Incendios Forestales

06
Ago
2022

En la página web del MITECO se puede encontrar gran cantidad de información sobre incendios forestales: https://www.miteco.gob.es/es/biodiversidad/temas/incendios-forestales/

Web MITECO Incendios

 

En el apartado de Estadística está disponible toda la información recopilada y elaborada por el Centro de Coordinación de la Información Nacional sobre Incendios Forestales (CCINIF), que incluye:

Fuente: MITECO

03
Ago
2022

 

Autoría: Juli G. Pausas

Investigador, Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC)

Hace 40 millones de años, la Antártida estaba cubierta de grandes bosques. Y hace 25 000 años, media Europa estaba cubierta de hielo y la otra media eran estepas frías. Gracias a la paleontología hoy sabemos que la vegetación de todo el mundo ha ido cambiando según han ido sucediendo cambios climáticos. Ya lo decía Humboldt, la vegetación y el clima están ligados.

Si ahora, con nuestra inacción climática, hemos aceptado que cambie el clima, debemos aceptar también que cambie la vegetación. Es iluso querer conservar la vegetación del siglo XX con el clima del siglo XXI. Igualmente, la gestión forestal del siglo XXI no puede ser como la del siglo XX, cuando el clima era menos árido.

concentración co2 1960 2020

Concentración de CO₂ en la atmósfera (en ppm) a lo largo de los años (de 1960 a 2020). En colores se muestra el incremento de temperaturas a escala global (climate stripes). También se indican las diferentes reuniones internacionales realizadas para debatir sobre el cambio climático. Tadzio Mueller / Wiebke Witt / Marius Hasenheit / Sustentio, CC BY

Los grandes incendios forestales

Los grandes incendios no se producen por una sola causa. Se producen por la coincidencia de igniciones en periodos de sequía y condiciones meteorológicas adversas (olas de calor, viento), en zonas con vegetación continua y fácilmente inflamable. Estas zonas a menudo son matorrales y vegetación en etapas tempranas después del abandono rural (incluidos bosques jóvenes) o plantaciones densas no gestionadas apropiadamente.

El cambio climático interviene en la ecuación porque extiende la estación propensa a incendios, agudiza las sequías, incrementa la mortalidad de plantas (y la biomasa seca) e incrementa la frecuencia de condiciones meteorológicas favorables a los incendios (por ejemplo, olas de calor).

Pero el gran incremento de incendios que se ha dado en la historia reciente de España ha sido independiente del cambio climático, y asociado principalmente al abandono rural. La disminución de la agricultura, del pastoreo y de la recolección de madera, y la falta de gestión en plantaciones forestales, generan paisajes más continuos y homogéneos donde el fuego se propaga fácilmente. En estos paisajes, el papel relativo del clima en los incendios aumenta a medida que dejamos que avance el cambio climático.

La vegetación que aparecerá después de sequías e incendios recurrentes será diferente a la actual, porque muchas especies pueden no estar adaptadas a esos nuevos regímenes climáticos y de incendio. Presumiblemente la nueva vegetación será menos densa y menos forestal, y con cambios en la composición de especies.

Podemos dejar que las sequías y los incendios vayan adaptando los pasajes al nuevo clima. El problema es que esos grandes incendios pueden tener consecuencias sociales y económicas. Una alternativa es adelantarse a los incendios.

¿Qué podemos hacer?

Para evitar esos grandes incendios que perjudican a la sociedad, debemos adaptar nuestro paisaje y nuestro comportamiento a las nuevas condiciones ambientales. Esto incluye generar paisajes que sean más resilientes al régimen climático y de incendios que viene. Para ello, podemos poner en marcha estrategias como las siguientes:

1. Generar paisajes heterogéneos

Las discontinuidades en el paisaje y los mosaicos agroforestales reducen la propagación de incendios. Esto es especialmente importante en zonas cercanas a las poblaciones humanas. Hay diversas estrategias para alcanzar este objetivo, por ejemplo:

potenciar (con políticas de apoyo) el mundo rural, la agricultura y el pastoreo extensivo, así como el consumo de cercanía;

incrementar las poblaciones de herbívoros naturales en zonas apropiadas para ello;

realizar tareas de gestión forestal específicas en zonas críticas, como generar cortafuegos, quemas y pastoreo prescritos, y tratamientos silvícolas.

Todas estas herramientas no son excluyentes; se pueden combinar según las distintas características socieoconómicas y del terreno. Ciertamente, estimular el mundo rural es fácil de decir, especialmente desde el mundo urbano. Pero en España, por ejemplo, no es evidente que haya suficiente población dispuesta a volver a la vida rural como para generar un cambio significativo en el paisaje. Quizás podría ayudar una política de inmigración que ofreciera esa posibilidad a personas que llegan en busca de condiciones mejores a las que se dan en sus países de origen.

2. Aprender a convivir con los incendios

Eliminar los incendios de nuestros paisajes es imposible y contraproducente, especialmente en el marco del cambio climático. El reto de la gestión es crear condiciones que generen regímenes de incendios sostenibles tanto ecológica como socialmente.

Enfocar las políticas de gestión de incendios únicamente a la extinción puede generar incendios grandes e intensos. Es más sostenible tener muchos incendios pequeños y poco intensos, que pocos incendios de grandes dimensiones e intensos.

Para alcanzar estos objetivos se requiere profesionalizar a los actores que intervienen en la prevención y extinción de los incendios forestales. Son ellos quienes pueden generar los regímenes de incendios sostenibles, pero en muchas ocasiones trabajan en condiciones precarias.

3. Minimizar y asumir riesgos

Debemos evitar construir viviendas e infraestructuras en zonas con bosque mediterráneo altamente inflamable y reducir al máximo la interfaz urbano-forestal. Esto no solo reduce el peligro para las personas e infraestructuras, también reduce las igniciones. Entre los mecanismos para conseguirlo se incluyen la recalificación de terrenos (a no urbanizables) y la implementación de tasas (disuasorias) por construir en áreas con alto riesgo de incendios (pirotasas), entre otras.

En zonas ya construidas, es necesario asegurar que se realizan tareas de autoprotección, como la implementación de franjas de seguridad con poca vegetación (o con cultivos) alrededor de las viviendas, o incluso implementar sistemas de riego prescrito. Es importante asegurar que las viviendas tengan seguro contra incendios forestales, y que no esperen que los bomberos necesariamente las protejan. Hay que asumir riesgos, responsabilidades y costes si se desea vivir en medio de paisajes altamente inflamables en lugar de en una zona urbana.

Durante olas de calor, sería conveniente reducir la movilidad en el monte y en zonas de interfaz (urbano-forestal y agrícola-forestal) para minimizar el riesgo de igniciones.

4. Conservar los bosques y los humedales

Debemos conservar y restaurar los bosques en los microhábitats húmedos (refugios), para incrementar su resiliencia a los cambios en el clima.

Hay que potenciar la restauración de humedales y otros ecosistemas litorales que, aparte de los beneficios para la biodiversidad, mantienen el ciclo del agua y contribuyen a la conservación del clima.

La degradación de la costa (por la desecación de los humedales y la sobreurbanización) contribuye a la reducción de la precipitación y al incremento de gases de efecto invernadero (vapor de agua). Potenciar vegetación en zonas urbanas (jardines, árboles en las calles) también contribuye a la conservación del clima, además de mejorar la calidad de vida de los ciudadanos.

5. Restaurar con especies vegetales más resistentes

La restauración no ha de tener como referencia el pasado, sino el futuro. En proyectos de restauración y en plantaciones, se deben utilizar especies (o poblaciones de las mismas especies) más resistentes a la sequía y a los incendios que las que había con anterioridad. Por ejemplo, especies y poblaciones que actualmente se encuentran en zonas más secas o con más incendios. Esto sería más sostenible que utilizar las estaciones de alta calidad forestal que se utilizaban con el clima del siglo pasado.

6. Reducir el consumo de combustibles fósiles

Esto es clave para frenar el aumento de gases de efecto invernadero, y así reducir la velocidad del cambio climático y la frecuencia de las olas de calor.

Este verano tenemos grandes incendios principalmente en el oeste del Mediterráneo, y el verano pasado los tuvimos en el este, acorde con la distribución de las olas de calor de cada año. No hay ninguna novedad ni sorpresa en ello. Está todo dentro de lo esperado si seguimos sin adaptar el paisaje y nuestro comportamiento a las nuevas condiciones del siglo XXI. El fuego y las sequías lo harán por nosotros

26
Jul
2022

 

Autoría

Fernando Rodríguez López

Profesor de Economía del Medioambiente, Universidad de Salamanca

Víctor J. Colino Rabanal

Investigador postdoctoral en el Departamento de Biología Animal, Ecología, Parasitología, Edafología y Química Agrícola, Universidad de Salamanca

El 12 de julio de 2022, invitados por la Coordinadora Rural de Zamora, un grupo de investigadores de la Universidad de Salamanca participamos en una reunión con unos 40 vecinos de Villanueva de Valrojo, una localidad de la provincia de Zamora situada en la zona afectada por el incendio forestal de la sierra de la Culebra del pasado mes de junio.

Uno de los objetivos del encuentro era presentar los resultados preliminares de un estudio de valoración económica de los servicios de la naturaleza que se han perdido como consecuencia del incendio.

Los servicios que nos presta la naturaleza

El paradigma de la valoración económica de los servicios de la naturaleza ha ido tomando forma en los últimos años, pasando claramente de la teoría a la práctica, y del ámbito científico al regulatorio y empresarial.

El marco conceptual se ha desarrollado fundamentalmente en las dos décadas del siglo XXI. Una de las primeras referencias es el simbólico artículo que el investigador Robert Costanza y colaboradores publicaron en Nature en 1997, donde cifraron el valor de los servicios de la naturaleza en 33 billones de dólares (unos 29,76 billones de euros) anuales.

Posteriormente, destacan como protagonistas principales las iniciativas Evaluación de los Ecosistemas del Milenio (Naciones Unidas, 2001) y Economía de los ecosistemas y la biodiversidad (Comisión Europea, 2008), la Clasificación Internacional de los Servicios Ecosistémicos (CICES, Comisión Europea, 2009), el Protocolo del Capital Natural (Natural Capital Coalition, 2016) y, por supuesto, el novedoso Sistema de Contabilidad Ambiental y Económica sobre Contabilidad de los Ecosistemas (Naciones Unidas, 2021).

Aunque no puede decirse que este marco conceptual esté totalmente asentado, hay dos elementos básicos presentes en todas las propuestas:

El concepto de servicios de la naturaleza, o servicios ecosistémicos, como los recursos o procesos de los ecosistemas que benefician a los seres humanos.

La clasificación de los servicios de la naturaleza en tres grupos principales: servicios de aprovisionamiento (agua, comida, materiales…); de regulación y mantenimiento (clima, calidad de aire y agua, control de inundaciones, formación del suelo, hábitat para seres vivos…) y culturales (recreación, disfrute estético, o incluso la propia existencia de elementos ambientales).

¿Cómo se valoran los servicios ecosistémicos?

Hay diversas técnicas para valorar económicamente los servicios de la naturaleza. Algunas de las fuentes de información más empleadas son las siguientes:

Precios de mercado, muy habitual para valorar servicios de aprovisionamiento. Por ejemplo, considerar el precio del kilo de setas para calcular el valor del correspondiente servicio ecosistémico de aprovisionamiento.

Costes evitados gracias a la naturaleza, típicamente para valorar servicios de regulación. Por ejemplo, se puede valorar el daño que podrían generar las inundaciones para calcular el valor de los servicios ecosistémicos que presta la vegetación de ribera que mantiene el cauce de los ríos.

Realización de encuestas, generalmente para valorar determinados servicios culturales. Sirven para averiguar la disposición a pagar de los ciudadanos para garantizar la conservación de especies animales o zonas naturales protegidas.

Pero cuando las áreas analizadas son extensas y complejas, puede ser muy costoso llevar a cabo estudios primarios sobre el territorio. Y no digamos cuando el área ha sufrido deterioro o destrucción, por ejemplo debido a una transformación o un incendio forestal.

En estas circunstancias, cobra especial sentido la aplicación de métodos de transferencia de beneficios, que permiten obtener estimaciones a partir del ajuste de los factores ecológicos y socioeconómicos explicativos del valor económico de los servicios ecosistémicos. Este es el tipo de métodos que utilizamos para nuestro estudio.

Resultados para la sierra de la Culebra

Para la identificación de los estudios primarios utilizamos la base de datos de acceso público ESValues, desarrollada por la Universidad de Salamanca.

Seleccionamos un conjunto de 138 estudios primarios de cultivos, pasto, matorral y zona forestal más afines con las variables del área analizada, y los normalizamos para compensar diferencias de renta y densidad de población.

Para obtener una estimación global satisfactoria del valor económico correspondiente a la pérdida de servicios ecosistémicos necesitaríamos disponer de una información que, por el momento es imposible obtener: la proporción de servicios ecosistémicos perdidos como consecuencia del incendio.

Por eso, consideramos dos posibles escenarios:

Uno pesimista en el que se pierden todos los servicios ecosistémicos en la superficie afectada, sea cual sea el nivel de afectación.

Uno optimista en el que el valor de los servicios ecosistémicos disminuye un 100 % en el área destruida, un 50 % en el área dañada y un 25 % en el área posiblemente dañada.

Millones de euros en pérdidas

No cabe duda de que la forma de obtención de estas estimaciones hace que disten de ser perfectas. Por un lado, la obtención de los datos en los estudios primarios puede haber sido defectuosa. Por otro lado, por muy afines que sean los ecosistemas de los estudios primarios con los del área analizada, nada garantiza que la provisión de servicios ecosistémicos sea la misma.

Adicionalmente, las estimaciones de los estudios primarios pueden haberse realizado para áreas con superficies muy diferentes (menores o mayores), por lo que la agregación de estas cifras para generar datos de impacto global puede dar errores de escala.

 

valor perdida incendio culebra

Estas limitaciones obligan a ser cautos en la consideración de este tipo de resultados, pero no anulan la conclusión principal: en el caso de un incendio como el de la sierra de la Culebra, las pérdidas para la sociedad en el valor económico de servicios ecosistémicos generalmente intangibles, como los de regulación y culturales, pueden ascender a decenas de millones de euros al año. Son unas cifras enormes, incluso comparadas con las pérdidas que se estiman de forma tentativa para los servicios ecosistémicos tangibles de aprovisionamiento (miel, castañas, setas, madera de pino, ingresos por cotos de caza…), que algunas estimaciones preliminares sitúan alrededor de los 5 millones de euros.

Es interesante señalar que los vecinos de Villanueva de Valrojo eran plenamente conscientes de que el valor de los intangibles perdidos sería muchísimo más alto que el valor de las pérdidas económicas de producción en la zona. Cabe preguntarse si el conjunto de la sociedad española es también consciente de esta realidad, y cuánto está dispuesto a hacer para ser consecuentes con ello.

26
Jul
2022

logo distrito

 

La campaña que en  este verano se avecina para los incendios forestales ya es catastrófica y sólo acaba de comenzar.

Las condiciones ambientales con una humedad relativa en el aire muy baja y altísimas temperaturas han elevado los niveles de peligrosidad a niveles extremos lo que ha ocasionado que, a fecha de hoy estemos rondando el cuarto de millón de hectáreas quemadas.

Pero en Marruecos no está ocurriendo ese desastre. No ha habido grandes incendios con las características de los que ha habido en España.

Comparando las temperaturas, ya que se indica como causa que los incendios son consecuencia de lo elevadas que son por calentamiento global del Cambio Climático, cabe preguntarse si es que en Marruecos han sido más frescas.

A día de 22 de julio, en que estamos escribiendo este artículo, a guisa de ejemplo,  la temperatura máxima en Madrid ha sido de 39º y la mínima de 20º, lo que da una temperatura media de 29,5º, temperatura muy elevada. Pero en Marraquech la máxima ha sido de 44 y la mínima de 26º, con temperatura media de 35º es decir 5,5ª más que en Madrid, pero en Marruecos no ha habido grandes incendios. ¿Qué pasa en Marruecos? ¿Será que no hay bosques?

Pues resulta que Marruecos sí que tiene bosques, contando con 5,6 millones de hectáreas (En España tenemos 18,5 millones de hectáreas), más superficie que cualquiera de nuestras Comunidades Autónomas (la que posee mayor superficie es Castilla y León con 4,8 millones).

Y como hay bosques  debemos atender al tipo de formación boscosa y gestión que hay en Marruecos para entender lo que sucede.

Esto no es nuevo, todos los veranos en Marruecos hay temperaturas medias 4 o 5 grados superiores a las españolas y rara vez hay un incendio mayor de 100 ha.

Desechando como imposible evitar el cambio climático deberíamos analizar el tipo de gestión forestal existente en Marruecos que genera resistencia frente a los incendios forestales y los hace pequeños y controlables viendo lo que podemos aprender, pues si hacemos los cambios adecuados en nuestra gestión podremos estar seguros de reducir el riesgo de grandes incendios.

De entrada, si hablamos de Gestión Forestal Sostenible, estaremos de acuerdo  en que no es sostenible  generar y conservar masas forestales si la gestión las hace susceptibles de desaparecer en un gran incendio. Sobre todo cuando los montes marroquíes nos muestran que existe la posibilidad de una gestión que es capaz de reducir, y muchísimo,  ese riesgo.

Los campesinos marroquíes usan leñas para calentarse y cocinar tanto de árboles de pequeño tamaño como de matorrales, pues para la mayoría sus niveles de vida no les permiten otras fuentes de energía. El resultado es que los montes están muy limpios de matorral y con densidades bajas de arbolado que suele estar podado.

Si hay poco matorral y los árboles están podados no existe continuidad vertical y si la densidad es baja no la hay horizontal. Y si no hay continuidad vertical ni horizontal no puede haber grandes incendios.

Otra faceta que ayuda y mucho a que no haya demasiado matorral  es la cabaña ganadera extensiva y excesiva, sobre todo, de ganado cabrío. Claro que el ganado cabrío en exceso es un arma de doble filo ya que devora los plantones de los árboles por lo que puede llegar a impedir la regeneración de los bosques. Este problema en Marruecos es tan grave como para que se planee la repoblación forestal de 600.000 Ha en los próximos años.

Ya hemos analizado que hablar del cambio climático como causa  inexorable e irremediable de grandes y graves incendios no se ajusta a la realidad  y solo puede hablar así quien desconoce que es posible tener unos modelos de gestión forestal que hagan muy difícil que se desarrollen grandes incendios forestales.

La gran lección que podemos tomar del reino Alauita es que incluso en condiciones climáticas más extremas que las que estamos teniendo en este verano, si las masas forestales no tienen masas continuas de matorral y los árboles están sin tangencia de copas no hay grandes incendios. Y debemos recalcar que solo se puede hablar de una gestión forestal que es sostenible si está reducido al mínimo el riesgo de incendios.

Además una densidad baja en nuestras masas arboladas conlleva la desaparición de la competencia intraespecífica lo que da al arbolado una mayor resistencia frente a plagas y enfermedades y a las condiciones extremas que puede suponer el cambio climático. Tanto la SECF (Sociedad Española de Ciencias Forestales) como la FAO  recomiendan reducir la espesura de las masas al mínimo recomendable para cada especie.

Resumiendo, con una buena selvicultura sin miedos a aclarar las masas forestales y controlando el matorral, nuestras masa forestales pueden sobrevivir y no tener grandes incendios sin temer a las olas de calor como las que hemos tenido, tenemos y tendremos.

La prevención requiere inversiones potentes todos los años en selvicultura y, de seguir sin tener estas inversiones, cada cierto tiempo perderemos en un año unos cuantos cientos de miles de hectáreas de bosques. Y no será culpa del Cambio Climático sino de quienes teniendo en la mano crear los presupuestos necesarios para hacer las inversiones no lo hayan hecho.

 

26
Jul
2022

 

Autoría

Víctor Resco de Dios

Profesor de ingeniería forestal y cambio global en PVCF-Agrotecnio, Universitat de Lleida

Víctor Resco de Dios recibe fondos del MICINN, la Comisión Europea y la Fundación Velux.

Desde Faro hasta Marsella, una nueva oleada de incendios se está ensañando con el suroeste de Europa. Estamos frente a lo que los bomberos llaman incendios de quinta generación: una simultaneidad de grandes incendios que ponen en jaque a los sistemas de extinción, llegando en algunos casos a amenazar a núcleos urbanos.

Lo que está pasando estos días en Europa es algo extremadamente inusual. Lo preocupante es que apenas estamos viviendo un previo de lo que ocurrirá en unos años. Lo que ahora consideramos anómalo, en breve será la nueva normalidad. Cuando dentro de dos o tres lustros recordemos a la campaña actual, seguramente nos parecerá leve por comparación.

Por qué es una campaña inusual

El año pasado publicamos un estudio donde caracterizamos, por primera vez, las diferencias entre las pirorregiones europeas. Esto es, estudiamos cómo y por qué varía espacial y temporalmente la temporada de incendios en la Europa mediterránea. Los resultados que obtuvimos nos permiten determinar por qué la campaña actual de incendios es extremadamente anómala:

Incendios fuera de estación. Ni en Portugal ni en muchas zonas del sur de Francia es habitual observar grandes incendios en la primera quincena de julio. El estrés hídrico estival alcanza su máximo a finales de agosto, por lo que los incendios al principio del verano no eran frecuentes ni extremos.

Hasta ahora, los grandes incendios en la primera quincena de julio solo eran comunes en el levante peninsular: zonas más áridas donde la vegetación se vuelve antes inflamable.

Europa se está aridificando, a raíz del cambio climático y del abandono rural, lo que homogeneiza el paisaje y lo vuelve uniformemente seco, enrasando por abajo. Esta es la causa del avance en la estación de incendios.

Intensidad creciente de los incendios. Los incendios actuales ya no se pueden extinguir. Mueren por inanición (han quemado todo lo que había por quemar) o porque llueve. Son incendios que liberan la misma energía que una, o más, bombas atómicas y toda la tecnología de extinción se queda corta frente a ellos.

Los grandes incendios son cada vez mayores. Es decir, el tamaño medio de los incendios que escapan a la contención aumenta, y eso pasa porque está aumentando la intensidad de los incendios.

En el momento de escribir este artículo, se estima que uno de los incendios en Gironda (Francia) rondaría las 8 000 ha. Estaríamos hablando del incendio de mayor extensión de los últimos 30 años en Francia y el tercero desde que empezó el registro galo en 1973. Algo parecido ocurría en el incendio en la sierra de la Culebra (Zamora) hace unas semanas: rozó el tamaño de los incendios más extensos registrados en España.

Simultaneidad de incendios de alta intensidad. No es la primera vez que nos encontramos frente a un escenario de fuegos de quinta generación. En los años 1978 y 1985, por ejemplo, se sucedieron más de 150 grandes incendios en España. Lo inusual de la temporada actual no es el número de grandes incendios, sino la simultaneidad de incendios muy intensos.

Además, la simultaneidad de incendios no se está dando a escala nacional, sino subcontinental: el suroeste de Europa está en esa situación. Y se espera que el Reino Unido entre en ola de calor, lo que podría llevar los grandes incendios también a las lluviosas islas británicas.

Un problema de salud pública

Por desgracia, sabemos que la frecuencia y la fiereza de las olas de calor aumentará con el cambio climático. Durante estos episodios, la mortalidad aumenta porque el organismo se descompensa, afectando sobretodo a personas mayores o con patología previas.

Durante las olas de calor empeora también la calidad del aire notablemente debido a los incendios forestales. Las imágenes del Meteosat nos mostraban, por ejemplo, cómo el humo de los incendios en las Landas francesas llegaba hasta la costa cantábrica española.

La inhalación de humos es otro factor que contribuye al exceso de mortalidad en olas de calor; se le considera responsable de 417 muertes en los incendios de Sídney de 2019.

El peligro de las olas de calor continuadas

Durante las olas de calor aumenta el potencial desecante de la atmósfera y nos encontramos con que muchas plantas se secan, por lo que liberan más energía al quemar.

Disminuye también la humedad en la hojarasca, facilitando la ignición y propagación del incendio. Aquellas zonas más húmedas que normalmente actuarían de cortafuegos, tales como los fondos de valle, se vuelven tan secas como las de su alrededor. Es decir, el paisaje se torna uniformemente seco.

La atmósfera desecante aumenta también el arrojo de los incendios forestales, lo que de nuevo intensifica su comportamiento. Esto es, la columna de convectiva del incendio puede ascender hasta grandes alturas por la atmósfera, lo que puede aumentar las corrientes y el transporte de pavesas.

Qué cabe esperar en el futuro

El cinturón de los incendios se está expandiendo en latitud y en altitud. Los grandes incendios en zonas de Europa donde hasta ahora eran raros, como el Reino Unido y Escandinavia, son cada vez más comunes. Las zonas de montaña, como los Alpes y los Pirineos, son cada vez más inflamables.

La época en la que los incendios se apagaban con agua se ha acabado. Estamos viendo el resultado de décadas de dejadez en la gestión del territorio y de inacción climática. Estamos viendo el tráiler de la película del futuro que les estamos dejando a nuestros hijos y a nuestros nietos.

© 2018 Distrito Forestal.