Ecología, gestión y protección de la fauna silvestre

28
Mar
2022


Los seres humanos podrían intercambiar enfermedades con los animales con más frecuencia de lo que se pensaba. Un nuevo estudio muestra que se debería vigilar cómo se propagan los patógenos en ambas direcciones y a gran escala para evaluar el riesgo con mayor precisión, como se está haciendo con el SARS-CoV-2.
Científicos de la Universidad de Georgetown (EE UU) han dirigido un estudio, publicado en Ecology Letters, que muestra cómo los humanos podrían transmitir patógenos a los animales mucho más de lo esperado. De hecho, los autores encontraron casi 100 estudios que describían pruebas de transmisión directa de humanos a animales en la fauna salvaje en libertad y en cautividad, con informes publicados que se remontan a la década de 1920.

El contagio de enfermedades ha atraído recientemente una gran atención debido a la propagación del SARS-CoV-2 en ciervos salvajes de cola blanca de EE UU y Canadá. Algunos datos sugieren que los ciervos han devuelto el virus a los seres humanos en al menos un caso –un proceso conocido coloquialmente como spillback–, y muchos científicos han expresado su preocupación por el hecho de que los nuevos reservorios animales puedan dar la oportunidad al patógeno de evolucionar a nuevas variantes.
“Nuestro estudio es el primero que explora realmente lo extendido que está este tipo de contagio más allá de la covid-19. Descubrimos que los humanos probablemente trasfieren sus enfermedades a los animales con bastante periodicidad, pero no nos fijamos lo suficiente”, explica a SINC Colin J. Carlson, profesor de la institución americana.

“Vemos muchos casos de contagio en los zoológicos o en las poblaciones de grandes simios, lugares en los que los veterinarios vigilan de cerca a los animales. Pero probablemente se trata de un fenómeno común, y el hecho de que no lo estudiemos con la suficiente atención limita nuestra capacidad de averiguar cuándo pondrá en peligro la conservación, o potencialmente nuestra propia salud, en el futuro”, añade.

“La buena noticia es que probablemente podamos utilizar la información sobre la biología de las especies para predecir qué animales están en riesgo de contraer algunas enfermedades, y lo demostramos con el SARS-CoV-2”, continúa Carlson.

Detectar rápidamente los contagios
Anna Fagre, viróloga y veterinaria de animales salvajes de la Universidad Estatal de Colorado (EE UU) y otra de las autoras, expone cómo podríamos estar pasando por alto ciertos eventos de transmisión entre especies, y lo que esto podría significar no solo para la salud pública, sino para el estado y la conservación de las especies infectadas.

“Vigilar a largo plazo las poblaciones de animales salvajes permitirá detectar más rápidamente los episodios de transmisión y los impactos sanitarios asociados cuando se produzcan”, apunta Fabre, que también ha publicado una investigación sobre los riesgos de contagio del SARS-CoV-2 utilizando ratones ciervo norteamericano (Peromyscus maniculatus).
Para los autores, se puede utilizar la inteligencia artificial para anticipar qué especies podrían estar en riesgo de contraer el virus. “Estos datos sirven para elaborar modelos informáticos que nos ayuden a pronosticar qué animales pueden infectarse con un determinado patógeno, protegiendo así la salud de los seres humanos y de la fauna salvaje”, indica a SINC Fabre.

De esta forma, cuando compararon las especies que se han infectado con el SARS-CoV-2 con las predicciones realizadas por otros investigadores en los primeros momentos de la pandemia, descubrieron que fueron capaces de acertar la mayoría de las veces.

“La secuenciación de los genomas de los animales y la comprensión de sus sistemas inmunitarios han dado sus frutos”, puntualiza Carlson. “La pandemia dio a los expertos la oportunidad de probar algunas herramientas de predicción, y resulta que estamos más preparados de lo que pensábamos”.

Vigilar la transmisión en ambas direcciones
Los autores concluyen que el contagio puede ser predecible, pero el mayor problema es lo poco que sabemos sobre las enfermedades de los animales salvajes. “Estamos vigilando el SARS-CoV-2 más de cerca que cualquier otro virus en la Tierra, así que cuando se produzca el spillback, podremos detectarlo. Sin embargo, es más difícil evaluar el riesgo en otros casos”, dice Carlson.

En consecuencia, será complicado medir la gravedad del riesgo de retroceso para la salud humana o la conservación de la fauna silvestre, sobre todo en patógenos distintos del coronavirus.
“Cada vez que los seres humanos y los animales entran en contacto estrecho, ya sea en las granjas, en los mercados de animales salvajes o en los zoológicos, nos preocupamos por las enfermedades que podrían transmitirnos. Pero deberíamos vigilar cómo se propagan en ambas direcciones y a gran escala para evaluar el riesgo con mayor precisión, como estamos haciendo con la covid-19”, afirma el experto.

“El mayor reto que tenemos es conseguir suficientes datos para hacer afirmaciones sobre la evaluación del riesgo. Las cifras están bastante limitadas por el sesgo del muestreo, por lo que no podemos hacer conjeturas inmediatas sobre qué virus podrían ser un callejón sin salida en la vida silvestre y cuáles un problema a largo plazo. Por ello, necesitamos más información”, concluye.

Referencia:

"Assessing the risk of human-to-wildlife pathogen transmission for conservation and public health". Ecology Letters, 2022
Fuente: SINC

16
Ene
2022

 

Unos se nutren gracias a los frutos y otras logran extenderse a otras regiones. La relación mutualista entre animales y plantas trae beneficios a ambos, pero si la biodiversidad animal desciende, la propagación de semillas podría disminuir hasta tal punto que muchas especies vegetales no podrán resistir la crisis climática.

Cerca de la mitad de las especies vegetales dependen de los animales para dispersar sus semillas. En esta relación mutualista, conocida como zoocoria, los animales reciben una recompensa nutritiva y las semillas son trasladadas dentro del fruto.

De este modo, se cumplen varias funciones para las plantas: por un lado, se regeneran y, por otro, sus poblaciones se extienden geográficamente. Pero, ¿qué ocurre cuando aves y mamíferos, algunos de los principales vertebrados dispersores de semillas, desaparecen?

Un nuevo estudio, portada de la revista Science esta semana, demuestra por primera vez que la pérdida de biodiversidad de aves y mamíferos provoca una disminución del 60 % en la propagación de semillas a escala mundial. La investigación se ha centrado en especies de plantas de fruto carnoso y los animales frugívoros que las diseminan.

“Cuando perdemos mamíferos y aves de los ecosistemas, no solo perdemos especies. La extinción y la pérdida de hábitat dañan las complejas redes ecológicas. Este estudio muestra que la disminución de animales puede alterar las redes ecológicas de manera que se pone en peligro la resistencia climática de ecosistemas enteros de los que dependen las personas”, señala Evan C. Fricke, primer autor del trabajo e investigador en la Universidad de Rice, en EE UU.

Plantas más vulnerables ante la emergencia climática

Al no esparcirse lo suficientemente lejos, el impacto directo para las especies vegetales es que tendrán mayor dificultad a adaptarse a la crisis climática. “Para mantener las condiciones ambientales adecuadas en un clima cambiante, muchas especies de plantas necesitan ‘migrar’, desplazando su distribución geográfica para superar el cambio climático”, explica a SINC Fricke.

Según el experto, como muchas especies de plantas dependen de los animales para difundir sus semillas, la capacidad de muchas de ellas para adaptarse al cambio climático a través de la migración depende de la adecuada dispersión.

Como consecuencia, los científicos consideran que si estas especies vegetales no pueden sobrellevar los cambios de temperatura, la biodiversidad de las plantas y los servicios ecosistémicos que proporcionan disminuirán.

Fricke y sus colegas reunieron datos en la literatura científica de más de 400 redes de dispersión de semillas en todo el mundo y desarrollaron modelos de aprendizaje automático para predecir los cambios en la dispersión de semillas debido a la disminución de los animales que las propagan.

“Basándonos en las especies de aves y mamíferos presentes en cada lugar, estimamos cuántas semillas se dispersarían a las distancias necesarias para adaptarse al cambio climático”, añade el científico. Luego compararon los mapas actuales de dispersión de semillas con los que muestran cómo sería la dispersión sin las extinciones causadas por el ser humano o las restricciones del área de distribución de las especies.

Regiones templadas, donde más se pierde la dispersión

Los resultados revelaron que la función actual de dispersión de semillas ha disminuido drásticamente con respecto a su nivel natural, con un descenso especialmente extendido fuera de los trópicos.

“Las regiones templadas muestran algunos de los mayores descensos en la función de dispersión de semillas. Se trata de zonas en las que los grandes dispersores de semillas que pueden trasladar muchas semillas a grandes distancias ya han desaparecido o existen ahora en áreas de distribución muy restringidas”, concreta el ecólogo.

En muchas regiones tropicales, los dispersores de semillas que en la actualidad están en peligro de extinción realizan gran parte de la función de dispersión restante. Esto también amenaza las funciones ecológicas (como dicha difusión de semillas) que realizan esas especies.

Esta investigación muestra los claros vínculos entre la crisis de biodiversidad y la climática. Los científicos proponen mejorar la conectividad de los hábitats para garantizar que los dispersores de semillas existentes puedan deambular libremente. “Otra forma es la recuperación de los dispersores de semillas importantes en sus áreas de distribución históricas”, recalca a SINC Fricke.

En este sentido, el trabajo pone de manifiesto la necesidad de restaurar faunas para garantizar una difusión eficaz ante el rápido cambio climático. Para ello, cobran especial relevancia los animales de gran tamaño para aumentar la resistencia de las comunidades vegetales frente a estas circunstancias.

“Los grandes mamíferos y las aves son especialmente importantes como dispersores de semillas a larga distancia, pero se han perdido ampliamente de los ecosistemas naturales”, concluye Christian Svenning, autor principal del estudio, y profesor y director del Centro de Dinámica de la Biodiversidad en un Mundo Cambiante de la Universidad de Aarhus en Dinamarca.

Referencia:

Evan C. Fricke et al. “The effects of defaunation on plants' capacity to track climate change”. Science

Fuente.- SCINC

29
Oct
2021

 

Autoría

Ana Balseiro

Personal Docente Investigador Departamento de Sanidad Animal, Universidad de León

La salud pública y la animal son interdependientes y están vinculadas a los ecosistemas en los cuales coexisten. Las especies silvestres adquieren cada vez más relevancia en ese contexto, por compartir muchas enfermedades con las especies domésticas e incluso con el ser humano.

Las enfermedades en la fauna silvestre, en caso de estar presentes, resultan mucho más complejas de detectar, tratar, manejar, controlar y erradicar. Por otro lado, el aumento de la densidad de población de determinadas especies silvestres y la presión territorial a la que se ven sometidas hacen que los contactos con las especies domésticas y el hombre en entornos rurales y urbanos sean cada vez más frecuentes. Todo ello se ve favorecido por el cambio climático y el comportamiento humano.

La vigilancia sanitaria en fauna silvestre como el jabalí o el ciervo es sencilla, ya que la detección de posibles patologías y la toma de muestras resulta relativamente fácil y asequible durante las cacerías.

Por el contrario, la vigilancia de especies silvestres no cinegéticas como mustélidos (comadrejas, armiños, hurones, visones, martas, nutrias, tejones) es en la mayoría de las ocasiones más compleja y queda prácticamente limitada al estudio de animales hallados muertos o enfermos en el campo o en las carreteras. Sin embargo, resulta igual de relevante que en las especies cinegéticas.

La tuberculosis animal

La tuberculosis animal es una enfermedad zoonótica causada por micobacterias del complejo Mycobacterium tuberculosis, cuyo rango de hospedadores incluye muchas especies de mamíferos silvestres y domésticos, y por supuesto, el hombre.

Desde mediados del siglo pasado las campañas de saneamiento en ganado bovino han tratado de controlar y erradicar la enfermedad a nivel europeo, por el riesgo que supone para el ser humano. Sin embargo, existen reservorios silvestres capaces de mantener la infección en sus poblaciones que dificultan su erradicación.

En la península ibérica los reservorios silvestres reconocidos de tuberculosis incluyen al jabalí, ciervo y gamo en el centro-sur del territorio. Si bien, en determinados ambientes atlánticos, el tejón (Meles meles) adquiere cada vez más importancia como posible reservorio de tuberculosis.

En un estudio recientemente publicado determinamos la prevalencia de tuberculosis en esta especie durante un periodo de 13 años en Asturias, que resultó ser del 4,23 % en el análisis mediante cultivo y del 23,77 % mediante serología.

Además, la tuberculosis en tejón en el periodo 2008-2020 se asoció con la presencia de tuberculosis en el ganado bovino local. Este estudio no pudo determinar la dirección de la posible transmisión de tuberculosis entre estas especies, pero sí confirmó que ambos hospedadores pueden ejercer presión de infección entre sí.

El virus del moquillo canino

El virus del moquillo canino (CDV) está estrechamente relacionado con el virus del sarampión humano y el virus de la peste bovina, todos ellos incluidos en el género Morbillivirus. Durante siglos, los virus de este género han causado brotes devastadores en humanos y animales, considerándose de los virus más contagiosos y letales que existen, solo controlados a través de la vacunación.

Considerada una enfermedad típicamente canina, en los últimos años se han producido en todo el mundo brotes de moquillo con una alta tasa de mortalidad en poblaciones silvestres de cánidos, mustélidos, félidos, úrsidos e incluso primates no humanos.

Entre 2020 y 2021 registramos en Asturias mortalidad por una cepa altamente patógena de CDV en cuatro especies de carnívoros silvestres: tejón, marta (Martes martes), turón (Mustela putorius) y zorro (Vulpes vulpes). Los signos clínicos y la patología fueron similares en todas las especies, observándose una clara afinidad del virus por el tejido linfoide, sistema nervioso central y aparato respiratorio.

El análisis filogenético del CDV demostró que pertenecía al linaje europeo, con un 98 % de homología con las cepas más cercanas. Además, un estudio serológico retrospectivo (2008-2020) detectó anticuerpos frente al CDV en el 43,4 % de los casi 700 tejones estudiados, porcentaje mayor al obtenido en estudios previos por otros autores en lobo (19 %) y zorro (22 %).

Los resultados revelan que el virus del moquillo canino está bien adaptado a la fauna silvestre, sin afectar gravemente a la dinámica de sus poblaciones. Por tanto, es muy probable que el virus sea endémico en ese territorio y se registren brotes cada cierto periodo de tiempo, como el ocurrido en 2020-21.

Particularmente importante resulta esta enfermedad desde el punto de vista de la conservación de especies como el oso cantábrico, ya que, aunque no se han registrado casos clínicos de moquillo en oso pardo en Europa, sí se han detectado anticuerpos frente al mismo en poblaciones de oso en Eslovaquia e Italia.

La vacunación de los perros domésticos podría ser una herramienta fundamental en la prevención de una posible transmisión interespecífica del virus, ya que, aunque incluida en el calendario vacunal, la vacunación frente al moquillo no es obligatoria en perros en España.

Como ha quedado reflejado con estos dos ejemplos, la epidemiología de las infecciones multihospedador es compleja. Su control, particularmente difícil, solo es posible si se abarcan todos los reservorios animales domésticos o silvestres implicados.

 

THe Conversation

11
Nov
2021

 

4 noviembre 2021 21:29 CET

Autoría

David Alvarez

Profesor Ayudante Doctor de Zoología, Universidad de Oviedo

Alfredo Fernández-Ojanguren

Profesor de Biología Evolutiva, Universidad de Oviedo

Germán Orizaola

Investigador Ramón y Cajal, Universidad de Oviedo

El pigargo europeo (Haliaeetus albicilla) es una de las aves rapaces de mayor tamaño de Europa. Hace tres meses, nueve pigargos llegaron a España desde Noruega para ser liberados en Pimiango (Asturias) como parte de un proyecto de “reintroducción”.

El objetivo de este proyecto, ejecutado por la organización GREFA y apoyado y financiado por el Principado de Asturias, la Comunidad de Cantabria y el Gobierno de España, es establecer una población reproductora de esta especie en el Cantábrico.

pigargo

Pigargo europeo (Haliaeetus albicilla) en Eslovaquia. Radovan Václav / Flickr, CC BY-NC

El pigargo está incluido entre las 13 especies de animales que se se suponen extinguidas en el medio natural español en tiempos históricos. Según la normativa vigente, las Administraciones públicas deben promover la vuelta de estas especies a su hábitat original.

No obstante, el secretismo y la falta de respaldo científico con el que se está desarrollando este proyecto han despertado las críticas de científicos, grupos ecologistas y colectivos ganaderos.

Nuestra misión es compartir el conocimiento y enriquecer el debate.

El funcionamiento de los proyectos de reintroducción

Los primeros proyectos de reintroducción documentados se realizaron a mediados del siglo XIX con la suelta de urogallos suecos en Escocia tras su extinción en 1830. Desde entonces, esta práctica se ha convertido una herramienta habitual para la conservación de la diversidad biológica.

Los programas de reintroducción liberan especies en zonas donde han desaparecido o refuerzan poblaciones escasas. También se pueden introducir especies fuera de su rango de distribución histórico para restaurar procesos naturales de los ecosistemas o para reducir el riesgo de extinción en especies con una limitada capacidad de dispersión (colonización asistida).

Un proyecto de reintroducción, sea del tipo que sea, necesita ser evaluado rigurosamente. Es imprescindible determinar si las causas que provocaron la extinción han desaparecido. Además, hay que asegurarse de que el lugar de suelta es adecuado para que se establezca una población autosuficiente de la especie. Se necesita realizar un análisis de viabilidad que considere si en la zona hay suficiente alimento, lugares adecuados para la reproducción o amenazas que afecten a su supervivencia.

También se deben considerar los riesgos ecológicos, tanto para otras especies como para el funcionamiento de los ecosistemas donde se lleve a cabo la reintroducción.

Por último, es necesario evaluar los riesgos socioeconómicos y la percepción social de los distintos sectores de la población. Y por supuesto, deberían contemplarse los riesgos financieros de cara a la continuidad del proyecto o a eventuales acciones para reparar los posibles daños causados por la especie introducida.

La defaunación o pérdida de poblaciones o especies en una comunidad ecológica es un reflejo de la actual crisis de biodiversidad. Pero cuando una especie desaparece, otra especie puede ocupar el vacío dejado por ella, restaurándose las funciones ecológicas perdidas. Por tanto, la introducción de una nueva especie, o la reintroducción de una especie extinta que ya no forma parte de la comunidad, puede producir un desajuste ecológico de consecuencias impredecibles.

 

¿Es el pigargo una especie extinta en España?

Para considerar una especie como extinta, las pruebas, tanto de su extinción como de su presencia en tiempos históricos, deben ser irrefutables. En el caso del pigargo en España eso no ocurre. La documentación que se ha usado para su catalogación como especie extinta se reduce a unos informes sobre restos arqueológicos, a varias citas de ejemplares solitarios y a dudosos indicios de cría.

En en norte de la Península, estos indicios tienen su origen en un artículo de Francisco Bernis, publicado en 1948 en el Boletín de la Sociedad Española de Historia Natural titulado Visita ornitológica de febrero a las islas Sisargas. En el artículo se narran conversaciones con marineros locales, mencionando algunos topónimos atribuibles a águilas u otras aves de gran tamaño. Bernis no confirma en ningún momento que el pigargo haya criado en Galicia. Esta opinión es solo una especulación resumida en una frase: “¿Criaría en otros tiempos en las Sisargas el Haliaeetus albicilla?”. Nada más.

Trabajos previos han mencionado la cría del pigargo en las islas Baleares. Estos registros tampoco son seguros y se trataría, muy probablemente, de confusiones con nidos de águila pescadora (Pandion haliaetus). Esta especie sí se reproduce en este archipiélago y, al igual que el pigargo, puede construir nidos voluminosos en árboles o acantilados marinos.

Estos y otros indicios ya han sido analizados y rebatidos en detalle. La conclusión es que no se puede asegurar con certeza que el pigargo haya mantenido una población estable en tiempos históricos en España. Por tanto, este proyecto no conduciría al regreso de una especie extinta, sino a la introducción de una especie foránea.

El Proyecto Pigargo en Asturias

El Proyecto Pigargo se apoya en la existencia de unas pruebas de su reproducción histórica en España que, como se ha indicado, no pueden considerarse irrefutables. Además, omite muchas de las premisas necesarias para desarrollar con garantías un proyecto de este tipo.

En el proyecto no se ha considerado el impacto sobre otras especies amenazadas de la zona de suelta, como el cormorán moñudo o el salmón atlántico. Ambas especies son presas potenciales del pigargo y se encuentran en un estado de conservación desfavorable. La población reproductora de cormorán moñudo en Galicia y el Cantábrico se ha reducido casi a la mitad desde 2004. El salmón atlántico tiene sus poblaciones más meridionales en la cornisa cantábrica y se encuentra en imparable declive. Los efectos de la suelta de un gran depredador sobre estas y otras especies no han sido evaluados.

Tampoco se ha considerado el impacto de la liberación de pigargos sobre el ganado. Un proyecto para introducir pigargos en el este de Inglaterra, similar al planteado ahora en Asturias, acaba de ser cancelado por su posible efecto negativo sobre los animales domésticos.

La liberación de los pigargos se programó además dentro de la Zona de Especial Protección para Aves Ría de Ribadesella - Ría de Tinamayor. Cualquier proyecto que se quiera ejecutar en estas zonas debe incorporar un estudio de evaluación ambiental, lo que no ha ocurrido en este caso. Además, debido a la capacidad de dispersión de esta especie, es probable que algunos ejemplares lleguen a otros espacios protegidos en los que tampoco se ha evaluado su impacto.

Son muchas las especies y los hábitats en peligro en la cordillera Cantábrica. La comunidad científica y conservacionista lleva mucho tiempo reclamando actuaciones de conservación decididas para muchos de ellos. La liberación de pigargos en Asturias está muy lejos de ser una prioridad y representa un uso inadecuado de los fondos dedicados a conservación.

Continuando con el secretismo que ha rodeado a este proyecto desde sus inicios, el pasado 4 de octubre fueron liberados siete de los nueve pigargos que permanecían en el jaulón de aclimatación. Han pasado 3 semanas hasta que se ha informado sobre esta suelta.

 

28
Oct
2021

 

Investigadores del IREC, del IESA-CSIC, del INIA, y de las universidades de Málaga, Córdoba y Complutense de Madrid, han actualizado la distribución del meloncillo en España.

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El meloncillo (Herpestes ichneumon) es la única mangosta (Familia Herpestidae) presente en la actualidad de forma natural en Europa. Esta especie estaba previamente restringida al suroeste de la Península Ibérica, desde donde podría haberse expandido en las últimas décadas. Sin embargo, la falta de estudios específicos previos para detectar meloncillo ha dificultado conocer su distribución actual.

El meloncillo es una especie de hábitos completamente diurnos, lo que facilita su observación a plena luz del día, contribuyendo a una percepción de alta abundancia y aumento poblacional. Sin embargo, en algunas regiones como Castilla-La Mancha se desconoce con precisión su distribución. Este es uno de los interrogantes que trata de responder el Proyecto MELOCAM, (El meloncillo en Castilla-La Mancha: distribución, abundancia, tendencias poblacionales, efectos sobre sus presas y percepción social. ref: SBPLY/17/180501/000184), liderado por investigadores del Grupo de Investigación en Gestión de Recursos Cinegéticos y Fauna Silvestre del Instituto de Investigación en Recursos Cinegéticos (IREC – CSIC, UCLM, JCCM), y financiado por la Junta de Comunidades de Castilla-La Mancha (JCCM) y fondos FEDER de la Unión Europea.

¿Cuál es el área de distribución del meloncillo en España?

En este nuevo estudio, los científicos han utilizado diferentes metodologías para conocer la distribución actual del meloncillo en España, centrando nuestro esfuerzo especialmente en Castilla-La Mancha. Por un lado, llevaron a cabo un estudio sistemático basado en cuestionarios a Agentes Medioambientales de la región en los que se les preguntaba si habían observado meloncillo dentro y fuera de su área de trabajo. Por otro lado, recopilaron citas procedentes de expertos, provenientes fundamentalmente de atropellos, observaciones directas y detecciones mediante cámaras-trampa. Además, emplearon métodos de muestreo específicos de campo para detectar meloncillo en algunas áreas concretas de Castilla-La Mancha aparentemente favorables para la presencia de la especie según modelos espaciales previos.

 

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Mapa de la distribución actual. © IREC

Los resultados muestran que el meloncillo está presente en la mayor parte de Extremadura, oeste de Castilla-La Mancha y centro-oeste de Andalucía, con algunas citas aisladas en áreas del norte de España. Se registró la presencia de meloncillo en 193 nuevas cuadrículas UTM 10×10, por lo que el meloncillo estaría presente en total en un 28.34% de las cuadrículas UTM 10×10 de la Península Ibérica. Esto sugiere una posible expansión de este carnívoro en España, aunque no se podrían descartar por completo otras explicaciones para estos nuevos registros, como la ausencia de estudios sistemáticos previos sobre el meloncillo en el área de supuesta expansión.

Actualización de las distribución del meloncillo en la Península Ibérica. En rojo se muestran las cuadrículas UTM en las que ya se había registrado la presencia de la especie con anterioridad al presente estudio (hasta 2020), mientras que en azul se señalan las nuevas cuadrículas UTM con presencia de la especie.

Puedes consultar la publicación científica de este trabajo de investigación en:

Descalzo, E., Díaz-Ruiz, F., Delibes-Mateos, M., Salgado, I., Martínez-Jauregui, M., Soliño, M., Jiménez, J., Linares, L., Ferreras, P. 2021. Update of the Egyptian mongoose (Herpestes ichneumon) distribution in Spain / Actualización de la distribución del meloncillo (Herpestes ichneumon) en España. Galemys 33 (2021).

Jara y Sedal

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