Los investigadores han creado un visor que permite analizar las áreas forestales que si se quemasen tendrían mayor riesgo de emisiones de CO2.
Un equipo de la Universitat Politècnica de València (UPV), perteneciente al grupo de Tecnologías de la información contra el Cambio Climático del Instituto ITACA, ha desarrollado en el marco del proyecto Interreg Sudoe REMAS un modelo de riesgo de emisiones de efecto invernadero en áreas del sudoeste europeo sujetas a incendios forestales.
Además de las consecuencias materiales, ambientales y sociales, los incendios generan grandes emisiones de CO2 y otros gases de efecto invernadero debido a la liberación a la atmósfera del carbono almacenado en los sumideros del suelo y en la vegetación.
El número de incendios forestales en el sudoeste europeo es cada vez mayor, debido a las altas temperaturas y baja humedad, condiciones agravadas por los efectos del cambio climático, indica la UPV en un comunicado. Así, el modelo desarrollado por los investigadores de la UPV identifica las zonas críticas de mayor riesgo de emisiones en esta zona del continente europeo, con el objetivo de ayudar a optimizar los esfuerzos de prevención y gestión.
Detectar las zonas más sensibles "Para evitar la liberación súbita de este carbono acumulado durante el paso de un incendio se requiere de una gestión forestal sostenible y prevención activa previa, así como de una restauración de carbono posterior que ayude devolver la función fijadora a los ecosistemas", señalan estos especialistas.
Por ello, es clave considerar el riesgo de emisiones en el diseño de planes de prevención y en la toma de medidas en la restauración de sumideros en suelo y vegetación. "No sólo se trata invertir esfuerzos en reducir las emisiones, sino de invertir para evitar que se produzcan", añaden.
Así, el modelo incluye un visor cartográfico del riesgo de emisiones si se diera un incendio y un protocolo de actuación que ayudaría a priorizar de los recursos disponibles, ayudando así a la toma de decisiones de las administraciones públicas de Europa, nacionales, regionales y locales con competencias en la materia.
Tanto el modelo como el visor se presentarán en el marco de la reunión final del proyecto, que tendrá lugar el próximo miércoles en el Instituto Superior de Agronomía de Lisboa (Portugal).
En estas jornadas, que reunirán a personal investigador de universidades, entidades y administraciones comprometidas con la lucha contra el cambio climático, se expondrán, analizarán y debatirán las conclusiones extraídas de los trabajos realizados en las áreas de estudio de Portugal, España y Francia.
“Presentaremos las conclusiones sobre el riesgo de emisión súbita de gases de efecto invernadero en estas áreas. Y abordaremos también los últimos avances en la inclusión de la gestión del riesgo de emisiones de GEI por incendios forestales en la planificación estratégica y legislación en las regiones SUDOE, de modo que se contemplen estos esfuerzos de reducción de riesgo entre los compromisos que se adoptan para mitigación del cambio climático”, apunta la investigadora Victoria Lerma.
El proyecto ha sido coordinado por la Asociación de Municipios Forestales de la Comunidad Valenciana (AMUFOR).
Investigadores e investigadoras del Centre de Ciència i Tecnologia Forestal de Catalunya (CTFC), en colaboración con el CREAF, han liderado un estudio para entender mejor el efecto de diversos tratamientos forestales en la resistencia de bosques de pino salgareño frente a la sequía y los incendios, y han comprobado que el sotobosque juega un papel relevante.
Los tratamientos forestales estudiados incluyen aclareos de diferente intensidad, tratamiento mecánico del sotobosque y quema prescrita de los restos. En tres localidades de la red de parcelas demostrativas del Centre de la Propietat Forestal en el Solsonès se desbrozó mecánicamente el sotobosque y se hicieron dos tipos de aclareos en el marco de los proyectos. LIFE Demorgest y LIFE Pinassa: aclareo de alta intensidad (cobertura de copa final del 50%) y de baja intensidad (cobertura de copa final del 75%). Aparte, en una mitad de cada zona se hizo una quema prescrita de los restos. Cinco años después de los tratamientos forestales, gracias al proyecto LIFE Climark, se han evaluado los efectos de la gestión sobre el riesgo de incendio y la disponibilidad de agua para los pinos de mayor altura mediante simulaciones a partir de datos de campo que incluyen la estructura forestal a escala arbórea y de sotobosque: aclareo de alta intensidad (cobertura de copa de hasta el 50%) y de baja intensidad (cobertura de copa final de hasta el 75%). Además, en una mitad de cada zona se hizo una quema prescrita de los restos.
Los resultados indican que los tratamientos forestales contribuyen a la resistencia del bosque a ambas perturbaciones en comparación con la no gestión, y, además, evidencian que cuando el sotobosque se ha tratado con quema prescrita, la resistencia de los bosques es mayor. Las quemas prescritas reducen el crecimiento del sotobosque durante los años que siguen la gestión y, por tanto, también reducen la competencia por el agua que el sotobosque supone para los árboles y la cantidad de combustible disponible que puede quemar durante un incendio. Los resultados de estas simulaciones se comprobarán en un futuro analizando el crecimiento y la eficiencia en el uso del agua de los árboles de mayor altura en años secos en función del tratamiento. “Creíamos que la intensidad de aclareo sería el factor de más influye en la vulnerabilidad del bosque a sequías e incendios, pero las simulaciones indicaron que el sotobosque también juega un papel muy importante: el tratamiento que más contribuye a la resistencia es el que combina el aclareo del arbolado con la quema prescrita del sotobosque”, explica Lena Vilà, investigadora del CTFC y autora principal del artículo. Ahora, en el marco del proyecto HoliSoils, se está estudiando si la quema de restos tiene efectos no deseados sobre el suelo. Por el momento, el equipo investigador concluye que la gestión forestal, sobre todo acompañada de la quema de restos, mejora la resistencia de los bosques de pino negral del Solsonès tanto a incendios como a sequías extremas.
Más información:
Vilà-Vilardell, L.; De Cáceres, M.; Piqué, M.; Casals, P. (2022) Prescribed fire after thinning increased resistance of sub-Mediterranean pine forests to drought events and wildfires Forest Ecology and Management, 527, 120602. DOI: 10.1016/j.foreco.2022.120602
El cambio climático está provocando mayores olas de calor y veranos mucho más intensos y extensos, lo que genera estrés hídrico en los bosques. Cuando el monte está más seco, cualquier chispa puede provocar un incendio y el fuego avanza más rápidamente. Sin embargo, “no todo es cambio climático”, según recoge Carlos Macías, presidente de la Asociación de Comunicadores de Meteorología y moderador de la mesa ‘La extinción de incendios forestales en un contexto de cambio climático’ celebrada hoy.
En efecto, tanto Fernando Prieto, director del Observatorio de la Sostenibilidad en España, como María José Gallego Sánchez, técnico de incendios forestales de la Agencia de Medio Ambiente y Agua de la Junta de Andalucía, coinciden en que el cambio climático no es la causa única del aumento de los incendios, pero sí aceleran la voracidad del fuego.
Lo que de verdad está demostrado que se agrava la problemática de los incendios es la deficiente gestión forestal, que permite que el combustible (en forma de ramas, troncos y todo lo que constituye la biomasa forestal) se acumule y el fuego se expanda sin control. En esto hay acuerdo unánime en la mesa, que también integra Elena Zaloña, piloto de helicópteros de extinción de incendios de Eliance, encargada de hacer un relato realista de lo que es una jornada entre las llamas.
La necesidad de una gestión forestal basada en criterios científicos
“La escasez de población rural, la falta de pastoreo, la deficiente recogida de masa forestal y los monocultivos de especies exóticas (como los eucaliptus, en Galicia y Asturias), hacen que por cada foco encendido haya cada vez incendios forestales más grandes”, advirtió Fernando Prieto.
Las cinco ideas que el experto enumera para hacer frente a la situación contemplan una gestión forestal basada en criterios científicos, la creación de mosaicos para incluir la ganadería extensiva que ayude a quitar la biomasa que se acumula, la estabilidad laboral de los trabajadores forestales, la gestión adaptativa al calentamiento global y el establecimiento de prioridades para proteger especialmente las zonas más valoradas en biodiversidad. No hay que olvidar, señala Prieto, que “los bosques son importantes sumideros de carbono”.
En su intervención, María José Gallego Sánchez alerta de que los medios terrestres dependen de la disponibilidad de agua, al tiempo que asevera que “el fuego cero no existe en ningún ecosistema, pero menos en el mediterráneo”. La especialista técnica de la Junta de Andalucía es clara al enunciar la paradoja de la extinción: “Si estamos apagando cada pequeño foco y no permitimos incendios de baja intensidad, más combustible se acumulará”. En su criterio, “vamos a convivir con el fuego” y, por tanto, es muy necesario “hablar del fuego técnico con todas las letras”. La planificación implica, a su entender, saber “conducir el fuego, utilizar contrafuegos y quemas prescritas para gestionar el paisaje”. Entre sus recomendaciones figura la de incluir al fuego técnico en los planes de operaciones y mantener contratados a los equipos técnicos durante todo el año.
La inflación afecta a la campaña de incendios
Por su parte, Manuel González Gabaldón, asesor de la empresa Martínez Ridao Aviación (perteneciente a ATAIRE, Asociación de Trabajos Aéreos y de Emergencias) puso el acento en la crisis que sufre el sector, en un momento en que les resulta difícil hacer frente a la renovación de una flota demasiado antigua (los aviones y helicópteros se amortizan en 15 años), con contratos a menudo estacionales y con el factor añadido del alza de precios de los combustibles, que implica un gasto exorbitante con respecto a temporadas anteriores. “El año pasado se produjo un sobrecoste por combustibles de unos 10 millones de euros (lo que representa el 6% de la facturación)”, especificó González Gabaldón, quien reclamó “innovación y estabilidad laboral” y se mostró preocupado por cómo puede afectar la crisis actual de su sector a la campaña de extinción de incendios del próximo año.
¿Qué queda de los bosques tras los incendios? Para responder a esta pregunta, Concepción Fidalgo, catedrática de Geografía Física de la Universidad Autónoma de Madrid, ofrece una didáctica charla de la manera en que las diferentes especies reaccionan a un impacto como el fuego. Detalla, por ejemplo, el comportamiento de las especies pirófitas, que tienen una resistencia más elevada al fuego, y las especies “rebrotadoras” (como el enebro, que es típico del monte mediterráneo). En el monte ibérico, insiste, hay muchas plantas poco o moderadamente inflamables, tales como el madroño, la jara, el brezo, el acebuche o la coscoja, entre otros, frente a otras que arden rápidamente, como sucede con los eucaliptos y los pinos.
“El fuego es un factor ecológico de gran importancia como modificador de la biomasa forestal y, de hecho, nuestros montes ibéricos son el resultado de una serie de intervenciones del hombre”, indica Fidalgo. Como ejemplo de esas interacciones, la catedrática de la UAM cita la competencia entre el haya y la encina, en las regiones del norte de España, cuya dinámica tiene que ver con los atributos de cada especie y las condiciones de pastoreo, el fuego, etcétera. En cuanto a la regeneración de las estructuras del monte, “hemos pasado de la sobreexplotación a un abandono que vuelve antinatural al paisaje, sin seres vivos, con una vulnerabilidad mayor a las llamas”.
En definitiva, la sesión ha puesto de manifiesto que la emergencia climática, la falta de atención a la gestión forestal y la crisis que castiga a las empresas del sector de los trabajos aéreos y las emergencias agravarán el problema de los incendios en España.
Conclusiones y debate sobre incendios forestales en el Congreso Nacional de Medio Ambiente, CONAMA 2022
Víctor Resco de Dios. Profesor de ingeniería forestal y cambio global, Universitat de Lleida
Julien Ruffault. Chercheur postdoctoral sur les incendies de forêts, Inrae
Marcos Rodrigues Mimbrero. Profesor Ayudante Doctor en Análisis Geográfico Regional, Universidad de Zaragoza
Paulo Fernandes. Profesor de incendios forestales, University of Trás-os-Montes and Alto Douro
Rodrigo Balaguer-Romano. Investigador Predoctoral, UNED - Universidad Nacional de Educación a Distancia
Por fin se han apagado los últimos rescoldos de la temporada de incendios de este año. Pero los megaincendios de la próxima están ya en fase gestacional. Aunque ahora no copan los titulares, los incendios venideros se están incubando silenciosamente: el combustible sigue creciendo y, en cuanto la meteorología lo permita, volverán a atacar con las fuerzas renovadas.
Las cifras de este verano en el suroeste de Europa han resultado abrumadoras: más de 80 000 personas evacuadas, en torno a las 460 000 hectáreas calcinadas, una cantidad ingente aunque desconocida de casas y de granjas quemadas y, lo peor, cinco personas que ya no están con nosotros.
Hemos publicado el primer estudio que examina tanto las causas como las consecuencias de la campaña de incendios de este año en el suroeste de Europa, con el fin de prevenir desgracias futuras. Los resultados apuntan a que necesitamos un cambio en los paradigmas que nos guían para entender e interactuar con el monte.
Áreas protegidas: víctimas y verdugos
Nuestro análisis revela que el primer paradigma que debemos revisar es cómo estamos gestionando las áreas protegidas. Esto es, espacios como los parques nacionales o naturales.
El 50 % de la superficie quemada se ha localizado en áreas protegidas. Esto indica que las áreas protegidas son las grandes víctimas de los incendios forestales.
Pero la gran proporción de área quemada en áreas protegidas sugiere también que los incendios podrían estar quemando áreas protegidas de forma preferente. Dicho de otra forma: la gestión actual de algunas áreas protegidas, al no contemplar la prevención integrada frente a los incendios, podría desembocar en tipos de vegetación particularmente inflamables.
Esto no debería sorprendernos. La vegetación suele estar adaptada a los incendios y, cuando no se gestiona, se pueden generar regímenes de incendios de alta intensidad de forma natural.
Recordemos por ejemplo que uno de los incendios más grandes a nivel mundial ocurrió, de hecho, en un parque nacional. Estamos hablando de Yellowstone en 1988, cuando ardieron 321 300 hectáreas en un único complejo de incendios.
De hecho, los mayores incendios han quemado zonas tan emblemáticas como la Sierra de la Culebra y el Parque Nacional de Monfragüe en España, Serra da Estrela en Portugal y las Landas de Gascuña en Francia.
Aunque los principales afectados han sido las personas y las economías rurales, los incendios favorecen el abandono rural. Algo que, a su vez, desemboca en el crecimiento del combustible y se establece un círculo vicioso que propicia los grandes incendios.
Plantaciones: el bosque rentable también arde
Se ha defendido la gestión forestal como la mejor herramienta para prevenir incendios. El paradigma de que el bosque rentable no arde se ha utilizado en varias ocasiones para explicar, por ejemplo, por qué son raros los incendios en Soria.
Sin embargo, este año se han batido récords de área quemada en Aquitania (Francia), una zona donde abundan las plantaciones productivas de pino marítimo. Allí, el área quemada ha sido 52 veces mayor que la media a largo plazo.
La vacuna frente a los incendios no está en la gestión forestal en sí, sino en la gestión del combustible. Esto es, los incendios se propagan sobre todo por el sotobosque. Por tanto, debemos procurar mantener unas cargas de matorral y de hojarasca por debajo de los umbrales asociados a incendios de alta intensidad.
La gestión forestal clásica, entendida como la regulación de la densidad de árboles, resulta útil para disminuir la probabilidad de incendios de copas, pero no basta para reducir el combustible principal, que se da en el sotobosque (o combustible en la superficie del suelo).
El tipo de vegetación que más ha ardido este año es, precisamente, el matorral, debido a su elevada carga de combustible. Y seguidamente nos encontramos con los pinares naturales o de repoblación.
Cambio climático: catalizador de los incendios
El tercer paradigma que debemos abandonar es que los incendios actuales han sido causados por el cambio climático. Este año se han batido récords térmicos por la concatenación de olas de calor. Nuestros resultados indican valores en la humedad del combustible (esto es, en las hojas) por debajo de los mínimos históricos registrados durante casi el 50 % del verano en algunas regiones.
Además, los modelos climáticos nos indican que la temperatura de este año será la media a partir del 2035. Esto es, lo que hemos sufrido este año no es más que un previo de la nueva normalidad que está por venir.
El cambio climático es por tanto un catalizador, un acelerador del problema de los incendios forestales. Pero actúa sobre un sustrato, que es el estado de los combustibles. El cambio climático nos impone una mayor urgencia a la necesidad de gestionar el combustible para disminuir el riesgo de megaincendios futuros.
Implicaciones a nivel europeo
Actualmente la Unión Europea está desarrollando una serie de leyes y estrategias para la implementación del Pacto Verde Europeo. Entre estas destaca la Ley para la Restauración de la Naturaleza, cuya propuesta fue aprobada en junio. El texto actual propone aumentar la concentración de combustible muerto en los montes, la continuidad espacial de los combustibles y la cobertura de sotobosque. Desde el punto de visto de los incendios, estamos frente a los ingredientes para la tormenta perfecta.
Todos deseamos un buen estado de salud para el medio natural y, aunque la restauración seguramente no sea tan necesaria como la preservación de lo existente, no discutiremos su importancia. Pero la propuesta actual apenas tiene en consideración a los incendios, lo cual es vivir de espaldas a la realidad.
Decía John Lennon en Beautiful Boy que la vida es aquello que pasa mientras estamos ocupados haciendo otros planes. Los incendios serán aquello que pase mientras planificamos el Pacto Verde, si no desarrollamos planes ambiciosos de gestión de combustible y combatimos el cambio climático.
Este artículo ha sido escrito en colaboración con Francisco Castañares, presidente de la Asociación de Amigos de Monfragüe, y Celso J. Coco Megía, del Centro Integrado de FP de Almázcara.
Las normativas aprobadas asegurarán unas condiciones laborales y de profesionalidad equivalentes en todo el territorio nacional para estos colectivos
Hasta la fecha, ambas figuras se habían configurado de forma heterogénea en los distintos territorios de España
Los agentes forestales y medioambientales pasarán a tener la consideración de policía administrativa especial y de policía judicial en sentido genérico
Se establece un nuevo marco que determina cuáles son los derechos, deberes, los medios de los que deben estar dotados, y medidas de seguridad y coordinación de los bomberos forestales
El Consejo de Ministros, a propuesta del Ministerio para la Transición Ecológica y el Reto Demográfico (MITECO), ha aprobado dos anteproyectos de ley para estandarizar la situación laboral de dos figuras clave en la protección del territorio: los bomberos forestales y los agentes medioambientales. De este modo, las normativas aprobadas asegurarán unas condiciones laborales y de profesionalidad equivalentes en todo el territorio nacional para estos colectivos.
“Los dos importantes instrumentos normativos aprobados hoy apuntalan el compromiso del Gobierno en la prevención y la lucha contra los incendios forestales, y en la protección de quienes nos protegen frente a ellos. Dos realidades que son indisociables”, ha destacado la vicepresidenta y ministra para la Transición Ecológica y el Reto Demográfico, Teresa Ribera.
Hasta la fecha, la figura de los agentes medioambientales y forestales se había configurado de forma heterogénea en los distintos territorios de España. Las comunidades autónomas, conforme sus competencias, han regulado y desarrollado tanto la figura de agente forestal como la de agente medioambiental, estableciendo sus propios cuerpos y escalas, con distintas denominaciones y funciones. Al mismo tiempo, la Administración General del Estado cuenta por su parte con la Escala de Agentes Medioambientales de Organismos Autónomos del Ministerio de Medio Ambiente.
Para revertir esta situación, que producía desigualdades entre los trabajadores de las diferentes regiones de España, el MITECO ha trabajado intensamente en el desarrollo de este régimen jurídico básico para el sector, en colaboración con todas las administraciones públicas implicadas y de la mano de los agentes sociales. Así, el instrumento normativo presentado hoy establecerá un marco jurídico en el que se define el estatus y las tareas a desempeñar por parte de los agentes forestales y medioambientales, entre las que se encuentran labores de custodia y vigilancia de la naturaleza, apoyo a la gestión del medio ambiente, y auxilio y colaboración en emergencias y protección civil en el medio natural.
De este modo, las y los agentes forestales y medioambientales pasarán a tener la consideración de policía administrativa especial y de policía judicial en sentido genérico. Además, en el ejercicio de sus funciones, tendrán a todos los efectos legales el carácter de agentes de la autoridad, sin perjuicio de la obligación de colaboración con las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado.
ANTEPROYECTO DE LEY BÁSICA DE LOS BOMBEROS FORESTALES
Por su parte, las personas que se dedican a la prevención y extinción de incendios forestales en España prestan sus servicios en dispositivos integrados en unos modelos de gestión muy diversos. Esto se debe a que, una vez que se produjeron las transferencias de competencias en materia ambiental y forestal según lo recogido en la Constitución Española, las comunidades autónomas desarrollaron su propia normativa en la organización de los servicios de defensa contra los incendios forestales.
Algunas comunidades enmarcaron esta actividad dentro del ámbito forestal y otras desarrollaron una estructura que se basaba en protección civil, con diferentes modelos existentes en la realidad territorial nacional. En algunos casos, la lucha contra los incendios forestales se lleva a cabo a través de empresas públicas, mientras que en otras se recurre a empresas privadas, con contrataciones directas de las propias comunidades autónomas o sus agencias, o de otras administraciones, como la local.
Por ello, el anteproyecto de ley básica de los bomberos forestales pretende resolver esta situación, estableciendo un nuevo marco que determine de manera explícita cuáles son sus derechos, deberes, los medios de los que deben estar dotados, medidas de seguridad y de coordinación en sus actuaciones. Teniendo en consideración además que, en numerosas ocasiones, trabajan en incendios fuera de su comunidad autónoma de adscripción.
“Los incendios forestales que se han producido en España en los últimos años han provocado consecuencias medioambientales, económicas y humanas irreparables”, ha recordado la vicepresidenta Ribera. A esto hay que sumarle los efectos del cambio climático, como las olas de calor, cada vez más frecuentes y prolongadas, que hacen que los incendios sean más virulentos y se propaguen con más facilidad. “Los incendios no entienden de fronteras territoriales, han cambiado su patrón -ya no son estacionales- y exigen cada vez más una mayor coordinación y cooperación”.
La norma regulará con carácter básico las condiciones en las que estos profesionales, que prestan un servicio esencial y de interés social, llevan a cabo su trabajo. Y con independencia de la naturaleza jurídico-laboral concreta que en cada caso ostente el personal, ya sea funcionario, personal laboral o personal contratado por empresas públicas o privadas a las que las administraciones públicas hayan contratado para la prestación de estos servicios.
Entre las funciones que deberán desempeñar los bomberos forestales, y que recoge el texto, se encuentran las operaciones de extinción de incendios forestales, las tareas de prevención, vigilancia y detección, y el mantenimiento de infraestructuras, equipos e instalaciones para la prevención y extinción de estos incendios. Así, este nuevo marco regulador redundará en una mayor profesionalización y eficacia y permitirá a los bomberos forestales desempeñar su importante labor de una manera óptima y segura.
UNA CONSTITUCIÓN PAULATINA
La diversidad de organizaciones dedicadas a la conservación de la naturaleza se ha ido constituyendo paulatinamente y presenta, en consecuencia, categorías dispares. En el caso del colectivo de agentes forestales y medioambientales, desde aproximadamente 1677, cuando se dictó una real ordenanza sobre la necesidad de que existiese un grupo de personas que vigilasen las masas arbóreas y los animales salvajes. En el de los bomberos forestales, España viene luchando contra los incendios forestales de forma explícita desde mediados del siglo XIX, lo que queda reflejado en normas como las Ordenanzas Generales de Montes de 1833 o la Real Orden de 1858 en las que se configuraba una administración forestal de defensa contra incendios forestales.
Para alcanzar un modelo eficiente de conservación de la naturaleza es imprescindible la labor de agentes forestales y medioambientales, que deben estar plenamente integrados en los equipos de gestión, con formación profesional específica, con presencia y responsabilidad territorializada y combinación de funciones técnicas en dominios públicos junto al asesoramiento y asistencia a la propiedad privada. Del mismo modo, solo manteniendo equipos de prevención y extinción de incendios forestales bien formados y equipados, se podrá actuar de manera eficaz contra los peligros del fuego.
Según las estadísticas disponibles, hay en torno a 6.000 agentes forestales y medioambientales en nuestro país; de ellos, más de 400 en la Administración General del Estado. Es destacable el papel de los y las agentes también en la vertebración del territorio, al trabajar y o vivir frecuentemente en municipios con altos índices de despoblación, la España más rural donde es tan importante lograr la presencia humana y la prestación de servicios públicos a la sociedad.