Autoría: Cristian Moyano Fernández; Investigador Postdoctoral en Ética Ecológica, Centro de Ciencias Humanas y Sociales (CCHS - CSIC)
El rewilding (traducido a veces por resilvestrar o renaturalizar) es un proceso, a veces espontáneo y a veces premeditado, en el que se recupera la funcionalidad y la biodiversidad de los ecosistemas. Este concepto aterrizó hace ya al menos una década en otros países del mundo, como Argentina y EE. UU., pero en España ha empezado a ganar popularidad muy recientemente, incluso entre el público no especializado.
Quizás a raíz de las primeras obras escritas en español sobre la renaturalización que han ido apareciendo en las librerías, o después de la noticia sobre el nuevo proyecto que la fundación Rewilding Europe ha propuesto desplegar entre Castilla-La Mancha y Aragón, más personas se han animado a opinar sobre el tema. Sin embargo, las adulaciones u objeciones hacia la resilvestración a veces carecen de una visión ética amplia, reflexiva y crítica.
Beneficios de la renaturalización
Más allá de sus aportaciones ecológicas, la vuelta de la naturaleza genera una serie de beneficios sobre la salud y el desarrollo de las personas y de los animales salvajes.
Sobre las personas, por ejemplo, se ha investigado cómo el reverdecimiento de los espacios urbanos puede atenuar el calor acentuado por la pavimentación y por el cambio climático, cómo puede causar una mejora psicosocial y cómo vivir cerca de zonas asilvestradas y más naturales robustece el sistema inmunológico y nuestra microbiota.
También hay estudios que demuestran que restaurar ecosistemas funcionales y biodiversos ayuda a frenar la propagación de algunas enfermedades. Este proceso puede ocurrir por varios motivos, como la conservación de grandes carnívoros, mantener aves necrófagas sanas o limitando la explotación de los animales.
La resilvestración, además, puede ser una herramienta contra la despoblación rural, porque puede atraer la expectación por observar in situ la fauna silvestre y puede recuperar puestos de trabajo basados en el ecoturismo o en la investigación.
Respecto a los animales, la renaturalización puede garantizarles una mayor soberanía sobre sus propias vidas, al dejarles más territorio y hábitats libres de dominación y presiones humanas.
Controversias sobre la renaturalización
Pero la vuelta de la naturaleza también puede causar algunos perjuicios tanto en la vida de las personas como en la de algunos animales. Por un lado, por ejemplo, en las ciudades puede desembocar en un proceso de gentrificación verde –de expulsión de algunos inquilinos por revalorización y encarecimiento de los barrios reverdecidos– o de pérdida de la movilidad con vehículos privados.
En zonas extraurbanas, también puede suponer un impedimento para el desarrollo de la identidad cultural y de algunos metabolismos que nutren muchas de nuestras sociedades, como los sistemas agrarios para producir alimentos o las infraestructuras para producir y transportar energía y recursos. Si las medidas de resilvestración no se acompañan alternativas basadas en la justicia social, esto podría generar diversos conflictos éticos.
Por otro lado, aunque la renaturalización concede más espacio a la fauna salvaje, también puede avivar algunos desacuerdos entre colectivos animalistas, ya que propone limitar la intervención humana en la naturaleza. Es decir, si por ejemplo una población de ciervos está sufriendo inanición por unas heladas, se discutiría que debamos intervenir cuando suceden eventos naturales que dañan a algunos animales. Dependerá de qué evento es realmente natural y cuál es resultado indirecto de los seres humanos, como puede ser un incendio o una sequía agravada por el cambio climático.
Además, como la renaturalización abraza una perspectiva sistémica, preocupada por garantizar la riqueza de los ecosistemas, y no solo por la vida individual de cada uno de sus integrantes, puede conducir a que se favorezca la vida de unas especies –consideradas clave o ingenieras, según el caso, por su facilitación en la diversidad trófica– por encima de otras. Y esto puede justificar las reintroducciones de grandes carnívoros, como la de los lobos en el Parque Nacional de Yellowstone, la de algunas subespecies de leopardos en varias regiones de Asia o las recientes propuestas de reintroducir el lince boreal en países como Reino Unido o España.
Desde la ética animal esta priorización de unas especies sobre otras y estos desplazamientos pueden suponer un problema por perpetuar una instrumentalización de la fauna y legitimar los daños sobre otras especies que podrían ser depredadas.
Habida cuenta de que la resilvestración puede generar tanto beneficios como perjuicios en diferentes contextos y bajo distintas ópticas morales, es importante reflexionar éticamente sobre él y facilitar espacios para una comunicación pública que sea interdisciplinar y respetuosa.
Sin duda, si queremos hacer frente a la sexta extinción masiva de especies que caracteriza la actual crisis ecológica, favorecer procesos de renaturalización con los que recuperar más naturaleza salvaje puede ser una estrategia urgente y necesaria. Ello invita a replantear algunos de nuestros prejuicios culturales y estéticos respecto a la vida salvaje. E, igualmente, debemos visibilizar y discutir los conflictos éticos que el rewilding podría llegar a causar.