Ciencia y Técnica

11
Sep
2020

 

 A lo largo de los siglos los pintores recogieron en sus paisajes rasgos característicos del tiempo atmosférico para cada época y lugar. Esas nubes, vistas con ojos de meteorólogo nos revelan qué cambios ha habido desde que se pintaron algunos cuadros. José Miguel Viñas, físico del aire y comunicador científico, meteorólogo en Meteored, en el portal www.tiempo.com, y consultor de la Organización Meteorológica Mundial, nos presta sus ojos en esta conferencia. La conferencia se impartió dentro del marco del festival Passion for Knowledge 2019 (P4K) organizado por el Donostia International Physics Center (DIPC).

 

https://culturacientifica.com/2020/09/05/jose-miguel-vinas-naukas-p4k-2019-de-nubes-las-pinacotecas-estan-llenas/

 

 

 

José Miguel Viñas

Tomado del Cuaderno de Cultura científica

03
Sep
2020

 

Desde el Ártico a la Antártida, desde la superficie del mar al sedimento del fondo de los océanos, en todos los ambientes marinos que los científicos han explorado aparece el plástico. Y, por supuesto, también en el suelo y en las aguas dulces, incluso en la atmósfera. Persiste durante años, siglos, milenios afirman algunos expertos, mata animales y plantas, contamina el entorno y ensucia y satura cualquier hábitat. Comenzó a fabricarse en la década de los treinta del siglo pasado y en los cincuenta llegó la producción en masa.

Como ejemplo sirve la publicación de 2018 del grupo de Thomas Maes, del Centro para el Ambiente, Pesquerías y Ciencia de la Acuicultura de Lowestoft, en Inglaterra, sobre la presencia de plástico en el fondo del mar, en el entorno de Gran Bretaña e incluyendo el Mar del Norte. De 1992 a 2017, el 63% de los puntos de muestreo tienen, por lo menos, algún objeto o fragmento de plástico. Hay algunos plásticos, como pueden ser las bolsas de plástico, que han disminuido hasta en un 30% desde 2010. No tengo datos sobre si la pandemia COVID-19 ha cambiado estas cifras.

En 2015, la producción global de plásticos era de 380 millones de toneladas, muy lejos de los 2 millones de toneladas de 1950. El total del plástico producido entre 1950 y 2015 era de casi 8000 millones de toneladas, y la mitad, unos 4000 millones, se fabricaron entre 2002 y 2015, en solo 13 años. Solo China, en 2015, produjo el 28% del total. Para 2010 eran 275 millones de toneladas de plástico las que se vertían en 192 países y, de esa basura, entre 4.8 y 12.7 millones de toneladas terminaban en el mar. De estas cifras, Roland Geyer y su grupo, de la Universidad de California en Santa Barbara, afirman que, en 2017, 4900 millones han terminado en la basura, el 79%, y solo 600 millones, el 10%, se han reciclado.

Muchos de los plásticos vertidos miden menos de 5 milímetros y son llamados microplásticos. Esta fue la palabra del año 2018 para la Fundéu BBVA. Incluso se pueden degradar y fragmentar hasta nanoplásticos con un tamaño de 1 a 100 nanómetros (millonésima parte de un milímetro). Con modelos de ordenador se ha calculado que, en los océanos, hay entre 15 y 51 billones de nanopartículas de plástico. Incluso ahora se ha encontrado plástico en muestras de agua del Mar del Norte recogidas en los años sesenta. En conclusión, la contaminación con plásticos comenzó en el momento en que se empezó a fabricar y utilizar en masa.

La isla Henderson, en el sur del Pacífico Central, es parte del territorio británico de las islas Pitcairn. Mide 9.6 kilómetros de longitud por 5.1 kilómetros de anchura. En total son 37.3 kilómetros cuadrados de superficie. Está a 115 kilómetros al noroeste de la isla Pitcairn, la principal del grupo. La isla Henderson está deshabitada y se encuentra a unos 5000 kilómetros de grandes extensiones de tierra, con sus grandes poblaciones y gran desarrollo social e industrial.

No existen fuentes locales de contaminación y, por tanto, toda la basura de la isla Henderson viene del exterior. En 2015, Jennifer Lavers y Alexander Bond, de la Universidad de Tasmania y de la Real Sociedad para la Protección de las Aves, en Inglaterra, visitaron la isla, entre mayo y agosto, y cuantificaron la basura de plásticos de su costa.

Recogieron muestras tanto en las playas como en los fondos cercanos a ellas. En las playas encontraron de 20 a 670 fragmentos de plástico por metro cuadrado, y en los fondos, de 53 a 4500 fragmentos por metro cuadrado. El 65% son microplásticos. Calcularon, a partir de estos datos, que el número de fragmentos de plástico en la isla, visibles o enterrados, era de casi 38 millones, con un peso de más de 17 toneladas. Cada día llegan a la isla entre 17 y 268 nuevos fragmentos de plástico.

Los autores suponen que el plástico llega a la isla llevado por las corrientes oceánicas que provocan el Gran Giro de Plásticos del Pacífico Sur pues la isla se encuentra en la parte oriental de ese Giro. Como ejemplo sirve que la mayor parte de los restos relacionados con la pesca, sobre todo fragmentos de redes y boyas, vienen de empresas de China, Japón y Chile. Más al norte, en Hawai, se estima que 80000 toneladas de plásticos llegan cada año, y el 54% viene de Norteamérica y Asia.

El plástico está en los océanos, los científicos no saben cómo retirarlo y, mucho menos, los micro- y nanoplásticos. Se depositan en los sedimentos del fondo y, allí, cimentarán con otros materiales y, en el futuro, esa capa de sedimentos con plásticos será nuestro legado al futuro, el legado del Antropoceno.

Ya se han encontrado rocas sedimentarias entre cuyos componentes hay fragmentos de plástico. Lo han descrito Patricia Corcoran y su grupo, de la Universidad de Ontario Occidental en Canadá, con muestras recogidas en la Playa Kamilo, en las Islas Hawai. Son rocas con fragmentos de plástico y cementadas con arena de la playa. Los autores las llaman plastiaglomerados. También describen como, en algunos casos, las rocas con plástico se forman en el suelo, debajo de los abundantes fuegos de campamento y barbacoas que se hacen en la playa.

Solo para recordarlo, hay que mencionar que, en nuestras costas, el grupo de Nikole Arrieta, de la UPV/EHU de Leioa, ha encontrado rocas formadas con la cementación de escorias procedentes de vertidos, con gabarras, de los altos hornos. Otro signo de actividad humana para el futuro, de nuevo el legado del Antropoceno.

Un lugar donde ya se han integrado los plásticos es el hielo del Ártico. El grupo de Andrés Cózar, de la Universidad de Cádiz, ha detectado una fuerte corriente oceánica hacia el norte desde el Atlántico y por el este y el oeste de Groenlandia. Esta corriente lleva plásticos desde el Giro del Atlántico Norte hacia el Ártico. También está ocurriendo que, con el calentamiento global y la fusión de parte de los hielos del Ártico, se están liberando fragmentos de plástico que estaban en el hielo desde hace tiempo. El equipo de Rachel Obbard, del Colegio Darmouth, en Estados Unidos, ha encontrado grandes cantidades de plástico en el Ártico, algunos fabricados hace bastantes años, y, quizá, estaban congelados en el hielo.

Como decía, estas capas de sedimentos con plásticos son un marcador de la actividad humana, de la era geológica Antropoceno, reivindicada por un numeroso grupo de investigadores de todo el mundo en la revisión liderada por Jan Zalasiewicz, de la Universidad de Leicester, en Inglaterra. Entre los que participan en esta revisión está Alejandro Cearreta, de la UPV/EHU de Leioa. La Era Antropoceno se define como la época geológica en que la actividad humana tiene un impacto geológico sobre los ecosistemas y la geología del planeta.

En la revisión, describen como, desde el siglo pasado, los plásticos aparecen en todos los hábitats. Son muy evidentes en sedimentos terrestres y, más recientemente, en los depósitos sedimentarios marinos. La cantidad de plástico se ha doblado varias veces en las últimas décadas. Son los llamados tecnofósiles y son, por supuesto, marcadores del Antropoceno.

Y pueden llegar lejos como muestra el estudio de J.A. Gil Delgado y su grupo, de la Universidad de Valencia, en cuatro lagos de Castilla-La Mancha en las provincias de Cuenca, Ciudad Real y Toledo. Analizan las heces de tres especies de aves acuáticas: focha común (Fulica atra), ánade real o azulón (Anas platyrhynchos) y tarro blanco (Tadorna tadorna). Toman 89 muestras y el 48% tienen restos de plástico, y la mayoría de ese plástico procede del entorno cercano y es de uso en agricultura.

Es interesante destacar que, a pesar de la presencia de plástico en todos los hábitats, según Kinga Kik y sus colegas, de la Universidad de Lodz, en Polonia, y en una revisión publicada este año 2020, no hay estudios de los efectos de estos compuestos, en este caso del poliestireno, sobre el organismo humano.

Podemos volver a los océanos, a las profundidades de los océanos, allí donde el grupo de M.L. Taylor, de la Universidad de Oxford, ha encontrado microplásticos en el sistema digestivo de seis especies de cnidarios (medusas, …), equinodermos (erizos de mar, …) y artrópodos (langostas, …). Y son muestras tomadas por un robot a profundidades entre 300 y 1700 metros de profundidad en el Atlántico, el Mediterráneo, el Índico y el Pacífico.

Los plásticos son esenciales en nuestra sociedad pero, también, y ya lo hemos comentado varias veces, suponen un grave y enorme riesgo de contaminación, sobre todo en los ecosistemas marinos con enormes islas de plástico flotantes con tamaño continental. Sin embargo, esta alarma ambiental provocada por la acumulación de plásticos de difícil y larga degradación ha empujado a científicos e instituciones a buscar procesos y métodos que los degraden. Son difíciles de degradar en entornos naturales por su estructura complicada, gran tamaño de molécula y su naturaleza hidrofóbica. Evitan el agua que, por otra parte, es el medio en el que mejor se encuentran los seres vivos que los podrían degradar. Como escriben Harry Austin y sus colegas, de la Universidad de Portsmouth, en Inglaterra, ya se han encontrado bacterias que producen enzimas que metabolizan plásticos y los utilizan como fuente de alimento y energía.

Este grupo trabaja con la bacteria Ideonella sakaiensis, que es capaz de crecer en el plástico tereftalato de polietileno o PET, en sus siglas en inglés, que es muy utilizado en botellas, ropa, envases o alfombras. Esta bacteria sintetiza y libera al medio una enzima, la PETasa, que degrada el ftalato y lo separa en componentes más pequeños y, se supone, inocuos. La historia de esta bacteria, Ideonella, comenzó en el Japón, donde fue aislada por el grupo de S. Yoshida, de la Universidad Keio de Yokohama. La encontraron en un medio muy contaminado, con basura y botellas de plástico, de PET, medio sumergidas en agua. Y en una de esas botellas aislaron y caracterizaron a la Ideonella. También determinaron la enzima PETasa y otra enzima, la METasa, que actuaba sobre los productos de descomposición del ftalato y producía ácido tereftálico y etilenglicol, compuestos menos contaminantes que el ftalato original.

Pero antes del hallazgo de Yoshida, en 2010, ya se habían publicado algunos estudios de la degradación de plásticos por bacterias. Por ejemplo, Naima Atiq y sus colegas, de la Universidad de Islamabad, en Pakistán, encontraron cuatro cepas de bacterias que degradaban poliestireno, el plástico que se conoce como expandido y que se utiliza en envases por su excelente comportamiento en aislar el contenido de cambios de temperatura.

Atiq y su grupo colocaban poliestireno con muestras de suelo del jardín de su universidad. Encontraron bacterias que crecían sobre el plástico y lo degradaban y utilizaban como fuente de energía. Eran bacterias de los géneros MicrobacteriumPaenibacillusBacillus y Pseudomonas. Fue una investigación con escasa difusión, de un país de Asia y publicado en una revista africana y, por ello, hasta años más recientes no se ha conocido.

No solo bacterias, también se han encontrado hongos adheridos a la superficie de plásticos durante su degradación. El grupo de Urooj Zafar, de la Universidad de Manchester, los ha encontrado enterrando placas del plástico poliuretano en restos orgánicos durante el proceso de compostaje. Varias especies de hongos se asocian al poliuretano en el tiempo que se necesita para conseguir el compost. Las más numerosas son especies del género Aspergillus. Cuando termina el compostaje, las comunidades de hongo sobre el plástico no son las mismas que las que aparecen en el compost y, por ello, parece que se han seleccionado las que más eficazmente utilizan el plástico como alimento y energía.

Una de las especies del hongo Aspergillus, también aislada en Islamabad, en Pakistán, es el Aspergillus tubingensis, y el grupo de Sehroon Khan, de la Academia China de Ciencia de Kunming, ha demostrado que degrada poliuretano. Lo hace en dos meses en el laboratorio y, también, cuando el plástico es enterrado.

Además de bacterias y hongos, una tercera línea de investigación sobre organismo que degradan plásticos estudia las larvas de insectos. Así, S.S. Yang y sus colegas, de la Universidad de Stanford, trabajaron con larva del coleóptero Tenebrio molitor, conocida como el gusano de la harina. Se alimenta con poliestireno. En 12 a 15 horas ingiere el plástico, y a las 2-3 semanas ha utilizado el 65% de la cantidad que se le ha proporcionado. Si, a la vez, se le dan restos de vegetales, la degradación del plástico se dobla. Cuando se ha dejado que estas larvas alimentadas con poliestireno lleguen a adultos y se reproduzcan, la siguiente generación sigue alimentándose con plástico. Sin embargo, un reciente estudio del grupo de Konrad Matyja, de la Universidad de Wroclaw, en Polonia, muestra que las larvas de Tenebrio alimentadas con poliestireno rara vez completan su ciclo vital y no llegan a adultos. El alimento que se les proporciona con el plástico no es suficiente y necesitan un complemento nutricional de avena.

Los autores sugieren que la degradación del poliestireno no la hace directamente el gusano de la harina sino algún microorganismo que vive en su tubo digestivo. En otra publicación, este grupo ha identificado una de las bacterias del tubo digestivo que degrada el poliestireno. Pertenece al género Exiguobacterium.

En la misma línea, Paolo Bombelli y su equipo, de la Universidad de Cambridge, han trabajado con la polilla de la cera, larva del lepidóptero Galleria mellonella, que se alimenta de la cera de las colmenas. Colocan láminas de polietileno en contacto directo con las polillas y, en 40 minutos, aparecen orificios en el plástico. Son, de media, 2.2 orificios por larva y por hora. Si se ponen más de 100 polillas en contacto con una bolsa de polietileno, del tipo de las usadas para recoger y transportar la compra, en 12 horas disminuye su peso en 92 miligramos o, si se quiere, en unas 14 horas su peso cae un 13%.

De nuevo los autores sugieren que el proceso de desintegración del polietileno lo hace algún microorganismo del tubo digestivo de la polilla.

En 2017, Wilkes y Aristilde, de la Universidad Cornell de Ithaca, en Estados Unidos, publicaron una revisión sobre las bacterias de un solo género, Pseudomonas, con capacidad de degradar plásticos. Hay citadas 17 especies y cepas de este género que pueden degradar hasta nueve tipos de plástico con diferentes grados de eficacia.

Otra revisión reciente sobre microorganismos que degradan plástico, en concreto poliestireno, Ba Thanh Ho y sus colegas, de la Universidad Nong Lam de la Ciudad Ho Chi Minh, en Vietnam, enumeran 33 especies y variedades, y tres de ellas vienen del tubo digestivo de larvas de insectos. Los autores plantean que se debe investigar cómo aumentar la velocidad del proceso de degradación del poliestireno. Y, también, la conservación de las infraestructuras que llevan este plástico.

Para terminar con una revisión reciente, de este año 2020, Sunil Ghatge y su grupo, desde Gwangjin, en Corea, mencionan 31 especies de bacterias y nueve de hongos que biodegradan el polietileno.

Referencias:

Arrieta, N. et al. 2017. Characterization of ferruginous cements related with weathering of slag in a template anthropogenic beachrock. Science of the Total Environment 581-582: 49-65.

Atiq, N. et al. 2010. Isolation and identification of polystyrene biodegrading bacteria from soil. African Journal of Microbiology Research 4: 1537-1541.

Austin, H.P. et al. 2018. Characterization and engineering of a plastic-degrading aromatic polyesterase. Proceedings of the National Academy of Sciences USA doi: 10.1073/pnas.1718804115

Bombelli, P. et al. 2017. Polyethylene biodegradation by caterpillars of the wax moth Galleria mellonellaCurrent Biology 27: R292-R293.

Corcoran, P.L. et al. 2014. An anthropogenic marker horizon in the future rock record. GSA Today doi: 10.1130/GSAT-G198A.1

Cózar, A. et al. 2017. The Artic Ocean as a dead end for floating plastics in the North Atlantic branch of the Termohaline Circulation. Science Advances 3: e1600582

Cressey, D. 2016. The plastic ocean. Nature 536: 263-265.

Geyer, R. et al. 2017. Production, use, and fate of all plastics ever made. Science Advances 3: e1700782.

Ghatge, S. et al. 2020. Biodegradation of polyethylene: a bierf review. Applied Biological Chemistry 63: 27.

Gil-Delgado, J.A. et al. 2017. Presence of plastic particles in waterbirds faeces collected in Spanish lakes. Environmental Pollution 220: 732-736.

Ho, B.T. et al. 2018. An overview on biodegradation of polystyrene and modified polystyrene: the microbial approach. Critical Reviews in Biotechnology 38: 308-320.

Jambeck, J.R. et al. 2015. Plastic waste from land into the ocean. Science 347: 768-771.

Khan, S. et al. 2017. Biodegradation of polyester polyurethane by Aspergillus tubingiensisEnvironmental Pollution doi: 10.1016/j.envpol.2017.03.012

Kik, K. et al. 2020. Polystyrene nanoparticles: Sorces, occurrence in the environment, distribution in tissues, accumulation and toxicity to various organisms. Environmental Pollution 262: 114297.

Lavers, J.L. & A.L. Bond. 2017. Exceptional and rapid accumulation of anthropogenic debris in one of the world’s most remote and pristine islands. Proceedings of the National Academy of Sciences USA doi: 10.1073/pnas.1619818114

Maes, T. et al. 2018. Below the Surface: Twenty-five years of seafloor litter monitoring in coastal seas of Northwest Europe (1992-2017). Science of the Total Environment 630: 790-798.

Matyja, K. et al. 2020. Effects of polystyrene diet on Tenebrio molitor larval growth, development and survival: Dynamic Energy Budget (DEB) model analyses. Environmental Pollution 264: 114740.

Obbard, R.W. et al. 2014. Global warming releases microplastics legacy frozen in Artic Sea ice. Earth’s Future 2: 315-320.

Taylor, M.L. et al. 2016. Plastic microfibre ingestión by deep-sea organisms. Scientific Reports 6: 33997

Wilkes, R.A. & L. Aristilde. 2017. Degradation and metabolism of synthetic plastics and associated products by Pseudomonas sp.: capabilities and challenges. Journal of Applied Microbiology 123-582-593.

Yang, S.S. et al. 2018. Biodegradation of plystyrene wastes in yellow mealworms (larvae of Tenebrio molitor Linnaeus): Factors affecting biodegradation rates and the ability of polystyrene-fed larvae to complete their life cycle. Chemosphere 191: 979-989.

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Yoshida, S. et al. 2016. A bacterium that degrades and assimilates poly(ethylene terephthalate). Science 351: 1196-1199.

Zafar, U. et al. 2014. Biodegradation of polyester polymethane during commercial composting and analysis of associated fungal communities. Bioresource Technology 158: 374-377.

Zalasiewicz, J. et al. 2016. The geological cycle of plastics and their use as a stratigraphic indicator of the Anthropocene. Anthropocene 13: 4-17.

Sobre el autor: Eduardo Angulo es doctor en biología, profesor de biología celular de la UPV/EHU retirado y divulgador científico. Ha publicado varios libros y es autor de La biología estupenda.

Publicado en CUADERNO DE CULTURA CIENTÍFICA

02
Ago
2020

 

polvo ahara 1

 

Foto: Wolfgang Hasselmann / Unsplash

Hace unos años leí que la fertilidad del suelo en las innumerables islas del Pacífico se mantenía, entre otros factores, por la llegada de polvo desde las capas altas de la atmósfera y llevado por el viento desde las estepas y desiertos del Asia Central. El polvo llega a Corea, Japón, las islas del Pacífico y, atravesando el océano y en una semana, hasta Canadá y Estados Unidos. Lo leí en el libro, muy recomendable, “Colapso. Por qué unas sociedades perduran y otras desaparecen”, de Jared Diamond.

Poco después, conocí las lluvias de barro del Levante español o la calima de Canarias. Era el polvo del Sáhara, que veremos en detalle más adelante. Ahora, volvamos al Pacífico. No es fácil calcular la cantidad de polvo que el viento transporta desde las llanuras centrales de Asia. Según Taichi Tanaka y Masaru Chiba, del Instituto de Investigación Meteorológica de Tsukuba, en Japón, las cantidades de polvo se dan en teragramos, es decir 1012 gramos, o sea, 1000000000000 gramos, un 1 seguido de 12 ceros. O, más fácil de captar, 106 toneladas o un millón de toneladas. Esta es la unidad de medida. Pues bien, Tanaka y Chiba calculan que de las llanuras de Asia salen 214 teragramos de polvo por año o, si se quiere, 214 millones de toneladas. Es una cifra siempre en debate y muy cambiante cada año, según la intensidad y dirección del viento y otras condiciones del clima.

Este polvo mantiene la fertilidad de las islas del Pacífico, como escribía Jared Diamond, pero también aumenta la productividad del propio océano. Joo-Eun Yoon y sus colegas, de la Universidad Nacional de Incheon, en Corea, lo han estudiado, en el norte del Pacífico, analizando la concentración de clorofila en el agua, una medida indirecta del crecimiento de algas microscópicas o fitoplancton. Los episodios más fuertes de viento con polvo se dan en el mes de abril, con más de la mitad del total, según datos tomados entre 1998 y 2014. Como medida del polvo en suspensión en la atmósfera utilizan su transparencia o, según la terminología técnica, su capacidad de aerosol. Todos los datos se toman de satélites preparados para tomar esas medidas.

El análisis de los resultados demuestra que la concentración de clorofila y, por tanto, la productividad en algas del Pacífico norte, crece más del 70% en los episodios de viento del oeste y polvo en suspensión.

Una consecuencia inesperada de este aumento de productividad, y de clorofila en el océano, supone la utilización de dióxido de carbono en la fotosíntesis de las algas y, en consecuencia, en la toma de carbono de la atmósfera, con disminución de gases de efecto invernadero y mitigación del cambio climático.

Pero este aumento de productividad llega lejos, como decía antes, hasta Estados Unidos y Canadá, y mantiene la fertilidad del suelo también a millones de kilómetros. El equipo de S.M. Aciego, de la Universidad de Michigan en Ann Arbor, lo ha estudiado en las montañas de la Sierra Nevada, en California.

El nutriente más importante que llega con el polvo es el fósforo, con 1.5 miligramos por gramo de polvo y, recordad, antes hablamos de teragramos o, si se quiere, millones de toneladas. El fósforo que llega a Sierra Nevada repone el perdido por erosión y por arrastre en el agua de la lluvia. Supone el 10%-20% del fósforo que llega al suelo de los bosques.

 

polvo 2

 

Viento del Sahara sobre las Islas Canarias. Fuente: Earth Observatory /NASA

Volvamos a nuestro entorno más cercano, al Sáhara y su polvo. Supone, con los cálculos de Tanaka y Chiba, más del 58% del contenido en polvo de la atmósfera del planeta, con algo más de 1100 millones de toneladas al año, pero, como decía, son cifras siempre en debate y muy variables. Para acercar este polvo a nuestra geografía, repasemos la revisión de José Quereda y Jorge Olcina, de la Universidad de Alicante, sobre las lluvias de barro en la vertiente mediterránea de la Península. Siempre faltan algunos datos pues, hasta muy recientemente, las lluvias de barro eran un fenómeno que no se anotaba en los informes meteorológicos.

Son, como escriben los autores, las lluvias de barro, lluvias de tierra roja o, incluso, las lluvias de sangre de la Biblia y, no hay que olvidarlo, de los condenados de Charles Fort. Hacia el norte de la Península, y en Europa, son más raras que en el Mediterráneo, pero en absoluto desconocidas, como luego veremos.

La composición de las lluvias de barro del Levante lleva carbonatos de calcio y de magnesio. En el análisis de una lluvia de barro que cayó en Castellón en 1993, se encontró calcio, magnesio, sodio y potasio.

Como ocurría en los bosques de California, también en el Mediterráneo el polvo del Sáhara aporta nutrientes a los árboles. Por ejemplo, en el estudio que publicó Anna Ávila, de la Universitat Autònoma de Barcelona, en el macizo del Montseny, con datos desde 1983 a 1998, el polvo llevó nutrientes al suelo en el que crece el encinar. La composición del polvo prueba que proviene del Sáhara occidental y central y del Atlas de Marruecos. De los 58 episodios de lluvia de barro que están anotados en esos 15 años, el 60% del polvo llegó solo en dos, en 1985 y 1991.

El polvo aporta al encinar el 100% del fósforo, el 27% del potasio, el 45% del calcio y el 84% del magnesio que necesita como nutrientes.

No solo a las montañas, sino también a los lagos de altura como, por ejemplo y según el estudio de Anna Hervàs y su grupo, llega el polvo del Sáhara. Lo han demostrado en tres lagos de altura de los Pirineos centrales con la llegada de bacterias que, con muestreos paralelos, han encontrado que también se encuentran en las arenas del Sáhara en Mauritania. Algunas de ellas incluso son potencialmente patógenas. Y, por supuesto, también llegan nutrientes a las aguas de los lagos.

También el polvo del Sáhara llega a las islas del Mediterráneo. El grupo de Ll. Feol, de la Universitat de les Illes Balears, lo ha estudiado en las lluvias de barro en Mallorca. Fueron 253 episodios en los 22 años que van de 1982 a 2003, con gran variabilidad del número de lluvias, como es habitual, y que van de las 29 del año 1999 a solo una en 1981.

Los datos de las cantidades que se depositan sugieren a los autores que suponen un proceso sedimentario importante en las islas. Se depositan, de media, 14 gramos de polvo por metro cuadrado de suelo, pero hay picos de hasta 35 gramos por metro cuadrado. Quizá impresiona más si se traduce a 140 y 350 kilogramos de polvo por hectárea y año.

 

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Calima (polvo del Sáhara en la atmósfera) sobre Málaga (España). Foto: Vicente Camacho 

Es obvio que, además, el polvo del Sáhara contribuye a la contaminación con micropartículas en la atmósfera en la Península y en los archipiélagos. El estudio de Xavier Querol y su grupo, del Instituto de Diagnóstico Ambiental y Estudios del Agua del CSIC, en Barcelona, muestra que las concentraciones de los PM2.5 y PM 10 se multiplican hasta tres veces en episodios de polvo del Sáhara. Las PM2.5 y PM10 son pequeñas partículas sólidas, micropartículas, con un diámetro de 2.5 o 10 micrómetros, medida que es la millonésima parte de un metro.

Como ocurría en el norte del Pacífico con el polvo de Asia Central, también el Mediterráneo aumenta su productividad con el polvo del Sáhara. Son resultados del grupo de Mario Cabrerizo, de la Universidad de Granada, en el Mar de Alborán, con datos recogidos entre 1979 y 2016, con la conocida variabilidad en el número de episodios de cada año. Reproducen las condiciones en el laboratorio y muestran el aumento de productividad con el crecimiento de algas microscópicas o fitoplancton, tal como ocurre en el Pacífico.

Acabo con un resumen de hasta donde llega el polvo del Sáhara que, hay que recordar, supone la mayor cantidad de polvo en la atmósfera según los cálculos de Tanaka y Chiba. Los vientos que predominan en el Sáhara son del este y del sur y, por ello, el polvo llega al Atlántico cuando se mueve hacia el oeste, y hasta Europa cuando se mueve hacia el norte. A la Península llega el polvo del Sáhara con más frecuencia al centro y al sur, en verano, y con vientos del sur, según datos de 2005 a 2016, analizados por A. Russo y sus colegas de la Universidad de Lisboa.

En Europa es habitual en el Mediterráneo y llega a los Balcanes, pero en episodios menos corrientes se ha encontrado polvo del Sáhara en Escocia, Suecia, Polonia o los estados bálticos. Cuando el viento es del este, el polvo atraviesa el Atlántico y llega al Caribe y a Sudamérica, por ejemplo, a las cuencas del Amazonas y del Orinoco y, por el camino, se ha encontrado en el Mar de los Sargazos.

Incluso, con viento tormentoso de oeste sobre el Sáhara, el grupo de Jessie Creamean, de la Universidad de California en San Diego, han demostrado que el polvo del desierto atraviesa África y Asia, se une el polvo de China, atraviesa el Pacífico y llega a las montañas de California- Allí, las partículas de polvo forman núcleos de hielo que concentran agua y provocan lluvias en la costa oeste de Estados Unidos. Los autores proponen que ese polvo atmosférico ayuda a renovar los recursos de agua y a aumentar la potencia hidroeléctrica de la costa oeste de Estados Unidos.

Referencias:

Aciego, S.M: et al. 2017. Dust outpaces bedrock in nutrient supply to montane forest ecosystems. Nature Communications DOI: 10.1038/ncomms14800

Ávila, A. 1999. Las lluvias de barro y el transporte y deposición de material sahariano sobre el nordeste de la Península Ibérica. Orsis 14: 105-127.

Cabrerizo, M.J. et al. 2016. Saharan dust inputs and high UVR levels jointly alter the metabolic balance of marine oligotrophic ecosystems. Scientific Reports 6: 35892

Creamean, J.M. et al. 2013. Dust and biological aerosols from the Sahara and Asia influence precipitation in the western U.S. Science 339: 1572-1578.

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Quereda Sala, J.J. & J. Olcina Cantos. 1994. Lluvias de barro en la vertiente mediterránea de la Península Ibérica. Investigaciones Geográficas 12: 7-22.

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Russo, A. et al. 2020. Saharan dust intrusions in the Iberian Peninsula: Predominant synoptic conditions. Science of the Total Environment doi: 10.1016/j.scitotenv.2020.137041

Tanaka, T.Y. & M. Chiba. 2006. A numerical study of the contributions of dust source regions to the global dust budget. Global and Planetary Change 52: 88-104.

Yoon, J.-E. et al. 2017. Spatial and temporal variabilities of spring Asian dust events and their impacts on chlorophyll-alpha concentrations in the western North Pacific Ocean. Geophysical Research Letters doi: 10.1002/2016GL0782124

Sobre el autor: Eduardo Angulo es doctor en biología, profesor de biología celular de la UPV/EHU retirado y divulgador científico. Ha publicado varios libros y es autor de La biología estupenda.

Reproducido del  Cuaderno de  Cultura Científica

02
Sep
2020

 

28 de julio de 2020

SUMARIO

Editorial.- El Pacto Verde Europeo y los bosques

Apuntes • Avutarda común (Otis tarda) [pág. 04] El pino piñonero en plantaciones agronómicas, ¿futuro o presente para satisfacer la demanda de piñón? [pág. 06] • El cambio climático y el sector forestal: efectos, mitigación y adaptación. Cambios en la composición específica de los bosques [pág. 08] • Situación de los bosques en el mundo. Estado de los bosques en el mundo 2020 [pág. 09] • #ELMONTECAMBIA. Conservar y aprender de lo bien hecho [pág.10] • Incendios forestales#IIFF. La financiación europea de la prevención de incendios forestales [pág. 13] • El sector forestal y la protección del medio natural en Chequia [pág. 16] • Redes forestales. Tejiendo redes [pág. 19] Tecnología.LIDAR terrestre móvil e inteligencia artificial al servicio de una inventariación forestal rápida y precisa [pág. 20]

Opinión de actualidad. European Green Deal y recuperación verde postCOVID-19 • European Green Deal [pág. 22] • El papel de los bosques en la lucha contra el cambio climático [pág. 28] • Europa y los bosques del mañana [pág. 30] • Darle la vuelta al sistema para transformarlo en clave verde y justa[pág. 32] • Potencialidad del empleo verde en España [pág. 34] • ¿Qué aporta la bioenergía a la nueva economía verde? [pág. 36] • Rehabilitar edificios para salir de la crisis [pág. 38] La selvicultura puede generar 35.000 puestos de trabajo al año [pág. 40]

Opinión Emergencia cinegética durante el confinamiento en España. Actores principales y su visión

Colaboraciones técnicas • Hacia una estimación nacional de la calidad de la madera de nuestras masas productivas [pág. 46] • Contribución de Life Forest-CO2 a la gestión forestal en el marco del pacto verde europeo [pág. 54] • Actitudes sociales hacia el control letal de ungulados en parques nacionales [pág. 60] El pastizal en la España vaciada [pág. 66]

 

http://www.forestales.net/Canales/Ficha.aspx?IdMenu=23626137-0408-49e5-a7f9-8fd16cfd91d5&Cod=2a6e173a-17e3-4ae1-9036-7bbbe0b8c63c&Idioma=es-ES

30
Mar
2020

 

"¿Sabías que los ambientes con madera mejoran tu bienestar en casa?"

Con esa pregunta, la Asociación Española del Comercio e Industria de la Madera (AEIM), propone a los miles de ciudadanos que hoy permanecen en sus casas retomar el uso de la madera en espacios cotidianos y domésticos: "En esta situación de aislamiento que estamos viviendo, esto es fundamental, para estar con tranquilidad y armonia con quienes conviven con nosotros", apuntan. Como apuntan, no se trata únicamente de la sensación que aporta el uso de la madera, que "nos conecta con la naturaleza creando entornos más confortables", sino también de los datos científicos que avalan estas afirmaciones.

En concreto un estudio realizado hace tres años en Canadá por la Universidad de British Columbia y la empresa FP Innovations que puso de manifiesto que la presencia de madera en una habitación hace disminuir la actividad del sistema nervioso simpático (SNS). El SNS es responsable de las respuestas al estrés fisiológico en las personas.

Dicho estudio puede consultarse en la web de AEIM con el título Madera y salud. Los beneficios que aporta para la salud humana el contacto con superficies de madera, y que incide en la utilización de madera para fomentar la salud en los interiores es una herramienta nueva para los profesionales del diseño que se basa en ensayos contrastados, subrayando además el hecho de que la madera es un material es renovable y contribuye a paliar el cambio climático. #EnCasaConMadera.

Fuente: Asociación Española del Comercio e Industria de la Madera (AEIM)

Reproducido de CESEFOR

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