Un estudio pone de manifiesto que no existe una gestión forestal que mejore la provisión de todos los servicios ambientales a la vez. En una situación como la actual, decidirse por una gestión forestal que reduzca la vulnerabilidad del bosque es una opción sensata. El estudio se ha llevado a cabo por un equipo de investigadores del CTFC, la UdL y el CREAF.
Un artículo liderado por Alejandra Morán-Ordóñez, del Centro de Ciencia y Tecnología Forestal de Cataluña (CTFC), concluye que las políticas de gestión forestal serán más decisivas que el cambio climático a la hora de predecir los servicios ambientales que ofrecerán los bosques. Así, el rendimiento forestal entendido como el conjunto de productos y servicios que proporcionan los bosques, estará más condicionado por la tipología de gestión que se haga que por el cambio climático. Sin embargo, el estudio también evidencia que ninguna de las estrategias de gestión estudiadas tiene la capacidad de maximizar todos los servicios evaluados y que una gestión orientada a hacer los bosques más resilientes a las perturbaciones es la más recomendable.
El estudio, en el que también han participado investigadores del CREAF y de la Universidad de Lleida (UdL), ha estudiado cuatro estrategias de gestión: continuar con la gestión actual, promover la producción de biomasa, el almacenamiento de carbono, o reducir la vulnerabilidad del bosque al cambio climático. Los servicios ecosistémicos evaluados han sido la cantidad de madera producida, el almacenamiento de carbono, la producción de setas, la provisión de agua, la mitigación de la erosión de los suelos forestales y el hábitat para la biodiversidad.
Los investigadores han llegado a la conclusión de que el equilibrio entre los servicios es prácticamente imposible. “El equilibrio perfecto entre la provisión de servicios ecosistémicos forestales no existe y depende de los objetivos de gestión del bosque”, explica Alejandra Morán-Ordóñez, investigadora del CTFC y del grupo de investigación InForest (CTFC-CREAF) y una de las principales autoras del artículo, junto con Aitor Améztegui, investigador del CTFC y la UdL. “¿Qué servicios queremos promover y a qué precio depende de los intereses socioeconómicos tanto locales como continentales”, añade Morán-Ordóñez. Por ejemplo, si se continúa con la misma gestión realizada hasta ahora, se beneficiarán algunos servicios como la mitigación de la erosión del suelo en detrimento del suministro de agua y se planteará un escenario con bosques más vulnerables frente sequías extremas o incendios forestales.
Reducir la vulnerabilidad, la más razonable
Por otra parte, si se realiza una gestión centrada en reducir esta vulnerabilidad, se reducirá la provisión de algunos servicios en relación al escenario de gestión actual, como el almacenamiento de carbono. En cambio, se obtendrían otros beneficios, como reducir el riesgo de que se produzcan daños en el funcionamiento de los bosques. En este sentido Améztegui explica que “en un contexto en el que se espera que las perturbaciones aumenten en frecuencia y gravedad, este tipo de gestión emerge como una alternativa razonable para atenuar el riesgo de daños irreversibles, incluso si se reduce ligeramente la provisión de algunos servicios”.
Hasta ahora son pocos los estudios que han evaluado explícitamente las consecuencias a largo plazo de aplicar estrategias alternativas de gestión forestal, sobre la prestación de servicios del ecosistema por parte de los bosques y en un contexto de cambio climático.
El trabajo de Morán-Ordóñez y Améztegui pone de manifiesto estas consecuencias y representa una valiosa herramienta para apoyar la toma de decisiones bien informadas y basadas en evidencias en la gestión de los bosques mediterráneos.
Fuente: Consorci Centre de Recerca Ecològica i Aplicacions Forestals (CREAF)