Ecología, gestión y protección de la fauna silvestre

07
Oct
2024

 

Autoría

Miguel Clavero Pineda, Científico titular CSIC, Estación Biológica de Doñana (EBD-CSIC)

Andrés Arias Rodríguez, Profesor de Zoología, Universidad de Oviedo

Francisco J. Oficialdegui, Postdoc at the University of South Bohemia in České Budějovice Faculty of Fisheries and Protection of Waters, Vodňany, Czech Republic, University of South Bohemia

El titular de este artículo parece sacado de una película de terror de serie B, pero en realidad describe con bastante precisión una de las invasiones biológicas más extravagantes y espectaculares descritas hasta la fecha. Esta, por cierto, sigue en marcha sin dar señal alguna de debilitamiento.

En 1995 un biólogo alemán se paseaba por una feria comercial en Frankfurt (Alemania). En uno de los tenderetes había unos cangrejos de río identificados únicamente como Texas crayfish (cangrejos de río de Texas). Los animales tenían un extraño y bonito diseño jaspeado y nuestro biólogo, aficionado a los acuarios, se llevó el lote a casa.

Los cangrejos se reprodujeron abundantemente. Tanto, que su propietario empezó a distribuirlos entre conocidos. Estos volvieron a ver que los cangrejos, a los que habían comenzado a llamar marmorkrebs (en castellano, cangrejo jaspeado), se multiplicaban de forma asombrosa.

Pero esa era poca sorpresa comparada con las que estaban por llegar.

Los machos y hembras de cangrejos de río adultos suelen presentar diferencias morfológicas muy claras que permiten determinar fácilmente su sexo. A los acuariófilos alemanes no les costó mucho darse cuenta de que entre sus marmorkrebs no había machos. ¿Cómo hacían para reproducirse?

En 2003 se publicó en la revista Nature un estudio que demostraba que esas cangrejas no necesitaban a los machos para nada. Eran hembras partenogenéticas (del griego parthenos, virgen, y génesis, origen o nacimiento) obligadas. Cada una de ellas daba lugar a una abundante descendencia genéticamente idéntica a la madre: clones de cangrejas jaspeadas. Entre las 15 000 especies de crustáceos decápodos que existen en el mundo (incluyendo a cangrejos, langostas, gambas, camarones y galeras) jamás se había descrito –ni se volvió a hacer– este tipo de reproducción unisexual.

 

Procamburus virginalis

Procambarus virginalis. André Karwath/Wikimedia Commons, CC BY-SA

¿Una especie que nace en un acuario?

El estudio genético de ese extraño linaje de cangrejas clónicas mostró que estaba estrechamente emparentado con Procambarus fallax. Se trata de una especie originaria del suroeste de los EE. UU., en los estados de Georgia y Florida. Como podría esperarse, tiene machos y hembras y los dos sexos participan en la reproducción.

En los años siguientes se fueron describiendo más peculiaridades de las marmorkrebs, como que son triploides (llevan tres copias de cada gen). Además, se diferencian de Procambarus fallax tanto morfológicamente como en su estrategia de reproducción: no solo son partenogenéticas, también mucho más fecundas.

En 2015 se propuso que debían considerarse como una especie independiente, con el nombre de Procambarus virginalis. La descripción formal se publicó en 2017.

De entre todas las sorprendentes particularidades de Procambarus virginalis destaca el hecho de que la especie podría haber surgido en un acuario. El origen del cangrejo jaspeado se ha podido trazar hasta los Everglades de Florida, pero no sabemos a ciencia cierta si el linaje partenogenético ya existía en la naturaleza (no se ha detectado) o se generó en cautividad. El segundo escenario, más probable, es inaudito. Estaríamos ante una especie formada de un día para otro a partir de unos cuantos cangrejos metidos en un acuario, asociada a una mutación espontánea.

En ese caso, lo más parecido a un área nativa que tendría la nueva especie sería un tenderete en una feria de Frankfurt. Lo que sí tiene es un área no-nativa. Mucha y en aumento. Procambarus virginalis ha resultado ser una portentosa especie invasora.

El invasor casi perfecto solo tiene 30 años

Volvamos a aquellos primeros acuariófilos alemanes. Las cangrejas que tenían no paraban de producir crías que, a su vez, empezaban a reproducirse de forma precoz y abundante. El intercambio entre aficionados llegó hasta las tiendas de mascotas y distribuidores de internet, que rápidamente se hacían con un enorme excedente de cangrejos jaspeados para vender.

Las especies que se tienen en las casas a menudo acaban en la naturaleza. Los cangrejos de río no son una excepción, ya sea por escapes indeseados o porque sus responsables los acaban liberando. El cangrejo jaspeado no solo no iba a ser menos, sino que es bastante más.

Como no hay forma de parar su reproducción, sus dueños tienen que decidir continuamente qué hacer con una buena cantidad de individuos. Las reticencias a sacrificarlos (la opción aconsejable) hacen que a menudo la decisión sea llevarlos a algún punto de agua, donde puedan seguir viviendo (las charcas urbanas suelen ser un popurrí de especies introducidas). Con los cangrejos jaspeados en cada vez más casas de más países, el número de sueltas fue en aumento.

Los cangrejos de río son buenos invasores y a menudo forman poblaciones autosuficientes allá donde se introducen, pero el caso del cangrejo jaspeado es extremo porque un único individuo basta para formar una población. Estamos ante algo cercano al invasor perfecto.

Era fácil de prever que irían apareciendo poblaciones silvestres, y así ha ocurrido. Tras menos de 30 años de existencia de la especie (por raro que suene, es así) el cangrejo jaspeado vive en libertad en unos 30 países de Europa, América, Asia y África. En Madagascar la expansión fue meteórica: su área de distribución se multiplicó por 100 en 10 años hasta ocupar unos 100 000 kilómetros cuadrados en 2017.

¿Qué hacemos con esta invasión?

El espectacular potencial invasor del cangrejo jaspeado genera una enorme preocupación por los impactos que pueda acarrear, pero también da lugar a interesantes preguntas.

Se suele asumir que la diversidad genética permite a las especies adaptarse a la variabilidad espacial y temporal de los ecosistemas. En el caso de las especies invasoras, una elevada diversidad genética estaría relacionada con un mayor éxito de invasión.

Pero, en la especie que nos ocupa, la diversidad genética es prácticamente cero. Y, aun así, puede sobrevivir y llegar a ser muy abundante en lugares tan dispares como Madagascar, Polonia y Canadá. La especie se convierte así en un modelo único para estudiar la adaptabilidad de los organismos a partir de cambios epigenéticos, que modulan la función de los genes sin modificar la secuencia del ADN.

En España originalmente no vivía ninguna especie de cangrejo de río y hay una larga tradición de introducción de estos animales. Se intuía que el marmokrebs no tardaría en añadirse a la lista y así ha sido.

En 2022 se detectó la especie en Asturias y al año siguiente apareció en un parque urbano en Tenerife.

Con la experiencia acumulada, parece que va a ser difícil controlar esas poblaciones. Lo importante ahora es evitar que se liberen más individuos. Procambarus virginalis se encuentra en la lista europea de especies invasoras. Esto implica que, aunque no se haya incluido aún en el catálogo español, su tenencia está prohibida.

A pesar de esta restricción, no es difícil imaginar que habrá acuarios con esta especie en cientos o miles de hogares españoles. Es importante que esas familias comprendan que, si no quieren deshacerse por completo de sus cangrejas, deben ir sacrificando la prole generada. En ningún caso deben distribuirla entre conocidos y menos aún liberarla en la naturaleza. Solo así podremos evitar que haya un nuevo cangrejo invasor por todos los ríos y masas de agua dulce ibéricas.

The Conversation

20
Sep
2024

Los ungulados amenazan a especies vulnerables y a la vegetación de algunos de los ecosistemas más protegidos, donde la caza está prohibida y se buscan alternativas

Por José Pichel

Los parques nacionales son la joya de la corona de los ecosistemas en España, 16 espacios tan diversos como el país, donde prima la conservación de sus singulares valores naturales. Sin embargo, no siempre hay consenso sobre cómo garantizar su protección. El mejor ejemplo está en uno de los más emblemáticos, Doñana, escenario habitual de confrontación política con polémicas como la ampliación de regadíos en su entorno, que en los últimos tiempos amenazaba con dejar sin agua a las aves. Sin embargo, no es este el único problema al que se enfrenta Doñana, ni es Doñana el único parque nacional que sufre graves amenazas. Desde hace años, los biólogos observan con preocupación el incremento de un peligro natural, pero demoledor para algunas especies vulnerables y para el patrimonio vegetal: la población de animales como el jabalí y otros ungulados se ha disparado y está arrasando con todo. Lo cierto es que ocurre en todo el territorio, pero la Red de Parques Nacionales cuenta con una peculiaridad: la caza comercial y deportiva está prohibida en estos espacios naturales desde diciembre de 2020. Mientras algunos colectivos aseguran que la ausencia de actividad cinegética es contraproducente para la conservación, otros reclaman mejorar la gestión a través de medidas alternativas. El problema es complejo y las posturas, irreconciliables.

Sin embargo, todo el mundo está de acuerdo en que algunos animales están causando estragos en los parques nacionales. Empezando por Doñana, en mayo la Sociedad Española de Ornitología (SEO/Birdlife) difundía que el 90% de los nidos de morito común y de garza imperial habían sido depredados en su casi totalidad por los jabalíes. Los de otras especies también habían sufrido daños irreparables. Tras años de sequía, las lluvias de esta primavera hacían concebir esperanzas de recuperar algunas de las aves más destacadas del humedal más grande de Europa, pero todo se truncó. “La malla instalada es ineficaz”, lamentaba la ONG conservacionista. Otro parque nacional que teme un desastre ecológico es el de Cañaberos, ubicado entre Ciudad Real y Toledo, especialmente valorado por su bosque mediterráneo. La Asociación de Afectados por el Parque de Cabañeros anunció antes del verano la presentación de una denuncia formal ante la Comisión Europea por "la gestión deficiente y negligente" que está sufriendo este espacio natural, según aseguran, "por la ausencia práctica de un plan de gestión de poblaciones de ungulados silvestres". Aunque ese plan existe, no tiene efectos prácticos hasta ahora, según este colectivo, que calcula que desde 2020 la población de ciervos se ha multiplicado por 2,35 y la de jabalíes, por 2,74. El exceso de animales degrada árboles, suelo y vegetación.

Algo parecido ha sucedido en el Parque Nacional de la Sierra de Guadarrama con la cabra montés. Este animal había desaparecido de este entorno en el siglo XIX y se reintrodujo en 1989 con una protección especial y un éxito fulgurante. Hace casi 10 años, un estudio publicado en la revista Biological Conservation ya alertaba sobre una sobreabundancia de ejemplares que resultaba dañina para especies vegetales protegidas como el abedul o el acebo, que podrían no sobrevivir. "Tan malo es tener pocos herbívoros como tener un claro exceso", señala Ramón Perea, investigador de la Universidad Politécnica de Madrid, uno de los mayores expertos en este tema. Investigaciones más recientes indican que el número, como mínimo, triplica lo deseable. Por el contrario, otros informes alertan sobre la existencia de caza furtiva.

En las Tablas de Daimiel, un grupo de científicos está realizando un experimento: han colocado nidos artificiales para comprobar cuál es el efecto de los depredadores y las pruebas documentales no dejan lugar a dudas. "Hemos puesto cámaras de fototrampeo y vemos cómo el jabalí es el principal depredador, seguido del zorro y la urraca", explica a El Confidencial Antonio Carpio, experto del Instituto de Investigación en Recursos Cinegéticos (IREC, centro mixto del CSIC, la Universidad de Castilla-La Mancha y la Junta de Comunidades de Castilla-La Mancha). Los investigadores simulan los lugares de puesta de distintas especies de patos, los dejan 28 días, el tiempo de incubación habitual de la familia de las anátidas, y cuando vuelven comprueban que los daños son considerables.

El análisis científico de la situación

Sin duda, el problema tiene muchos ángulos y estudiarlo con objetividad es un reto complejo, aunque muchos lo intentan. Precisamente, Antonio Carpio y otros colegas han analizado la prohibición de la caza de ungulados en los parques nacionales españoles en un artículo publicado recientemente por la revista Science of The Total Environment. Se trata de un “trabajo de discusión”, aclaran, que detalla tanto los desafíos como las oportunidades que se abren paso tras la medida. Para empezar, identifican tres claras consecuencias: un decrecimiento de la biodiversidad, un mayor riesgo de zoonosis (enfermedades procedentes de animales) y las posibilidades de que se produzcan accidentes de tráfico por culpa de la fauna.

El diagnóstico coincide con el que realiza la Fundación Artemisan: "Es evidente que la medida de prohibir la caza se aplicó sin mucho sentido", afirma su director, Luis Fernando Villanueva. "Es populista", porque "no todos los parques nacionales son iguales". En ese sentido, reconoce que, en lugares de alta montaña como los Picos de Europa, probablemente, "se nota menos" o que, en espacios netamente turísticos, como Timanfaya (Lanzarote), carece de sentido cazar. En cambio, en Cabañeros y en Monfragüe, "la pérdida de hábitat está siendo brutal" porque "en cuatro años el incremento de las especies cinegéticas ha sido exponencial". Según algunos expertos, el cambio en la vegetación se nota ya incluso en imágenes aéreas y de satélite.

Dentro de parques que ya soportaban una carga excesiva, la prohibición de la caza tiene consecuencias "sobre todo el ecosistema", afirma Antonio Carpio. "Esto se ve mucho en Cabañeros, donde hay tal densidad de ungulados que hace que la vegetación esté muy alterada", destaca. En este espacio natural, el número ideal de ciervos es de unos 20 por cada 100 hectáreas, pero algunas estimaciones apuntan a que habría entre 40 y 50. Según los expertos, estos cambios son especialmente graves si tenemos en cuenta que la primera misión de un parque nacional, la principal figura de protección que hay en España, es, precisamente, la conservación. Sin embargo, para las organizaciones conservacionistas, la caza también es un elemento que altera gravemente el entorno natural. Ecologistas en Acción, que alentó la prohibición de 2020, destaca que la actividad cinegética provoca la persecución y extinción de predadores, el fomento de especies exóticas e invasoras, desequilibrios poblacionales, fragmentación de los hábitats por vallados, el deterioro debido a caminos e infraestructuras y la contaminación por plomo. También destacan, para el ser humano, las limitaciones en el uso público de los espacios naturales. Teniendo en cuenta que los parques naturales solo representan el 0,75 % de la superficie de España, consideran ético que al menos estos enclaves se mantengan totalmente libres de las escopetas. En su opinión, puede haber soluciones alternativas para el control de las poblaciones de jabalíes o ciervos cuando resultan dañinas.

Las alternativas

También el análisis publicado por el investigador del IREC y otros expertos propone otras posibilidades. En Doñana, donde la caza ya estaba prohibida antes de la nueva regulación de 2020, los agentes medioambientales llevan mucho tiempo encargándose de controlar las poblaciones de depredadores problemáticos. En realidad, uno de los principales métodos que utilizan no difiere mucho de la actividad cinegética comercial y deportiva: los responsables del parque se encargan de abatir los jabalíes. Generalizar esta solución implicaría "muchos más recursos" para contratar a profesionales que se encarguen de esta labor, "como se hace en Noruega", apunta. Las dimensiones y las características de otros parques nacionales hacen que eliminar a los ungulados sea mucho más complicado. Monfragüe y Cabañeros han recurrido a la captura de animales en vivo mediante jaulas. Posteriormente, se venden a cotos de caza o se sacrifican para carne. Esta alternativa, "¿es más ética que una caza sostenible?", se pregunta Villanueva. En cualquier caso, "la comunidad científica ya ha concluido que esto no es suficiente, ni muchísimo menos, mediante estos métodos es muy difícil reducir las poblaciones". Por otra parte, recuerda que antes la caza se llevaba a cabo en recintos privados y ahora "hay que indemnizar a propietarios para que dejen de cazar, es un sinsentido todo".

Los científicos ponen sobre la mesa otras propuestas, pero lo cierto es que ninguna está totalmente libre de inconvenientes. Por ejemplo, los tratamientos contra la fertilidad son una de las herramientas de gestión de la fauna salvaje más usadas en las últimas décadas. Sin embargo, en este caso, "la contracepción en los ungulados no es efectiva", explica Carpio, principalmente, porque "son especies polígamas muy difíciles de controlar".

Percepciones y efectos colaterales

Tampoco parece muy viable recurrir masivamente a otros métodos más naturales. Tradicionalmente, el equilibrio entre los ungulados y su entorno se podía mantener gracias a la existencia de depredadores, precisamente, lo que no tienen ni el jabalí ni el ciervo en amplias zonas del país. En España, podría ser el lobo, pero en la actualidad su presencia se circunscribe al norte de la península, lejos de los parques más afectados por el problema, y plantear algún tipo de introducción implica avivar el conflicto con el mundo rural, precisamente, el mayor defensor de la caza.

Por el contrario, recuperar la actividad cinegética en los parques naturales chocaría con la percepción que tiene la inmensa mayoría de la sociedad, tal y como reflejan estudios y encuestas. "El único problema que ve la sociedad es el jabalí en zonas urbanas", resume el investigador del IREC, principalmente, por la difusión de algunas de sus apariciones en ciudades o playas. Nadie parece preocuparse por otros entornos, como los agrícolas, forestales o naturales. De hecho, “en general, la gente rechaza que se intervenga en los parques nacionales, porque los ven como una zona prístina que nunca ha sido alterada”, cuando la realidad es que la presencia humana ha sido constante. En cualquier caso, también hay que tener en cuenta que para los animales no existen los límites que los humanos dibujamos en los mapas. A menudo, "el jabalí vive donde no se puede cazar, pero los daños los hace en los cultivos que hay fuera de la zona protegida", destaca Carpio. En las Tablas de Daimiel, "duerme dentro del parque y come los cultivos que hay fuera, así que no es un problema interno del parque, sino también de los alrededores". Por si fuera poco, este animal actúa como reservorio de la tuberculosis bovina, que puede transmitir a las vacas porque, al final, "todos los animales beben de la misma charca".

El Confidencial

19
Jul
2024

 

Autoría

Alberto Romero Blanco: Personal docente e investigador en la Universidad de Alcalá. Invasiones biológicas y ecotoxicología, Universidad de Alcalá

Álvaro Alonso Fernández: Profesor Titular de Universidad, Universidad de Alcalá

Pilar Castro Díez: Profesora Titular de Universidad. Área de especialización: Ecología, Universidad de Alcalá

El pasado 15 de abril, dos vecinos de la madrileña localidad de San Fernando de Henares debieron llevarse un buen susto mientras pescaban apaciblemente en el río Henares. A su paso salieron dos grandes ejemplares de tortuga mordedora (Chelydra serpentina), de entre 15 y 30 kg de peso.

Se trata de una especie exótica procedente de América. Su rango de distribución nativo es muy amplio y está comprendido entre el sur de Canadá y la costa del golfo de México. Es una vieja conocida en varios países de Europa y Asia, como China, Japón, Alemania, Francia o Países Bajos, donde ha sido catalogada como especie exótica introducida o invasora.

Una visitante recurrente en España

Tampoco es la primera vez que se avista en España. Además de en Madrid, la tortuga mordedora se ha hallado ocasionalmente en Cataluña, Mallorca, Tenerife, Murcia y Aragón.

Este quelonio posee un hábito marcadamente generalista, siendo capaz de sobrevivir en una gran diversidad de condiciones ambientales y de consumir una gran variedad de alimentos, desde plantas acuáticas hasta peces, anfibios, crustáceos y pequeños mamíferos. Esto, sumado a las introducciones recurrentes en el medio natural, aumenta la probabilidad de que acabe engrosando el repertorio de especies exóticas invasoras de España.

Mascotas exóticas muy populares

La tortuga mordedora es tan solo la punta del iceberg de un problema mucho mayor. Según las revisiones más recientes, en España se ha detectado la presencia de unas 25 especies de tortugas exóticas en entornos naturales, seminaturales y urbanos, seis veces más que las especies nativas que hay en el país. Tres de esas especies ya están incluidas en el catálogo español de especies exóticas invasoras y otras ya han sido capaces de reproducirse en condiciones naturales, un prerrequisito para convertirse en invasoras.

Las tortugas exóticas son mascotas muy populares. De hecho, la vía de introducción más frecuente de estos animales es el comercio de mascotas. A menudo llegan al medio natural porque sus dueños las abandonan cuando crecen y se complican sus cuidados, o bien porque escapan de su cautiverio.

Desgraciadamente, el comercio de mascotas exóticas es muy difícil de controlar, especialmente el mercado online y la compra-venta entre particulares.

Una seria amenaza para las especies nativas

Las tortugas exóticas que terminan estableciéndose en el medio natural suponen una seria amenaza para los animales y plantas nativos. Por ejemplo, el galápago de Florida (Trachemys scripta), una especie exótica invasora en varios países, incluyendo España, compite con los galápagos nativos por los lugares de asoleamiento, sitios de puesta y alimentos.

A menudo, la especie exótica prevalece en estos enfrentamientos, lo que se traduce en la expansión de sus poblaciones en detrimento de las de las especies nativas.

Estas especies foráneas también pueden hibridarse con las nativas, especialmente con las que están más estrechamente emparentadas, y deteriorar su acervo genético, lo que, en los casos más graves, puede conducir a su extinción.

Las especies voraces con dietas generalistas, como Chelydra serpentina, son capaces de alterar sustancialmente la composición y estructura de las comunidades y las cadenas tróficas de los ecosistemas dulciacuícolas.

Además, muchas tortugas exóticas pueden ser portadoras de patógenos novedosos para las nativas, ante los cuales sucumben fácilmente al no poseer defensas inmunológicas contra ellos.

Portadoras de enfermedades para las personas

Además de para las especies nativas, las tortugas exóticas también pueden suponer un riesgo para la salud pública, y especialmente para las personas inmunodeprimidas, ancianos o mujeres embarazadas. Esto se debe a que estas aparentemente inofensivas mascotas portan una amplia diversidad de bacterias y virus que pueden infectarnos. El contagio puede ocurrir por vía fecal-oral cuando una persona entra en contacto directo con estos animales o con los recintos contaminados con sus excrementos, o a través de los arañazos y mordiscos que puedan ocasionar.

De entre todas las enfermedades que pueden transmitirnos estos reptiles, la más habitual es la salmonelosis. Precisamente, los numerosos casos de salmonelosis asociados a la cría de Trachemys scripta en Estados Unidos condujeron a la prohibición de su comercio e importación en todo el país en 1975.

A pesar de todo, seguimos varios pasos por detrás del desafío que entraña la introducción de tortugas exóticas a través del mascotismo. Por ejemplo, es habitual que cuando se prohíbe la comercialización de una especie, rápidamente aparecen en el mercado otras que la sustituyen y que también pueden convertirse en un serio problema en el futuro.

Por lo tanto, urge mejorar la regulación de la venta y tenencia de tortugas exóticas y concienciar a la población para que evite adquirir este tipo de mascotas y no las abandone en la naturaleza. Además, estas medidas podrían reforzarse promoviendo programas de detección temprana y de respuesta rápida para gestionar poblaciones incipientes antes de que se establezcan y se propaguen.

18
Sep
2024

 

Autoría

Meghan P. Keating

PhD Candidate in Wildlife and Fisheries Biology, Clemson University

Cláusula de Divulgación

Meghan P. Keating no recibe salario, ni ejerce labores de consultoría, ni posee acciones, ni recibe financiación de ninguna compañía u organización que pueda obtener beneficio de este artículo, y ha declarado carecer de vínculos relevantes más allá del cargo académico citado.

Las ratas prosperan cerca de los humanos por una buena razón: se alimentan de cultivos y basura y se adaptan fácilmente a muchos entornos, desde granjas hasta las mayores ciudades del mundo. Para controlarlas, se suele recurrir a los venenos. Pero los productos químicos que matan a las ratas también pueden dañar a otros animales.

Los venenos más utilizados son los rodenticidas anticoagulantes. Actúan interfiriendo en la coagulación de la sangre de los animales que los consumen, que mueren desangrados. Estos bloques de cebo de tentador sabor se colocan en el exterior de los edificios, en pequeñas cajas negras en las que sólo pueden entrar ratas y ratones. Pero el veneno permanece en el cuerpo de los roedores, amenazando a animales más grandes que se alimentan de ellos.

Recientemente, mis colegas y yo revisamos estudios de todo el mundo que trataban de documentar la exposición de carnívoros mamíferos salvajes a rodenticidas anticoagulantes. Los investigadores detectaron rodenticidas en aproximadamente un tercio de los animales de estos análisis, incluidos gatos monteses, zorros y comadrejas. Y relacionaron directamente los venenos con la muerte de un tercio de los animales fallecidos.

El uso de rodentificidas no está regulado

La mayoría de los venenos detectados en estos estudios eran los denominados rodenticidas anticoagulantes de segunda generación, desarrollados a partir de 1970. Estos productos se utilizan exclusivamente en zonas residenciales y urbanas y pueden matar a una rata o un ratón después de alimentarse de ellos una sola noche. Los rodenticidas de primera generación, que suelen utilizarse sólo en granjas, requieren varias dosis para matar.

Estos venenos están ampliamente disponibles y su uso no está regulado en la mayoría de los países. Aunque puede estar contribuyendo al declive de muchas especies de carnívoros en todo el mundo, está previsto que su uso aumente todavía más

Ascendiendo a través de las cadenas alimentarias

Cuando los animales salvajes consumen veneno para ratas –normalmente, al comer una rata envenenada– los efectos pueden incluir hemorragias y lesiones internas, letargo y una respuesta inmunitaria reducida, lo que puede hacerlos más susceptibles a otras enfermedades. En muchos casos, el animal muere. A veces estas muertes se producen a escalas lo suficientemente grandes como para reducir las poblaciones locales de depredadores.

Comenzamos nuestra revisión recopilando una lista de 34 especies de las que se sabe que están expuestas a venenos para ratas. Entre ellas había miembros de las familias de las comadrejas y los perros, como armiños, turones occidentales y zorros rojos, además de gatos monteses y otros carnívoros.

Sorprendentemente, algunos depredadores expuestos al veneno, como los pumas y los lobos grises, no suelen cazar roedores. Incluso se han detectado rodenticidas en depredadores semiacuáticos como la nutria de río, que normalmente se alimenta de crustáceos y peces.

Es probable que grandes carnívoros como los lobos estén consumiendo raticidas al alimentarse de otros carnívoros envenenados, como mapaches y linces.

Este movimiento de los venenos en la cadena alimentaria se denomina bioacumulación. En el ejemplo más conocido, importantes rapaces estuvieron expuestas al pesticida DDT en el pescado que consumían antes de que Estados Unidos lo prohibiera en 1972. Muchas especies afectadas, entre ellas águilas calvas, águilas pescadoras y halcones peregrinos, vieron reducir drásticamente su población durante años debido a los efectos del DDT.

Carnívoros en peligro

Encontramos docenas de estudios previos que intentaban cuantificar el riesgo de exposición a los venenos para ratas, normalmente examinando los hábitats de los animales. Algunos estudios hallaron un riesgo elevado de consumir raticidas en zonas urbanas y agrícolas, pero también en espacios naturales.

Por ejemplo, un estudio de 2012 encontró raticidas en martas –carnívoros de tamaño medio– que frecuentaban lugares de cultivo ilegal de cannabis en el condado de Humboldt, California, en los que se usaban venenos para ratas.

Otros factores que pueden contribuir a la exposición son el sexo y la edad del animal. En definitiva, es necesario estudiar más a fondo qué animales corren peligro.

Poca atención a África, Asía y Australia

La mayor parte de la investigación sobre este tema se lleva a cabo en Norteamérica y Europa. Hasta la fecha, sólo un puñado de estudios se han centrado en Sudáfrica, Nueva Zelanda y Australia, aunque más de la mitad de todas las especies de carnívoros de interés mundial se encuentran en Asia, África y Sudamérica.

En África, por ejemplo, los venenos anticoagulantes para ratas podrían amenazar a especies como el gato de patas negras, clasificado como vulnerable. Estos venenos también se utilizan mucho en Asia, sobre todo en las plantaciones de grasa de palma. Muchas especies salvajes viven en este tipo de zonas agrícolas boscosas, entre ellas carnívoros que cazan roedores, como la civeta común de las palmeras y el gato leopardo.

Nuestro estudio reveló que el 19 % de las especies de carnívoros incluidas en la Lista Roja de especies amenazadas de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza tienen áreas de distribución que coinciden total o parcialmente con países donde se ha documentado la exposición de la fauna silvestre al veneno para ratas. Sin embargo, sólo en el 2 % de los casos la Lista Roja enumera los rodenticidas como una amenaza reconocida, y ninguna especie está incluida en el 19 % que nuestra revisión indica que pueden estar amenazadas por la exposición a rodenticidas. Esto sugiere que los investigadores y conservacionistas de la fauna salvaje no son plenamente conscientes del alcance de estos venenos.

El lince de Kiawah

Estoy haciendo mi tesis doctoral en la isla Kiawah de Carolina del Sur, donde los biólogos han detectado rodenticidas anticoagulantes en linces. Estos felinos de la isla cuentan con collares geologalizadores con GPS y han sido monitorizados desde principios de la década de 2 000, en uno de los estudios multigeneracionales más largos de un carnívoro en el mundo.

Entre finales de 2019 y principios de 2020, se encontraron tres linces muertos debido al envenenamiento con rodenticidas, incluidas dos hembras que murieron mientras daban a luz. Su población se redujo de una cifra estimada de 30 a tan solo 10 ejemplares. Estas muertes atrajeron la atención de los medios de comunicación, estimularon los esfuerzos para reducir el uso de venenos en la isla e impulsaron la investigación para entender cómo los venenos para ratas estaban afectando a los linces.

Kiawah es un popular destino turístico, pero estos linces han persistido durante décadas de desarrollo urbanístico. Parte de mi trabajo trata de desentrañar cómo los raticidas y la urbanización les están afectando.

En 2020, los residentes de Kiawah se ofrecieron voluntarios para dejar de usar rodenticidas en la isla, y el gobierno municipal llevó a cabo campañas de educación pública explicando la amenaza que suponía para la fauna salvaje. En la actualidad hay unos 20 linces en la isla, y se sigue trabajando para poner fin definitivamente al uso de rodenticidas.

Estos venenos han contribuido a la muerte de otros animales carismáticos, como los pumas urbanos, en el sur de California, o Flaco, un búho real euroasiático que se escapó del zoo de Central Park de Nueva York y vivió durante meses en el parque. En Europa, se han encontrado rodenticidas en los cadáveres de lobos italianos.

Las ratas dañan propiedades, contaminan alimentos y propagan enfermedades, por lo que controlarlas es un problema de salud humana. Sin embargo, mi investigación se suma a la evidencia de que se necesitan mejores métodos de control para reducir la necesidad de rodenticidas anticoagulantes.

Esfuerzos comunitarios como los de la isla de Kiawah pueden ayudar. También lo puede hacer la limpieza de basuras en las ciudades. Pero es probable que en muchos lugares del mundo se necesite una mejor regulación y seguimiento del uso de raticidas.

The Conversation

20
Jun
2024

 

Los agentes hacen batidas en el azarbe de Hurchillo para tratar de localizar alrededor de diez ejemplares de coipo originarios de Sudamérica que se han visto en los últimos días y retirarlos del medio natural para evitar que se reproduzcan

Servicio de Protección a la Naturaleza de la Guardia Civil (Seprona) de Orihuela está realizando una batida para localizar a los ejemplares de coipo (Myocastor coypus) , también llamados coipú o rata-nutria que han sido observados en el azarbe del Reguerón o de Hurchillo en los últimos días.

Los agentes comenzaron la búsqueda ayer y también la Confederación Hidrográfica del Segura (CHS) ha solicitado el rastreo de la zona. Es la primera vez que se detecta este mamífero acuático en el ámbito de la cuenca del Segura.

Según han indicado a INFORMACIÓN, diario que forma parte del mismo grupo editorial que LA OPINIÓN, fuentes de la Guardia Civil cuando los agentes localicen a los ejemplares -en torno a diez- se intentará su captura para trasladarlos al centro de recuperación de fauna y derivarlos a un núcleo zoológico.

Sueltos

Se trata de un gran roedor acuático originario de Sudamérica, que puede alcanzar los diez kilos de peso, medio metro de longitud, y presenta una cola de hasta 40 centímetros. Come al día el equivalente al 25% de su peso en vegetación. En España cuenta con algunas poblaciones estables en ríos de Euskadi y Cataluña -con 2.000 ejemplares en Girona-, donde aparecieron tras escapar de granjas peleteras francesas en los años 70 y su presencia supone una fuerte competencia para otras especies autóctonas que pueden llegar a desaparecer.

Batida

n caso de que la batida tenga éxito el Seprona iniciará investigaciones a fin de averiguar quién o quienes han introducido la especie en el medio ambiente natural del azarbe de riego. Esta acción puede acarrear responsabilidades legales al tratarse de una especie dañina que desplaza a otras autóctonas de la zona, caso por ejemplo de la nutria común, que tiene su hábitat aguas arriba en la Vega Alta y Media del Segura.

Todo apunta a que los ejemplares se han soltado en la naturaleza de forma voluntaria.

Red de riego tradicional

No han llegado de otras zonas de la tupida red de canalizaciones del riego tradicional. Las mismas fuentes señalaron la dificultad para localizar a estos animales porque además es una zona limítrofe con la Región de Murcia entre El Mojón, Arneva, Vereda Liorna y Barrio Mariano Cases.

La alerta saltaba ayer al difundirse un vídeo en el que se ven a tres ejemplares interactuar junto a la orilla y después zambullirse en el agua de riego de este gran azarbe, uno de las principales de la Vega Baja que recoge los drenajes de riego de la huerta murciana.

Peleteros

Según han indicado a este medio vecinos de la zona hay más ejemplares albinos, además del que se observa en ese vídeo, lo que avalaría la impresión inicial de que se trata de animales exóticos adquiridos como mascotas o para la actividad peletera que después se han soltado. Quienes han observado a este gran roedor aclaran que es totalmente inofensivo y que en el lugar donde se encuentran solo interactúan entre ellos y se zambullen en el agua.

La Opinión de Murcia

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