Su objetivo es llevar a cabo una actuación de urgencia en el frente litoral del delta para reforzar el sistema playa-duna-saladar
El proyecto propone la reubicación de arenas desde zonas con continua sedimentación a zonas con déficit de sedimentos
Las actuaciones cuentan con un presupuesto cercano a los 4 millones de euros
El Ministerio para la Transición Ecológica y el Reto Demográfico, a través de la Dirección de Calidad y Evaluación Ambiental, ha aprobado la resolución que pone fin, con un pronunciamiento favorable, al procedimiento de evaluación ambiental simplificada del proyecto de reubicación de arenas en el Delta del Ebro.
Este proceso de evaluación ambiental ha tenido en cuenta las observaciones de la Dirección General de Políticas Ambientales y Medio Natural de la Generalitat y del Parc Natural del Delta de l´Ebre, que solicitaron analizar con más detalle los potenciales impactos del proyecto sobre elementos de la Red Natura 2000. Estas observaciones dieron lugar a una subsanación de la documentación inicial, que recibió el visto bueno de ambos organismos el pasado mes de enero.
De este modo, el objetivo de este proyecto es llevar a cabo una actuación de urgencia en puntos seleccionados del frente litoral del delta del Ebro, para reforzar el sistema playa-duna-saladar. Con ello, se pretende prevenir los impactos de los temporales marinos en algunos elementos clave de conservación del espacio de la Red Natura 2000 “Delta d l´Ebre”. Así, la iniciativa propone la reubicación de arenas desde zonas con continua sedimentación, que servirán de préstamo a zonas con déficit de sedimentos, que son las que se han visto más afectadas por los temporales marinos de los últimos años.
Estas actuaciones de extracción, transporte y aporte se realizarán mediante medios mecánicos terrestres. La solución adoptada se corresponde con la alternativa que permite controlar el retroceso de la línea de orilla en este tramo de costa y reducir los potenciales daños de la inundación de la plataforma del delta, producida especialmente en los temporales y agravada por la subida del nivel del mar. De esta manera, se evitará la pérdida de la condición de defensa costera, de hábitat y de zona de ocio de las playas del delta del Ebro.
Las actuaciones, que cuentan con un presupuesto cercano a los 4 millones de €, se ubican en diferentes sistemas arenosos costeros (playas, dunas y cordones litorales) de los municipios de Deltebre, Sant Jaume d’Enveja, y Sant Carles de la Ràpita, en la provincia de Tarragona. Debido a los condicionantes ambientales impuestos por el Parque Natural, las obras no podrán iniciarse hasta el mes de septiembre.
El Ministerio para la Transición Ecológica y el Reto Demográfico ha participado en la cita que conmemora el 30 aniversario de la mayor red de espacios protegidos del mundo
La directora de la Fundación Biodiversidad del MITECO, Elena Pita, ha destacado la labor de nuestro país para reforzar el papel de esta red y asegurar la supervivencia a largo plazo de especies y hábitats
España se sitúa entre los países que más contribuyen a la Red Natura 2000 con un 27% de su superficie terrestre – la quinta parte de la red europea- y un 8% de superficie marina
España reafirma el compromiso de consolidar la Red Natura 2000, la mayor red de espacios protegidos en el mundo, como principal herramienta de conservación de la biodiversidad en Europa, mejorando su gestión, impulsando actividades económicas sostenibles y compatibles con la conservación de sus valores ecológicos “y destacando sus múltiples beneficios ante el conjunto de la sociedad”.
Así lo ha manifestado la directora de la Fundación Biodiversidad del Ministerio para la Transición Ecológica y el Reto Demográfico (MITECO), Elena Pita, durante su participación como representante del ministerio en la conferencia 30 años de la Red Natura 2000, que se celebra en Estrasburgo este jueves y viernes, en el marco de la presidencia francesa del Consejo de la Unión Europea.
Este acto conmemorativo ha servido para ratificar el valor incalculable de la red de áreas protegidas más extensa y compleja del mundo, la Red Natura 2000, que con cerca de 27.000 espacios permite asegurar la supervivencia a largo plazo de las especies y hábitats más vulnerables de Europa, y contribuye a detener la pérdida de biodiversidad.
Durante su intervención, Pita ha destacado la labor de nuestro país en los últimos años para “salvaguardar, conservar y recuperar la biodiversidad, reforzando el importante papel de la Red Natura 2000”. Fruto de este trabajo, y gracias a su riqueza ecológica, España se sitúa como uno de los países que más contribuye a la Red Natura 2000 con un 27% de su superficie, lo que representa una quinta parte del total de la red terrestre europea. En el mar, es superior a los 84.300 km2, en torno al 8% de las aguas marítimas bajo soberanía o jurisdicción española.
Además, nuestro país alberga el 56% de las aves incluidas en la Directiva Aves y el 32% de los taxones incluidos en la Directiva Hábitat y están presentes en España el 56% de los tipos de hábitats de interés comunitario, entre los que se encuentran praderas de posidonia, estepas salinas, lagunas costeras y prados alpinos.
REDOBLAR ESFUERZOS
A pesar de los logros alcanzados en los últimos treinta años, la pérdida de biodiversidad es una de las mayores amenazas de los ecosistemas europeos. Ante este escenario, los países participantes en la conferencia han coincidido en la necesidad de redoblar esfuerzos para revertir esta situación.
Entre los principales retos, España se ha comprometido a seguir avanzando en la protección y gestión efectiva de al menos un 30% de nuestra superficie terrestre y marina para el año 2030, que contribuya a proteger la biodiversidad y a hacer frente a los efectos del cambio climático.
Para ello, el MITECO también está afianzando la base del conocimiento de las especies y hábitats con diversas actuaciones, como por ejemplo la elaboración de una Estrategia de Biodiversidad y Ciencia para alinear las prioridades de la investigación con las necesidades de gestión de la biodiversidad.
Entre los compromisos de nuestro país también se incluye la mejora de la gobernanza y la participación social en la Red Natura 2000, así como la capacitación. El Gobierno avanza en estas prioridades, a través de proyectos como el LIFE INTEMARES. En esta línea, España también va a fortalecer los mecanismos de financiación para responder a las necesidades de la Red Natura 2000 mediante la integración de fondos para la conservación de la biodiversidad marina.
También en el ámbito marino, este año se aprobará el Plan Director de la Red de Áreas Marinas Protegidas en España que, además de incluir los criterios comunes necesarios para la gestión coordinada y coherente de la red, sirve de punto de encuentro para gestores de estas áreas y la sociedad civil.
Con el fin de mejorar la gobernanza, el MITECO Demográfico, en colaboración con el Ministerio de Industria, Comercio y Turismo, ha impulsado un sistema de reconocimiento de sostenibilidad del turismo de naturaleza para promover el desarrollo y gestión sostenible de las actividades turísticas en estos espacios.
Restaurar los espacios degradados, con especial atención a los humedales y los hábitats marinos, es otra de las prioridades del Gobierno de España, tal y como se ha reflejado en los objetivos previstos en el Plan de Recuperación, Transformación y Resiliencia, ya que son actuaciones vitales para mejorar el estado de conservación de hábitats y especies que se encuentran en un estado de conservación desfavorable y para mitigar y favorecer la adaptación al cambio climático.
23ª reunión del Consejo de la Red de Parques Nacionales
28/12/2020
El informe emitido sobre el Anteproyecto de Ley de Declaración del Parque Nacional de Sierra de las Nieves es preceptivo para que sea enviado al Consejo de Ministros y supone un paso definitivo para su declaración
El de Sierra de las Nieves será el decimosexto parque nacional de España y el tercero en territorio andaluz tras un exhaustivo procedimiento de participación fijado en la Ley de Parques Nacionales
El Consejo de la Red ha informado también sobre la regulación de la altura de sobrevuelo en parques nacionales a través de un proyecto de Real Decreto que eleva, en su conjunto, las restricciones vigentes desde 2005
Cabañeros tendrá, 25 años después de su declaración como parque nacional, su propio Plan Rector de Uso y Gestión (PRUG) y se modificará el PRUG del Parque Nacional de Ordesa y Monte Perdido
28 de diciembre de 2020 - El Consejo de la Red de Parques Nacionales, presidido por la vicepresidenta y ministra para la Transición Ecológica y el Reto Demográfico, Teresa Ribera, ha emitido hoy sendos informes preceptivos sobre el Anteproyecto de Ley de Declaración del Parque Nacional de Sierra de las Nieves (Málaga) y sobre la regulación de la altura de sobrevuelo en toda la Red de Parques Nacionales. Además, ha informado sobre el Plan Rector de Uso y Gestión (PRUG) del Parque Nacional de Cabañeros y sobre la modificación del PRUG del Parque Nacional de Ordesa y Monte Perdido.
Teresa Ribera ha reconocido la labor de la Red de Parques Nacionales y su alineación con los objetivos de conservación y recuperación de ecosistemas de la Estrategia de la UE sobre Biodiversidad para 2030 y la Estrategia Nacional de Infraestructura Verde y de la Conectividad y Restauración Ecológicas. La vicepresidenta ha destacado además el carácter dinámico de la Red, reflejado en la próxima declaración de la Sierra de las Nieves como nuevo parque nacional.
DECIMOSEXTO PARQUE NACIONAL
El informe sobre el Anteproyecto de Ley de Declaración del Parque Nacional de Sierra de las Nieves supone un paso definitivo para la declaración de este parque malagueño como decimosexto Parque Nacional de España y tercero en territorio andaluz después de un exhaustivo procedimiento de participación establecido en la Ley de Parques Nacionales.
El informe emitido por el Consejo de la Red de Parques Nacionales es preceptivo para que el Anteproyecto de Ley de Declaración del Parque Nacional de Sierra de las Nieves sea elevado al Consejo de Ministros para su aprobación como Proyecto de Ley antes de ser remitido a las Cortes Generales.
El futuro Parque Nacional de Sierra de las Nieves se extiende por una superficie de 23.000 hectáreas comprendidas entre los municipios de Benahavís, El Burgo, Istán, Monda, Parauta, Ronda, Tolox y Yunquera (Málaga), que impulsaron la declaración de parque nacional y han colaborado con su protección a través de la declaración previa de parque natural y Reserva de la Biosfera.
La incorporación de este espacio natural permitirá la inclusión en la Red de Parques Nacionales de paisajes sobresalientes, de una gea y flora realmente singulares y de una valiosa representación de fauna.
"La incorporación de la Sierra de las Nieves a la Red de Parques Nacionales será una gran noticia, especialmente para las poblaciones del entorno que con tanta determinación y paciencia han insistido en que los parajes donde habitan adquieran el reconocimiento de la máxima categoría de conservación de un espacio natural protegido que permite la legislación española", ha señalado Ribera.
REGULACIÓN DE LA ALTURA DE SOBREVUELO EN PARQUES NACIONALES
La 23ª reunión del Consejo de la Red de Parques Nacionales, celebrada de forma telemática, ha emitido también el informe preceptivo sobre el proyecto de Real Decreto que regulará la altura de sobrevuelo en parques nacionales.
En concreto, el proyecto eleva, en su conjunto, las restricciones al sobrevuelo vigentes desde el año 2005 para evitar incrementar el número de millas voladas y las emisiones de gases de efecto invernadero (GEI).
El pasado 5 de diciembre de 2020 tuvo lugar la aplicación efectiva de la limitación de sobrevuelo en parques nacionales a menos de 3.000 metros de altura sobre la vertical del terreno, salvo autorización expresa o por causa de fuerza mayor.
En este sentido, el proyecto de Real Decreto mejora el límite de altura de sobrevuelo en parques nacionales con respecto a la regulación existente de 2005 para alcanzar la mayor aproximación a ese límite de 3.000 metros.
PRUG DE CABAÑEROS Y DE ORDESA Y MONTE PERDIDO
El Consejo de la Red de Parques Nacionales ha informado del Plan Rector de Uso y Gestión del Parque Nacional de Cabañeros y ha emitido su informe preceptivo con comentarios que serán tenidos en consideración para que la Comunidad Autónoma de Castilla-La Mancha apruebe finalmente el PRUG mediante decreto 25 años después de la declaración de Cabañeros como parque nacional.
A su vez, la reunión ha informado también sobre la modificación puntual del PRUG del Parque Nacional de Ordesa y Monte Perdido para su adaptación normativa al Real Decreto 1180/2018, de 21 de septiembre, por el que se desarrolla el Reglamento del aire, en lo referente al régimen de autorizaciones.
Asimismo, el Consejo de la Red ha informado favorablemente de las Memorias de la Red de Parques Nacionales de los años 2018 y 2019, elaboradas por el Organismo Autónomo de Parques Nacionales tras recibir la información de la administración gestora de cada parque. El documento final hace balance y síntesis de la acción conjunta de todos los implicados en la Red de Parques Nacionales.
El Consejo de la Red de Parques Nacionales fue creado en 1997 como el órgano de carácter consultivo de mayor rango en España en materia de parques nacionales. Se trata de un órgano previsto en la Ley de Parques Nacionales y adscrito al Ministerio para la Transición Ecológica y el Reto Demográfico. Cuenta con representación de las diferentes Administraciones Públicas, órganos, asociaciones y organizaciones cuyos fines están relacionados con el medio ambiente o están directamente afectados por la declaración de Parque Nacional.
Carles Castell aprovecha la estela de su último post sobre la moda de hacer pilas de piedras en los espacios naturales para entrar más a fondo en los impactos que genera nuestro ocio en el medio natural. Una problemática que se ha incrementado exponencialmente los últimos meses, después del desconfinamiento, ya que se ha producido un uso muy intenso de los espacios naturales, sobre todo los más cercanos a las áreas urbanas.
Pedriza del puerto de Sotllo, hábitat de la lagartija pallaresa Lucertola (especie protegida en peligro de extinción) con una frecuentación demasiado elevada.
Aprovechando el verano, el último artículo de esta sección (Tardes de Futbolín) trató de manera puntual y fresca la problemática de nuestros impactos negativos sobre el medio natural, describiendo y analizando la moda de apilar piedras y sus efectos sobre los hábitats costeros y de alta montaña. Por un cúmulo de circunstancias, el artículo tuvo bastante eco en las redes sociales y los medios de comunicación, y generó un debate interesante con posiciones contrastadas. Algunas personas opinaban que no era para tanto mientras que otras eran encarnizadas defensoras de tumbar las pilas que encontraban (siempre que no fueran un hito en un camino) y se mostraban satisfechas de contar con argumentos científicos que apoyaran su aversión a esta moda absurda.
En todo caso, más allá de este caso concreto, y si se quiere hasta cierto punto anecdótico, quizás vale la pena aprovechar la estela que se ha generado y entrar más a fondo en los impactos que genera nuestro ocio en el medio natural. En primer lugar, porque es una problemática que se ha incrementado exponencialmente los últimos meses, después del desconfinamiento, ya que se ha producido un uso muy intenso de los espacios naturales, sobre todo de los más cercanos a las áreas urbanas. Al mismo tiempo, se ha producido un cambio de patrón en las vacaciones de verano, con un aumento notable del turismo de proximidad, especialmente en las áreas de montaña.
Seguro que todo el mundo recuerda, por ejemplo, la cola de personas esperando para hacerse la foto en la cima de la Pica d’Estats. Los datos de afluencia de este verano (link a la noticia ) muestran cómo se han disparado las visitas a los espacios y parques naturales de Cataluña. Según datos de la Generalitat, espacios protegidos como Poblet, els Ports, el delta de l’Ebre, el Cadí-Moixeró, el Cap de Creus o las Capçaleres del Ter y del Freser habían doblado el número habitual de visitantes. En paralelo se ha producido un notable incremento de los comportamientos incívicos, como el baño en lagos y zonas muy sensibles, que pone en riesgo las poblaciones de anfibios, la circulación motorizada fuera de pistas o la pernoctación no permitida, que ha provocado, entre otros impactos, un estado de alarma por el elevado número de incidentes en relación con los incendios forestales. Asimismo, estos últimos días, con la llegada de la temporada de setas, se han producido aglomeraciones más intensas de las habituales, sobre todo en determinados espacios emblemáticos, con los consiguientes conflictos que generan los vehículos y la masificación en los bosques.
Un grupo de excursionistas tomando un baño, actividad no permitida, en un lago de alta montaña en el Parque Natural del Alt Pirineu Foto: PN Alt Pirineu
En segundo lugar, buena parte de las personas que realizan actividades en el medio natural no tienen ninguna conciencia de que esto pueda ocasionar un impacto negativo sobre el entorno. El reciente estudio sobre los visitantes del parque natural de Collserola, llevado a cabo por el Instituto Nacional de Educación Física de Cataluña, indica, a partir de las encuestas realizadas, que tan sólo un 16% en visitantes piensa que su actividad tiene un impacto sobre el medio natural. Es decir, ocho de cada diez personas no tienen ninguna conciencia de que las actividades que realizan puedan tener ningún efecto negativo sobre el entorno. Podemos pensar, con razón, que hay usos muy suaves y tranquilos, como pasear o correr, que no conllevan un impacto sensible. Sin embargo, el impacto se incrementa si el paseo o el deporte se realiza en bicicleta, o a caballo, por sus características físicas sobre el suelo. Por este motivo, el efecto cualquiera de estas actividades varía mucho en función de si se realizan sobre caminos o pistas preparadas a tal efecto (con poca pendiente, a menudo pavimentadas para reducir la erosión, diseñadas en lugares con hábitats y especies poco vulnerables, etc.) o bien por senderos o campo a través, especialmente en áreas de gran interés natural.
En todo caso, al igual que no existe el riesgo cero, tampoco existe el impacto cero. Puede que éste sea casi imperceptible, pero ahí está. Si se trata de un espacio remoto, con una presencia esporádica de visitantes, el impacto puede no tener más importancia. El problema aparece cuando nos encontramos en espacios naturales periurbanos con una muy alta presión para el ocio y el deporte. El mismo estudio que mencionábamos estima que el número anual de visitas al Parque Natural de Collserola es de cinco millones de personas! Esto es muchísimo, una de las afluencias más elevadas a un espacio protegido de Europa y del mundo. Por ello la suma de los impactos de cinco millones de visitas —ruido, erosión, molestias a la fauna, etc.—, por pequeño que sea, no es nada despreciable, sino todo lo contrario.
Además, constituye una presión añadida a la que ya soportan los espacios periurbanos por su proximidad a las grandes ciudades, como la fragmentación, el aislamiento, las transformaciones urbanísticas o la contaminación. Y todo esto sin entrar en la problemática de los comportamientos incompatibles con la conservación, prohibidos en las normativas de los espacios protegidos, como la circulación en vehículo a motor por caminos no permitidos, tirar basura, llevar animales de compañía sin atar, liberar especies exóticas o tantas otras que conllevan daños a los hábitats y las especies más vulnerables, así como problemas en el desarrollo de las actividades agrarias. Unos comportamientos que, desgraciadamente, son todavía bastante habituales.
Ante el conflicto, como suele suceder, se alzan voces con posiciones diametralmente opuestas, desde las que piden la reducción drástica, e incluso la prohibición de las actividades de ocio y deporte en determinados espacios, hasta las que, en nombre de la libertad personal, se oponen a cualquier tipo de regulación. Como siempre, la solución no suele estar en los extremos. La prohibición del uso público es una medida de protección máxima que ya existe en determinadas reservas naturales y espacios muy sensibles, por lo menos en algunas épocas del año (de nidificación, por ejemplo). Sin embargo, esta solución no resulta viable ni deseable como norma general. De hecho, sería justamente al revés: cada vez se tienen más evidencias científicas de los beneficios que conlleva el contacto con la naturaleza para la salud y el bienestar de las personas. El hecho de que más de la mitad de la población viva en áreas urbanas (una proporción que se prevé se incremente hasta el 70% en pocos años) conlleva unos hábitos poco saludables, como el sedentarismo, la exposición a un entorno nocivo (ruido, contaminación) y una desconexión de la naturaleza. Numerosos estudios médicos demuestran como un paseo diario de media hora en un entorno natural mejora el estado general de salud física y mental, y reduce notablemente el riesgo de sufrir enfermedades cardiovasculares, diabetes, fracturas, depresión, demencias e incluso determinados tipos de cánceres.
En este contexto, las personas que, por dificultades diversas o estilo de vida, tienen un menor contacto con la naturaleza son las que más se beneficiarían de los efectos positivos de visitar los espacios naturales. Por lo tanto, lejos de restringir de forma generalizada el acceso de las personas al medio natural, hay que garantizar este derecho que conlleva unos beneficios individuales y sociales a los que no queremos ni podemos renunciar. Esto significa trabajar con los colectivos que, por motivo de disfunción, enfermedad, movilidad o impedimentos sociales y económicos, ahora mismo no tiene una accesibilidad regular a la naturaleza, con el fin de revertir esta situación de exclusión.
Soy consciente de que puede parecer una contradicción proponer el impulso de las visitas a los espacios naturales por parte de personas que ahora no son usuarias, cuando estamos poniendo de manifiesto la presión que ya existe actualmente y los impactos negativos que genera para la conservación. Pienso que la clave es reducir los usos más intensos, agresivos e inapropiados en el medio natural y favorecer, por el contrario, las actividades más suaves que no generan casi impacto, como son las que hemos mencionado, dirigidas a mejorar la salud y el bienestar de las personas, y basadas en los paseos tranquilos y la conexión con la naturaleza. Estoy convencido de que si la ciudadanía hace suyos los espacios naturales en este contexto, resultará mucho más fácil ir erradicando progresivamente las actividades y comportamientos incompatibles con la conservación de la naturaleza y el desarrollo de los usos agrarios del territorio.
Camino adaptado en el Parque Natural de Agüestortes
En cualquier caso, lo que es evidente es que en la situación actual resultan necesarias y urgentes unas regulaciones equilibradas pero contundentes, de acuerdo con el riguroso conocimiento de cada lugar y su adecuada planificación y gestión. El concepto de capacidad de acogida de un espacio hace referencia al número de visitantes que puede recibir sin poner en riesgo los valores que se quieren conservar. La capacidad de acogida depende lógicamente de la fragilidad de cada espacio, en función de los elementos geológicos, los hábitats, las especies, el paisaje y las actividades agrarias que se desarrollan. Igualmente, dentro de un espacio existen áreas especialmente diseñadas y gestionadas para recibir un elevado número de personas y otros en que el objetivo debería ser que hubiera la mínima presencia humana para garantizar su conservación a largo plazo. Asimismo, hay que tener en cuenta que la capacidad de acogida tiene unos componentes más objetivos, tales como cuántas personas pueden pasar diariamente por un itinerario sin que la erosión que provocan sea excesiva, y otros más subjetivos, como el hecho de que la masificación de determinados lugares hace que la visita no sea agradable, aunque quizás el elevado número de personas no suponga un impacto negativo severo sobre el medio natural. No es lo mismo contemplar en soledad la majestuosidad de un paisaje desde un mirador habilitado a tal efecto, que hacerlo rodeado de multitud de personas. En este mismo sentido, buena parte de los conflictos ocasionados por los visitantes se producen entre colectivos que llevan a cabo usos distintos, y a veces incompatibles, del espacio. Varios estudios, como el que mencionábamos llevado a cabo en Collserola, ponen de manifiesto los conflictos que surgen entre senderistas y ciclistas, o entre corredores y cazadores, por poner sólo algunos ejemplos.
Por otra parte, en muchos espacios la capacidad de acogida viene determinada en primer lugar por aspectos estructurales y de gestión, como los accesos en vehículo privado o las plazas de aparcamiento, cuya superación provoca un importante problemática, como se está viendo estos días.
El concepto de capacidad de acogida de un espacio hace referencia al número de visitantes que puede recibir sin poner en riesgo los valores que se quieren conservar.
En resumen, nos encontramos ante un hecho innegable, como es que la elevada frecuentación de nuestros espacios naturales, especialmente de los más cercanos a las grandes ciudades, conlleva unos impactos negativos sobre los elementos del patrimonio natural que estamos obligados a conservar, ocasiona molestias a las personas que viven y desarrollan actividades agrarias, y provoca conflictos entre las diferentes tipologías de usuarios. Además, el actual contexto social y económico hace prever que el uso de estos espacios continuará creciendo y resultaría deseable que se extendiera a colectivos que están totalmente desconectados y que se beneficiarían notablemente del contacto en la naturaleza en términos de salud y bienestar. Parece, pues, que el conflicto irá a más, a no ser que el acceso y los usos a los espacios naturales se planifiquen y gestionen de manera adecuada. El reto está servido.
Sin querer caer en la prepotencia y la pedantería de pensar que una problemática tan compleja e intensa se puede resolver con cuatro comentarios de café, cuando hay tantas personas expertas trabajando desde hace muchos años, no quisiera terminar sin ofrecer algunas reflexiones, aunque sólo sea para no dejar el mal sabor de boca de pensar que no hay nada que hacer. De manera muy concisa, presentaré algunas líneas de trabajo, muchas de las cuales ya se están desarrollando, agrupadas en tres grandes bloques, correspondientes a diferentes escalas espaciales y plazos temporales.
A corto plazo y a pequeña escala
A corto plazo y a la escala de pequeño proyecto sobre el territorio, resulta evidente que hace falta un plan de choque para detener y revertir los progresos de degradación debido a los impactos más intensos, y restaurar las áreas más afectadas por la sobrefrecuentación de los espacios naturales. Las personas que trabajan para la conservación de estos espacios saben perfectamente cuáles son los lugares prioritarios de actuación, muchos de los cuales ya cuentan con un cierto grado de protección, con una normativa y unas acciones que a menudo van en las líneas indicadas. Pero a veces no se llegan a ejecutar con la celeridad y la intensidad necesarias, a menudo por la falta de los recursos necesarios. Estamos hablando de lugares con una elevada presión de visitantes donde es necesaria una gestión más intensa para evitar los impactos más negativos: aparcamientos, señalización, itinerarios preparados para absorber el grueso de visitantes, actividades específicas para determinados colectivos, programas de información y comunicación, campañas de vigilancia, sobre todo en los momentos de mayor afluencia, etc. Sabemos cómo hacerlo y hemos podido comprobar que, cuando se ha hecho bien, ha funcionado. Tenemos ejemplos muy exitosos. Habría que consolidarlo y extenderlo allí donde sea necesario.
Y en picos de máxima afluencia como la actual, el operativo que las administraciones gestoras de algunos parques naturales han puesto en marcha para cerrar los accesos en vehículo privado una vez se hayan llenado los aparcamientos existentes es una buena muestra de acciones de choque que se deben de tomar ante situaciones extraordinarias.
A medio plazo y a una escala mayor
En segundo lugar, a medio plazo y a una escala mayor, de comunidad, —de pequeño municipio o de barrio, en el caso de una ciudad—, habría que identificar, planificar y gestionar los espacios que soportan el ocio más intenso, con una implicación intensa de las personas que viven en ella. Se debe decidir conjuntamente, con la participación del sector público, privado, tercer sector ambiental y social, técnicos y científicos, la mejor distribución de las actividades en cada espacio. Hay que desconcentrar y diversificar, de manera que no todo suceda en un mismo lugar. Un modelo de ocio totalmente concentrado no funcionará adecuadamente, ni desde el punto de vista de la conservación, ni del disfrute y bienestar de la ciudadanía. Como tampoco lo hará la dispersión absoluta producto de una falta de planificación.
Por tanto, habría que analizar, por un lado, los activos territoriales con los que se cuenta, en función de cada tipología de espacio y del papel que puede jugar —espacio verde (o azul) urbano, itinerarios saludables, espacios de juego, espacios agrarios, espacios naturales periurbanos, conectores ecológicos, espacios degradados por restaurar, etc.—. Por otro, se deben identificar los actores clave a esta escala: administraciones públicas, asociaciones de vecinos, entidades, empresas, escuelas, etc. Del cruce de los activos y los actores aparecerán a buen seguro propuestas ejecutables con relativa facilidad gracias a la implicación de la ciudadanía. Estos proyectos son ideales para programas de voluntariado, de concienciación y participación de las personas, para que se apoderen de estos espacios y garanticen la viabilidad de los programas a largo plazo. Tenemos numerosos ejemplos extrapolables a nuestra tierra, que tienen por objetivo reconectar las personas con la naturaleza, vincularlas a la conservación en sentido amplio, mejorando al mismo tiempo su salud y bienestar. Sólo a modo de ejemplo, el programa “Cinco caminos hacia el bienestar“, desarrollado por primera vez en Inglaterra o la “Campaña 3030″ para moverse rodeado de naturaleza, puesta en marcha en la región de Flandes.
A escala macroterritorial y a largo plazo
Por último, a una escala macroterritorial y con una perspectiva temporal a largo plazo, creo que habría que reenfocar determinadas políticas clave para alcanzar el necesario cambio de modelo. Lógicamente, hay muchas decisiones sectoriales con un notable impacto, por ejemplo en el ámbito de la salud pública. En esta materia tenemos ejemplos suficientemente desarrollados y exitosos, como el caso de Escocia, donde los espacios naturales son considerados parte activa del sistema nacional de salud pública, con un programa global conjunto de los departamentos responsables de salud y de patrimonio natural.
Pero aquí me centraré en otras dos líneas que considero muy relevantes. La primera es la planificación territorial. Del mismo modo que a escala de detalle hay que hacer un ejercicio de asignación de usos de ocio a las diversas piezas de espacios libres, la planificación global del territorio debería garantizar un reequilibrio que permitiera a la ciudadanía disponer de espacios naturales de proximidad sin tener que concentrar la presión sobre unos pocos lugares. Esto está directamente relacionado con los conceptos de servicios culturales de los ecosistemas (igual que podríamos aplicarlo a los servicios de aprovisionamiento y regulación, como la producción de alimentos de proximidad o la reducción de los riesgos ambientales) y de infraestructura verde. Es decir, que el conjunto del territorio, y no sólo determinados espacios con una determinada protección o vocación, se planifique teniendo en cuenta tanto su conservación como la salud y el bienestar de las personas. Un trabajo publicado recientemente, fruto de la colaboración entre el CREAF, el ICTA y la Diputación de Barcelona, presenta un proyecto pionero en la identificación, cartografía y evaluación de los servicios de los ecosistemas, y su aplicación a la planificación del territorio . En este mismo sentido, la Estrategia de Biodiversidad 2030 que ha aprobado recientemente la Comisión Europea apuesta decididamente por la infraestructura verde, poniendo la conservación, y sus beneficios para las personas, en el centro de las políticas comunitarias, así como la restauración los espacios degradados.
Conocer para querer, querer para proteger
La segunda línea está enfocada a la necesidad de reconectar las personas con la naturaleza, física, mental y emocionalmente. Y para amar, es necesario, ante todo, conocer. La desconexión ha provocado lo que se denomina analfabetismo natural, es decir, el desconocimiento del funcionamiento de los sistemas naturales y del comportamiento que debemos mostrar en estos lugares. Esto hace que, por ignorancia, nuestro impacto sea mucho más elevado de lo que debería de ser. Por ello, este alejamiento del entorno natural por parte de un elevado porcentaje de personas hace necesario un ambicioso programa en el ámbito de la educación. En todas sus etapas, tanto en las enseñanzas regladas como no regladas.
Resulta imprescindible incluir un mínimo conocimiento sobre nuestro entorno, sus valores, sus fragilidades, nuestra total dependencia de la naturaleza y la forma en que la estamos degradando. Transmitir conceptos como el de salud global, que nos muestra como la salud de las personas está totalmente vinculada a la salud de nuestros sistemas naturales y del conjunto del planeta. Hace falta una concienciación absoluta por parte de todo el mundo para encarar los retos que tenemos y que tendremos. La pandemia es sólo el aperitivo del plato fuerte que nos viene con el cambio climático, y otros componentes del cambio global, que ponen en muy serio riesgo nuestra forma de vida tal y como la conocemos. Pero también puede ser el punto de partida para afrontar los cambios radicales necesarios para frenar y revertir las problemáticas ambientales mientras aún estemos a tiempo.
Sería difícil de entender que, en la era de la información, nuestro sistema colapse por una falta de conocimiento. ¿Y qué mejor forma de empezar que a través de los espacios que tenemos más cerca? Estoy convencido de que la mejor manera de sensibilizar sobre los grandes problemas ambientales es a través del vínculo con los espacios que nos rodean, humildes y familiares, pero de los que depende en buena parte nuestra calidad de vida. ¿Nos ponemos a ello?