El cambio climático está provocando mayores olas de calor y veranos mucho más intensos y extensos, lo que genera estrés hídrico en los bosques. Cuando el monte está más seco, cualquier chispa puede provocar un incendio y el fuego avanza más rápidamente. Sin embargo, “no todo es cambio climático”, según recoge Carlos Macías, presidente de la Asociación de Comunicadores de Meteorología y moderador de la mesa ‘La extinción de incendios forestales en un contexto de cambio climático’ celebrada hoy.
En efecto, tanto Fernando Prieto, director del Observatorio de la Sostenibilidad en España, como María José Gallego Sánchez, técnico de incendios forestales de la Agencia de Medio Ambiente y Agua de la Junta de Andalucía, coinciden en que el cambio climático no es la causa única del aumento de los incendios, pero sí aceleran la voracidad del fuego.
Lo que de verdad está demostrado que se agrava la problemática de los incendios es la deficiente gestión forestal, que permite que el combustible (en forma de ramas, troncos y todo lo que constituye la biomasa forestal) se acumule y el fuego se expanda sin control. En esto hay acuerdo unánime en la mesa, que también integra Elena Zaloña, piloto de helicópteros de extinción de incendios de Eliance, encargada de hacer un relato realista de lo que es una jornada entre las llamas.
La necesidad de una gestión forestal basada en criterios científicos
“La escasez de población rural, la falta de pastoreo, la deficiente recogida de masa forestal y los monocultivos de especies exóticas (como los eucaliptus, en Galicia y Asturias), hacen que por cada foco encendido haya cada vez incendios forestales más grandes”, advirtió Fernando Prieto.
Las cinco ideas que el experto enumera para hacer frente a la situación contemplan una gestión forestal basada en criterios científicos, la creación de mosaicos para incluir la ganadería extensiva que ayude a quitar la biomasa que se acumula, la estabilidad laboral de los trabajadores forestales, la gestión adaptativa al calentamiento global y el establecimiento de prioridades para proteger especialmente las zonas más valoradas en biodiversidad. No hay que olvidar, señala Prieto, que “los bosques son importantes sumideros de carbono”.
En su intervención, María José Gallego Sánchez alerta de que los medios terrestres dependen de la disponibilidad de agua, al tiempo que asevera que “el fuego cero no existe en ningún ecosistema, pero menos en el mediterráneo”. La especialista técnica de la Junta de Andalucía es clara al enunciar la paradoja de la extinción: “Si estamos apagando cada pequeño foco y no permitimos incendios de baja intensidad, más combustible se acumulará”. En su criterio, “vamos a convivir con el fuego” y, por tanto, es muy necesario “hablar del fuego técnico con todas las letras”. La planificación implica, a su entender, saber “conducir el fuego, utilizar contrafuegos y quemas prescritas para gestionar el paisaje”. Entre sus recomendaciones figura la de incluir al fuego técnico en los planes de operaciones y mantener contratados a los equipos técnicos durante todo el año.
La inflación afecta a la campaña de incendios
Por su parte, Manuel González Gabaldón, asesor de la empresa Martínez Ridao Aviación (perteneciente a ATAIRE, Asociación de Trabajos Aéreos y de Emergencias) puso el acento en la crisis que sufre el sector, en un momento en que les resulta difícil hacer frente a la renovación de una flota demasiado antigua (los aviones y helicópteros se amortizan en 15 años), con contratos a menudo estacionales y con el factor añadido del alza de precios de los combustibles, que implica un gasto exorbitante con respecto a temporadas anteriores. “El año pasado se produjo un sobrecoste por combustibles de unos 10 millones de euros (lo que representa el 6% de la facturación)”, especificó González Gabaldón, quien reclamó “innovación y estabilidad laboral” y se mostró preocupado por cómo puede afectar la crisis actual de su sector a la campaña de extinción de incendios del próximo año.
¿Qué queda de los bosques tras los incendios? Para responder a esta pregunta, Concepción Fidalgo, catedrática de Geografía Física de la Universidad Autónoma de Madrid, ofrece una didáctica charla de la manera en que las diferentes especies reaccionan a un impacto como el fuego. Detalla, por ejemplo, el comportamiento de las especies pirófitas, que tienen una resistencia más elevada al fuego, y las especies “rebrotadoras” (como el enebro, que es típico del monte mediterráneo). En el monte ibérico, insiste, hay muchas plantas poco o moderadamente inflamables, tales como el madroño, la jara, el brezo, el acebuche o la coscoja, entre otros, frente a otras que arden rápidamente, como sucede con los eucaliptos y los pinos.
“El fuego es un factor ecológico de gran importancia como modificador de la biomasa forestal y, de hecho, nuestros montes ibéricos son el resultado de una serie de intervenciones del hombre”, indica Fidalgo. Como ejemplo de esas interacciones, la catedrática de la UAM cita la competencia entre el haya y la encina, en las regiones del norte de España, cuya dinámica tiene que ver con los atributos de cada especie y las condiciones de pastoreo, el fuego, etcétera. En cuanto a la regeneración de las estructuras del monte, “hemos pasado de la sobreexplotación a un abandono que vuelve antinatural al paisaje, sin seres vivos, con una vulnerabilidad mayor a las llamas”.
En definitiva, la sesión ha puesto de manifiesto que la emergencia climática, la falta de atención a la gestión forestal y la crisis que castiga a las empresas del sector de los trabajos aéreos y las emergencias agravarán el problema de los incendios en España.
Conclusiones y debate sobre incendios forestales en el Congreso Nacional de Medio Ambiente, CONAMA 2022