Autoría
Patricia Hidalgo Vaquerizas
Profesor Sustituto, Didácticas Específicas, Universidad de Córdoba
El conejo europeo (Oryctolagus cuniculus) recibe su nombre común por ser una especie que puede encontrarse en buena parte de Europa. Esta presencia es resultado de los múltiples traslados históricos que comienzan a realizarse en época romana desde la península ibérica, de donde es originario.
En la actualidad, Oryctolagus cuniculus sigue siendo un habitante común de los campos de la península ibérica, considerándose una pieza fundamental de los ecosistemas mediterráneos y un elemento clave en la relación entre naturaleza, caza y agricultura.
No obstante, estudios recientes han desvelado que su historia evolutiva es más compleja de lo que se pensaba. De hecho, un trabajo que acabamos de publicar en European Journal of Wildlife Research revela cómo en la península ibérica coexisten dos tipos de conejo distintos.
Dos linajes separados por millones de años

Mapa de la distribución mundial actual del conejo silvestre europeo. Las áreas oscuras y las flechas señalan los lugares donde se ha informado de la presencia de la especie. Imagen tomada de Vaquerizas (2023)
Porque, como detallamos en el artículo, el conejo europeo se divide en dos subespecies con trayectorias evolutivas independientes. Por un lado está Oryctolagus cuniculus cuniculus (abreviadamente, Occ), presente en el norte y el este de la península ibérica. Y por otro, Oryctolagus cuniculus algirus (Oca), endémico del suroeste ibérico y del norte de África.
Ambos linajes se separaron hace unos dos millones de años, durante las glaciaciones del Pleistoceno, y hoy apenas coinciden en una estrecha franja central.
Occ es el linaje introducido en Europa en los últimos dos milenios, desde donde se expandió a muchas otras regiones del mundo, incluidas Australia y Nueva Zelanda. Por su parte, Oca solo fue introducido solo en algunas islas, incluidas las Azores y Canarias. Por tanto, Oca más que “europeo”, es realmente “ibérico”.
Aunque Oca y Occ se parecen morfológicamente, como ocurre entre muchas otras especies de conejos del mundo, su biología, comportamiento y genética muestran profundas diferencias.
Tras revisar 57 estudios publicados desde 1980 hasta la actualidad, encontramos que casi el 80 % de ellos documenta diferencias significativas entre ambos linajes en aspectos genéticos, morfológicos, reproductivos y ecológicos. El Oca es más pequeño, oscuro y de orejas más cortas, crece más lentamente y tiene camadas más reducidas; mientras que el Occ es más grande, prolífico y adaptable a diferentes ambientes.
Incluso existen incompatibilidades entre sus cromosomas X e Y, evidenciando una especiación incipiente. Es decir, la etapa inicial del proceso de formación de una nueva especie en la que dos o más poblaciones empiezan a divergir hasta alcanzar un aislamiento reproductivo significativo pero aún incompleto.
El conejo: plaga y especie amenazada
Estas diferencias biológicas se reflejan también en el estado de sus poblaciones. En el suroeste, donde predomina Oca, han sufrido un drástico declive, agravado por la aparición hace unos años de una nueva variante del virus hemorrágico RHDV2, que produce una enfermedad fatal en los conejos.
En el norte y el centro, donde vive Occ, las poblaciones en general se han mantenido estables o incluso en expansión.
Este hecho ofrece una paradoja: el conejo figura como especie que se encuentra amenazada en el sur mientras se considera una plaga en el norte del centro peninsular. Sin embargo, las políticas públicas lo siguen tratando como una sola entidad, aplicando los mismos marcos de gestión a situaciones opuestas.
El conejo es la base alimentaria de depredadores emblemáticos como el lince ibérico (Lynx pardinus) y el águila imperial ibérica (Aquila adalberti). Su escasez en el sur pone en riesgo la recuperación de estas especies, mientras que su abundancia en el norte y el centro genera graves daños a cultivos de viñedos y cereales en comunidades autónomas como Castilla-La Mancha, Aragón o Cataluña.
Repoblar sin mirar el ADN puede salir caro
Desde los años noventa, las repoblaciones y translocaciones de conejos desde zonas donde aún conserva altas densidades se han usado para reforzar poblaciones menguantes con fines de conservación o caza. No obstante, los expertos advierten que mover conejos sin tener en cuenta su origen genético puede ser contraproducente para la conservación de Oca.
Introducir ejemplares de un linaje en territorios ocupados por el otro puede provocar pérdida de adaptaciones locales y desequilibrios ecológicos. Aunque la Directiva Hábitats (92/43/CEE) prohíbe introducir linajes no nativos, su aplicación práctica sigue siendo limitada. En Castilla-La Mancha, quizá la comunidad autónoma con mayor grado de dificultad para que coexistan Occ y Oca de manera natural, han comenzado a regularlo, pero falta una estrategia común a nivel de toda la región ibérica.
Dos estrategias para garantizar su futuro
La gestión del conejo en la península debe adaptarse a la biología de cada linaje. En el suroeste, donde domina Oca, es urgente priorizar la conservación, restaurando hábitats y reduciendo la mortalidad por enfermedades, caza y depredación. En áreas agrícolas del norte y centro, donde abunda Occ, las medidas deben centrarse en un control sostenible que minimice los daños a los cultivos sin alterar los ecosistemas.
Las repoblaciones, además, deberían realizarse solo dentro del área natural de cada linaje y basarse en análisis genéticos previos para evitar problemas indeseados, como el reemplazo de poblaciones Oca por Occ en el área de distribución de Oca.
Dos historias bajo un mismo nombre
El caso del conejo silvestre en la península ibérica muestra cómo la historia evolutiva puede condicionar los retos de la conservación actual. Dos linajes separados hace millones de años responden hoy de manera diferente a las presiones humanas y ambientales. Ignorar esa diversidad podría llevarnos a perder uno de los linajes más antiguos de Europa mientras el otro se multiplica sin control.
En la península ibérica conviven bajo un mismo nombre, pues, dos historias naturales: la de un conejo genuinamente ibérico que necesita protección, y la de otro, más europeo y cosmopolita, que debe ser gestionado. Reconocer esa dualidad es el primer paso para garantizar su conservación y su coexistencia.
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