerca del máximo o del mínimo de temperatura y precipitación para que una especie determinada sobreviva-. “Ha sido una manera de evitar que el aumento de masa forestal por abandono rural enmascare el efecto del cambio climático”, puntualiza Padullés.

El estudio también lo firman los investigadores del CREAF Javier Retana, también de la UAB, y Albert Vilà-Cabrera, asociado en la Universidad de Stirling en Reino Unido. Respecto al siguiente paso de la investigación, Padullés afirma que continuarán estudiando la interacción entre el abandono forestal, cambio climático y características de las especies para entender cómo serán los bosques del futuro.

Artículo de referencia: Padullés Cubino, J., Vilà‐Cabrera, A., & Retana, J. (2024). Tree species abundance changes at the edges of their climatic distribution: An interplay between climate change, plant traits and forest management. Journal of Ecology, 112 (12), 2785-2797. DOI: 10.1111/1365-2745.14419

CREAF

28
Dic
2024

 

Un equipo de investigación de la Estación Biológica de Doñana ha analizado la expansión y posible erradicación de este himenóptero, que se esconde en los alcornoques y que provoca graves daños en el ecosistema del parque natural. Los expertos la califican de “verdadero caballo de Troya de los insectos”.

En los años 70, el antiguo Palacio de Doñana experimentó una serie de reformas. Se cree que fue entonces cuando la hormiga argentina (Linepithema humile) llegó a este edificio, sede de la Reserva Biológica, entre la tierra y los materiales que se introdujeron en la obra.

Desde entonces, su expansión ha generado daños en aves y anfibios. Los equipos de la Estación Biológica de Doñana (EBD-CSIC) también investigan sus efectos en los árboles, los ciclos de nutrientes y procesos tan cruciales como la dispersión de semillas y la polinización.

Originaria de Sudamérica, sus escasos tres milímetros esconden a un invasor imparable. Gracias a su tamaño, puede ser transportada de forma accidental en multitud de mercancías, como madera, plantas o contenedores, y tan solo una reina basta para que esta hormiga se establezca en nuevos entornos.

“Se trata del verdadero caballo de Troya de los insectos. La hormiga argentina está entre las 100 especies invasoras más dañinas del mundo según la Base de Datos Mundial sobre Especies Invasoras 2024 y está incluida en el Catálogo Español de Especies Exóticas Invasoras”, advierte José Manuel Vidal-Cordero, entomólogo de la Reserva Biológica de Doñana.

Un invasor de libro

Linepithema humile cuenta con varias ventajas frente a las hormigas autóctonas. En primer lugar, es poligínica, que significa que tiene varias reinas que ponen huevos de forma simultánea. Es polidómica, es decir, una colonia puede estar repartida entre varios nidos. Además, esta especie tiene facilidad para monopolizar los recursos ambientales y desplazar a las especies nativas. Y unido a esto, es capaz de establecer el fenómeno conocido como supercolonias.

“Imagina que coges una hormiga argentina de Doñana y te la llevas a la costa italiana. Si la sueltas allí, en un hormiguero de esa especie, no se pelean. Hablamos de una colonia de miles de kilómetros, una supercolonia”, explica Vidal-Cordero.

En Europa, ya se han identificado tres supercolonias de hormiga argentina. Este fenómeno permite que sus diferentes colonias no se ataquen entre ellas e incluso cooperen. Según los estudios, todo apunta a la reducida distancia genética entre sus individuos, que descenderían de los primeros que llegaron a la península ibérica años atrás en barco.

“Todas estas características la convierten en un ejemplo de libro de especie exótica invasora”, sentencia.

El pequeño arte de la guerra

En Doñana hay más de 40 especies de hormigas. Desde la incursión de esta invasora en el emblemático espacio protegido andaluz, los equipos estudian sus tácticas de expansión.

Dado que Linepithema humile no tolera bien las temperaturas extremas, su avance en la reserva biológica –dentro del parque nacional– está limitado a las construcciones humanas y otros refugios naturales, como los grandes alcornoques. Estos árboles centenarios son verdaderos refugios climáticos durante el verano y, desde 1992, se ha documentado la expansión de ‘la argentina’.

¿Pero cómo puede esta diminuta forastera salvar grandes distancias sin volar? Precisamente, un trabajo de 2019 apuntó que la hormiga vuela para invadir nuevos árboles como polizona de la carroña que consumen las rapaces. Una vez en el nido de ejemplares como el milano negro, la reina y las obreras continúan su agresiva expansión y matan y desplazan a las hormigas autóctonas que encuentran en el árbol, como la Crematogaster scutellaris.

Pequeños forasteros y grandes impactos

Esta imparable expansión tiene numerosas consecuencias negativas y algunas se deben al hecho de acabar con las demás hormigas. “Como solo queda esta especie, se pierden las funciones que realizaban otras, como la dispersión de semillas o la polinización de algunas flores”, explica Elena Angulo, científica de la EBD-CSIC y experta en la hormiga argentina.

En cuanto al alcornoque, bajo el control de la hormiga argentina proliferan los pulgones, con su consecuente impacto negativo en la salud del árbol. Esta hormiga es ganadera, protege a los pulgones para obtener su melaza, como si de leche se tratara. También impacta en la crianza de las aves que anidan en los árboles invadidos. En un estudio llevado a cabo por el equipo de Angulo se registró un menor tamaño y un peor estado nutricional en los pollos de árboles habitados por la hormiga.

Sin embargo, el hallazgo más llamativo sobre sus impactos se da en anfibios. Un equipo de la EBD-CSIC reveló que la hormiga argentina ataca a los jóvenes sapos que salen de las charcas tras su metamorfosis como renacuajos.

“Descubrimos que la hormiga tiene un veneno, la iridomirmecina, que actúa en especies de sangre fría como los sapitos y los paraliza”, afirma Angulo, una de las autoras de la investigación. Tan solo 20 hormigas serían capaces de paralizar un juvenil de sapo corredor (Epidalea calamita) a pesar de tener un tamaño mucho menor que ellos. El veneno abrasa su piel y puede llegar incluso a producirles la muerte.

Frenar la intrusión

La hormiga argentina es tan solo un ejemplo de los tremendos impactos negativos que provocan las especies exóticas invasoras en los ecosistemas. A veces como fruto de un despiste o una coincidencia. Y sus efectos también son económicos. En el año 2022 el CSIC lideró un trabajo internacional que cuantificó el impacto en el mundo de 12 hormigas invasoras en 46 000 millones de euros.

En la Reserva Biológica de Doñana, el protocolo de seguimiento registra cada año los pequeños grandes avances de esta invasora. Después de las duras sequías de los últimos años su población parece estar debilitada.

“Quizás ahora es un buen momento para plantearnos su erradicación en el parque”, concluye Angulo.

Contenido realizado dentro del Programa de Ayudas CSIC – Fundación BBVA de Comunicación Científica, Convocatoria 2023 CSIC Comunicación

SINC

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