Ecología, gestión y protección de la fauna silvestre

01
Ago
2025

 

Autoría: Viktor Baranov; Investigador Ramon y Cajal, en ambito de Ecologia y Paleontologia de insectos y cambio global, Estación Biológica de Doñana (EBD-CSIC)

Si se mantiene el ritmo actual de emisión de gases, la temperatura media global aumentará 2 °C hacia mediados de siglo, provocando fenómenos meteorológicos extremos más frecuentes, el ascenso del nivel del mar y olas de calor prolongadas.

El calentamiento global también amenaza los beneficios de la naturaleza, conocidos como “servicios ecosistémicos”: disponibilidad de agua, pesca, recreación y valores estéticos y culturales.

Estos servicios que sostienen nuestras vidas dependen completamente del agua dulce, cuyos ecosistemas, incluida su fauna, están siendo perjudicados por los efectos del cambio climático.

Y de entre todos los animales de agua dulce en riesgo, los insectos acuáticos son especialmente vulnerables. En la Lista Roja de la biodiversidad española, cuatro especies de insectos acuáticos están en peligro crítico de extinción. Se trata del escarabajo Cybister vulneratus y tres plecópteros, moscas de las piedras: Leuctra bidula, Nemoura rifensis y  Protonemura gevi. Este último, un insecto cavernícola, es endémico de España, lo que significa que no vive en ningún otro lugar.

Agentes invisibles pero imprescindibles

Los insectos acuáticos son esenciales para el buen funcionamiento de ríos y lagos. No obstante, en una investigación que llevamos a cabo en el año 2020 mostramos cómo un aumento de solo 1.8 °C en la temperatura media anual podía reducir en hasta un 82 % la abundancia de especies sensibles en apenas 42 años. Un fenómeno que ha ocurrido incluso en reservas naturales con escasa intervención humana.

En otro trabajo en el que se analizaron poblaciones de mosquitos no picadores en una reserva de Alemania central, detectamos una fuerte disminución en su capacidad de dispersión y reproducción tras un aumento de 1 °C durante un periodo de ocho años. Además, hemos documentado una tendencia general al menor tamaño corporal en insectos acuáticos en climas cálidos.

Las anteriores observaciones nos llevaron a una pregunta central: ¿cómo influye el aumento de temperatura en el crecimiento, tamaño y supervivencia de estos insectos?

Un experimento controlado

El tamaño corporal es una variable clave en la biología. No sólo permite anticipar la capacidad de supervivencia y reproducción de este grupo de animales, sino también comprender cómo interaccionan con el calor para poder prever el futuro de los ecosistemas acuáticos.

Con el fin de responder nuestra pregunta, realizamos un experimento con mosquitos no picadores, ya que son buenos modelos para estudiar los efectos del cambio ambiental en la fauna de agua dulce. Para ello, los criamos en tanques de prueba, recintos experimentales que simulan ecosistemas con ciertas variables controladas, conocidos como mesocosmos.

Diseñamos dos grupos principales: uno mantenido a 20 °C y otro a 30 °C, dentro de los cuales establecimos subgrupos con diferentes niveles de oxígeno disuelto, desde valores normales, un rango 100 %, 75 % y 50 % de saturación, hasta la mitad del nivel habitual.

El oxígeno como factor clave

Los resultados de nuestro ensayo fueron rotundos: los mosquitos no picadores se hicieron hasta un un 8-10 % más pequeños en ambientes cálidos con bajo oxígeno. Esto indica que el calor no es el único factor que causa el encogimiento.

El factor determinante parece ser la disminución del oxígeno disuelto, y su causa es fisiológica. A mayor temperatura, el metabolismo aumenta y los insectos necesitan más oxígeno. Pero el oxígeno se disuelve peor en agua caliente, generando un desequilibrio entre una mayor demanda y una menos disponibilidad. Y este desajuste limita el crecimiento de los insectos.

Desarrollo más rápido, pero menos sostenible

En la mayoría de los tanques de prueba, los mosquitos completaron siete u ocho generaciones, con una duración promedio de 18,5 días por generación. En condiciones de más calor y menos oxígeno, este tiempo se redujo a entre 17,3 y 13,4 días. Sin embargo, en esos mismos entornos las tasas de mortalidad aumentaron.

Después de 120 días, dejaron de emerger adultos en los tanques de prueba cálidos con bajo oxígeno, poniendo en evidencia que la alta mortalidad y la baja reproducción impidieron la continuidad de la población.

A tiempo de salvar a los mosquitos acuáticos

Nuestro estudio es un paso importante para una comprensión del declive de los insectos. La doble pérdida, tanto en número como en tamaño, ayuda a explicar la drástica disminución de insectos acuáticos en entornos afectados por el calentamiento. Esto representa una amenaza para funciones esenciales del ecosistema: mantener el agua limpia, reciclar nutrientes y sustentar la pesca recreativa e industrial.

La buena noticia es que hay formas de evitar este escenario tan pesimista. Ya que la baja concentración de oxígeno parece ser el factor decisivo, podemos aplicar soluciones basadas en él.

Invertir en lo invisible

Además de reducir las emisiones de gases, es posible crear bancos naturales de arena o grava, disminuir la contaminación en ríos y proteger tramos de agua con buena oxigenación. Son acciones que, además de mejorar la calidad del agua, ofrecen condiciones más favorables para la fauna de agua dulce.

Los insectos acuáticos no suelen ser protagonistas en los debates sobre cambio climático, pero son fundamentales para el funcionamiento de los ecosistemas de agua dulce, que son, a su vez, esenciales para la vida humana. Protegerlos no implica solo conservar biodiversidad, sino garantizar la salud de los ríos, los lagos y nuestras propias comunidades.

The Conversation

07
May
2025

 

Publicado: 22 abril 2025

Autoría

José Guerrero Casado

Profesor del Departamento de Zoología, Universidad de Córdoba

Los esfuerzos y recursos públicos destinados a la investigación, gestión y conservación de la fauna silvestre son, evidentemente, limitados. Por ello, se ha priorizado a las especies con un mayor grado de amenaza, cuya extinción es más probable. Sin embargo, también existe un componente subjetivo, y por eso se asignan más recursos y se presta más atención a especies más emblemáticas (como los grandes mamíferos).

Estos sesgos provocan que no conozcamos el estado real de las poblaciones de muchas especies. Tampoco cuáles son sus problemas de conservación y cómo recuperarlas. La falta de atención a especies que están ampliamente distribuidas y son relativamente abundantes también tiene sus repercusiones. Asumir que sus poblaciones gozan de buena salud no debería ser generalizable en un mundo tan cambiante.

La desaparición “invisible” de las especies

Para todos estos casos, donde las especies podrían estar en declive sin ser detectadas por la ciencia por la falta de un seguimiento adecuado, se ha acuñado el término “extinción silenciosa”. Se trata de descensos poblacionales y extinciones locales que a menudo ocurren sin que se conozcan siquiera las causas.

En España, uno de los casos más representativos de extinción silenciosa es la del gato montés. Mientras nos enfocábamos en conservar al lince ibérico, la otra especie de felino silvestre que habita en España ha ido desapareciendo. Hasta hace poco, ni la ciencia y ni la Administración pública se habían percatado de su alarmante situación. Desafortunadamente, es posible que la especie ya haya desaparecido en numerosos territorios de la península ibérica.

Algo parecido también le podría estar pasando a otros carnívoros, como el turón (Mustela putorius). Esta especie cuenta con datos muy limitados sobre su ecología, abundancia y distribución. Sin embargo, es probable que haya sufrido una fuerte regresión en gran parte de su área de distribución. Como en tantas otras extinciones silenciosas, las causas son desconocidas.

El más pequeño de los carnívoros, la comadreja (Mustela nivalis), es otro buen ejemplo. Cuando nos dispusimos a explorar los datos disponibles sobre su distribución en España, lamentablemente los resultados fueron poco alentadores. La especie había sido detectada en pocas ocasiones, con amplias zonas sin observaciones en los últimos años.

Un caso muy llamativo entre los mamíferos es el del antes citado lince ibérico y su principal presa, el conejo europeo. Mientras que el depredador ha multiplicado su población, su principal presa ha descendido de forma sustancial.

Obviamente hay muchos más conejos que linces. Pero teniendo en cuenta estas tendencias, el lince ibérico se encuentra ahora catalogado como “vulnerable a la extinción”, en tanto que el conejo está clasificado como “en peligro de extinción”, una categoría mayor de amenaza.

Aves que resurgen mientras otras disminuyen

Las aves sí son un grupo mejor monitoreado. Las tendencias poblacionales se conocen con mayor precisión, en parte gracias a la contribución de ornitólogos aficionados. Según el Libro Rojo de las Aves de España publicado en 2021, el estado de conservación de algunas especies de aves frecuentes y abundantes ha empeorado en comparación con el anterior libro rojo publicado en 2004.

Entre estas especies se encuentran algunas aves con el apellido “común”, como el vencejo común, el alcaudón común, la golondrina común y la lechuza común. Especies tan conocidas como la perdiz roja (Alectoris rufa) también han sufrido marcados declives poblacionales en los últimos años.

Por el contrario, algunas especies percibidas tradicionalmente como amenazadas, como muchas aves rapaces y acuáticas, han mejorado su estado de conservación sustancialmente. Probablemente, esta mejoría se deba a que hemos dedicado más recursos y generado más conocimiento para su conservación. Afortunadamente, los esfuerzos no fueron en vano, y estas especies se encuentran ahora menos amenazadas que hace unas décadas.

En Europa, las 168 especies de aves más comunes han disminuido, en su conjunto, un 14 % entre 1992 y 2022. Un caso particularmente preocupante es el declive del gorrión común (Passer domesticus). Esta especie está en severa regresión desde hace décadas en numerosas zonas del mundo. Las causas son múltiples y en parte desconocidas.

Reptiles y anfibios, los grandes olvidados

Los reptiles son un grupo de vertebrados en el que rara vez se invierten grandes esfuerzos. Esto hace que el estado real de conservación de muchas especies sea incierto. Por ejemplo, un estudio que utilizó datos de datos de ciencia ciudadana durante cuatro décadas demostró un declive de las poblaciones de serpientes del 23 % en España. De las 13 especies analizadas, siete sufrieron un descenso poblacional.

Por su parte, los anfibios son el grupo de vertebrados más amenazado de La Tierra. Un 41 % de las especies se encuentran en riesgo de extinción. El declive de sus poblaciones es generalizado, incluyendo especies tan abundantes como el sapo común (Bufo spinosus). Ampliamente distribuido por la península ibérica, este anfibio podría estar sufriendo un descenso poblacional, según sugieren algunos programas de seguimiento. Una extinción silenciosa que pasaría desapercibida en muchas regiones donde no hay un seguimiento adecuado.

Aunque las serpientes y muchos anfibios despiertan cierta aversión en muchas personas, desempeñan un papel esencial en las redes tróficas y en el mantenimiento de la funcionabilidad de los ecosistemas. Motivos de peso para que dediquemos más esfuerzos a su estudio y conservación.

El reto de conservar lo común

La experiencia acumulada durante décadas en Europa nos ha permitido salvar de la extinción a muchas especies de grandes mamíferos y aves rapaces. Osos, lobos, linces, buitres negros, quebrantahuesos y águilas imperiales gozan de mejor estado de conservación en la actualidad que hace unas décadas.

Ahora debemos utilizar todo ese conocimiento generado para asegurar la supervivencia de especies comunes, otrora abundantes. Es el turno para que la sociedad, la Administración pública y la comunidad científica unan fuerzas para asegurar la conservación de serpientes, sapos y gorriones. Sin olvidar a los más infravalorados, los invertebrados. Evitar la tragedia de perder estas especies comunes es uno de los grandes retos de conservación que debemos afrontar ya.

Fuente: The Conversation

11
Mar
2025

Distribucio Myocastor coypus

El coipú es un roedor que fue introducido en Cataluña a principios del siglo XX y que, desde los años 2000, está avanzando desde el este del territorio. Ahora, se han detectado algunos especímenes en el río Congost por primera vez y en la Tordera, tras un par de décadas desaparecido, tal y como han podido verificar nuestros expertos y expertas en especies invasoras. Esto indica que la expansión está a las puertas de la región metropolitana de Barcelona y las predicciones apuntan a que acabará entrando. Desgranamos las claves de esta invasión.

El coipú (Myocastor coypus) es un animal que recuerda a un castor o a una rata acuática de gran tamaño; es originario de América del Sur y se está expandiendo por toda Europa desde que fue introducido para su cría con el objetivo de aprovechar su piel, a partir de la segunda mitad del siglo XIX. En Cataluña, se fueron documentando fugas desde estas granjas a partir de los años 70, pero una nueva fuente de coipús procedente de Francia ha sido clave en la actual invasión. Llegaron en dos incursiones: desde el Valle de Arán y desde el Empordà; la primera parece estar frenada por las bajas temperaturas, pero por el Empordà han encontrado un camino más favorable. Los puntos clave de este éxito son el clima suave y el fácil acceso a alimentos. Su medio de transporte preferido para avanzar son los ríos, que utiliza como ruta de dispersión.

“El coipú tiene una alta fecundidad, así que cuando llega a zonas con un clima lo suficientemente favorable y con alimento, como ha encontrado en Cataluña, es poco probable que se detenga su expansión", explica Marc Riera, investigador del CREAF. Según el experto, “esta situación provoca que el coipú pueda extenderse por el litoral catalán, hasta Barcelona y más allá; ya hay algunas citas en la Comunidad Valenciana”.

Avisos a EXOCAT

El equipo de investigación en especies invasoras del CREAF, liderado por Joan Pino, coordina una red de seguimiento de especies exóticas e invasoras conocida como EXOCAT. Es una iniciativa del Departamento de Transición Ecológica que lleva funcionando varios años y que ha permitido recopilar numerosos datos sobre las invasiones en el país y ofrecer manuales e iniciativas para su gestión.

En lo que respecta al coipú, las bases de datos de EXOCAT cuentan con casi 150 observaciones en el último año, que se extienden principalmente por la provincia de Girona (donde se está llevando a cabo una intensa campaña de erradicación). A estas se suman también los recientes avistamientos del coipú en el río Congost y en la Tordera.

Pérdidas de biodiversidad autóctona

Aunque pueda parecer un roedor inofensivo, el coipú está teniendo un grave impacto sobre las zonas húmedas de todos los países a los que ha llegado, y por este motivo la conocida Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (IUCN) lo ha incluido en la lista de las 100 especies exóticas más dañinas del mundo. En primer lugar, compite por recursos como el alimento o las madrigueras con los animales autóctonos que habitan en las zonas húmedas y que, a su vez, están en una situación de alta vulnerabilidad debido al cambio climático. En segundo lugar, provoca impactos en las especies vegetales de los lugares donde habita y en los cultivos cercanos, ya que se alimenta de la base de los tallos de las plantas y excava para llegar también a las raíces.

Desafortunadamente, una vez que una especie exótica se convierte en invasora en un territorio, su erradicación total es prácticamente imposible. Por ello, nuestros expertos insisten en la necesidad de apostar por una buena vigilancia y control de las especies potencialmente invasoras para evitar su llegada. Y es que debemos recordar que muchos animales han sido introducidos intencionadamente, como el propio coipú, que sigue avanzando hacia el sur.

Responsable de comunicación social

Verónica Couto Antelo

Técnica de Comunicación del CREAF desde 2016. Apasionada del mundo natural y su divulgación. Bióloga (UB), máster en comunicación científica (BSM-UPF) y estudiante Humanidades (UOC).

CREAF

11
Mar
2025

foresta 90

Pág. 02 - Editorial

Invertebrados exóticos invasores, un peligro menos evidente pero muy presente [Pág. 2-3]

Pág. 04 - Apuntes

Salamanquesa común (Tarentola mauritanica) [Pág. 4-5]

Aliso, Alnus glutinosa L. [Pág. 6-15]

¡Cómo resiste el pino canario! [Pág. 16-21]

Cambios en el crecimiento y secuestro de carbono de las masas forestales por el cambio climático [Pág. 22-23]

Pág. 24 - Entrevista

Entrevista a José González Granados, decano-presidente del Colegio Oficial de Ingenieros Técnicos Forestales y Graduados en Ingeniería Forestal y del Medio Natural [Pág. 24-27]

Pág. 28 - Especial invertebrados exóticos invasores

Invertebrados exóticos invasores en España [Pág. 28-31]

El chinche de las piñas, Leptoglossus occidentalis Heidemann, 1910 [Pág. 32-33]

Scyphophorus acupunctatus Gyllenhal, 1838 (Coleoptera Curculionidae), plaga en agaves y yucas cultivadas [Pág. 34-35]

Avispa asesina (Vespa velutina Lepeletier, 1836) y avispa oriental (Vespa orientalis Linnaeus, 1771) [Pág. 36-39]

Gorgojo defoliador del eucalipto (Gonipterus platensis Marelli, 1926) [Pág. 40-41]

Paysandisia archon (Busmeister, 1880) y Rhynchophorus ferrugineus (Olivier, 1790) Destructores de palmáceas [Pág. 42-45]

Aedes albopictus Skuse, 1895 [Pág. 46-47]

Normativa legal que afecta a las especies exóticas invasoras [Pág. 48-49]

Pág. 50 - Colaboraciones técnicas

Valoración de las nuevas reservas naturales fluviales en la cuenca hidrográfica del Tajo: luces y sombras [Pág. 50-57]

Comprendiendo la dinámica poblacional de la procesionaria del pino en un contexto de cambio climático [Pág. 58-62]

La palma canaria: patrimonio cultural y económico en La Gomera [Pág. 64-68]

Insectos saproxílicos: los grandes olvidados de la gestión forestal [Pág. 70-77]

El decaimiento del abeto (Abies alba Mill.) en el Pirineo aragonés: ¿qué información tenemos hasta la fecha? [Pág. 78-85]

Pág. 86 - Reportaje fotográfico

Rutas salvajes: las rocosas y montañas costeras canadienses [Pág. 86-99]

Pág. 100 - La página de...

Juntos por los Bosques. Una nueva etapa [Pág. 100-101]

Pág. 102 - Arte y naturaleza

Miguel Ángel Blanco, el profeta del bosque [Pág. 102-105]

Pág. 106 - Rincones singulares

Laberinto de Breoghán, el laberinto estable más grande de España [Pág. 106-109]

Pág. 110 - Noticias forestales y del colegio

Noticias forestales y del Colegio nº 90 [Pág. 110-120]

13
Feb
2025

 

Autoría:

Antigoni Kaliontzopoulou, Investigadora Ramón y Cajal en Biología Evolutiva, Universitat de Barcelona

Raül Ramos Garcia, Profesor de Zoología, Universitat de Barcelona

 “Mamá, papá, ¿podemos adoptar un gatito?”. Cuántos padres habrán oído esto en boca de sus hijos. Y muchas veces acabamos cediendo a sus peticiones. Ciertamente, las mascotas son una compañía agradable tanto para pequeños como para adultos, y acaban convirtiéndose en parte emocional de la familia. O del barrio. O del pueblo. A veces, incluso, se diseñan zonas comunales o colonias para que estas mascotas puedan vivir y alimentarse sin el control de un dueño privado. Así, parece que vivan libres como antaño, ¿verdad? Pues no es tan sencillo como parece.

Aunque las mascotas, y los gatos domésticos en particular, se consideran un elemento inherente a nuestra sociedad, pueden generar efectos muy nocivos en la biodiversidad si no se gestionan correctamente. Entonces, pueden acabar suponiendo una amenaza para la fauna autóctona de jardines, parques e incluso bosques urbanos. Esto ocurre porque, aunque domesticados, los gatos no pierden el instinto y no dejan de ser cazadores naturales en un medio urbanizado.

Gatos domésticos, cimarrones y asilvestrados

El gato doméstico (Felis silvestris catus) surgió por la domesticación de su antecesor, el gato del desierto (Felis silvestris lybica), y ambos son hermanos del gato montés euroasiático (Felis silvestris silvestris). Esta domesticación probablemente tuvo una raíz comensal. Estos primeros gatos aprovecharon la coexistencia con humanos para alimentarse de los roedores que infestaban por aquel entonces los graneros de los agricultores y esto llevó progresivamente a su expansión mundial.

A lo largo de los siglos, el gato doméstico se ha transformado en uno de los animales de compañía más comunes de todo el planeta. Aparte de las mascotas más dóciles que viven restringidas en domicilios cerrados, existen otros tres tipos de gatos según su modo de vida:

Gatos de compañía que rondan sin supervisión patios y jardines.

Gatos cimarrones o comunitarios que viven en colonias donde son alimentados artificialmente.

Gatos asilvestrados que viven en el medio natural y sobreviven sin aportación de alimento por parte de humanos.

Y es precisamente en esta “vuelta a la naturaleza” de los gatos domesticados donde reside uno de los principales problemas actuales, como discutimos en un reciente estudio.

Los gatos cimarrones comunitarios, alimentados en colonias, fácilmente aumentan sus poblaciones y se expanden tanto en zonas periurbanas como naturales, tornándose una especie invasora con un gran impacto sobre la fauna local.

Al ser alimentados por el hombre, estos gatos no dependen de presas naturales para sobrevivir. Esto favorece que puedan cazar una amplia variedad de presas salvajes: ratones, murciélagos, aves, lagartijas, sapos, insectos o arañas, entre muchos otros.

De hecho, los gatos son responsables del 14 % de extinciones registradas a nivel mundial de pequeños mamíferos, pájaros y reptiles, y frecuentemente se les considera una severa amenaza para la conservación de la fauna salvaje.

Lagartijas amenazadas por los gatos

Por su abundancia en zonas urbanas y áreas naturales adyacentes, las lagartijas son uno de los grupos más amenazados por los gatos, que les han llevado incluso a la extinción local o al borde de ella en numerosos casos. Y aunque los efectos de la depredación de los gatos no sean inmediatamente letales, existen evidencias muy claras del impacto sobre las lagartijas por persecución felina.

En nuestro trabajo primero evidenciamos una disminución de la abundancia de la lagartija parda (Podarcis liolepis) en zonas urbanas y periurbanas de una localidad catalana (Sant Cugat del Vallès) con alta densidad de gatos.

En estas zonas existen numerosas colonias de gatos gestionadas por alimentadoras voluntarias, donde se pueden contar hasta 55 ejemplares comunitarios, y donde las lagartijas han desaparecido por completo. Y no sólo eso. Un segundo resultado subraya que las lagartijas que habitan zonas con gatos eran siempre más pequeñas y más esquivas, y habían sufrido la mutilación de sus colas con más frecuencia.

Las desventajas de perder la cola

Las lagartijas usan un mecanismo llamado autotomía para desprenderse voluntariamente de su cola cuando se ven amenazadas. Este comportamiento antidepredador, aunque eficiente porque les permite escapar, tiene graves consecuencias para su capacidad locomotora y, por tanto, para su capacidad futura de escape.

Además, la regeneración de la cola implica una inversión energética añadida, que sin duda es perjudicial para el correcto desarrollo del animal e implica un crecimiento más lento de lo normal. Esto último queda reflejado en las zonas con alta densidad de gatos, donde las lagartijas son siempre de menor porte.

Este resultado también puede ser debido a la depredación preferencial sobre las lagartijas de mayor tamaño o, simplemente, al estrés constante causado por la presión predatoria de los gatos.

En cualquier caso, el efecto de la presencia de los gatos es claro y visible en estas poblaciones de reptiles.

Una coexistencia difícil

Vistos los efectos directos de los gatos sobre lagartijas y otros animales, es importante priorizar la protección de la fauna autóctona. Actualmente, el principal obstáculo para ello son las actitudes públicas.

Aunque el impacto negativo de los gatos sobre la fauna salvaje está científicamente demostrado, este es negado recurrentemente por parte de la sociedad. En España, por ejemplo, la reubicación de colonias de gatos callejeros está generalmente prohibida, al amparo de la ley 7/2023 sobre los derechos y el bienestar de los animales, y sólo se permite bajo condiciones muy concretas.

Así pues, es necesario clarificar que no todos los gatos son iguales. Por ejemplo, los animales de compañía esterilizados que no rondan libremente por las calles son totalmente compatibles con el bienestar de la fauna local. Sin embargo, los gatos cimarrones y callejeros, alimentados en colonias, fácilmente se pueden asilvestrar y llegar a números totalmente incompatibles con la conservación de la biodiversidad.

Este artículo ha sido elaborado en colaboración con Enric Ortega, técnico de gestión y bienestar animal del Ayuntamiento de Sant Cugat del Vallès.

The Conservation

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