Una de las parcelas de abedul plantada en Lugo y que está sirviendo para la selección de los mejores ejemplares.
El laboratorio Cultigar es uno de los socios del proyecto impulsado por la Xunta para conseguir semillas de abedul de calidad. De la mano de ellos conocemos los detalles de los trabajos que se están realizando para mejorar la madera de abedul producida en Galicia
El abedul es una de las frondosas presente en los montes gallegos. Crece en terrenos húmedos, por lo que es fácil encontrarlo en los márgenes de los ríos y al igual que ocurre con otras frondosas, como el roble, apenas se está aprovechando para la producción de madera. Mientras, otros países llevan años apostando por la madera de abedul, que está teniendo una gran demanda internacional de la mano de firmas como la multinacional sueca Ikea, donde buena parte de su mobiliario está construido con madera de abedul.
Entonces, ¿por qué en Galicia no se aprovecha la madera de abedul? “No se emplea semilla de calidad y por lo tanto no se está logrando madera de calidad que pueda aprovecharse para transformar”, explica Margarita Fraga, investigadora y directora técnica del laboratorio Cultigar, situado en Brión (A Coruña).
Este laboratorio es uno de los socios del proyecto impulsado por la consellería de Medio Rural para la mejora genética del abedul, una investigación que busca conseguir planta de calidad para incrementar el aprovechamiento de esta madera.
La importancia del abedul en el monte gallego
Los abedules son una vía para seguir trabajando a favor de un monte diverso y conseguir ejemplares de calidad permite que sea también una opción rentable para los propietarios. Además, los propios requerimientos de este árbol hacen que sea una alternativa para convivir con otras especies autóctonas más exigentes.
En materia de suelos, los abedules pueden obtener buenos rendimiento en terrenos pobres e incluso acidófilos y con mucha humedad, lo que permite que sean una buena opción para plantar en terrenos en los que otras especies tendrían mayores dificultades. “Son especies que pueden salir adelante en suelos en los que robles o castaños tienen más problemas. Contar con especies que tengan diferentes requerimientos es lo que nos va a permitir tener una mayor diversidad en el monte”, apunta la investigadora.
Además, al igual que otras frondosas autóctonas, los abedules pueden emplearse para romper la continuidad de una plantación y servir como cortafuego natural ante los incendios. “Al igual que se plantan cerezos o castaños para conseguir ese efecto protector, los abedules también sirven al tratarse de frondosas autóctonas que no arden tan rápido como otras especies”, detalla Fraga.
En la actualidad, en Galicia la mayor parte del abedul que se produce se emplear con fines calefactores, bien sea directamente como leña o para la fabricación de combustibles como los pélets. “Teniendo una buena selección de material, el abedul puede aprovecharse en otros mercados con éxito y mayor valor añadido”, apunta la investigadora.
Primera selección hecha hace 30 años
Los primeros pasos para conseguir abedules de calidad ya se dieron hace más de 30 años, cuando se realizó una selección de semillas de los mejores ejemplares de la Terra Chá (Lugo). Con esta semilla seleccionada se plantaron 3 parcelas ubicadas en Begonte y Guitiriz (Lugo) y Cea (Ourense), aunque esta última se perdió en un incendio forestal. “Contar con estas plantaciones realizadas a base de semilla seleccionada permite al proyecto avanzar más rápido, puesto que ya se dio la primera selección. Además, estas plantaciones, de unos 30 años, se encuentran en un buen momento para seguir trabajando en la mejora genética en base a este material”, explica Fraga.
Los primeros pasos se centran en identificar los mejores ejemplares de estas plantaciones para poder reproducirlas in vitro, proceso del que se encargan en el laboratorio Cultigar. “Este proceso sería ya la segunda selección, puesto que partimos de material ya seleccionado. Es un proyecto semejante al que estamos llevando a cabo con el roble y al que desarrolló el CIF de Lourizán con el cerezo, para conseguir planta de mayor calidad”, detalla.
A la hora de seleccionar los mejores ejemplares tienen en cuenta no solo que los árboles tengan un bueno porte sino que cuenten con una buena densidad de madera, un criterio muy valorado a la hora de transformar la madera.
En la selección de los ejemplares en campo, están contando con la colaboración del personal de Seaga. Además, en el proyecto también colabora el personal de Tragsa, para la geolocalización de los árboles y la reproducción mediante injerto, así como la Universidad de Santiago de Compostela y el Centro de Investigaciones Forestales (CIF) Lourizán, que están aportando documentación sobre las investigaciones realizadas sobre abedules. “Se han llevado a cabo ya muchos trabajos sobre los abedules y resulta muy interesante contar con esa información para avanzar en la mejora genética de la planta producida en Galicia”, valora.
En estos momentos, se encuentran realizando la recogida de datos de cada uno de los ejemplares y con la puesta a punto del protocolo de la reproducción in vitro. Además, están trabajando sobre el forzado de la brotación, ya que al reproducir el material adulto pierde su capacidad de enraizamiento, por lo que buscan realizar anillamientos para forzar el rebrote, lo que le permitiría material más juvenil para la reproducción in vitro. Una vez que tengan todo el material recogido, comenzarán con el proceso de cruce de datos para tener los mejores ejemplares localizados y poder realizar la reproducción de ellos.
Huerto semillero para las plantaciones futuras
Una vez que logren los ejemplares seleccionados y germinados in vitro, este material se empleará para plantar un huerto forestal del que se obtendrán semillas ya seleccionadas. “Con este proyecto no buscamos poner a la venta planta seleccionada sino semilla de calidad, para que los propietarios forestales vean en el abedul una alternativa viable”, explica la investigadora.
Hace falta tener presente que estos son aún los primeros pasos de la investigación y habrá que esperar para contar con esta semilla de calidad. “Nos encontramos aún dando los primeros pasos y este tipo de trabajos son siempre a largo plazo, por lo que por lo menos habrá que esperar como mínimo unos 10 años para que este huerto comience a producir semillas que puedan ser aprovechadas”, detalla la investigadora.
Aunque haya que esperar, Fraga valora que ya cuenten con ejemplares con 30 años para hacer esta segunda selección, ya que es un paso muy importante y que permite avanzar más rápido. “Ya hay un trabajo previo hecho y esto hace que ahora estemos ya en la segunda fase de selección, partiendo de ejemplares que fueron seleccionados entre los mejores del hábitat natural”, recuerda.
Por el momento, tampoco está concretada la localización para este huerto semillero.