Historia Forestal

01
Mar
2018

Los montes en la Hispania del siglo I (a la luz de Plinio, Estrabón y Mela)

 arbol romano 31

 

El historiador Antonio García Bellido, hace casi medio siglo, espigó en los textos escritos de los autores romanos Plinio, Estrabón y Mela las citas que sobre Hispania existieran en sus libros. García Bellido publicó las referencias en dos libros, España y los españoles hace dos mil años según la Geografía de Estrabón, y La España del siglo I de nuestra era (según P. Mela y C. Plinio).

 

Si analizamos a los tres autores hay algunas diferencias a tener en cuenta. P. Mela había nacido en Hispania, Plinio vivió algún tiempo en la Bética y Estrabón nunca pisó Hispania. Quien más datos nos ofrece es Estrabón que dedicó entero el libro III de su Geografía a la Península Ibérica, aunque todos los datos que ofrece son indirectos ya que nunca estuvo aquí. Los datos de Mela están más contrastados, pero son muy escasos. Y Plinio que vivió en la Bética, ofrece datos que, aunque fueran indirectos, son muy valiosos pues los historiadores siempre le han reconocido una actitud bastante científica en el intento de contrastar los datos que ofrece.

arbol romano 1Otra cuestión a considerar es que los tres escriben de Hispania señalando aquello que desde el punto de vista de un romano es distinto a lo que habitualmente conocen en el entorno de la Península Itálica y el Mediterráneo Oriental. Las citas son más fiables cuando tratan de la Bética y del litoral mediterráneo, que es la zona romanizada y pacificada desde hacía tres siglos, y empiezan a serlo menos a medida que se refieren al interior o al Cantábrico. Con estas consideraciones previas nos podemos acercar a lo que conocemos de los montes españoles en el siglo I a través de las fuentes escritas contemporáneas.

La visión general de Hispania era la de un país con mucha superficie de monte, en donde hay bosques, monte bajo y muchas llanuras de suelo pobre (Estrabón. C-I-2), en la que la mitad meridional tiene una fertilidad de la que carece el resto.

El valle del río Betis asombraba a los romanos por sus grandes superficies cultivadas, junto a grandiosas arboledas y la variedad de sus cultivos (Estrabón C-II-3). En la Oróspeda, al noreste de la Bética, nombran una gran llanura fértil, cubierta de grandes bosques y muy buena para pastos. Hay una descripción de la Penibética como cubierta por densos bosques con árboles muy corpulentos (Estrabón C-IV-3 y C-IV.10).

Más allá, en la zona de Cartago Nova, detallan la gran importancia de los espartizales y los muchos usos que tenía el esparto, desde la confección de calzado y cestos, hasta las cuerdas para la marinería, siendo objeto de exportación. Debieron tener una gran extensión pues Plinio nos da la cifra de unas 550.000 Ha dedicadas a su cultivo en el denominado Spartarion (Estrabón C-IV-9 y Plinio XIX-27-30). Además nos ofrecen el dato de ser un “campo sin agua”.

Subiendo hacia las Galias se nos dice que el olivo, la vid y la higuera son muy frecuentes. Al llegar a los Pirineos que su nombre deriva de pyros, en griego fuego (Estrabón C-IV-16), justificando el nombre por un gran incendio que quemó todos sus bosques (Estrabón C-II-9). Además se nos informa de la existencia de una localización con espartos y juncos de baja calidad de nombre Ionkarion pedión, que es la actual población de La Junquera (Estrabón C-IV-10). También se indica que los Pirineos están poblados de grandes bosques de hoja perenne (Estrabón C-IV-10), posiblemente aludiendo a pinares y abetares.

Más al interior las citas se vuelven menos concisas. Se indica que la población vive en bosques (Estrabon C-IV-13), pero el dato hay que interpretarlo en el contexto de una sociedad urbana como la romana y lo que significa es que no hay asentamientos dignos de ser llamados ciudades.

Estrabón nos ofrece la noticia del clima suave, atlántico, templado y húmedo hacia el noroeste, desmintiendo los mitos del carácter inhóspito del clima del extremo de las tierras conocidas (Estrabón C-XVII-III-10). Afamados eran los densos bosques que había tras pasar los Pirineos y que estaban en las regiones cantábricas (Plinio IV-10).

Del interior como descripción de masas forestales citan la presencia de bosques extensos de sabinas (Plinio XVI-198).

Si nos atenemos a las descripciones de especies arbóreas las noticias que se nos dan son escasas, y merecen una matización que consiste en recordar que están escribiendo y destacando aquello que les llama la atención por resultar distinto a lo que era conocido en el mundo itálico o del Mediterráneo oriental. Pero aunque las noticias que se nos dan sean parcas, algunas son interesantes.

Ya hemos hablado de la descripción de sabinares en el interior y bosques de hoja perenne en los Pirineos, también en esta cordillera nos cita Plinio el boj como árbol abundante (Plinio XVI-71)

Como ya hemos explicado exponen aquello que hace singular a Hispania por lo que no están descritas las masas forestales de pinos, robles, encinares, etc., ya que figuraban en todo el área mediterránea. Hay citas indirectas; como que las bellotas era habitual usarlas como alimento habitual de los indígenas, haciendo con ellas pan (Plinio XVI-15). Por su parte Estrabon dice que son las bellotas y la carne de cabrón el alimento principal de los cántabros (Estrabon C-III-7) indicando que cocidas entre las cenizas de una fogata están tiernas y sabrosas. En este último caso, ya que la palabra usada para bellota y castaña era la misma tal vez esté aludiendo a las castañas, en cuyo caso, nos encontraríamos con una cita que probara la existencia prerromana del actual magosto berciano.

Se consideraba la madera de los juniperos, nombre que englobaba a las sabinas y tal vez al Tetraclinis articulata, como de características similares a los cedros (Plinio XVI-198) e imputrescibles citándose que grandes vigas de juníperos había aguantado siglos sin pudrirse (Plinio XVI-216).

Gran interés tenía la coscoja, pues sus agallas tintóreas proporcionaban el tinte reservado en exclusiva para el palidamentum de los generales romanos por lo que alcanzaba grandes precios (Plinio XVI-32).

Como curiosidad Plinio nos relata que los tejos eran más venenosos en Hispania.

Debió haber grandes bosques de acebuches que estaban siendo sustituidos por olivos. Plinio nos informa que cuando se fundó la ciudad de Roma aún no se había introducido en Hispania el olivo (Plinio XV-1). Hay citas que sugieren la presencia de bosques de acebuches en la Bética, en Portus Gaditanus, que es el actual El Puerto de Santa María (Mela III-4), Cádiz (Plinio IV-120) y en las islas del lago Ligustinus, es decir el estuario del río Betis (Plinio V-3).

Respecto a los pinares sabemos que las Pytiusas recibieron su nombre por estar cubiertas de pino (Pytos en griego), e indirectamente que debían ser muy abundantes en la Bética ya que una de las exportaciones principales de la provincia era la pez, materia muy valiosa, pues era imprescindible para calafatear los barcos, que se obtuvo exclusivamente de los pinos, en toda Europa hasta el siglo XIX.

Estrabon nos describe un árbol presente en Gadeira, la tierra de Cádiz, cuya descripción solo encajaría, acaso, con el drago, Dracaena drago, o una especie desaparecida del género Dracaena (Estrabon C-III-5)(*).

Plinio hace una curiosa cita sobre las islas Fortunatae (Las Canarias), islas que los romanos solo conocían de oídas, de las que dice que hay árboles con más de 45 metros de altura y que en ellas abundan las palmeras datileras y las piñas (Plinio VI-202)

De la fauna las noticias recogidas son aquellas que les resultaban específicas de la península y destacaban del modelo mediterráneo por ellos conocido. Así no debe extrañar que se nos informe de que se ven volar a las grullas hacia el sur (Estrabon I-2-28) o que las avutardas son muy numerosas (Estrabon IV-15)

Es citado un gran número de rumiantes y caballos salvajes en los montes y la abundancia de los castores en los ríos (Estrabon IV-15).

Pero en cuestión de fauna la especie que les suscita más interés es el conejo, considerada como plaga de los cultivos de la Bética (Estrabon II-6) y que el problema fue enorme cuando se introdujo en las Baleares, llegando a derribar sus galerías casas y árboles (Estrabon V-2), incluso exagerando un oppidum, es decir una aldea entera (Plinio VIII-104), sembrando el hambre en estas islas (Plinio VIII-217). Pero los hispanos habían encontrado la solución mediante la introducción del hurón desde África (Estrabon II-6) (Plinio VIII-217). Se destaca que Ebussus (Ibiza) es fértil en grano por no tener esta plaga. También en las Baleares se cita a la isla Ophiussa llamada así por su gran población de serpientes (Mela II-7) (Plinio III-76).

La Bética posee gran número de naves y de gran tamaño, lo que implica que en el entorno de las ciudades de Hispalis, Gades, Malaka, Sexi, o Abdera, ciudades con puertos y atarazanas, o bien llegando por el río Betis, pero siempre en la Bética tuvo que haber árboles de gran tamaño y, posiblemente de coníferas, pues la madera usada preferentemente en la antigüedad para la construcción naval era el “cedro”, llamando así no solo a los cedros actuales (Cedrus), sino, también, a las demás coníferas aptas para este uso.(Estrabon II-6).

Les llama la atención que hubo árboles de gran tamaño. De la Bética se recordaba que de un solo tronco salía madera suficiente para hacer un barco pequeño, mientras que en ese momento se requerían varios (Estrabon II-3). Y que aún existían en la zona Cantábrica pues los cántabros para navegar usan barcos hechos del vaciado de un solo tronco (Estrabon III-7).

Por último, por si alguno se preguntara dónde está la cita de la famosa ardilla de estrabon que iba de árbol en árbol desde Gibraltar a Los Pirineos, debemos exponer que en ninguna parte de los libros de Estrabon. La cita es espuria.

(*) En Gadeira hay un árbol cuyas ramas se curvan hacia el suelo, y sus hojas, a veces de un codo de largas y una anchura de cuatro dedos presentan la forma de una espada… Sobre el árbol de Gadeira presenta la circunstancia de que si se le corta una rama exuda leche, pero si es de la raíz exuda licor rojo.

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