Autoría:
Esther Valderrábano Cano.- Doctoranda en Medicina y Sanidad Veterinaria , Universidade de Santiago de Compostela
Adolfo Paz Silva.- Profesor Titular en el Departamento de Patología Animal, Universidade de Santiago de Compostela
Vincenzo Penteriani.- Investigador, Museo Nacional de Ciencias Naturales (MNCN-CSIC
Las poblaciones del oso pardo europeo (Ursus arctos arctos) de la cordillera Cantábrica están hoy en fase de recuperación después de que en la década de 1990 llegaran a contarse poco más de cincuenta individuos (a pesar de que siglos atrás campaban por casi la totalidad del territorio ibérico).
¿Pero cuál es su actual estado de salud? ¿Y la esperanza de que su recuperación sea un éxito? Un grupo multidisciplinar de científicos españoles nos planteamos conocer la respuesta analizando las heces de estos osos y los parásitos que contienen para conocer su grado de adaptación al medio.
Entre agosto de 2018 y septiembre de 2019, investigadores del Museo Nacional de Ciencias Naturales (MNCN-CSIC) y del Instituto Mixto de Investigación en Biodiversidad (IMIB, CSIC), en colaboración con los agentes forestales del Principado de Asturias y el personal investigador del grupo COPAR (siglas de Control de Parásitos) de la Universidad de Santiago de Compostela obtuvimos 245 muestras de heces pertenecientes al núcleo occidental de oso pardo de la cordillera Cantábrica, tanto en su parte asturiana como en la vertiente leonesa.
Los análisis se llevaron a cabo en el laboratorio de parasitología de la Facultad de Veterinaria de la USC.
Parásitos, una prueba de resiliencia
A través de la investigación de fauna salvaje es posible descubrir estrategias y realidades, muy alejadas de nuestra forma de enfocar la salud, que resultan de gran ayuda para desarrollar estrategias que fomenten su conservación.
Para empezar, sabemos que durante un año entero la vida del oso pardo pasa por diversas fases y la adaptación a su medio es vital para su supervivencia.
En este sentido, un sistema inmune adaptativo es aquel que reacciona en función de las variables de su entorno. No existe un modelo único de respuesta ante la aparición de un parásito en un organismo, pero en todos ellos se ve implicado el sistema inmunológico.
El problema es que, cuando las poblaciones merman hasta llegar a la consanguinidad o sufren una disminución drástica de su variabilidad genética, se pone en riesgo este mecanismo. Los animales comienzan a mostrar signos de inadaptación a su medio y las parasitosis pueden llegar a convertirse en causa de muerte.
Sin embargo, los parásitos conviven de forma equilibrada en poblaciones sanas. Incluso, su existencia promueve una respuesta que fomenta la supervivencia de un individuo. Por ello, la presencia en sí misma (parasitismo) no supone un problema sanitario (parasitosis).
Como cualquier ser vivo, el parásito busca la mejor forma de sobrevivir y pone en marcha estrategias orientadas a asegurar sus necesidades a través de sus hospedadores. Cuando llegan al aparato digestivo del oso, ciertas especies encuentran el ambiente idóneo para su reproducción, que en numerosos casos tiene como resultado la expulsión de huevos al medio junto con las heces.
Una vez en el suelo, transcurre una fase de desarrollo esencial para que se alcancen las fases infectantes, que al ser ingeridas vuelven a iniciar el ciclo intraorgánico en el oso.
Un aspecto a destacar es que, si esto sucediese con tanta sencillez e inmediatez, la simple exposición e ingestión de huevos o larvas del medio implicaría su presencia en el hospedador. Sin embargo, no es lo que observamos en la especie que nos ocupa.
Equilibro con las estaciones del año
Los datos obtenidos a través de los recuentos parasitarios en los osos pardos durante un periodo de dos años hacen posible recabar información interesante y útil del estado sanitario de esta población.
En primer lugar, descubrimos que existe una estacionalidad relacionada con la actividad de sus hospedadores. Esto es, que la época en la que se encuentren condiciona sus hábitos alimenticios y, de este modo, las frecuencias parasitarias son diferentes.
En el periodo previo a la entrada a su torpor (ligera hibernación) tiene lugar un proceso de limpieza intestinal en el que descargan grandes cantidades de huevos de nematodos gastrointestinales, sin que ello suponga un estado de parasitosis.
Pero tras la salida invernal comienza la época de celo y la presencia parasitaria es significativamente diferente. Aquellos helmintos que en otoño e invierno se detectaban de forma frecuente, ahora son anecdóticos y desaparecen de su sistema digestivo. A la vez, aumentan considerablemente los trematodos, una especie que comparten con los rumiantes salvajes y domésticos, ya que derivan de una alimentación principalmente herbácea y, en el caso de los osos, insectívora.
Resultados esperanzadores
La estacionalidad de los recuentos parasitarios en heces aporta una información muy interesante con relación a la adaptación de los osos pardos a su ambiente, ya que se deduce el despliegue de conductas apropiadas para su eliminación y el fomento de un sistema inmunitario capaz de coexistir con los patógenos sin desarrollar enfermedad. Se trata casi de una simbiosis ideal, así como la prueba de una alimentación selectiva y adaptada a las necesidades específicas según la época del año.
Con toda esta información, estamos preparados para comparar las conclusiones de nuestro estudio con poblaciones estables y sin merma genética: parece corroborarse la similitud de resultados, que indica una esperanza de evolución de los osos cantábricos hacia la recuperación de poblaciones equilibradas desde un punto de vista sanitario.