Actualidad y noticias

16
Sep
2018


Estimado compañero:


He leído tu contestación a mi artículo publicado en febrero en este blog, referente a la práctica de abandonar los árboles muertos en el monte titulado Una práctica indeseable que está poniéndose de moda. A raíz de tu réplica he releído el artículo por si hubiera alguna cosa que tuviera que rectificar.
No es así y me ratifico en todo lo escrito. Sin embargo te agradezco que nos hayas escrito pues me da la oportunidad de hacer varias puntualizaciones y desarrollar las ideas expuestas en el artículo que, por ser demasiado extenso, omití para no fatigar al lector.
Como se puede leer al final de mi artículo no abogo porque no haya nada de madera muerta en el monte, sino porque no se deje cuando puede haber peligro de plagas o enfermedades.
No hablo de daños por insectos saproxílicos sino, y los cito con nombres y apellidos, de los escolítidos y demás insectos floéfagos. Si hay un vendaval que derribara miles de pinos mientras no esté seco el floema puede ser colonizado el árbol por insectos ipínidos e hilesínidos que, como bien sabes, en la siguiente generación buscarán y encontrarán para reproducirse árboles en pie. El proceso, si estamos en una situación de debilidad del arbolado por sequías u otras circunstancias, generará una plaga de perforadores matando árboles.
Citas a los hongos de pudrición como si no afectaran a los árboles vivos pero de sobra conocemos todos las setas de basidiomicetos en pinos, hayas o chopos, por ejemplo, pudrición que acabará matando al árbol. Es más muchos hongos, por ejemplo el cancro del castaño, Cryphonectria parasitica (Murr.), se comporta saprofiticamente en troncos, y ramas muertas de castaño donde esporula perfectamente siendo foco de infección para los castaños sanos. ¿Deberíamos dejar un castaño muerto por cancro en pie para solaz y desarrollo de organismos saproxílicos?, o para evitar la propagación de la enfermedad ¿deberíamos eliminarlo? Yo, por supuesto abogo por eliminarlo para reducir el inóculo de la enfermedad.
Afirmas no haber visto ningún insecto saproxílico haciendo daños y no me extraña. Estoy de acuerdo, ni lo verás, pues por definición de saproxílico, es decir el organismo saprófito que vive en la madera, en el caso, hipotético de atacar un árbol vivo, dejaría de ser considerado saprófito, es decir saproxílico.
Y es que saprófito es una denominación nuestra que hay que usar en su contexto pues incluso alguna especie hay que puede dependiendo del huésped saprófita o dañina. Por ejemplo Bursaphelenchus xylophilus (Steiner & Buhrer), el conocido en España como el nemátodo del pino, es una especie entre muchas del género Bursaphelenchus que vive en el interior de los pinos. Los españoles son saprófitos y el B. xylophilus tambien lo es para las especies de pinos del este de Norteamérica, pero se comporta como un parásito muy peligroso al ser enfermedad mortal y con un insecto vector para varias especies de pinos europeas.
Separas bosques de plantaciones forestales. También aquí deseo matizar que según el DRAE bosque es “sitio poblado de árboles y matas”, por lo que negar a los montes repoblados la categoría de bosques no creo que se sostenga.
Prefiero, y me parece más correcto, que pensemos y hablemos en clave de bosques que sean ecosistemas más jóvenes o más maduros. Y si hablo de jóvenes y maduros es porque la madurez de un ecosistema requiere mucho tiempo. Como sabes algunas de las repoblaciones forestales más antiguas de España como Sierra Espuña o la Dehesa del Moncayo son ahora, pasado más de un siglo desde su plantación, espacios naturales protegidos por sus valores ecológicos y diversidad biológica. ¿Deberíamos despreciarlos por haber surgido de repoblaciones forestales?
Comparar ecosistemas jóvenes, como pueden ser repoblaciones de pinares que apenas tienen cuarenta años y despreciarlos porque no tienen los valores ecológicos de un bosque natural centenario es poco riguroso.
Estoy de acuerdo en que es urgente aplicar la selvicultura en nuestros montes y reducir las densidades de la mayoría de las masas; ya en el artículo expongo que, derivado de los años secos y cálidos que estamos teniendo, nuestras masas forestales se encuentran muy debilitadas y susceptibles al desarrollo de plagas y enfermedades.
Cité al repecto los datos ofrecidos por la FAO. Por cierto, no es riguroso rechazar datos poque a uno no le guste la entidad que los publica. Los datos se aceptan si son buenos o se refutan si se demuestra que no son ciertos, pero rechazar datos forestales porque vengan de FAO me resulta chocante, pues para mí es la fuente más fiable. Desde luego que los datos sean ciertos es lo importante ya los publique FAO o El Faro Astorgano. Te recomiendo cordialmente que leas las publicaciones forestales de FAO, son muy rigurosas y estoy seguro que cambiarías de opinión.
Estoy de acuerdo contigo en que es gratis no hacer cortas de policía y dejar que los árboles muertos se queden en el bosque pero ¿es un argumento válido?
Veamos con un ejemplo, el B. Xylophilus infecta al pino y este no muere hasta pasados uno o dos años. Al cabo de ese tiempo el imago del vector, Monochamus galloprovincialis (Olivier), emerge para infectar mediante la mordedura de acículas a docenas, tal vez acercándose al centenar de pinos, los cuales morirán pasados dos años y repitiéndose el proceso en progresión geométrica. Pasado un siglo lo más probable es que el bosque de pinos habría desaparecido. Resultará difícil convencer a nadie de que lo mejor fue no hacer cortas de policía porque costaban dinero.
Te recomiendo que leas el artículo publicado en DISTRITO FORESTAL, el pasado 1 de julio con el título El apocalipsis forestal provocado por Dendroctonus ponderosae (publicado en Distrito Forestal, apartado Actualidad y Noticias el pasado día 1 de julio), porque ilustra bien las consecuencias que puede llegar a tener no retirar con cortas de policía a los árboles que se mueren en el bosque y dejarlos en pie.
El problema, que en el artículo al que contestas deseaba abordar, es que un árbol, antes de estar muerto, se murió. Y aquí está el quid de la cuestión; todo árbol muerto que se deja en el bosque, antes ha sido un árbol que se estaba muriendo por una enfermedad, una plaga o por causas naturales y lo habitual, la regla, en este último caso es que, en el tránsito de vivo a muerto, el árbol es nicho ecológico de organismos que terminan por matarlo y pueden propagarse por el bosque formando plagas mortíferas para otros árboles.
Las cortas de policía tiene como finalidad eliminar ese riesgo para la masa forestal, ¿es verdad que resulta gratis no hacerlas?
En el caso del oeste de Norteamérica si se hubiera hecho la eliminación sistemática de los árboles que morían por D. Ponderosae con cortas de policía, no se hubiese llegado a la catástrofe actual. Dar solución al actual estado de estos bosques y el coste de los daños que el arbolado muerto genera resulta inmensamente más caro que haber hecho sistematicamente las cortas de policía para evitarlo. Eso sí, tras el desarrollo de esta inmensa plaga, el oeste de Norteamérica goza de las mayores poblaciones de sapróxilicos del planeta, lo que seguro será de tu interés.
Si el conocimiento forestal moderno tiene estos resultados, desde luego estoy muy alejado de él. De todos modos estoy seguro de que estamos más de acuerdo de lo que la lectura de estos escritos pueda dar a pensar.
Cordialmente
José Miguel Sierra
Ex-jefe de la Sección de Sanidad Forestal de la Junta de Castilla y León

12
Sep
2018

La investigación, publicada en la revista Science of the total envinroment, ha sido hecha en colaboración del Museo de Ciencias Naturales, dependiente del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), con el Instituto Universitario de Gestión Forestal Sostenible (IUFOR) dependiente de la Universidad de Valladolid, con las Universidades Complutense y de Zaragoza.

resinerosoriano                                            Resinero en Soria. Foto de Sorianoticias.com

 

Destaca los valores sociales y de generación de trabajo en estas áreas rurales, junto a la disminución del riesgo de incendios que conlleva. La investigación concluye recomendando la asignación de fondos públicos para hacer viable esta actividad dadas las ventajas medioambientales y sociales que conlleva.

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