En el contexto de incertidumbre generado por la pandemia COVID-19 en el que nos encontramos, el Comité Organizador del 8CFE considera que:
- El ritmo de desescalada de la pandemia y de vacunación de la sociedad no garantiza a día de hoy una situación segura en septiembre de 2021 en Lleida para la celebración del evento en toda su magnitud.
- El Congreso debe mantener un formato eminentemente presencial, ya que constituye el punto de encuentro del sector cada 4 años y por el impacto directo que genera su celebración en la ciudad y provincia. Esta consideración no implica que alguna o la totalidad de sus actividades puedan de forma complementaria seguirse en línea.
Por ello, el Comité Organizador ha decidido hacer efectivo un nuevo
APLAZAMIENTO DEL 8º CONGRESO FORESTAL ESPAÑOL, esta vez a junio de 2022.
De forma complementaria se celebrará el 21 y 22 de septiembre de 2021 una
Jornada preparatoria del Congreso, con participación en línea para los asistentes. Esta jornada servirá de presentación del Congreso, y también incluirá contenidos y actividades técnicas en su programa. Próximamente se publicará más información sobre esta actividad.
Este año, el lema del Día Mundial de la Vida Silvestre, celebrado cada 3 de marzo, es “Los bosques y los medios de vida: sustentar a las personas y preservar el planeta”. Los bosques cumplen efectivamente un conjunto de funciones naturales básicas, fundamentales y difíciles o imposibles de sustituir. Como dijo una vez Antonio Gaudí, “todo sale del gran libro de la naturaleza”.
Los biólogos sabemos muy bien que las especies vegetales silvestres renuevan permanentemente la fertilidad edáfica, evitan la pérdida y erosión del suelo mediante el crecimiento de sus raíces en el subsuelo. Acumulan y reciclan los nutrientes esenciales para la vida. Purifican el aire a través de la fotosíntesis y recargan los acuíferos.
Además, junto con el fitoplancton marino, los bosques son los verdaderos sumideros de CO₂, ayudando a paliar los efectos del cambio climático. Reducen las temperaturas extremas y los efectos de la sequía, en un mundo cambiante.
Si analizamos seriamente estos argumentos, comprenderemos que no habría que buscar razones adicionales para promover su conservación y restauración.
Los pinares canarios
Obviamente, en las islas hay también vida silvestre. En Canarias, además, es única y singular, diferente a la del continente. Compone una mezcla de enorme interés y extraordinario valor precisamente por su rareza.
La mayoría de los bosques silvestres de Canarias se caracterizan por ser endémicos, exclusivos, distribuidos de manera natural solamente en el archipiélago canario. Destacan los pinares canarios (Pinus canariensis), que suponen el 60 % de la masa forestal de las islas.
La vertiente norte de las islas más montañosas está expuesta a vientos húmedos (alisios) que generan un manto de nubes más o menos permanente entre los 500 y 1 500 metros, favoreciendo una aportación hídrica adicional y fundamental para la vida en las islas. En este espacio se desarrolla la laurisilva o selva de laureles, que en las islas se conoce como “monteverde” y que compartimos con Madeira y Azores.
No desmerecen en absoluto los valores y el sustento que otorga el tercero de los bosques canarios: los palmerales, una formación arbustiva (considerando que la palmera es un arbusto gigante) que crece en todas las islas, especialmente en La Gomera y Gran Canaria.
Estos bosques son también endémicos y exclusivos. Formados por la palmera canaria (Phoenix canariensis), son los únicos palmerales silvestres de toda la Unión Europea junto con los de Creta (Phoenix theophrasti).
Los beneficios que generan estas formaciones van más allá de los valores paisajístico y ecológico. Son un elemento cultural y un fundamento económico, ya que se extrae y comercializa la savia de la palmera canaria: el guarapo.
Los ecosistemas canarios, amenazados
Los ecosistemas isleños son más vulnerables que los continentales. Su reducida superficie y la enorme presión demográfica (y turística) los hace estar más expuestos a las amenazas que se ciernen sobre ellos.
Desafortunadamente, las especies asilvestradas, es decir, las especies exóticas, ajenas al ecosistema, están generando la ruptura del equilibrio natural de los bosques silvestres de Canarias.
Hoy día, podemos indicar que la mayor AMENAZA (con mayúsculas) sobre estos bosques son los herbívoros introducidos, un regimiento de genuinos tractores de cuatro patas: cabras, ovejas, arruís y muflones.
Sin control alguno, sin propietarios y con poblaciones estables (asilvestrados), estos animales suponen auténticos terminators en los espacios naturales protegidos de las islas. A estos se une el conejo, un elemento silencioso que ataca donde más duele, en las fases juveniles, impidiendo la regeneración de la flora.
Ejemplo de los daños generados por los herbívoros asilvestrados en el Parque Nacional de Garajonay. Ángel Fernández, Author provided
Estos animales producen efectos erosivos importantes en el terreno y amenazan la vida de las personas con el desprendimiento de suelos y rocas que generan. Para más inri, las especies vegetales autóctonas de las islas son más palatables y, por tanto, sus favoritas.
La difícil e inaccesible orografía de las islas impide conocer el número exacto de estos ejemplares asilvestrados, pero los cálculos los sitúan entre un centenar en Lanzarote (en Famara) y más de 3 000 en La Gomera, extendidos por prácticamente todos los espacios naturales protegidos.
Número estimado de ejemplares de herbívoros por isla según consulta a expertos. Sin datos en El Hierro. En recuadro de cada isla: número de espacios naturales protegidos de la Red Natura 2000 afectados por los herbívoros. Gobierno de Canarias / Informe de J.C. Rando / Universidad de La Laguna / Elaboración propia, Author provided
La conservación y restauración de la vida silvestre de nuestros ecosistemas debe ejecutarse desde las administraciones públicas. Más que nunca deben establecerse soluciones y formas de proceder contundentes, basadas siempre y escrupulosamente en el conocimiento científico y en la investigación, y retroalimentarse con una intensa formación y educación ambiental y rural que hemos perdido.
Los bosques canarios requieren actuaciones precisas y valientes para ser preservados. Todas pasan inexorablemente por la eliminación y erradicación completa e inmediata de esa guerrilla de herbívoros asilvestrada. De lo contrario, la próxima vez no habrá razones para celebrar en Canarias el Día Mundial de la Vida Silvestre.
La palabra bosque nos trae a la cabeza diferentes conceptos, diferentes imágenes en función de cuál sea nuestra experiencia personal con este elemento natural.
Para el urbanita medio, un bosque siempre evoca imágenes de grandes árboles, normalmente de hoja ancha y caduca, en cuyo bucólico interior hay setas de bonitos colores, grandes y llamativas flores.
Los habitantes de las ciudades tienden a identificar estas masas con un aspecto general siempre verde, frondoso, al que el otoño añade elementos que aumentan su belleza, con una diversidad de colores –del rojo al amarillo, pasando por todo tipo de pardos– asociada a la caída de la hoja. Estas potentes imágenes visuales aumentan la sensación de que los bosques son un potente imán al que no solo nos gustaría acudir algún día del fin de semana, sino continuamente.
Sin embargo, los habitantes del medio rural, que extraen de los bosques los recursos que necesitan para vivir, ven en ellos un medio duro, frío en unas épocas, muy caluroso en otras. Es el lugar donde pueden acarrear leñas para calentarse o para cocinar; maderas para construir sus viviendas o los habitáculos para su ganado, delimitar los prados para este ganado, o elaborar toneles u otras herramientas necesarias para su quehacer diario.
Estas personas perciben el bosque como un lugar donde poder recoger castañas, nueces, bellotas, setas u otros productos, bien para consumo propio, para venta a terceros, o para alimento y cama de su ganado. Ven animales que pueden ser amenazas para ellos o su familia o piezas fundamentales para su supervivencia.
Los bosques en el entorno rural mediterráneo
Las personas que viven en el medio rural español, además, introducen unos muy particulares, pero muy diferentes, matices. En el mundo mediterráneo, los árboles mayoritariamente no son de hoja ancha ni caduca –al menos anualmente–. Los árboles, perfectamente adaptados a los rigores del entorno, no suelen presentar portes muy grandes, ni ser muy derechos.
Las setas en realidad no suelen ser muy llamativas. Las plantas tienen un período de floración muy breve. Y lo que es más perentorio de todo, la mayoría de estas plantas están verdes unas semanas en primavera y otras pocas en otoño. La intensa sequía del verano y los fríos del invierno imponen dos parones en la actividad vegetativa que ralentiza los procesos y mantiene apagado el fulgor de los bosques mediterráneos.
La población rural en España siente el ámbito forestal, aún en estas circunstancias, como una oportunidad para trabajar y obtener ingresos. Variables que todo el mundo entiende como imprescindibles para subsistir.
El conocimiento que tiene del territorio y de los usos culturales del mismo, la convierten en un valioso capital humano para aprovechar los recursos de manera local y sostenible, y por tanto en los principales valedores del territorio.
Las personas que tienen una segunda residencia en un bosque o en sus inmediaciones lo entienden como un elemento paisajístico que forma parte de su personal relación con la naturaleza de una manera muy intensa. Una vez instalados, se convierten en robustos defensores del entorno, muy concernidos porque no se lleven a cabo nuevas tropelías y que se mantenga ese statu quo que han elegido para formar parte de su particular historia. Cuando llega el verano, sienten la continua amenaza de los grandes incendios que tan complicados son de detener a tiempo.
Distintas percepciones
Por lo tanto, si preguntamos a una persona que regenta la alcaldía de un pueblo, a un profesional vinculado a la extracción de madera de la zona, a un ganadero o ganadera, a un agente turístico, a un propietario o propietaria de una finca de caza, o a un habitante de la ciudad aficionado al senderismo sus visiones de lo que es un bosque pueden ser radicalmente diferentes.
Todos ellos forman parte de la misma sociedad que, en el año 2021, desea que los estándares de calidad de vida en el medio rural sean los mismos que los de los habitantes de las ciudades. Según proyecciones de Naciones Unidas, en 2050 el 68 % de la población mundial acabará por concentrarse en las urbes, si no hay políticas que reviertan la tendencia.
Además, en esta sociedad del siglo XXI están apareciendo nuevas áreas de interés asociadas a los bosques como son formas distintas del uso recreativo, la preservación y conservación de la biodiversidad y la capacidad de actuar como sumideros de carbono. Aspectos emergentes que han aparecido y se van a quedar integrados de manera indefectible ya para siempre en la gestión de estos espacios.
Diferentes miradas, un mismo bosque
A pesar de tan distintas concepciones, el bosque –entendido en sentido amplio como sitio poblado de árboles, arbustos, matas y herbáceas–, o el monte –siguiendo la terminología latina que dividía el territorio en urbs, ager y mons– es uno solo.
Como ocurre desde el inicio de las culturas que han poblado el planeta, el bosque sigue siendo una reserva de alimentos, de fibras, materiales constructivos y energéticos, que las distintas sociedades han ido extrayendo con mejor o peor fortuna, según les han ido haciendo falta unos u otros recursos naturales. Hasta el punto de que, históricamente, la superficie ocupada por los bosques ha ido cediendo su territorio en favor de la superficie agrícola, tal y como hoy sigue ocurriendo en determinados lugares del planeta.
Según datos de la Evaluación de los recursos forestales mundiales 2020 realizada por la FAO , los bosques cubren un tercio de la superficie terrestre, lo que equivale a 4 060 millones de hectáreas. El orden de magnitud de esta cifra debería bastar para darnos cuenta de la importancia que tienen los bosques como moduladores del ciclo hidrológico, como retenedores de suelo frente a la erosión, o como hábitats para la biodiversidad.
Las masas forestales contienen 60 000 especies de árboles diferentes, albergan el 80 % de las especies de anfibios, el 75 % de las especies de aves y el 68 % de las especies de mamíferos de la Tierra. Constituyen pues uno de los elementos más importantes de la biosfera y el principal reservorio de biodiversidad de este planeta.
Pero los bosques también resultan fundamentales desde un punto de vista socio-económico. Cerca de 1 600 millones de personas – más del 25 % de la población mundial– dependen directamente de los recursos forestales para subsistir. Obtienen de los bosques alimento, materias primas e ingresos económicos. Por ejemplo, uno de cada tres hogares del mundo depende de la leña como combustible para cocinar y unos 764 millones de personas utilizan combustible de leña para hervir el agua y depurarla.
Cambios en los bosques causados por el hombre
El principal riesgo al que se enfrentan los bosques a nivel mundial es la deforestación. Si bien es verdad que determinadas regiones tropicales sufren altas tasas de deforestación (principalmente por la conversión de sus áreas en terrenos agrícolas), en regiones templadas, y debido al abandono del medio rural, se está produciendo un aumento de la superficie forestal, por lo que en global la tasa de deforestación se está reduciendo.
En España, la superficie forestal (es decir, lo que estrictamente no es agrícola ni urbano) ocupa 26,28 millones de hectáreas, lo que supone el 52 % del territorio nacional. Su superficie arbolada aumenta con una tasa anual de 2,19 %. Después de Suecia y Finlandia, España es el tercer país de Europa con mayor superficie forestal arbolada (en torno a 18 millones de hectáreas).
El resto de la superficie española, aunque desarbolada, presenta formaciones vegetales (matorrales, herbáceas, etc.) de importancia por su biodiversidad, por su biomasa o por la labor de fijación de carbono que realizan.
Según el avance del Informe de la situación de los bosques y el sector forestal en España(ISFE 2017), en nuestro país apenas existen bosques primarios (no intervenidos) debido a actividad humana sobre el territorio durante siglos.
En cuanto a las especies que nos encontramos, el 55,5 % de la superficie forestal arbolada está ocupada por especies de frondosas, el 37 % por especies de coníferas y el 7,5 % restante está ocupado por masas mixtas.
Los bosques y otras formaciones vegetales en España constituyen un importante hábitat para la biodiversidad, ocupando el 68 % de la superficie terrestre protegida y albergando 615 especies silvestres bajo el régimen de protección especial (40,2 % de ellas son aves y 27,6 % son especies de flora).
Aprovechamiento forestal y económico
En los bosques españoles crecen anualmente 45 millones de metros cúbicos de madera; cifra tres veces superior a la cuantía que es aprovechada (15 M m³/año). Estos datos se contraponen con las necesidades de importación que tiene España en prácticamente todos los productos forestales de origen maderable (carbón vegetal, astillas, madera aserrada, residuos de madera, pasta de papel, etc.).
Desde el punto de visto económico, el aprovechamiento maderero de los bosques supone un ingreso cercano a los 840 M€/año, y con gran potencialidad de expansión.
Además, aparte de la madera, los bosques españoles son proveedores de otros productos de gran valor económico, como el corcho, la resina, piñones y castaña, o los hongos, que llegan a suponer ingresos en torno a 500 M€/año. Por último, los bosques son generadores de otros servicios, como el recreo, paisaje, la fijación de suelos y la protección de cabeceras de cuenca.