Pocos países tienen tanta capacidad para el escándalo dramático como Francia. No hay cuestión lo suficientemente ridícula que no merezca ser luchada, de modo que cuando el Ayuntamiento de París anunció una campaña de desinfección de ratas a gran escala, miles de parisinos asistieron indignados a los acontecimientos. "Por encima de mi cadáver", se dijeron, y allí que van, lanzados con 20.000 firmas en contra del "genocidio" de las ratas.
Ah, Francia.
El problema es mayúsculo, por lo que la reacción exagerada de la opinión pública francesa también debía ser mayúscula. A la altura de la semana pasada, el consistorio parisino había tenido que cerrar nueve parques públicos ante la ubicuidad de los roedores callejeros. Hacía más de cuatro décadas que las ratas no proliferaban con tanta alegría por las calles parisinas, llegando a hacer suyo hasta el Campo de Marte, frente a la Torre Eiffel.
En cifras: hay alrededor de 4 millones de ratas por 2.3 millones de parisinos. Es una cuestión de escala si tenemos en cuenta que, como recogía Le Parisien, un feliz matrimonio de roedores puede engendrar una prole de casi 1.000 ratitas a lo largo de dos años. Ni siquiera la inusualmente alta tasa de fertilidad francesa puede competir contra tamaña productividad. ¿Solución? La guerra.
Dos agradables ratas para cada parisino
Las ratas se han adueñado de París, si bien habían sido tradicionalmente un icono más de la ciudad (cuya iconografía se remonta a los tiempos de Víctor Hugo). La propia industria cinematográfica francesa abrazó al despreciado roedor en Ratatouille, nombre tan válido para un plato de la cocina provenzal como para una rata-cocinera que gozó de un aplauso unánime entre la audiencia internacional. Ahora, Ratatouille se multiplica por millones y, amén de dominar la noche, se deja ver a diario por las calles de París.
Las ratas forman parte del imaginario de París en el siglo XIX, aquí ilustradas por Gustave Doré.
Entonces, ¿por qué ahora? Es quizá lo que se está preguntando el Ayuntamiento de París. Como recoge The Guardian, según las autoridades locales no hay más ratas ahora de las que ha habido siempre en la ciudad, sino que los medios de comunicación, quizá espoleados por los turistas, les han prestado más atención. Dado que las ratas sólo necesitan comida, agua y un nido donde procrear, son una consecuencia casi natural de la densidad poblacional. Y en el fondo, argumentan, no son tan malas (suerte luchando contra la memoria).
Otra posibilidad es un pequeño cambio en las regulaciones de la Unión Europea. Tradicionalmente, el consistorio había utilizado un veneno muy efectivo que, cuando se pegaba al pelo de las ratas, se trasladaba a su organismo durante su proceso de higiene (similar al de los gatos). A los pocos días, los bichos morían. Pero la UE consideró que este método era peligroso porque podía contaminar el agua corriente de la ciudad (las ratas viven en las alcantarillas).
El cambio ha motivado que el veneno, ahora, tenga que desplegarse en trampas. Esas trampas suelen ser comida, pero las ratas parisinas tienen absurdas cantidades de comida a su alrededor (sin contar a quienes, turistas o locales, deciden darles comida) sin tener que buscarla activamente.
"No en mi nombre", dice el pueblo
Pero aunque no son agresivas ni invasivas, tienen mala reputación. De modo que el mismo ayuntamiento ha tenido que elaborar planes de control poblacional. Hasta que ha surgido una mujer llamada Jo Benchetrit y ha dicho "no".
Dado el estado de sitio decretado por el ayuntamiento contra las ratas, Benchetrit, activista y psicóloga infantil, publicó una petición pública llamando a detener "la masacre" y "el genocidio" que las autoridades parisinas quieren cometer contra la población de ratas. Lejos de parecer una frivolidad, la propuesta acumula más de 20.000 cifras, y sumando.
Según la misiva, "las ratas no son peligrosas para los humanos". Y continúa: "Su única culpa es que, según los parisinos, no son demasiado bonitas. ¿Es esta una razón de preso para infringirles la pena de muerte? Soy una psicóloga infantil y estoy horrorizada por la crueldad del hombre". En el resto de la petición, los firmantes llaman a sustituir los métodos de exterminio por otros contraconceptivos que limiten la capacidad reproductiva de las ratas. Otro hito del movimiento animalista.
El caso es que la atención mediática que las ratas de París han acaparado durante los últimos días también ha proyectado, de forma paralela, la popularidad de la propuesta de Benchetrit. Por lo que sólo cabe esperar que sus peticiones sumen apoyos en el futuro a corto plazo.
Reproducido de magnet.xataka.com
Nota de Distrito Forestal.- La noticia es antigua, de finales de 2016, pero ilustra bien hasta donde puede llegar la estulta moda animalista. Lo que al profesor Errasti le parecía que no podía llegarse, resulta que si que se ha llegado: a querer proteger la vida de las ratas pese a que pueden ser origen de enfermedades para los seres humanos.
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