Ciencia y Técnica

19
Ene
2022

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9 de diciembre 2021

El nuevo mapa de alta resolución del arbolado de Cataluña, elaborado por el Instituto Cartográfico y Geológico de Cataluña (ICGC) y el CREAF, permite determinar las variables biofísicas de los bosques catalanes, como el carbono almacenado, con una resolución 2500 veces mayor que los inventarios forestales tradicionales. Este conocimiento profundo supone un salto cualitativo en la planificación y gestión forestal, y se traducirá en el desarrollo de políticas más efectivas, una mejor prevención de los incendios y el desarrollo de proyectos de carácter medioambiental y de ordenación más eficientes.

En Cataluña, cada habitante emite anualmente una media de 5,78t de CO2. Hoy, gracias a los mapas de alta resolución de los bosques que han generado el Instituto Cartográfico y Geológico de Cataluña (ICGC) adscrito al Departamento de la Vicepresidencia y de Políticas Digitales y Territorio y el CREAF a partir de datos LiDAR podemos saber que los bosques de Cataluña tienen almacenados el equivalente a 195 millones de toneladas de CO2, esto corresponde, en promedio, a 4,4 años de emisiones de CO2 . Este dato es un promedio que ofrecen los mapas y varía por comarca en función de la cantidad de bosque que tiene y su población, por ejemplo, los stocks de carbono de los bosques del Pallars Sobirà equivalen a 291 años de las sus emisiones, en el caso de la Alta Ribagorça, 129 años, en cambio, otras comarcas como el Pla d’Urgell o el Barcelonès se corresponden a mucho menos de un año de emisiones. El ICGC y el CREAF, con la colaboración del Departamento de Acción Climática Agricultura y desarrollo Rural, han presentado la segunda edición de los mapas de alta resolución de los bosques catalanes. Esta segunda edición se puede descargar de forma gratuita y están hechos con tecnología LiDAR, lo que permite, por un lado, trabajar a una resolución 2.500 veces mayor que la de los inventarios forestales tradicionales, y por otra, disponer de los datos más actuales disponibles (en esta edición son datos de 2016-17). El mapa describe variables tan relevantes como el carbono almacenado, el diámetro de los árboles, la su altura media o el volumen de madera, entre otros, y son claves para desarrollar y realizar seguimiento de políticas forestales más efectivas, así como para analizar los cambios e impactos, planificar una mejor prevención de los incendios o diseñar y ejecutar proyectos de tipo medioambiental y de ordenación.

El CREAF ha desarrollado los modelos para describir cada una de las diez variables forestales a partir de datos de campo y métricas obtenidas de los datos LiDAR por parte del ICGC. A partir de estos modelos, el ICGC ha generado y distribuido los mapas, de una resolución excepcional.

Según Ariadna Just, técnica del ICGC, “La monitorización del territorio que hace el ICGC proporciona herramientas clave para la toma de decisiones, dado que aportan un conocimiento con una precisión y detalle que hasta ahora era impensable. En concreto, los datos LiDAR nos permiten medir las complejidades de las estructuras forestales y proveer información por la generación de aplicaciones de gestión de las masas forestales”.

“Unos bosques bien gestionados permiten aumentar su capacidad como sumidero de CO2 y, por tanto, contribuyen en la lucha contra el cambio climático. Por eso es tan útil tener información precisa, como lo que ofrecen los nuevos mapas que hoy presentamos, para tomar las medidas más adecuadas para preservar los bosques en general y las áreas protegidas, en particular”. JORDI VAYREDA, INVESTIGADOR DEL CREAF.

11
Ene
2022

 

Autoría

Víctor Resco de Dios

Profesor de Incendios Forestales y Cambio Global en PVCF-Agrotecnio, Universitat de Lleida

El negocio de las editoriales científicas se ha convertido en uno particularmente rentable. Los beneficios empresariales, cifrados en varios miles de millones de euros, son solo comparables a los de las grandes empresas tecnológicas. Pero no se trata solamente de un negocio lucrativo. Las editoriales científicas han transformado profundamente las reglas sobre cómo se desempeña lo que para muchos es el mayor espectáculo del mundo: la ciencia y su avance.

Este artículo analiza algunas de las figuras más destacadas en la evolución de las editoriales científicas, junto con su influencia sobre la práctica misma de la ciencia.

El gigante editorial Pergamon Press

La que tal vez fuera la primera editorial moderna, Pergamon Press, fue fundada en 1951 por Robert Maxwell. Maxwell atraía a los científicos más afamados en diferentes campos: viajaba a congresos y los seducía para fundar y editar nuevas revistas especializadas en su campo. A cambio, les ofrecía financiación para congresos, distinción académica y oportunidades para su crecimiento profesional.

Ser editor académico de una revista es un mérito de prestigio: un prurito de distinción que no está al alcance de cualquiera. El editor debe nombrar a los editores asociados y atraer nuevos artículos. Este negocio es atractivo ya que ninguno de los involucrados en la creación de contenidos cobra: ni los editores asociados, ni los autores, ni los revisores de los artículos.

El crecimiento de Pergamon en sus primeros años fue vertiginoso. Llegó a los 150 títulos en sus primeros 15 años y a las 700 revistas y 7 000 monografías al final de sus 40 años de vida.

Pero Maxwell buscaba erigir todo un imperio en la comunicación yendo más allá de la ciencia. Con más dinero que cabeza, y con más deudas todavía, acabaría encarnando el prototipo de magnate mafioso y fraudulento.

Su fundador tuvo que vender Pergamon a Elsevier, la editorial científica que tomaría entonces el testigo como la principal del mundo. Maxwell fallecía en las Canarias, en circunstancias todavía no esclarecidas, apenas unos meses después de esa venta en 1991.

Cell Press, la editorial elitista de Benjamín Lewin

Pergamon solo buscaba artículos científicamente correctos: que pasaran la revisión por pares. Por aquellos tiempos, ningún científico daba importancia a qué revista publicaba su artículo. Lo importante era el contenido y no la casa. Pero las cosas cambiarían a partir de 1974.

Benjamín Lewin, entonces un joven biólogo molecular, fundó la revista Cell y, posteriormente, la editorial Cell Press. Esta revista destacaría por su carácter elitista y en poco tiempo logró rivalizar con Science y Nature. Cell solo aceptaba trabajos excepcionales. Publicar en sus páginas se convirtió en señal de prestigio.

Lewin entendió que la vanidad en algunos científicos era comparable, cuando no mayor, a su ingenio, y les convenció de que publicar en Cell proporcionaba un sello de calidad. Así es como el escenario iría cambiando: ya no bastaba con publicar, sino que se debía hacer en revistas de prestigio. Pero ¿quién medía ese prestigio?

El índice de impacto de Eugenio Garfield

Un bibliotecario norteamericano, Eugenio Garfield, desarrolló en la década de los 60 el “factor de impacto”. Se trata de un índice que mide el promedio normalizado de citas recibidas en los dos últimos años.

Garfield y su empresa, conocida como Instituto para la Información Científica (ISI, por sus siglas en inglés), también desarrollaron índices para medir qué artículos eran los más citados (highly cited paper o citation classics), así como los autores de artículos altamente citados (highly cited scientists). Se trata de una estrategia de mercado inteligente ya que casi todas las universidades cuentan con algún artículo o científico dentro de esa categoría, por lo que les sirve de reclamo.

Repercusiones

Los índices bibliométricos y el prestigio de la revista irían poco a poco conformando el tablero en el que se desempeña el oficio científico. Las instituciones adoptaron este modelo para dotar a la evaluación científica de una aureola de objetividad. Permite cargar los méritos sobre la balanza y ver de qué lado bascula.

Y así, asemejando la actividad científica a la del paleta que trabaja a destajo, se deshumaniza la actividad científica. Los aspirantes a científicos ya no buscan el avance de la humanidad, sino que se transforman en escribidores de artículos de impacto. Deberán desarrollar estrategias de tahúr para sobrevivir a las reglas de un juego que han sido dictadas por empresas editoriales y bibliométricas.

La escena científica actual consta casi exclusivamente de estudios centrados en sortear el filtro editorial de prestigio y rápidos para no mermar la mal llamada productividad científica. Una práctica que, por otro lado, tiene efectos muy positivos, como la vertiginosa carrera que hemos visto recientemente en busca de una vacuna eficaz y segura en tiempos de pandemia.

Pero que también tiene un precio. Las investigaciones más creativas y arriesgadas languidecen bajo un sistema donde los cancerberos editoriales les dificultan el paso. También lo hacen aquellas que mejoran los sistemas productivos o que son de aplicación al mundo profesional, alejado del académico.

El espacio para las monografías, y todo aquel trabajo sesudo que requiera de varias décadas de investigación, es cada vez más reducido. Y así, poco a poco, se vacía la despensa de investigaciones básicas, que son las que realmente hacen avanzar el conocimiento.

07
Ene
2022

 

En Distrito Forestal queremos comenzar el año recuperando un documento excepcional la Conferencia del Dr. Barlett, Aritmética, Población y Energía. Es un documento básico para saber bien cuál es la envergadura de la crisis energética.

 La conferencia el Dr. Barlett la impartió más de 100 veces, pero a pesar de la importancia que tuvo hoy está casi olvidada, aunque no haya habido nadie que haya podido refutar sus datos y conclusiones. En fin, en este mundo en que vivimos lo que no es inmediato no existe y las conferencias se impartieron hace 10 años.

Es habitual que dos fenómenos que se interfieren en la mente del hombre se confundan. Así sucede con la crisis energética y el Cambio Climático. Pero aunque tenga influencia el consumo de energía en la Crisis Climática sería conveniente que las separaramos en nuestros análisis ya que aunque no hubiera efecto invernadero por las emisiones de gases, la crisis energética seguiría existiendo.

No conocemos un documento mejor que éste para poder entender la Crisis Energética con rigor y sencillez para entenderla.

En Youtube se puede ver una adaptación a España de la Conferencia de Barlett y leer la traducción del original al castellano.

Recomendamos vivamente a nuestros lectores que vean el video e, incluso lean la conferencia. Debajo exponemos los dos enlaces

https://www.youtube.com/watch?v=uvpBXQbxezU

https://personal.unizar.es/garciala/publicaciones/aritmeticabartlett.pdf

10
Ene
2022

 

 

Autoría

César Menor-Salván

Profesor Ayudante Doctor. Bioquímica y Astrobiología. Departamento de Biología de Sistemas., Universidad de Alcalá

En la festividad de Reyes Magos se celebra el momento en el que estos acuden a adorar al recién nacido Jesucristo. Tal vez el lector no conozca de dónde proviene la tradición española de los tres reyes magos (Melchor, Gaspar y Baltasar), pues en la Biblia no se especifica ni cuántos eran, ni sus nombres. Tampoco se decía que fueran reyes, ni magos tal como lo entendemos ahora. Es posible que fueran sabios o astrónomos, y que la famosa estrella de Belén fuera un evento astronómico que ellos supieron ver e interpretar. Pero, aunque no fueran reyes, desde luego si debían ser personajes influyentes:

“Cuando Jesús nació en Belén de Judea en días del rey Herodes, vinieron del oriente a Jerusalén unos magos, diciendo: ¿dónde esta el rey de los judíos, que ha nacido? porque su estrella hemos visto en el oriente y venimos a adorarle.[…] y he aquí que la estrella que habían visto en el oriente iba delante de ellos, hasta que llegando, se detuvo sobre donde estaba el niño […] y al entrar en la casa, vieron al niño con su madre María, y postrándose, lo adoraron; y abriendo sus tesoros, le ofrecieron presentes: oro, incienso y mirra.”

 

Mateo:2

No es casual el conjunto de tesoros que presentaron al niño. El oro es obvio, pero nuestra imagen del incienso no es la misma que se tenía en la antigüedad, cuando era un bien muy valioso. Incienso es el nombre colectivo de resinas de olor agradable, obtenidas tanto de coníferas como de otros árboles aromáticos. Las resinas eran productos de lujo en aquel momento.

De todas ellas, era especialmente valorada la mirra. Esta se obtiene de unos pequeños árboles del genero Commiphora, en especial de un arbusto endémico del noreste de África, el árbol de la mirra o Commiphora myrrha. La mirra se utilizó ampliamente con fines medicinales, para la elaboración de perfumes y, en general, como una valiosa inversión.

El árbol de la mirra pertenece a la familia Burseraceae. Esta familia produce resinas compuestas por terpenos o terpenoides (el colesterol, un compuesto de origen animal, pertenece a ésta misma familia química). Los terpenoides tienen dos características interesantes: son químicamente muy estables y su composición varía según el género, familia y, a veces, la especie que los produce.

Esta propiedad la utilizamos en un campo de estudio llamado quimiotaxonomía: el conocimiento de las características distintivas en la composición de diferentes especies, géneros o familias biológicas. La composición de terpenos es variable, de modo que podemos identificar con bastante precisión la planta de procedencia de cualquier muestra de resina.

Las resinas pueden conservar su composición original durante millones de años. En este largo sueño geológico, sufren transformaciones químicas, dando lugar a un material que conocemos, colectivamente, como resinitas. Cuando la transformación es mas profunda, la resina original se convierte en ámbar. Cuando están parcialmente transformadas y preservan su composición original, se conocen como copal y preámbar.

El estudio de la composición de las resinas de plantas y las transformaciones químicas que sufren tras ser enterradas en los sedimentos nos puede ayudar a conocer la evolución de los ecosistemas. Gracias a ello podemos saber qué árboles existían hace millones de años, identificar cambios climáticos o cuándo aparecen nuevas familias biológicas.

Una mirra de 40 millones de años

Hace algo mas de 40 millones de años, durante el Eoceno, Europa era distinta a la actual. Hay un lugar que ofreció muchos restos de los ecosistemas de aquella época: las minas de carbón del valle de Geisel, en Alemania. Allí se encontraron abundantes fósiles, bien preservados gracias a las condiciones en las que quedaron depositados. También encontramos muestras de resinas en estado de preámbar.

Esto nos ha permitido determinar que aquellos bosques estaban formados por coníferas de la familia del ciprés de los pantanos, árboles tropicales propios de zonas húmedas y antecesores del árbol de la mirra, que nos dejaron abundantes muestras de la mirra hace mas de 40 millones de años. Todavía conservaba su aroma.

Las resinas sugieren que la Europa de aquella época estaba cubierta por selvas húmedas, algo consistente con el resto de estudios geológicos y paleontológicos. De esta época también son los yacimientos del famoso ámbar báltico, formados en bosques de coníferas tropicales. El Eoceno fue una época muy cálida que culminó con un enfriamiento global: glaciaciones, la formación de los casquetes polares actuales y la desaparición de las grandes selvas en lo que hoy es Europa.

Estos ciclos se han repetido a lo largo de la historia de la vida, condicionando la evolución o extinción de los organismos.

El ámbar español del Cretácico

Hace unos 100 millones de años, durante el Cretácico, la península Ibérica era un conjunto de grandes islas. La actual cuenca del Ebro era un brazo de mar que bañaba costas cubiertas de cálidos bosques pantanosos, similares a los actuales manglares.

Cantabria, Alava y Teruel estaban cubiertos de bosques de coníferas tropicales, entre los que vivían los dinosaurios. Los bosques estaban dominados por araucarias y una familia de coníferas relacionadas con los cipreses actuales, llamadas Cheirolepidiáceas. Esos bosques dejaron ricos yacimientos de ámbar.

Leer el libro molecular del ámbar revela el drama de la vida y cuenta cómo cambian los ecosistemas. Nos cuenta que, hace unos 93 millones de años, un cambio climático, que llamamos crisis cenomaniense hizo decaer aquellos bosques cálidos. Las Cheirolepidiáceas se extinguieron. El clima suave y seco erigió al nuevo líder de las coníferas ibéricas: la familia de los pinos.

La humilde resina de pino no formaba parte de los regalos de Reyes Magos. Sin embargo, es la fuente principal del aguarrás y la colofonia, dos productos de gran importancia industrial. No es tan estable como otras resinas y el ámbar de pinos es sumamente raro.

Afortunadamente, en los terrenos cretácicos de la Comunidad de Madrid, posteriores a la crisis cenomaniense, se ha preservado suficiente ámbar de pinos como para permitirnos seguir leyendo el libro de la evolución de los ecosistemas. Un auténtico regalo de reyes para los científicos que queremos aprender a usar las bellas pistas moleculares que los árboles nos han dejado desde hace millones de años, y entender cómo han evolucionado los ecosistemas.

20
Dic
2021

 

Autoría

Ricardo Vinuesa.- Associate professor, KTH Royal Institute of Technology

Wim Naudé.- Professor of Economics, University College Cork

En el Acuerdo de París de 2015, los miembros de la COP21 se comprometieron a reducir las emisiones de carbono para limitar el calentamiento global “muy por debajo” de 2 °C en 2100, preferiblemente 1,5 °C respecto a los niveles preindustriales.

El “nivel de seguridad” de los 1,5 °C constituye un punto de inflexión, tal como sugiere el Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC). Más allá de este nivel, los riesgos pueden aumentar de una forma imposible de gestionar e irreversible.

Limitar el calentamiento global a menos de 1,5 °C es, por tanto, una medida consistente con un cambio climático “seguro”, a pesar de que los niveles actuales de temperatura global, alrededor de 1,2 °C por encima de niveles preindustriales, ya están causando daños.

Hacia el punto de no retorno

En el momento en que se escribe este artículo, parece poco probable que el objetivo de limitar el calentamiento global a menos de 1,5 °C se vaya a alcanzar. Parece que el aumento se situará en torno a los 2,7 °C.

Un riesgo importante es que el calentamiento global puede producir una extinción masiva. La evidencia científica apunta que ha habido al menos 5 extinciones masivas en los últimos 540 millones de años. Estos fenómenos suceden cuando el 75 % de las especies se extinguen a lo largo de una escala temporal geológica relativamente corta. Por tanto, y al contrario de lo que se afirma en algunas fuentes, en la actualidad no hay una extinción masiva en el planeta.

Sin embargo, el problema es que la tasa a la cual se están extinguiendo especies en la actualidad es entre 10 y 10 000 veces más rápida que la tasa estándar (esto es, la tasa base) a la que las especies desaparecen entre extinciones masivas. El peligro es que, si esta tendencia continúa o se acelera, se alcanzará un punto de inflexión a partir del cual no se podría hacer nada.

El paleontólogo Doug Erwin afirma, respecto al posible comienzo de una extinción masiva: “Todo está bien hasta que no lo está […]. Y entonces todo se va al infierno”. Por tanto, el momento de evitar una extinción masiva es precisamente antes de que haya evidencia de que se está entrando en una.

¿Se producirá una extinción masiva?

Un artículo publicado recientemente en Nature Communications estudia las cinco extinciones masivas anteriores y su relación con cambios en las temperaturas globales. El trabajo concluye que “un aumento de temperatura de 5,2  °C por encima de los niveles preindustriales con las tasas de cambio actuales probablemente daría lugar a una extinción masiva”. De acuerdo con este estudio, podría parecer que estamos a salvo.

Por tanto, parece que el objetivo de 1,5 °C es consistente con un cambio climático “seguro”, por lo menos respecto a la posibilidad de evitar una extinción masiva. ¿Pero es esto cierto? Hay que recalcar que las anteriores extinciones masivas ocurrieron en circunstancias muy diferentes a las del clima hoy en día.

Hay quien afirma que la “sensibilidad climática” es muy superior hoy en día a la del pasado. Esto implica que los cambios en las emisiones de carbono tendrán un impacto más significativo en el calentamiento global. Además, la tolerancia a temperaturas superiores puede verse comprometida debido a la presión ejercida por los humanos en diversos factores a nivel planetario.

Los cambios en el uso del terreno, el avance del cambio climático, las variaciones en las tendencias de calentamiento global, la contaminación química y los problemas asociados a recursos hídricos son algunos de los factores adicionales que afectan a la relación entre el cambio climático y las extinción masivas.

Un objetivo insuficiente

Dado que hay tres parámetros a nivel planetario que han alcanzado valores límite, y debido a la elevada velocidad y variación en los cambios de temperatura, es posible (como advierten algunos) que el objetivo de 1,5 °C sea insuficiente para evitar extinciones masivas –ya ni hablemos de 2,7 °C o 5,2 °C–. Hay muchas dimensiones relacionadas con la resiliencia de los seres vivos para responder y adaptarse a los cambios en el medio ambiente que han sido afectadas.

Por tanto, el considerado cambio climático “seguro” puede no ser tan seguro como pensamos. Además, los llamados “espacios operativos” del cambio climático son muy difíciles de cuantificar como objetivos de temperatura, ya que además estos son “insuficientes para limitar los riesgos asociados con las emisiones antropogénicas”. Por tanto, la gestión del cambio climático a través de objetivos de calentamiento global es impráctica, puede causar prevaricación en las regulaciones y es contraproducente, ya que puede crear un estado de falsa seguridad.

En lugar de establecer un objetivo basado en temperatura para el cambio climático, los gobernantes probablemente deberían centrarse en acelerar la inversión y financiación de nuevas tecnologías que puedan reducir la vulnerabilidad del planeta al cambio climático. Esto incluye desarrollar soluciones tecnológicas para una descarbonización rápida, incluyendo una inversión superior en el controvertido tema de la geoingeniería y en tecnologías para aliviar la presión en todos los factores climáticos, modificar los patrones de uso del terreno, eliminar la polución química, reducir la presión en los recursos hídricos, reducir la sensibilidad climática y asegurar la conservación de las especies –incluso a través de biotecnología–.

Aumentar la resiliencia del planeta

En lugar de centrarnos en lo negativo (como evitar un determinado aumento de temperaturas), la mejor estrategia para coordinar la acción climática a nivel global puede ser centrarse en lo positivo (mejorar la resiliencia planetaria y proteger especies). Los ODS adoptan esta estrategia positiva.

De hecho, se ha conseguido un gran progreso en la mejora del medio ambiente a través de una combinación de tecnología y regulación, incluyendo un progreso en la reducción de tasas de extinción. Los esfuerzos de conservación han disminuido las tasas de extinción en un factor de entre 3 y 4 en las últimas 2 décadas.

Además, se ha afirmado que el número de especies en la Tierra se va a duplicar en el próximo millón de años. Aunque el universo aparenta ser hostil para la vida (aún no la hemos encontrado en ningún lugar fuera de la Tierra), esta ha prevalecido porque, hasta la fecha, ha sido resiliente.

Debemos explotar nuestra habilidad para el aprendizaje colectivo con el objetivo de alcanzar una revolución tecnológica para asegurar la resiliencia de la vida.

 

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