La campaña que en este verano se avecina para los incendios forestales ya es catastrófica y sólo acaba de comenzar.
Las condiciones ambientales con una humedad relativa en el aire muy baja y altísimas temperaturas han elevado los niveles de peligrosidad a niveles extremos lo que ha ocasionado que, a fecha de hoy estemos rondando el cuarto de millón de hectáreas quemadas.
Pero en Marruecos no está ocurriendo ese desastre. No ha habido grandes incendios con las características de los que ha habido en España.
Comparando las temperaturas, ya que se indica como causa que los incendios son consecuencia de lo elevadas que son por calentamiento global del Cambio Climático, cabe preguntarse si es que en Marruecos han sido más frescas.
A día de 22 de julio, en que estamos escribiendo este artículo, a guisa de ejemplo, la temperatura máxima en Madrid ha sido de 39º y la mínima de 20º, lo que da una temperatura media de 29,5º, temperatura muy elevada. Pero en Marraquech la máxima ha sido de 44 y la mínima de 26º, con temperatura media de 35º es decir 5,5ª más que en Madrid, pero en Marruecos no ha habido grandes incendios. ¿Qué pasa en Marruecos? ¿Será que no hay bosques?
Pues resulta que Marruecos sí que tiene bosques, contando con 5,6 millones de hectáreas (En España tenemos 18,5 millones de hectáreas), más superficie que cualquiera de nuestras Comunidades Autónomas (la que posee mayor superficie es Castilla y León con 4,8 millones).
Y como hay bosques debemos atender al tipo de formación boscosa y gestión que hay en Marruecos para entender lo que sucede.
Esto no es nuevo, todos los veranos en Marruecos hay temperaturas medias 4 o 5 grados superiores a las españolas y rara vez hay un incendio mayor de 100 ha.
Desechando como imposible evitar el cambio climático deberíamos analizar el tipo de gestión forestal existente en Marruecos que genera resistencia frente a los incendios forestales y los hace pequeños y controlables viendo lo que podemos aprender, pues si hacemos los cambios adecuados en nuestra gestión podremos estar seguros de reducir el riesgo de grandes incendios.
De entrada, si hablamos de Gestión Forestal Sostenible, estaremos de acuerdo en que no es sostenible generar y conservar masas forestales si la gestión las hace susceptibles de desaparecer en un gran incendio. Sobre todo cuando los montes marroquíes nos muestran que existe la posibilidad de una gestión que es capaz de reducir, y muchísimo, ese riesgo.
Los campesinos marroquíes usan leñas para calentarse y cocinar tanto de árboles de pequeño tamaño como de matorrales, pues para la mayoría sus niveles de vida no les permiten otras fuentes de energía. El resultado es que los montes están muy limpios de matorral y con densidades bajas de arbolado que suele estar podado.
Si hay poco matorral y los árboles están podados no existe continuidad vertical y si la densidad es baja no la hay horizontal. Y si no hay continuidad vertical ni horizontal no puede haber grandes incendios.
Otra faceta que ayuda y mucho a que no haya demasiado matorral es la cabaña ganadera extensiva y excesiva, sobre todo, de ganado cabrío. Claro que el ganado cabrío en exceso es un arma de doble filo ya que devora los plantones de los árboles por lo que puede llegar a impedir la regeneración de los bosques. Este problema en Marruecos es tan grave como para que se planee la repoblación forestal de 600.000 Ha en los próximos años.
Ya hemos analizado que hablar del cambio climático como causa inexorable e irremediable de grandes y graves incendios no se ajusta a la realidad y solo puede hablar así quien desconoce que es posible tener unos modelos de gestión forestal que hagan muy difícil que se desarrollen grandes incendios forestales.
La gran lección que podemos tomar del reino Alauita es que incluso en condiciones climáticas más extremas que las que estamos teniendo en este verano, si las masas forestales no tienen masas continuas de matorral y los árboles están sin tangencia de copas no hay grandes incendios. Y debemos recalcar que solo se puede hablar de una gestión forestal que es sostenible si está reducido al mínimo el riesgo de incendios.
Además una densidad baja en nuestras masas arboladas conlleva la desaparición de la competencia intraespecífica lo que da al arbolado una mayor resistencia frente a plagas y enfermedades y a las condiciones extremas que puede suponer el cambio climático. Tanto la SECF (Sociedad Española de Ciencias Forestales) como la FAO recomiendan reducir la espesura de las masas al mínimo recomendable para cada especie.
Resumiendo, con una buena selvicultura sin miedos a aclarar las masas forestales y controlando el matorral, nuestras masa forestales pueden sobrevivir y no tener grandes incendios sin temer a las olas de calor como las que hemos tenido, tenemos y tendremos.
La prevención requiere inversiones potentes todos los años en selvicultura y, de seguir sin tener estas inversiones, cada cierto tiempo perderemos en un año unos cuantos cientos de miles de hectáreas de bosques. Y no será culpa del Cambio Climático sino de quienes teniendo en la mano crear los presupuestos necesarios para hacer las inversiones no lo hayan hecho.