A finales del otoño de 2011 Slavc abandonó a su familia y, desde el sur de Eslovenia, se dirigió hacia el Norte. A finales de diciembre atravesó la frontera con Austria y el día de Año Nuevo cruzó a nado el río Drava. Unos días después y ya en plenos Alpes, se encaminó hacia el Oeste hasta que, en Febrero de 2012, cruzó la frontera con Italia y se dirigió hacia el Suroeste. En abril y tras merodear por las afueras de la ciudad de Verona, concluyó un periplo de centenares de kilómetros en el Parque Natural Regional de Lessinia, en los Apeninos. Slavc es un lobo, uno de los casi 4.000 que viven en los Balcanes.
El viaje de Slavc fue trazado mediante un rastreador colocado en su cuello unos meses antes de que abandonase los bosques eslovenos. Para los ecólogos que lo rastrearon durante el invierno de 2011 y 2012, un viaje tan largo fue una verdadera sorpresa. Pero aparte de los datos concretos que proporcionó a los investigadores, ese viaje es importante por lo que significa. Los lobos son capaces de desplazarse a través de largas distancias y de hacerlo entre poblaciones muy distantes, y eso es hoy posible gracias a la recuperación que han experimentado en las últimas décadas. Junto con otras especies de grandes carnívoros, como el oso pardo o el lince eurasiático, el lobo estuvo a punto de desaparecer del continente europeo a mediados del siglo pasado.
Los gobiernos europeos han implantado medidas que han permitido una importante recuperación de las poblaciones de esos grandes mamíferos. Las más importantes han sido las de protección y la reintroducción de nuevos individuos en zonas de las que habían desaparecido. Gracias a ellas ha aumentado el número de efectivos de las poblaciones preexistentes, y nuevas zonas van siendo ocupadas de forma progresiva. Se estima que hoy hay en Europa unos 12.000 lobos, 17.000 osos pardos y 9.000 linces eurasiáticos. Para calibrar lo que significan esas cifras, recordemos que sobreviven en África 32.000 leones y en la India quedan menos de 2.000 tigres. Las cifras de los carnívoros europeos son, por comparación, importantes y es posible que sigan aumentando en los años próximos.
Pero en este panorama no todo son buenas noticias. No todo el mundo se alegra de que haya cada vez más fauna salvaje en el territorio europeo. Los ganaderos de las zonas frecuentadas por lobos y osos pardos, principalmente, se quejan de que los ataques al ganado causan un gran daño. No hay datos oficiales de la magnitud real del problema, pero según estimaciones extraoficiales, cada año se perderían entre 50.000 y 100.000 cabezas, la mayor parte de ellas de ganado ovino. Y aunque los gobiernos destinan importantes cantidades de dinero a compensar a los ganaderos por las pérdidas que ocasionan los ataques, no son suficientes según la opinión de éstos.
Esta es una de esas situaciones en las que se produce una colisión de derechos; está, por un lado, el de propiedad de los ganaderos y, por el otro, el de la ciudadanía a conservar y disfrutar del patrimonio natural. Es muy difícil que las tensiones entre conservacionistas y ganaderos desaparezcan, pero los gobiernos procuran que, al menos, esas tensiones no revistan excesiva gravedad. Intereses particulares al margen, unos y otros cumplen funciones valoradas por la ciudadanía. Slavc finalizó su viaje emparejándose con una loba de la población italiana, con la que tuvo una primera camada de lobeznos. Sería triste que acabara sus días abatido por pastores temerosos de que él u otros lobos vayan a atacar a sus ovejas.
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Sobre el autor: Juan Ignacio Pérez (@Uhandrea) es catedrático de Fisiología y coordinador de la Cátedra de Cultura Científica de la UPV/EHU
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Este artículo fue publicado el 26/10/14 en la sección con_ciencia del diario Deia
Fuente.- Cultura Científica