Los bosques, como medio de subsistencia de cientos de millones de personas y suministradores de bienes y servicios ambientales indispensables para la vida, son el centro de la celebración del Día Mundial de la Vida Silvestre organizado por las Naciones Unidas. Su objetivo es concienciar acerca del valor de la fauna y la flora salvajes. La fecha elegida es el aniversario de la aprobación en 1973 de la Convención sobre el Comercio Internacional de Especies Amenazadas de Fauna y Flora Silvestres CITES.
La intención del lema elegido este año por la ONU es mostrar la relación entre el estado de los bosques y los millones de personas a los que aportan su subsistencia y dependen directamente de ellos. La celebración presta especial atención a los conocimientos tradicionales de las comunidades que han gestionado los ecosistemas forestales y su vida silvestre durante siglos.
Señala la ONU que “los servicios del ecosistema y los recursos que proporcionan los bosques y los terrenos boscosos, desde el filtrado y el almacenamiento de agua dulce para garantizar la fertilidad de los suelos o para regular el clima, son esenciales para la economía mundial y para las personas en todo el mundo”.
En concreto, más de 800 millones de personas viven de los bosques tropicales y sabanas en países en desarrollo, indica la ONU, aunque la FAO, Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura, eleva a algo más de 1.000 millones las personas que dependen directamente de los bosques para su alimentación, abrigo, energía e ingresos, en todo el mundo. Por ello, la ONU reconoce el papel de las poblaciones locales rurales en la conservación de los bosques y la relación “particularmente estrecha”, que mantienen.
“Dependen de ellos para satisfacer sus necesidades esenciales, desde alimentos y refugio hasta energía y medicamentos, pero también mantienen una fuerte relación personal, cultural y espiritual con esos entornos. Los pueblos indígenas y las comunidades locales son asimismo los custodios históricos de las reservas más importantes de diversidad biológica, incluidos los bosques”, señala la ONU.
Para Eduardo Rojas Briales, decano del Colegio Oficial de Ingenieros de Montes y exsubdirector general de la FAO de 2010 a 2015, “es importante recordar y preservar el conocimiento tradicional en la gestión sostenible de los recursos que atesoran las poblaciones locales y que puede ser clave en el futuro además de su interés cultural”.
Y señala una de las claves que puede conseguir una implicación de la población local en la gestión sostenible de los recursos forestales. “Si la población local dispone de unas condiciones de tenencia claras y ecuánimes se puede convertir en una aliada de la conservación del recurso, tal y como ocurre en nuestro país con las cofradías de pesca de bajura, dado que son ellos los primeros interesados en perpetuar este recurso que, no lo olvidemos, es renovable. En el caso de contaminación o cualquier otro perjuicio que se pudiera producirse, es la población local la primera en denunciarlo”.
Sin embargo, aunque los datos del último informe de la FAO sobre “El Estado de los Bosques en el Mundo 2020” señala que se frena el ritmo de deforestación con respecto a la primera década de este siglo, indica que los problemas que afectan a los bosques y a su biodiversidad son: la deforestación para usos agrícolas y ganaderos, principalmente, y el cambio climático, que crea las condiciones perfectas para que los incendios sean cada vez de mayor tamaño y más virulentos.
La gestión forestal genera cierto consenso como una de las herramientas que limite los efectos negativos del cambio climático y ayude a la prevención y a la extinción de incendios forestales. Para Eduardo Rojas, “se ha ido entendiendo que, a grandes escalas, es imposible mantener los bosques únicamente con medidas de protección estática, por los grandes recursos que exige o la necesidad de desplazar importantes poblaciones con todos los problemas que ello ocasiona. De hecho, está demostrado que los bosques gestionados por la población local, indígena o no, están mejor conservadas y tienen menor conflictividad (como incendios) que las zonas oficialmente protegidas”.
Según los datos de la FAO: los boques albergan más del 80 % de las especies terrestres del planeta. Solo en árboles se calcula que hay más de 60.000 especies en los bosques. Su enorme riqueza biológica es una de las razones que ha llevado al Programa de Medio Ambiente de las Naciones Unidas PNUMA a promover la protección del 30 % del planeta para 2030. La propuesta se debatirá en la próxima Conferencia de las Partes del Convenio sobre Diversidad Biológica (CDB) que se celebrará en mayo de este año.
La propuesta ha provocado la reacción en contra de más de 150 ong ambientales y humanitarias al entender que la protección de la naturaleza como espacios naturales protegidos ajenos a la presencia del ser humano “podría derivar en graves violaciones de los derechos humanos y causar un daño social irreversible a algunas de las personas más pobres del mundo”.
En la carta dirigida a la presidenta del CBD las ong advierten que “hasta 300 millones de personas podrían verse afectadas a menos que haya una protección mucho más fuerte de los derechos de los pueblos indígenas y otros propietarios tradicionales de tierras y administradores del medioambiente”.
Eduardo Rojas se manifiesta en contra de esa propuesta y ese concepto de conservación de la naturaleza. “No debemos olvidar la resiliencia que aportan los bosques en momentos de crisis, por ejemplo, con el uso de ramón para el ganado en caso de sequías, o la venta de leñas en momentos sin ingresos, o la recogida de setas en momentos de gran crisis económica como sucedió en Rusia. Por ello, es importante diversificar las economías locales, que en el caso de la conservación estática dependen exclusivamente de empleos públicos y el turismo. Los empleos públicos son insuficientes en muchos países y el turismo puede colapsar en crisis como la actual de la COVID-19, generando una situación muy vulnerable para las comunidades locales”.
Informe de WWF sobre deforestación
El informe “Frentes de deforestación; causas y respuestas en un mundo cambiante”, de WWF, cifra en 43 millones de hectáreas en 13 años la deforestación en los puntos puntos críticos del planeta.
Estos puntos críticos de deforestación son los ya conocidos de la Amazonia, África Central, Mekong e Indonesia, más los nuevos frentes de Liberia, Costa de Marfil, Ghana y Madagascar en África y Guyana, Venezuela, la Selva Maya en México y Guatemala en América Latina.
Señala a la agricultura comercial como una de las causas más importantes de pérdida de bosques en el mundo, “con el fin de crear espacio para el ganado y los cultivos. Por regiones, en América Latina destaca la ganadería y la agricultura a gran escala (principalmente de soja); en Asia, las plantaciones para pulpa de papel y palma; y en África la principal responsable de la deforestación es la agricultura de subsistencia.
Las soluciones a la deforestación, en opinión de WWF, “deben ser integrales y adaptadas al contexto local y regional. Enfatiza que no hay un enfoque único ni un criterio universal, las respuestas más efectivas son aquellas que combinan múltiples soluciones”.
Y una de ellas apunta a la responsabilidad de los consumidores europeos para garantizarse que los productos agrícolas y ganaderos que consumen no provienen de la deforestación de bosques. Misión casi imposible. Por eso, solicitan a la Unión Europea una nueva ley que excluya de los mercados europeos a los productos relacionados con la deforestación.
Mientras tanto, solicita a los gobiernos que establezcan “políticas y legislación que aseguren que todos los bienes y productos forestales importados – y las finanzas relacionadas – estén libres de deforestación y conversión de ecosistemas, y respeten los derechos humanos”.
Precisamente la Asociación Española de la Industria y el Comercio de la Madera AEIM, (agentes y almacenistas importadores de madera), aprobó en su última reunión una modificación de sus Directrices de Diligencia Debida, en concreto referidas a la madera procedente de Angola. Se trata de recomendaciones a sus asociados en cumplimiento del Reglamento Europeo de la Madera EUTR, que establece la normativa por la que los importadores y agentes de madera se deben garantizar la procedencia legal de la misma.
En concreto, AEIM decidió elevar el riesgo/país de Angola, de considerable a elevado (rojo), “principalmente por la dificultad de acreditar el origen legal de la madera de dicho país, especialmente por lo que respecta al iroko”.
Frente a la duda del aprovechamiento sostenible y legal de productos forestales que vengan del exterior, siempre está la posibilidad de adquirir productos forestales procedentes de la gestión de los bosques españoles, es una forma de favorecer la gestión forestal y sus beneficios en la prevención y extinción de incendios, de crear bioeconomía que genere puestos de trabajo y evite la despoblación, además de adaptar los bosques a los efectos del cambio climático, hacerlos más resistentes y resilientes.
El informe “Frentes de deforestación; causas y respuestas en un mundo cambiante”, de WWF