Hidrología

15
Abr
2024

 

El paisaje mediterráneo, su sociedad y la emergencia climática tienen un claro elemento de discordia que les marcará en las próximas décadas: el agua. Cómo será la comida del futuro, el consumo del futuro, el turismo del futuro, el bosque del futuro… Todas las respuestas pasan por el filtro del agua que tendremos disponible. Hoy, que navegamos entre el 21 de marzo, Día Internacional de los Bosques y el 22 de marzo, Día Mundial del Agua, nos hemos preguntado qué relación tienen y tendrán las masas forestales con este preciado recurso. ¿Cómo afectarán las sequías en nuestros bosques? ¿Se pueden tomar medidas para mejorar la vitalidad de los árboles? ¿Cortar algunos árboles puede hacer que aumente el agua en nuestros embalses?

Para responder a estas preguntas, en primer lugar, hay que tener en cuenta dos conceptos que describen esta relación íntima entre bosque y agua, los conceptos del agua verde y el agua azul. El agua verde es esa parte de la precipitación que cae al bosque y que acabará devolviendo a la atmósfera a través de la misma vegetación. Una parte del agua verde es la que devuelve porque las plantas la han interceptado y se evapora directamente desde la superficie de las hojas y los troncos. La otra parte es la que queda retenida temporalmente dentro del suelo y vuelve a la atmósfera fundamentalmente por transpiración de la vegetación, un intercambio de gases necesario para mantener la entrada de CO2 en las hojas y por tanto la fotosíntesis. Por otra parte, el agua azul es la diferencia entre la precipitación y el agua verde, y corresponde a la parte de la precipitación que no utilizará la vegetación y, por tanto, que no vuelve a la atmósfera, sino que se escurre por la superficie del terreno o se infiltra en el suelo hasta llegar a los ríos o acuíferos.

En un contexto de cambio climático, la relación entre bosques y agua puede verse bastante alterada. Si hablamos de bosques mediterráneos jóvenes y muy apretados, en un contexto de cambio climático con aumento de las temperaturas, podemos encontrar que la demanda de agua por parte de la vegetación sea cada vez más alta y que los árboles entren en una competencia encarnizada por el agua, sobre todo en verano cuando hay olas de calor. Esta situación puede llevar a los árboles a sufrir un estrés hídrico enorme, que los debilite o los lleve a morirse de sed. ¿Qué se puede hacer? Por un lado, hay que tener en cuenta que, con el tiempo, de forma natural, se irá haciendo una tarea de auto clareos en el bosque, sobrevivirán los árboles más vigorosos y los demás morirán, en un proceso de sucesión natural. Sin embargo, si queremos amortiguar efectos drásticos, abruptos e indeseados desde un punto de vista humano, podemos anticipar este proceso, recurriendo a la gestión forestal. Es decir, programando y realizando nosotros mismos este clareo.

La gestión forestal sostenible, si se basa en criterios científicos, ha demostrado ser una buena herramienta para mitigar este efecto en zonas concretas de bosques que se han densificado mucho en los últimos años. Si antes se recibían 10 litros de agua en un metro cuadrado a repartir entre cinco árboles, con una gestión adaptativa tocará repartirla entre tres árboles, haciendo más agua disponible por cada árbol. En estos casos, hablamos de favorecer determinadas especies más adaptadas a las nuevas condiciones climáticas, seleccionar árboles concretos que se pueden cortar por su tamaño o estructura y reducir la densidad del bosque, siempre dejando árboles en pie que se desarrollarán mejor y serán más vigorosos y sanos. En este tipo de gestión no se ve ninguna diferencia si miramos el bosque desde el cielo, sigue habiendo copas de árboles que cubren el bosque y nunca deja de ser un bosque funcional.

¿Cortar árboles para llenar pantanos?

Si a este tándem agua-bosque le sumamos una tercera variable, el de las personas, se puede llegar a pensar que cortando árboles en las cabeceras de los ríos llegaría más agua a los embalses. Este concepto puede parecer lógico si se mira desde el punto de vista conceptual, sin embargo, es un cambio de paradigma complejo y lleno de matices.

A nivel científico por el momento se ha constatado que el efecto es altamente variable y dependiendo de las características del bosque (especie, pendiente, tipos de suelo, etc.) y meteorológicas (tipo de lluvia, temperaturas máximas, radiación solar, etc.), Los resultados disponibles son a menudo contradictorios en relación a cómo las talas afectan a los flujos de agua azul (básicamente el escorrentía superficial y la infiltración). Dado que es difícil la experimentación a escala de cuencas, se están llevando a cabo estudios con modelos eco-hidrológicos que simulan el funcionamiento del bosque y los resultados nos dicen que el agua que quedaría disponible después del corte sería muy variable dependiendo de la zona, de las especies y del contexto hidrogeológico de la cuenca. En cualquier caso, la precipitación que cae en cada zona sería determinante para valorar la idea de cortar bosques para disponer de mayor agua por consumo humano. Os lo explicamos:

Catalunya árida, Catalunya húmeda.

En la Cataluña más árida (de Barcelona hacia el sur) llueve tan poco que estas acciones no tendrían efectos significativos en la cantidad de agua azul. Los modelos con los que ha trabajado el CREAF, el CTFC y la UdL dejan ver que el agua que quedaría disponible reduciendo la densidad de árboles (los llamados clareos de baja intensidad), sería automáticamente agua disponible para el resto de la vegetación (que ya sufre escasez de agua) y los caudales de los ríos no verían cambios evidentes.

Este IAF es el indicador que tiene más relación con la demanda de agua: cuanto mayor es, mayor demanda existe. Los estudios hechos demuestran que, a los pocos meses de haber reducido la cubierta por hojas, los árboles y arbustos que han quedado en pie, o rebrotan, o producen hojas rápidamente para llegar a un IAF equivalente y, por tanto, es un efecto que dura pocos años si no se realizan acciones de mantenimiento. “Algunas acciones para mantener el IAF bajo sería poner rebaños en el bosque que coman esta nueva producción de verde, pero debería verse cómo se mantienen a largo plazo y con qué criterios”, concluye Pla. Sin embargo, estas acciones no evitarían el incremento del IAF en las copas de los bosques altos.

Por otra parte, en la Catalunya húmeda, sobre todo en los Pirineos, ya se han observado reducciones de caudales producidas por la expansión del bosque que se ha dado tras el abandono de los pastos y cultivos. En este sentido, los modelos eco-hidrológicos ven que podría haber cambios significativos en los caudales de los ríos si se cambiara el paisaje. Si el cambio fuese radical, es decir, sustituyendo bosque para recuperar pastos y transformando algunos bosques en dehesas, por ejemplo, estos cambios serían mucho más notorios.

Ahora bien, si el cambio fuera más suave, centrándose en el tipo de especie y densidad de arbolado y matorral, este cambio, aunque menor, también podría ser significativo, pero requiere actuaciones periódicas que mantengan la estructura biofísica del bosque.

A esto hay que añadir que la zona mediterránea va hacia un cambio en la estacionalidad de las lluvias, con lluvias torrenciales como el Gloria y sequías muy extremas como la que estamos viviendo. En eventos intensos de lluvia, la estructura del bosque poco podrá aportar dado que la mayor parte del agua no llega a infiltrarse, aunque el tener una cubierta boscosa puede contribuir a controlar los fenómenos erosivos y los deslizamientos.

El bosque en el centro de todo

La gestión de los bosques en la Catalunya del siglo XXI necesita una visión transversal que incorpore las diversas perspectivas y que dé solución a los diversos retos sociales y ambientales. Necesitamos bosques que sirvan para muchos retos a la vez, bosques multifuncionales, que provean una lista de servicios muy larga y diversa, lo que nos obliga a montar fórmulas de gestión diversas, imaginativas y adaptadas a cada tipo de bosque y en cada territorio. Debemos tener claro que regular los ciclos hidrológicos no es la única función que realizan los bosques, y que el problema del suministro de agua no se solucionará cortando bosques. Además, hay que tener en cuenta que en Catalunya el 80% de los bosques son privados.

Una gestión multiuso podría, por ejemplo, gestionar un bosque concreto del territorio para aumentar el agua azul y tener mayor caudal en un arroyo del Montseny a favor del tritón, como ha sucedido con algunas cortas de plantaciones de abeto de Douglas (una especie foránea con grandes necesidades de agua). También podría servir para gestionar algunos rodales para recargar acuíferos estratégicos, pero siempre en actuaciones concretas, quirúrgicas y planificadas, tal y como debería plantearse cualquier otro tipo de gestión.

Los estudios del CREAF y del CTFC sobre todo han testeado y demostrado cómo la gestión en algunos bosques de Cataluña ha ayudado a tener más agua verde para soportar mejor la sequía y las olas de calor de una zona concreta, haciendo aclaraciones que den un respiro a los bosques más apretados – aquellos que compiten por un agua cada vez más escasa – o introduciendo pastos para reducir vegetación, disminuir el estrés hídrico, la vulnerabilidad frente a los incendios y poniendo en valor el sector ganadero extensivo.

En otros trabajos, el CREAF ha constatado cómo dejar a dinámica natural bosques con un alto valor ecológico ha ayudado a mejorar su grado de madurez, haciéndoles espacios refugio de gran biodiversidad, y aumentando su capacidad reguladora del ciclo del agua y del carbono. A pesar de la sequía, Cataluña no tiene un único territorio, ni un único bosque ni una única necesidad y la gestión forestal deberá adaptarse a cada caso y siempre tratando de incorporar los datos y la evidencia que se recoge desde la ciencia.

Anna Ramon

Responsable de comunicación en el CREAF. Soy licenciada en Biología por la UAB y Máster en Comunicación Científica y Ambiental por la UPF. Apasionada de la comunicación corporativa con más de 7 años de experiencia en el sector de la I + D + i en temas ambientales. Desde el año 2011 conduzco la estrategia de comunicación del CREAF.

CREAF

11
Mar
2024

 

Autoría

Rafael Pimentel Leiva

Profesor contratado doctor de Ingeniería Hidráulica, Universidad de Córdoba

Entre uno y dos tercios del agua dulce mundial se genera en zonas de montaña. Esta agua no sólo abastece a millones de personas en todo el mundo, además es fundamental para los ecosistemas presentes en estas regiones.

En la mayoría de ellas, la nieve posee un carácter estacional. Es decir, las bajas temperaturas durante finales de otoño e invierno hacen que las precipitaciones ocurran en forma de nieve, que se acumula en la superficie terrestre hasta primavera o verano, cuando las condiciones meteorológicas cambian y desencadenan la fusión.

El cambio climático está modificando el comportamiento de la precipitación y la temperatura a escala global y, consecuentemente, la ocurrencia de nevadas, la duración de la temporada de nieve, el volumen de nieve acumulada y su distribución.

Sin embargo, ¿unas temperaturas mayores implicarían menos nieve? ¿Son los cambios en los patrones de precipitación los causantes del menor espesor de la nieve y, por tanto, del menor volumen de agua en los ríos?

Los mecanismos que condicionan la precipitación en forma de nieve, su acumulación, posterior fusión y su viaje hasta los ríos son complejos. Por eso su estudio es clave en la gestión actual y futura de los recursos hídricos.

Una temporada de nieve más corta

Existe consenso en la comunidad científica en relación a que el calentamiento global está adelantando la fusión de la nieve. Un estudio reciente ha mostrado que, en los últimos 20 años, el 78 % de las zonas de montaña a escala global están experimentando una disminución en la superficie de nieve.

Este cambio se debe a un acortamiento en la temporada de nieve, con un retraso en su acumulación y una fusión más temprana. Varios son los mecanismos que favorecen dicho comportamiento, pudiendo estos ocurrir o no de manera simultánea:

Mayor evaporación desde la capa de nieve. La capa de nieve, al igual que el agua de un lago o un embalse, se evapora. Un aumento de las temperaturas incrementaría esta evaporación. Del mismo modo, un menor número de días con nubes durante el invierno haría que la radiación solar que llega a la capa de nieve aumentase, y con ella la evaporación.

Aumento del número de días de lluvia sobre la capa de nieve. Un aumento de la temperatura durante el invierno haría que algunas de las precipitaciones que podrían ocurrir en forma de nieve lo hicieran en forma de lluvia. Esto, además de no aumentar el espesor de la nieve, favorecería una fusión más rápida.

Aparición de varios ciclos de nieve a lo largo de un año. El cambio en los patrones de precipitación y temperatura favorecería que la capa de nieve, en vez de concentrarse en un único ciclo desde el comienzo del invierno hasta el final de la primavera, pudiese distribuirse en varios periodos más cortos de acumulación y fusión, con implicaciones directas en el momento de aporte de agua a los ríos.

Implicaciones para el caudal en los ríos

Los ríos alimentados por agua de fusión tienen normalmente una crecida de caudal en primavera asociada al deshielo. Por tanto, si la fusión de nieve ocurriese antes, esta crecida de caudal también se anticiparía. Se ha observado, por ejemplo, un adelanto de hasta cuatro semanas en las crecidas del caudal primaveral en las cuencas de montaña del oeste de Norteamérica.

Sin embargo, la relación entre este adelanto de la fusión y los posibles cambios en el volumen anual de caudal en los ríos no son claros y están altamente influidos por la localización geográfica, la latitud, la cota y los patrones locales de precipitación y temperatura.

Si bien en algunas zonas del planeta se ha observado una reducción de la cantidad de nieve acumulada y, como consecuencia, una disminución en el caudal de los ríos en primavera y verano, no se trata de una tendencia generalizada a escala global.

Las montañas mediterráneas: un laboratorio para entender los cambios

Las montañas mediterráneas son generalmente cordilleras aisladas en las que se combina un clima semiárido en sus cotas bajas con un clima alpino en sus cotas altas. Esto hace que las características de la nieve presente en sus cumbres sean muy particulares.

Esta capa de nieve normalmente se desarrolla entre finales de otoño y mediados de primavera, posee poco espesor, mucha evaporación y varios ciclos a lo largo del año. Por tanto, las montañas mediterráneas pueden ser vistas como laboratorios naturales donde estudiar ahora posibles cambios que otras zonas de montaña, a mayores latitudes, podrían experimentar en un futuro.

Sierra Nevada es un claro ejemplo de ello. Las tendencias analizadas en las últimas seis décadas apuntan hacia una concentración de los eventos de precipitación en forma de nieve, con una disminución significativa en el número de días en los que nieva, pero no en el volumen anual. Es decir, aumenta su carácter torrencial, con volúmenes similares de nieve en menos nevadas.

Sin embargo, los impactos en el caudal de los ríos no son tan claros, ya que están condicionados por la alta variabilidad en cuándo se producen estas nevadas y en sus patrones de fusión y evaporación.

Dada la importancia social y ambiental del agua de fusión, es necesario seguir ahondando en el impacto del cambio climático en la capa de nieve, tanto a escala global como local.

29
Ene
2024

Science Daily thumb

Fecha: 24 de enero de 2024

Fuente: Universidad de Columbia Británica

Resumen: Es hora de reconocer el poder de los bosques sanos en la gestión del creciente riesgo de inundaciones a nivel mundial, y de cambiar hacia prácticas y políticas forestales más sostenibles.

HISTORIA COMPLETA

Es hora de reconocer el poder de los bosques sanos en la gestión del creciente riesgo de inundaciones a nivel mundial, y de cambiar hacia prácticas y políticas forestales más sostenibles.

Los investigadores de la UBC enfatizan este llamado en un artículo revisado por pares publicado recientemente en la revista Science of the Total Environment.

El Dr. Younes Alila, hidrólogo y profesor de la Facultad de Silvicultura, y su estudiante de posgrado Henry Pham sintetizaron décadas de estudios hidrológicos y encontraron que muchos "subestimaron severa y consistentemente" el impacto de la cubierta forestal en el riesgo de inundaciones.

Como consecuencia de ello, dio lugar a políticas y prácticas de ordenación forestal poco sólidas o mal informadas.

Cause and effect

Durante más de un siglo, explicó el Dr. Alila, los científicos se han aferrado a un análisis "determinista".

Para usar una analogía estratégica de un juego de mesa, esto es como mirar cada movimiento de forma aislada y pensar: "Si me muevo aquí, entonces debería ganar". No tiene en cuenta la tirada de dados, las cartas que robas y lo que podrían hacer tus oponentes, todo lo cual puede cambiar el juego.

Cuando se trata de comprender cómo la tala podría au mentar el riesgo de inundación, un enfoque determinista analizaría solo la tala y trataría de averiguar su efecto directo.

Pero el riesgo de inundación está influenciado por muchas cosas, como la cantidad de nieve que hay en el suelo, si se está derritiendo o no, cuánta lluvia está cayendo y las características del paisaje en sí.

Estos factores interactúan a lo largo del tiempo de manera compleja.

Tenerlos todos en cuenta se denomina enfoque "probabilístico" y proporciona una mejor imagen general del riesgo de inundación.

Es como un jugador de mesa inteligente que considera todas las variables del juego en lugar de solo una.

"El enfoque probabilístico ya está bien establecido en otras disciplinas, como la ciencia del cambio climático. Es el método más preciso para evaluar los efectos de la deforestación en las inundaciones", dijo Henry Pham, estudiante del programa de maestría en ciencias forestales de la UBC.

Forests can lower flood risk

El Dr. Alila dice que el marco probabilístico está diseñado para comprender y predecir, por ejemplo, cuánto de las inundaciones de 2021 en el Valle de Fraser podrían atribuirse al cambio climático, el cambio en el uso de la tierra o la tala.

El enfoque también puede ampliarse para investigar las causas del riesgo de inundación en otras ciudades y regiones.

Y añadió: "Solo en Columbia Británica, el riesgo de inundación está aumentando a medida que seguimos perdiendo cobertura forestal debido a la tala a gran escala y los incendios forestales en curso. Si queremos mitigar los costos de desastres como las inundaciones de 2021 en el Valle de Fraser o las inundaciones de 2018 en Grand Forks, debemos cambiar la forma en que manejamos nuestra cubierta forestal. Las prácticas regenerativas, como la tala selectiva, la tala de pequeñas parcelas y otras alternativas a la tala rasa, son un camino importante a seguir".

Pham señaló que la tala rasa causa inundaciones más severas y mucho más frecuentes, y tales inundaciones pueden tener graves consecuencias.

"Pueden tener un impacto negativo en los ecosistemas fluviales, degradar la calidad del agua en las cuencas hidrográficas comunitarias y causar problemas de sedimentación río abajo. Miles de vidas y muchos ecosistemas aguas abajo de la tala rasa se verán afectados"

El Dr. Alila concluye: "Los bosques sirven como la defensa natural más eficaz contra el creciente riesgo de inundaciones a nivel mundial atribuido a factores como el cambio climático. Ahora es el momento de que las políticas de gestión del agua y los bosques comiencen a guiarse por la ciencia más actualizada y defendible".

Fuente de la historia:

Materiales proporcionados por la Universidad de Columbia Británica. Nota: El contenido puede ser editado por estilo y longitud.

Referencia de la revista:

Henry C. Pham, Younes Alila. La ciencia de los bosques y las inundaciones: el salto cuántico que se necesitaba, literal y metafóricamente. Ciencia del Medio Ambiente Total, 2024; 912: 169646 DOI: 10.1016/j.scitotenv.2023.169646

Citar esta página: MLA APA

Chicago

Universidad de Columbia Británica. "Los investigadores abogan por la tala sostenible para protegerse contra los riesgos de inundaciones globales". CienciaDiaria. ScienceDaily, 24 de enero de 2024. <www.sciencedaily.com/releases/2024/01/240124132859.htm>.

29
Ene
2024

 

Publicado: 22 enero 2024 22:12 CET

Autoría

Marc Gil Ortiz. Investigador postdoctoral geociencias, Universitat de Barcelona

Enrique Gómez Rivas. Investigador Ramón y Cajal en Geología, Universitat de Barcelona

Juan Alcade. Postdoctoral Researcher in Earth Sciences, Instituto de Geociencias de Barcelona (Geo3Bcn – CSIC)

Patricia Cabello López. Profesora de Geología de Hidrocarburos y Estratigrafía, Universitat de Barcelona

Recientes episodios de tormentas, como el temporal Gloria que azotó el litoral levantino de la península ibérica en enero de 2020, han puesto de manifiesto la vulnerabilidad y el delicado equilibrio en el que se encuentra el delta del Ebro.

Las políticas de gestión medioambiental sobre la Cuenca Hidrográfica del Ebro parecen insuficientes para salvarle la vida a un delta agonizante que parece que resiste.

La pregunta que muchos nos hacemos es: ¿cuánto tiempo puede sobrevivir el delta?

Historia geológica y pasado del delta del Ebro

La visión que tenemos hoy en día del delta supone tan solo la punta del iceberg de millones de toneladas de sedimentos acumulados durante millones de años. Estos sedimentos se han ido depositando de forma gradual desde finales del Mioceno medio (hace unos 10 millones de años) en la desembocadura del río Ebro.

Para abordar el futuro del delta del Ebro, debemos entender primero el balance entre dos factores clave que permitieron su formación:

El clima, responsable principal en el control de la erosión y transporte de sedimentos desde la cuenca del Ebro, mediante el río Ebro y sus afluentes, hasta su desembocadura en el mar Mediterráneo.

Las variaciones del nivel del mar que, junto con el aporte de sedimentos, han permitido que este delta gane terreno o lo ceda por efecto de tormentas y subidas del nivel del mar.

El ejemplo más espectacular de una de estas grandes variaciones se dio durante la crisis salina del Messiniense (hace unos 6,9-5,33 millones de años). Este evento coincidió con la colisión entre las placas tectónicas africana y euroasiática, que desconectaron el mar Mediterráneo del océano Atlántico a través del estrecho de Gibraltar.

Este suceso produjo un descenso enorme del nivel del mar y la evaporación de buena parte del agua marina. Gracias a esta bajada del nivel del mar, los ríos se encajaron, formando prominentes valles incididos de centenares de metros. Al mismo tiempo, la línea de costa se trasladó varias decenas de kilómetros mar adentro con respecto a su posición actual.

Posteriormente, al inicio del Plioceno (hace 5,33 millones de años), el nivel del mar volvió a subir. Y más recientemente, desde el Último Máximo Glacial (hace unos 20 000 años), la subida del nivel del mar hizo retroceder la línea de costa hasta posiciones topográficamente similares o incluso superiores a la actual.

Presente y futuro del delta del Ebro

Desde nuestra aparición como especie en la Tierra, los humanos hemos contribuido al modelaje y alteración del paisaje con nuestra actividad. Ejemplos de los cambios más drásticos que hemos producido en el paisaje incluyen la deforestación, la agricultura y la erosión del suelo. Algunas de estas acciones datan desde tiempos del Imperio romano y continúan al menos hasta mediados del siglo XVII. Estas actividades, así como la construcción de grandes embalses, son un claro ejemplo de nuestra huella en la alteración del medio ambiente y el curso de los ríos.

Los cambios en la gestión del suelo contribuyeron a la desestabilización de los márgenes fluviales. Este hecho potenció la acción erosiva de los ríos incrementando la cantidad de sedimentos que llegaban posteriormente hasta el mar. De este modo, y de forma paulatina, el delta empezó a crecer nuevamente y a tomar la forma que conocemos hoy en día.

A partir del siglo XX, la evolución del delta se ve nuevamente condicionada por la acción del ser humano. La creación de grandes embalses a lo largo del curso del Ebro y sus afluentes provoca la disminución drástica de sedimentos, que quedan atrapados en las presas. Se trata del proceso denominado aterramiento.

De este modo, el aporte de nuevo material para el futuro desarrollo del delta queda muy limitado. Este hecho, junto con la disminución del cauce en buena parte de los tramos del río, ponen en serio peligro el rico ecosistema presente en el delta del Ebro.

 

delta del ebro

Evolución espacio-temporal del delta del Ebro desde el año 4 000 a. e. c. hasta la actualidad (modificado de Canicio e Ibáñez, 1999).

La vida socioeconómica de centenares de personas que habitan en el delta del Ebro depende de los recursos naturales que éste les brinda. El delta es también una zona rica en humedales muy importante desde el punto de vista de la biodiversidad. Estos humedales albergan miles de especies vulnerables, como por ejemplo aves migratorias, que ligan su existencia y descendencia a este medio natural único en el mundo.

Álvaro Arasa Tuliesa, miembro de la Associació Grup EbreRecerca, ha participado en la elaboración de este artículo.

11
Abr
2023

Un equipo investigador ha puesto de relevancia su papel a través del desarrollo de la herramienta RIOS, un software diagnóstico para conocer el estado de los ecosistemas fluviales en tiempo casi real

Los ríos también "respiran" y tienen un papel fundamental en el ciclo global del carbono. Un estudio publicado recientemente en Nature liderado por un equipo internacional en el que ha participado Lluis Gómez Gener, investigador postdoctoral del CREAF, pone de manifiesto que los ecosistemas fluviales tienen un papel muy valioso en el intercambio de gases de efecto invernadero y en consecuencia en el estudio del cambio climático mundial. Además, advierte que los ríos (y los procesos que se dan) son altamente vulnerables a los cambios ambientales. Por tanto, para entender y predecir mejor el papel de los ríos en el transporte de carbono a escala global, desde los continentes a los océanos ya la atmósfera, los autores llaman a implementar un Sistema Mundial de Observación de los Ríos (que ellos bautizan con el nombre de RIOS). El estudio de revisión detalla que los ríos de todo el mundo reciben unas 3.200 millones de toneladas de carbono al año, lo que equivale aproximadamente a una cuarta parte del carbono producido por todas las plantas terrestres. De todo este carbono recibido,devuelven a la atmósfera en forma de dióxido de carbono alrededor de un 37% y sólo un 26% del carbono llega al mar.

Este estudio de revisión reivindica que los ríos han sido menospreciados en el estudio del cambio climático y recuerdan que, hasta hace poco, el conocimiento del ciclo global del carbono se limitaba a los océanos ya los ecosistemas terrestres (bosques, cultivos, etc). El equipo de investigación, formado por un consorcio de instituciones internacionales, ha analizado cómo el cambio global que está sufriendo el planeta, en particular el cambio climático, la urbanización, el cambio en el uso del suelo y el uso agua, incluidas las presas, pueden afectar al metabolismo de los ecosistemas fluviales y que esto provoque un aumento de las emisiones de gases de efecto invernadero.

Lluís Gómez afirma que “en cierta medida, que los ríos actúen como emisores de CO 2 y otros gases de efecto invernadero en la atmósfera forma parte de la dinámica natural de estos ecosistemas. Sin embargo, es probable que las emisiones de los ríos estén aumentando a medida que se alteran los sistemas fluviales y sus cuencas hidrográficas , pero no disponemos de esa información. En este sentido, RIOS sería una herramienta de diagnóstico para 'tomar el pulso' a los ecosistemas fluviales, comparable al seguimiento que hacemos de nuestro sistema circulatorio, que controlamos por motivos de salud, es necesario empezar a vigilar la salud del sistema fluvial mundial”

Cuencas sanas, agua limpia y cielo limpio

El artículo demuestra que los ríos son un espejo a través del cual podemos conocer todo lo que ocurre dentro de una cuenca hidrográfica , las ramificaciones de los ríos hacen de nexo entre los ecosistemas terrestres y acuáticos y, por tanto integran las perturbaciones naturales y antropogénicas que promueven las futuras emisiones de dióxido de carbono y metano. Por ejemplo, en Congo, la deforestación por plantar palma está facilitando la erosión y arrastre de materia orgánica altamente degradable en el río, haciendo que aumenten las emisiones de CO 2 . De hecho, muchos de los impactos ilustrados pasan por la eutrofización, un proceso que favorece el crecimiento desproporcionado de las algas (y otros productores primarios) en el río por la aportación descontrolada de materia orgánica y nutrientes, y que conduce a la pérdida de oxígeno ya la producción de metano y óxido nitroso en grandes cantidades .

Asimismo, el artículo concreta que gran parte de los ríos están cambiando sus regímenes permanentes y convirtiéndose en ríos intermitentes , que se secan de forma parcial en determinadas épocas del año. En este sentido, cuando el caudal se reduce, quedan charcos de agua que pierden el oxígeno y se descontrola la producción de CO 2 y CH 4 .

RIOS, nuevo sistema de observación fluvial global

Los retos más importantes de RIOS pasarían por cubrir todos los tipos de ecosistemas fluviales y escalar lo que sabemos calcular en todas las redes fluviales del mundo. Los autores concluyen pues que habría que implementar un Sistema de Observación de Ríos , al que bautizan con el nombre de RIOS, para cuantificar y predecir mejor el papel de los ríos en el ciclo global del carbono. RIOS integraría datos de la red de sensores en ríos e imágenes de satélite con modelos matemáticos para generar flujos de carbono en tiempo casi real relacionados con el metabolismo de los ecosistemas fluviales.

Los retos más importantes de este observatorio pasarían por cubrir todos los tipos de ecosistemas fluviales posibles y del máximo de regiones posibles (los trópicos, altas y bajas latitudes, el sur Global), por un lado, y por otro, escalar el que sabemos calcular en un río, los flujos de carbono de tramos individuales de río, a una escala mucho mayor, hasta todas las redes fluviales del mundo. Esto permitiría utilizar estas observaciones para mejorar las simulaciones o prediccionesde los efectos del cambio global sobre los sistemas fluviales, y viceversa.

RETEMA

© 2018 Distrito Forestal.