Actualidad y noticias

20
Ene
2021

roble q robur Galicia

La Consellería de Medio Rural acaba de resolver los siete primeros procedimientos de inscripción en el Registro de Masas Consolidadas de Frondosas Autóctonas, referidos a dos montes situados en la provincia de A Coruña y a otros cinco localizados en la de Pontevedra, que en total abarcan 257,59 hectáreas. Las especies predominantes en sus masas arbóreas son el roble (Quercus robur), el castaño (Castanea sativa) y el abedul (Betula celtiberica).

En cumplimiento del Decreto por lo que se crea y se regula el Registro de Masas Consolidadas de Frondosas Autóctonas, estas primeras masas registradas contarán, a partir de ahora, con una serie de beneficios. Así, tendrán prioridad en la concesión de ayudas públicas, en la realización de actuaciones de mejora y aprovechamiento continuadas para favorecer su gestión forestal activa, en la divulgación de sus valores y de las utilidades directas de estas masas de frondosas o mismo en el fomento del desarrollo de ventajas fiscales para sus titulares.

Cabe señalar que la Consellería de Medio Rural está tramitando actualmente otros 36 expedientes de inscripción en el Registro de Masas Consolidadas de Frondosas Autóctonas, que suponen en conjunto unas 3.000 hectáreas de terreno. De estos expedientes, 17 corresponden a la provincia de Lugo, ocho a la de Ourense, seis a la de Pontevedra y cinco a la provincia de A Coruña.

Territorios registrados

En concreto, en lo que alcanza a la provincia de A Coruña, quedan inscritas en el Registro de Masas Consolidadas de Frondosas Autóctonas las 66,69 hectáreas que ocupa el monte Raño, de titularidad de la Comunidad de Montes Vecinales en Man Común (CMVMC) de Verís, en el municipio de Irixoa, así como las 24,86 ha del monte Fraga da Areosa, de titularidad del Ayuntamiento de Mesía.

Ya en la provincia de Pontevedra, se inscriben las 42,92 hectáreas del monte Ventín, de titularidad de la CMVMC de Ventín, en Fornelos de Montes; las 40,96 ha del monte Agüeiros, de titularidad de la entidad local menor de Arcos da Condesa, en Caldas de Reis; las 38,10 ha del monte Casa das Minas y San Bernabé, de la CMVMC de Chamadoira, en Cerdedo-Cotobade; las 25,04 ha del monte Limeres, de titularidad de la CMVMC de Limeres, en Cerdedo-Cotobade y, por último, las 19,02 hectáreas del monte Faro Aveloso, de titularidad de la CMVMC de Meira, en Moaña.

Fuente: 

Xunta de Galicia

20
Ene
2021

 

La tormenta “Filomena” dejó entre las 12 horas del 8 de enero y las 18 horas del 9 de enero de 2021 un total de 50,8 mm de precipitación en forma de nieve en el observatorio del Parque del Retiro, de acuerdo con los datos de la Agencia Estatal de Meteorología, repartidos al 50% entre ambos días. Parce ser la nevada más copiosa que ha sufrido la ciudad de Madrid desde el año 1971, esto es, un periodo de recurrencia de 50 años.

Los daños, aún sin conocer los datos de una manera precisa, a partir de un inventario con unos niveles de confianza e intervalos de confianza conocidos, se están calificando como “catastróficos” por parte de medios de comunicación y algunos colectivos.

Dejando a un lado la cuestión del desconocimiento de los datos del arbolado afectado y la gradación de dicha afección de una manera estadísticamente fiable, pueden hacerse algunas reflexiones sobre esta calificación de “catastrófico”. Las nevadas en el ámbito mediterráneo, en el que obviamente se encuadra la ciudad de Madrid, no suelen ser de la magnitud de la de Filomena, y si en nevadas de menor cuantía los daños en las masas forestales suelen ser bastante aparatosos, puede imaginarse que con Filomena serán, esperablemente, aún más. Claro, que en las nevadas en el medio mediterráneo (y no hay que sino ir al Levante español para corroborarlo), los daños se producen, las más de las veces por tronchado de ramas, descopes parciales, descopes totales, rotura de fustes o desarraigo de árboles completos. Exactamente lo que parece que ha ocurrido en la ciudad de Madrid con Filomena. Seguramente, en Madrid, donde el microclima es el propio de una gran urbe con escasez de espacios verdes y abundancia de asfalto, las nevadas son siempre menores que las de sus alrededores, por lo que su arbolado, de carácter mediterráneo, aún está menos acostumbrado a tales meteoros. Por tanto, los daños producidos en el arbolado viario, de jardines y parques y de parques periurbanos de carácter forestal, serán los mayores de las últimas décadas, por supuesto.

Pero, sin trivializar ni minimizar estos daños, posiblemente cuantiosos, una catástrofe es algo diferente. Una catástrofe es un suceso desdichado en el que se produce gran destrucción y muchas desgracias con grave alteración del desarrollo normal de las cosas. Afortunadamente la destrucción parece que solo ha afectado, fundamentalmente, al arbolado, pero una buena parte, se insiste que por ahora solo de visu, sigue en pie con solo daños parciales en sus copas; la proporción aparente de arbolado derribado parece que no es muy elevada, por lo que no es un arbolado destruido por completo. En cuanto a las desgracias, la pérdida de arbolado lo es, pero en comparación con pérdidas de vidas humanas no tiene parangón. Una desgracia puede ser, incluso, el aplastamiento de vehículos por ramas tronchadas que hayan caído sobre ellos o por los árboles que hayan caído, y más si el seguro no lo cubre, pero tampoco tiene parangón con según qué otras desgracias realmente trágicas.

Pero, dejando al margen la calificación o no de catastrófica la situación que deja Filomena en la ciudad de Madrid, hay algunas enseñanzas que puede aportarnos y las oportunidades que abre esa situación.

En primer lugar, Filomena ha realizado una poda drástica, en efecto, en muchos ejemplares; no es la poda que técnicamente habría que haber realizado, pero sí ha realizado una poda que puede haber afectado, en una buena proporción, a ramas que no serían, precisamente, las más fuertes. O sea, a ramas que, potencialmente, podrían haber supuesto un riesgo para las personas o los bienes en otras situaciones, como por ejemplo, en un vendaval. Y lo mismo cabe decir de los árboles desarraigados o partidos en su fuste o rotas sus copas parcialmente. Filomena ha podido hacer un “favor” si es que ha puesto de manifiesto que el arbolado peor instalado, debilitado o con daños es el que se ha visto afectado.

Por otro lado, aunque muchos de los daños se concentran en arbolado de carácter mediterráneo, como los pinos piñoneros o encinas, de ramas patentes y copas amplias, no acostumbrados a las nevadas, también ha afectado a arbolado de hoja perenne, como los aligustres de Japón, plantados en muchas calles por su frondosidad para el verano y por su resistencia al ambiente hostil de una ciudad, con contaminación y daños mecánicos frecuentes. Y a arbolado situado en calles estrechas, con copas descompensadas por su crecimiento hacia el centro de la calle buscando la luz. O al situado en alcorques pequeños, constreñidos por las aceras y las calzadas, y con un crecimiento de sus raíces posiblemente también limitado por las infraestructuras subterráneas y, seguramente, con menor potencia de anclaje que cualesquiera otros situados en parques, jardines o parques periurbanos forestales.

La oportunidad está en estos casos, pues, en la elección de las especies de sustitución de los árboles derribados o muy dañados, por otras más idóneas para soportar no solo la contaminación y los daños mecánicos, sino también las estrecheces para su desarrollo en sitios angostos (aéreos y subterráneos), preferiblemente caducifolias (que proporcionan, al fin y al cabo, sombra en verano, pero permiten el paso del sol en invierno). Y continuar con el programa de mantenimiento (sanidad, podas, etc.) que se hace sobre el arbolado urbano por parte del Ayuntamiento.

Y en cuanto a los daños en estas especies mediterráneas poco acostumbradas a nevadas tan copiosas como Filomena en los parques periurbanos forestales (la Casa de Campo como ejemplo más evidente), la oportunidad es la de aprovechar los huecos que haya dejado el arbolado desarraigado o muy dañados para comenzar la regeneración de bosques que presentan cierto déficit de edades jóvenes y que, por lo tanto, no es el estado óptimo de conservación, deseable para cualquier ecosistema, en el que un cierto equilibrio en la distribución de clases de edad es deseable.

18
Ene
2021

 

La impresionante nevada que la borrasca Filomena produjo sobre Madrid y Castilla-La Mancha, fue impresionante porque se produjo en la mitad sur de España y en el Levante, pues nevadas así las hay usualmente en la Cordillera Cantábrica, Álava, Soria, etc., sin que se las pueda llamar catastróficas sino que en esos lugares las llaman las de todos los inviernos.

El peso de la nieve sobre los árboles quebró muchas ramas, sobre todo en árboles de hoja perenne de clima mediterráneo, cuyas copas se extienden sobe mucha superficie.

La madera de los troncos de los árboles sanos tiene una gran resistencia a los esfuerzos de compresión pudiendo aguantar cargas muy superiores al peso de su copa, por eso hay muchos edificios con estructura de pilares de madera.

Sin embargo la resistencia de la madera es mucho menor  frente a los esfuerzos de tracción, torsión y, sobre todo al esfuerzo cortante.

Durante casi todas las nevadas, como fue el caso de Filomena, no hay viento por lo que la nieve al depositarse sobre la copa hace solo esfuerzo de arriba hacia abajo. Si un árbol sano tiene una copa extendida en todas las direcciones con peso equilibrado, el esfuerzo sobre el tronco será de compresión y no romperá.

Para que el tronco rompa se necesitan esfuerzos de tracción, torsión y/o esfuerzo cortante. Estos esfuerzos sobre los troncos los producen los vientos y por eso son los vendavales el tipo de meteoro que derriba árboles.

Sin embargo el peso que la nieve deposita sobre las ramas es de tracción y torsión, haciendo palanca, y puede romper las ramas. La rotura de las ramas puede desgajarlas e incluso desgajar el tronco.

Hay dos casos en que el peso de la nieve puede ocasionar un esfuerzo de tracción y de corte, que rompa un tronco sin necesidad de viento: a) que la copa no sea uniforme sino que esté muy desarrollada en un sentido y muy escasa en otro; esto es muy corriente en el arbolado urbano, por ejemplo, los árboles que al estar cerca de las fachadas de los edificios han desarrollado copas muy grandes hacia la calzada y muy ralas hacia el edificio por falta de espacio; b) en árboles viejos en los que el tronco tenga pudriciones. En ambos casos  el esfuerzo de compresión por la nieve depositada sobre la copa puede transformarse en esfuerzos de tracción, torsión y cortante sobre el tronco que lleguen a partirlo.

Puesto que al caer sobre las ramas el peso de nieve que se depositaría es proporcional a la superficie que la copa tenga, afectará más una nevada a las especies de hoja perenne. No es de extrañar que los plátanos de las calles madrileñas (por lo menos los que he visto en el barrio en que vivo) al no tener hojas en estas fechas no han sufrido daños dado que no se ha podido depositar mucha nieve sobre las copas. También cuanto más tienda a la horizontalidad una copa más afectada se puede ver. Especies como las piceas o los cedros, que tienen copa piramidal, inclinada hacia abajo y sobre los que la nieve tiene dificultades para depositarse parecen haber pasado sin muchos apuros el temporal. Son las encinas y los pinos piñoneros árboles mediterráneos de hoja perenne con copas extendidas, grandes y que dejan una superficie considerable ligeramente cóncava, que no permite despejar la nieve que se depositara, las que más sufren porque son el tipo de copa sobre la que se puede acumular más volumen de nieve.

La información reproducida en los medios ha sido, en general, bastante alarmista e inadecuada. Dos afirmaciones vistas en los telediarios, que no voy a indicar en que televisiones han sido emitidas,  quiero destacar:

“Más de un millón de árboles derribados por la nieve”

Acompañada de imágenes de ramas podadas.

Es una afirmación alarmista que confunde la rotura de ramas con el derribo de un árbol. Si hubiese habido un millón de árboles derribados por la nieve muchos miles habrían cortado calles o caído sobre las fachadas de las casas y no han dado los medios ninguna noticia de calles cortadas por la caída de árboles o de casas afectadas porque un árbol haya caído sobre la fachada. Soy comprensivo con el trabajo periodístico y comprendo que el titular correcto que hubiera sido: “Más de un millón de árboles drásticamente podados por la nieve e incluso unos miles tronchados” no tiene el mismo gancho para abrir un telediario. O sea el viejo lema del amarillismo en prensa: “que no dejes que la realidad te estropee un titular”.

“Según los ecologistas el problema deriva de que en los parques y jardines madrileños deberían haberse usado especies autóctonas”

Me gustaría saber quién es el ecologista que ha podido hacer esta afirmación o si es una afirmación de la inventiva de un periodista

La realidad de los datos desmiente esta proposición. Está muy dañado el arbolado de la Casa de Campo, donde la nieve ha producido drásticas e inadecuadas podas, pero en la Casa de Campo el arbolado está compuesto por pino piñonero y encinas principalmente que son las especies que han sufrido más daños y que son especies autóctonas de Madrid, lo que era esperable pues sus copas con hoja perenne, extensas y extendidas en superficie cumplen todos los requisitos  para que se acumule la nieve sobre ellas. Sus copas no están adaptadas a las nevadas intensas.

En contraste los plátanos, sin hoja en estas fechas, no han acumulado nieve y no han sufrido graves daños; las piceas, cedros y cipreses, con sus copas piramidales son especies adaptadas a evacuar la nieve; y las palmeras, al carecer de ramas no han podido acumular mucha, al ceder las hojas y dejar que se deslice hasta el suelo. Pero plátanos, cedros, piceas, cipreses y palmeras no son especies autóctonas, pero las que más han sufrido el pino piñonero y la encina  sí que lo son.

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