La capacidad de crecer y producir vegetación, más la eficiencia en el uso del agua y del carbono son los tres indicadores que servirían para indicar el estado de salud de un ecosistema. Pero cuidado, la estructura de la vegetación condiciona estos indicadores, de ahí que la gestión forestal sea una herramienta fundamental para lograr ecosistemas sanos. Es la conclusión principal de un estudio realizado por un grupo internacional de investigación, cuyos resultados se publican ahora en la revista Nature, y en el que ha participado el CREAF de Cataluña.
Al igual que las constantes vitales nos dan información fundamental para conocer el estado de nuestra salud, un grupo internacional de investigación, con Mirco Migliavacca del Max Planck de Biogeoquímica de Jena a la cabeza, quiso saber si podrían establecer los indicadores vitales básicos que nos permitieran conocer el estado de salud de cualquier ecosistema.
El indicador más importante es “su capacidad máxima de crecer y producir vegetación, el segundo es la eficiencia en el uso del agua por parte de sus plantas y el tercero es la eficiencia en el uso del carbono”.
Según Mirco Migliavacca «utilizando sólo estos tres factores principales, podemos explicar casi el 72 % del estado de salud de un ecosistema«, lo que permitiría predecir su capacidad de adaptarse, sobrevivir y prosperar ante los cambios climáticos y ambientales.
Para Josep Peñuelas, investigador del CSIC en el CREAF y coautor del artículo, “llegar a determinar indicadores de bienestar de los ecosistemas terrestres no es tarea fácil, los ecosistemas son complejos en cuanto a su estructura y sus respuestas a los cambios ambientales, por lo que hay que analizar muchos distintos y ver aquellos parámetros que sí responden a los cambios y nos dan información sobre si están funcionando bien, si están bajo estrés, o en el peor de los casos, si están en declive”.
Cómo de activa está la planta creciendo se denomina “indicador de productividad primaria máxima” y refleja la capacidad del ecosistema de absorber CO2. El indicador de uso del agua establece una relación entre el carbono absorbido y el agua transpirada por las plantas. El indicador de la eficiencia del uso del carbono mide la diferencia entre el carbono respirado y el carbono captado, refleja el uso del carbono por un ecosistema.
Pero señala el artículo que “los tres indicadores funcionales identificados dependen de cómo esté estructurada la vegetación en cada ecosistema”. Es decir, en función de la estructura de la vegetación estos indicadores pueden variar. Bien sea de forma natural, mediante las perturbaciones, o bien sea de forma artificial, mediante la gestión forestal, modificar esa estructura permitirá disponer de mejores indicadores de salud del ecosistema.
Señala la investigación que la eficiencia en el uso del agua y del carbono también dependen “críticamente del clima y, en parte, de la aridez, lo que señala el papel crítico del cambio climático para el funcionamiento futuro de los ecosistemas”.
Los investigadores inspeccionaron las tasas de intercambio de dióxido de carbono, vapor de agua y energía en 203 estaciones de control de todo el mundo que pertenecen a la red FLUXNET, una red de colaboración de múltiples equipos de investigación que recogen y comparten sus datos. Los lugares seleccionados abarcan una gran variedad de zonas climáticas y tipos de vegetación. Para cada lugar calcularon un conjunto de propiedades funcionales de los ecosistemas, e incluyeron además cálculos sobre las variables promedio del clima y la disponibilidad de agua en el suelo, así como las características de la vegetación y los datos por satélite sobre la biomasa de la vegetación.
Artículo:
Migliavacca, M., Musavi, T., Mahecha, M. D., Nelson, J. A., Knauer, J., Baldocchi, D. D., … & Reichstein, M. (2021). The three major axes of terrestrial ecosystem function. Nature, 598(7881), 468-472.