Una investigación publicada en PNAS revela que las sequías cortas (de un año o menos) y extremas reduce la capacidad de matorrales y pastos de almacenar CO₂ un 35%, un porcentaje superior de lo que se había estimado hasta ahora. Asimismo, el estudio también concluye que durante este tipo de sequías se frena un 60% más el crecimiento de las plantas en comparación con las sequías menos graves, que son las que se han experimentado históricamente con más frecuencia, “este índice de crecimiento es un dato clave que indica el estado de salud de los ecosistemas y que está relacionado precisamente con la capacidad de capturar CO2”, explica explica Josep Peñuelas, investigador del CSIC en el CREAF y uno de los autores del estudio. Dado que estos ecosistemas cubren entre un 30 y 40% del planeta y acumulan más del 30% de las reservas mundiales de carbono, “es crucial calcular con exactitud cómo afectarán las sequías del futuro a estos sumideros de carbono”, añade Peñuelas.
Según los autores, las sequías extremas comportan una escasez continuada de lluvia y, aunque suelen durar menos de un año, su impacto puede ser devastador. “Históricamente ocurrían una vez cada cien años, pero, con el cambio climático, se estima que podrían llegar a producirse cada 2-5 años”, alertan los autores.
Existen algunos ejemplos cercanos, como la falta de precipitaciones que vive Cataluña actualmente, la región del Cerrado en Brasil o el suroeste de Estados Unidos.
El Experimento Internacional sobre Sequía
Para descubrirlo, el equipo de investigación crea lo que bautizaron como el Experimento Internacional sobre Sequía (International Drought Experiment). Un experimento en 100 lugares de seis continentes, que abarcan características climáticas, de suelo y de especies diferentes. En 44 sitios recrearon una sequía extrema durante al menos una estación de crecimiento completa. En 56 sitios aplicaron una sequía menos severa. Tras un año, analizaron la pérdida del índice de crecimiento denominado ‘producción primaria neta aérea (PPNA)’.
Los resultados demostraron que, con un solo año de sequía extrema, “se superaba con creces las pérdidas registradas anteriormente en pastizales y matorrales”, explica la primera autora del estudio, Melinda Smith, profesora del Departamento de Biología de Colorado State University.
En concreto, detectaron que era 1,8 veces mayor en el caso de los matorrales y un 1,5 en el de los prados, en comparación con lo que se creía hasta ahora, “es decir, prácticamente el doble de lo que se había estimado”, comenta Peñuelas.
Las zonas más vulnerables en las sequías del futuro
Los datos también apuntan a que no todos los puntos geográficos responden igual a la sequía. Los más vulnerables son los ecosistemas más secos. También aquellos con menos riqueza de especies vegetales son menos resilientes. “Observamos que zonas que tienen un clima más seco, como algunos países del mediterráneo, se verán más afectados”, advierte Peñuelas.
El artículo lo han liderado investigadores de Colorado State University y han participado más de 170 autores representantes de instituciones de todo el mundo, entre ellos Josep Peñuelas, investigador del CSIC en el CREAF y Romà Ogaya, investigador del CREAF.
Artículo de referencia: Melinda D. Smith, Kate D. Wilkin, et al. Extreme drought impacts have been underestimated in grasslands and shrublands globally. PNAS. DOI: https://doi.org/10.1073/pnas.2309881120
Angela Justamante