Selvicultura y Pascicultura

11
Feb
2022

Science Daily thumb

Un menor hacinamiento de los árboles puede aumentar las posibilidades de supervivencia después del incendio

Fecha: enero 27, 2022

Fuente:

S.J. & Jessie E. Quinney College of Natural Resources, Universidad Estatal de Utah

Resumen:

En la era de los incendios a gran escala, las invasiones de escarabajos en todo el bosque y las frecuentes sequías, mantener las condiciones históricas "ideales" se está volviendo cada vez más poco realista. Las condiciones novedosas requieren diferentes estrategias; un menor hacinamiento de los árboles puede aumentar las posibilidades de supervivencia después del incendio. Los resultados de dos estudios a largo plazo muestran que las posibilidades de supervivencia de los árboles a largo plazo aumentaron cuando los árboles tenían más espacio, al reducir la competencia y ayudar a los árboles a recuperarse del fuego más rápidamente.

HISTORIA COMPLETA

Para muchos, un bosque ideal es aquel que se ve igual que antes de que llegaran los colonizadores europeos. A medida que los bosques de hoy se ven afectados por perturbaciones como incendios, sequías e invasiones de insectos, los esfuerzos de restauración a menudo intentan empujar el paisaje de regreso a este estado "natural". Pero las condiciones históricas son cada vez más difíciles de lograr en un mundo cambiante, según una nueva investigación. Los gerentes deben considerar nuevas estrategias para construir bosques resilientes, según Tucker Furniss y Jim Lutz, del Departamento de Recursos Silvestres de la Universidad Estatal de Utah en el Colegio de Recursos Naturales de Nueva Jersey y Jessie E. Quinney.

En la era de los incendios a gran escala, las invasiones de escarabajos en todo el bosque y las frecuentes sequías, mantener las condiciones históricas "ideales" se está volviendo cada vez más poco realista, dicen los investigadores. Las perturbaciones están llegando a los bosques con mayor frecuencia, y el clima cambiante hace que las cosas sean impredecibles. Recrear las condiciones históricas ha sido una estrategia clave para los esfuerzos de restauración, pero las nuevas condiciones de hoy requieren estrategias diferentes. Específicamente, la investigación muestra que una menor aglomeración de árboles puede aumentar las posibilidades de supervivencia después del incendio. Los resultados de dos estudios a largo plazo (que cubren 23 años y más de 50,000 árboles individuales) muestran que las posibilidades de supervivencia de los árboles a largo plazo aumentaron cuando los árboles tenían más espacio, al reducir la competencia y ayudar a los árboles a recuperarse del fuego más rápidamente.

A lo largo de los años, el equipo realizó decenas de miles de autopsias en árboles muertos en las montañas de Sierra Nevada para identificar la causa de la muerte. Analizaron los datos y encontraron que en los bosques abarrotados, los árboles eran menos tolerantes al daño del fuego y eran más susceptibles al ataque del escarabajo de la corteza después del incendio. Sin embargo, en bosques más abiertos, los árboles podrían tolerar niveles más altos de daño por incendio, incluso cuando el fuego ardía durante la sequía extrema. La sequía generalmente aumenta la susceptibilidad de un bosque tanto al fuego como a las infestaciones de escarabajos de la corteza, pero este trabajo muestra que una menor densidad forestal en realidad puede reducir el riesgo de ambos. Aliviar el estrés que ocurre cuando los vecinos cercanos compiten por recursos hídricos limitados permite a los árboles usar la savia para defenderse de los ataques de escarabajos, y les ayuda a sanar después del incendio.

Los resultados de esta investigación arrojan luz sobre las estrategias de restauración forestal que podrían usarse cuando las condiciones de referencia históricas no son una opción viable, un paso crítico en el esfuerzo por ayudar a los bosques a adaptarse a un mundo cambiante, dicen los autores.

"Usar las condiciones históricas como un ejemplo ideal de un bosque saludable puede no ser práctico en el futuro", dijo Furniss. Después de todo, los bosques de la era anterior al asentamiento tenían sus propios problemas, dijo. E incluso si esos ecosistemas tuvieron éxito en superar las perturbaciones de su tiempo, esas estrategias evolutivas no necesariamente se traducen en resiliencia hoy en día, en un mundo definido por el cambio climático.

Fuente de la historia:

Materiales proporcionados por S.J. & Jessie E. Quinney College of Natural Resources, Utah State University. Original escrito por Lael Gilbert. Nota: El contenido se puede editar por estilo y longitud.

Referencia de la revista:

Tucker J. Furniss, Adrian J. Das, Phillip J. Mantgem, Nathan L. Stephenson, James A. Lutz. El hacinamiento, el clima y el caso del distanciamiento social entre los árboles. Aplicaciones ecológicas, 2022; DOI: 10.1002/eap.2507

Cite esta página:

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S.J. & Jessie E. Quinney College of Natural Resources, Utah State University. "El hacinamiento, el cambio climático y el caso del distanciamiento entre los árboles: un menor hacinamiento de los árboles puede aumentar las posibilidades de supervivencia después del incendio". ScienceDaily. ScienceDaily, 27 de enero de 2022. <www.sciencedaily.com/releases/2022/01/220127172614.htm>.

10
Feb
2022

 

Autoría

José A. Reque Kilchenmann

Profesor titular de la Escuela Técnica Superior de Ingenierías Agrarias de Palencia e investigador del Instituto Universitario de Investigación en Gestión Forestal Sostenible (iuFOR), Universidad de Valladolid

El silvopastoralismo, pastoreo que integra en un mismo sistema vegetación herbácea y leñosa forestal (matorrales y árboles), es una de las modalidades de ganadería extensiva más características del entorno mediterráneo.

Ya en época romana, Catón el Viejo reconocía la importancia de este sistema de ganadería extensiva. Lo incluía en las clases glandaria silva (silva: bosque; glande: bellota), arbustum (setos de arbustos y matorrales) y silva caedua (bosque para madera).

La actual conformación del paisaje no puede entenderse sin comprender los condicionantes que llevaron a España a desarrollar una cultura y tradición silvopastoral excepcional. La irregularidad climática, junto con una orografía frecuentemente abrupta y de baja fertilidad, explican que una parte muy sustancial del territorio haya sido dedicada como única opción productiva al pastoreo y la silvicultura.

Una característica de los montes españoles es la presencia durante una parte significativa del año de ganado pastando en zonas arboladas. Recientes estudios muestran que el silvopastoralismo puede ser una de las soluciones más importantes frente al cambio climático. Sin embargo, esta actividad sufre, en sintonía con el abandono rural, un dramático declive que precisa de apoyo.

Los retos del silvopastoralismo

El reto principal del manejo racional de la ganadería extensiva se sitúa desde la Antigüedad en conseguir que la mayor parte de la alimentación de los animales se obtenga aprovechando productos y terrenos no utilizables para la agricultura y la alimentación humana y en reducir al máximo la costosa alimentación suplementaria.

Los periodos anuales de parada del crecimiento de la vegetación por sequía estival y frío invernal obligan a desarrollar un tipo de pastoreo móvil. Este se basa en la búsqueda a lo largo del año de terrenos con pasto verde: en verano zonas frescas sin sequía, frecuentemente en montaña, y en invierno zonas bajas y sin heladas importantes. Surgió así la trashumancia.

La presencia de vegetación leñosa, además de propiciar alimento y protección al ganado, permite alargar y diversificar el ciclo de producción del pasto. El ganado ayuda a controlar la acumulación de vegetación leñosa e inflamable en el sotobosque, pero también puede comprometer gravemente la renovación del bosque. El sobrepastoreo conduce inevitablemente a fenómenos erosivos y de degradación del medio.

Una solución al cambio climático

En el estudio sobre el cambio climático, se acepta como significativo el impacto de los herbívoros –salvajes y domésticos– debido a sus emisiones de gases de efecto invernadero. Recientes estudios demuestran que los sistemas silvopastorales compensan estas emisiones sobradamente. Los terrenos pastados, que el propio ganado ayuda a conservar, tienen una enorme capacidad de secuestro de carbono.

La combinación de vegetación herbácea de ciclo anual y fuerte potencial de regeneración, intercalada con vegetación leñosa con potentes sistemas radicales capaces de explorar suelos profundos, supone una opción excepcional para el secuestro y fijación de carbono.

Incluyendo la fijación de carbono en el análisis del sector silvopastoral, se ha demostrado que una promoción racional a nivel mundial del silvopastoralismo puede llevar a un secuestro de CO₂ del orden de 26 a 42 gigatoneladas. Su potencial es superior al de la reforestación.

Un sector en declive

La modernización de nuestra sociedad ha conducido a la concentración de la actividad agrícola en zonas concretas con alta productividad y mecanización, al gradual abandono de los terrenos de menos fertilidad y al progresivo abandono de la actividad pastoral. Como consecuencia, asistimos a una natural y gradual expansión de la vegetación leñosa forestal. A este fenómeno se le denomina lignificación del paisaje (lignum: leño).

Desgraciadamente cada verano los recurrentes incendios forestales nos lo recuerdan. En ellos se emiten cantidades ingentes de gases de efecto invernadero. La desaparición de la ganadería extensiva incrementa anualmente el problema.

El debate sobre los modelos ganaderos para la producción de carne no cesa. El análisis de los comentarios realizados al respecto concluye que la ganadería extensiva es, sin duda, el modelo más respetuoso con el medio ambiente y con los animales. Sin embargo, en muchos casos, sale a colación la imposibilidad de satisfacer la demanda de carne únicamente con el censo actual de ganado en extensivo.

El imparable despoblamiento del medio rural y el mal funcionamiento de la cadena de valor, que no permite remunerar adecuadamente la actividad al ganadero, cuestiona a día de hoy la continuidad futura de la ganadería extensiva.

Este modelo es una actividad prácticamente residual en amplias zonas del norte de España en el caso del ovino y caprino, básicamente por la falta de mano de obra. Se encuentra también muy mermada en el caso del vacuno de carne, donde prácticamente solo subsisten las explotaciones de vacas nodrizas que suministran terneros de seis meses a las explotaciones de cebo. La ganadería porcina en extensivo solo persiste para la producción de carne y jamón 100 % ibérico, producto gourmet.

Esta situación puede llevarnos a pensar que el consumo de carne procedente del modelo extensivo es algo residual y solo apto para consumidores de renta alta. Sin embargo, este hecho podría ser minorado si se ampliaran los apoyos a los terrenos pastados en régimen extensivo –desde los pastos tradicionales o los prados de siega a la superficie forestal– a través de la práctica del silvopastoralismo, que presenta múltiples beneficios intangibles, en su mayor parte no cuantificados, y por tanto, no valorados en el mercado.

Estos beneficios se podrían concretar en la conservación de la biodiversidad, el modelado del paisaje, el freno al “vaciado” de las tierras del interior y la prevención de incendios, además de la enorme capacidad de fijación de carbono en el suelo y la biomasa. Añadir también el enorme coste social que supone la pérdida de un legado cultural milenario.

La necesidad de apoyo

La Política Agraria Común (PAC) absorbe más del 35 % del presupuesto comunitario. La UE destina estos fondos mayoritariamente a apoyar a los agricultores y ganaderos mediante un pago por hectárea, bien a la superficie cultivada o bien a la superficie pastada. En el caso de la ganadería se subvenciona aquella que tiene una base territorial, como es la extensiva, mediante un pago básico por hectárea considerada como pastable o “admisible”.

El pastoreo en terrenos forestales queda prácticamente excluido de todo el sistema de apoyo, de forma que no existe incentivo para potenciar este modelo de explotación ganadera tan beneficioso. Únicamente los programas de desarrollo rural que actúan a escala regional pueden contener medidas locales que financian actuaciones concretas de apoyo.

El Pacto Verde Europeo y la Estrategia de la Granja a la Mesa propuesta desde la Comisión Europea persiguen un cambio en el actual modelo de producción mediante una transición ecológica que mitigue el cambio climático, mantenga la biodiversidad y un medio rural vivo. La actividad silvopastoral es sin duda clave para alcanzar estos tres objetivos en España.

En esta línea, la reforma de la PAC propone los llamados ecorregímenes, uno de ellos destinado a compensar a la ganadería extensiva a través de una ayuda por hectárea pastada y bajo unas densidades ganaderas máximas. De nuevo se excluye la superficie forestal como superficie pastable y admisible.

Es evidente que considerar la enorme superficie forestal de España hace inviable cualquier modelo de apoyo basado en una ayuda por hectárea. Sin embargo, este hecho no es óbice para que se indague en nuevos instrumentos de compensación por los servicios aportados. Es necesario que tanto los consumidores como los gestores del territorio y los gobernantes sean conscientes del papel que desempeña el modelo silvopastoral en esta transición a un nuevo modelo de desarrollo.

Las líneas de apoyo puedes ser muy variadas. Por ejemplo, a través de distintivo de calidad en el producto –como pueda ser un sello de sostenibilidad– o bien a través de apoyos directos al ganadero por los beneficios generados. En este sentido deben ser citados aquí los exitosos programas de empleo de ganado en régimen de pastoreo controlado para reducir el combustible vegetal en zonas estratégicas y prevenir así incendios forestales: las ovejas bombero.

Es imprescindible compensar de forma adecuada el pastoreo en monte con la idea de mantener un modelo de gestión milenario, pero con plena vigencia en el actual contexto de cambio climático y abandono.

27
Ene
2022

Galicia quiere recuperar 2.250 ha de pastos para favorecer actividad económica y anticiparse a los incendios forestales

El objetivo es doble: crear un paisaje mosaico como cortafuegos natural y proporcionar pasto a los ganaderos de las comarcas donde mayor incidencia hay de incendios forestales. El Plan de pastos de la Xunta se ejecuta en cuatro fases con una inversión total de 9,5 millones de euros y la creación de 2.250 ha cuando finalice 2023.

 

plan pastos galicia osbo

La Xunta de Galicia espera recuperar 2.250 ha de pastos en dos años. Foto Xunta Galicia

La primera fase del plan se desarrolló en invierno de 2021. Permitió crear 560 hectáreas pertenecientes a 14 montes vecinales. La segunda fase está ahora en ejecución con le objetivo de alcanzar 1.000 ha de pastos en 30 montes vecinales.

El Plan de Pastos tiene un total de cuatro fases que se desarrollarán durante dos años. Tiene previsto recuperar como pastos 2.250 hectáreas con una inversión de 9,5 millones de euros.

Ya se ha ejecutado una primera fase con una inversión de tres millones de euros y en 2022 tiene previsto invertir 4,8 millones de euros.

Las actuaciones consisten en recuperar zonas de pasto abandonadas cerca de los pueblos y en montes vecinales mediante desbroces, fertilización del suelo y posterior sembrado de especies pratenses (especies cuyas partes vegetativas, o bien la planta entera, son susceptibles de ser utilizadas como alimento por el ganado), pistas, cierres, pasos canadienses, mangas de manejo del ganado y comederos o bebederos.

Estas recuperaciones de pastos forman parte de un conjunto de medidas que tienen como objeto favorecer la actividad económica en las zonas rurales para fijar población y solucionar puntos de conflicto que pueden ser causa directa o indirecta de incendios forestales, junto con los polígonos agroforestales y las aldeas modelo.

No hay cambio de uso, no es necesaria evaluación ambiental

Se trata de terrenos forestales, con o sin vegetación arbórea, pero siempre terrenos forestales. La implantación de pastos en terrenos forestales, según recoge la Ley de Montes de Galicia, sigue siendo un aprovechamiento forestal, “no implica una transformación a usos agrícolas sino que se mantiene su carácter original. Por lo tanto, no tiene que someterse la evaluación ambiental ni solicitarse en el marco del mismo el correspondiente informe de la Dirección General de Patrimonio Natural”.

En marzo de 2021 la Conselleria de Medio Ambiente, Territorio y Vivienda publicó una instrucción aclaratoria sobre cómo deben tramitarse los cambios de aprovechamiento forestal en terrenos localizados fuera de la Red Gallega de Espacios Protegidos, aproximadamente 1,5 millones de hectáreas.

Explica esa instrucción, dirigida a los técnicos de la administración que deben tramitar estos cambios, que cuando la implantación de uno de estos aprovechamientos para el ganado implique la realización de talas tampoco llevará aparejado un procedimiento de evaluación ambiental, “salvo en caso de que el propósito de las talas sea cambiar el uso del suelo para destinarlo a otros distintos del forestal como, por ejemplo, la implantación de un cultivo agrícola”.

07
Feb
2022

 

Acaba de nacer la nueva Cátedra de Estudios del Corcho, una iniciativa de la Universidad de Girona, el Ayuntamiento de Palafrugell y el Museo del Corcho de Cataluña, con la que se quiere impulsar la investigación multidisciplinar, tanto del ámbito humanístico y social como del científico y técnico, sobre el mundo del corcho, que incluye desde la materia a la cultura, pasando por los alcornocales y las industrias, con el ánimo de darla a conocer dentro y fuera del ámbito académico, otorgando una atención especial a los territorios corcheros, tanto de Cataluña como de otras regiones y países. La cátedra, dirigida por la Dra. Rosa Ros, quiere sumar y potenciar los esfuerzos, tanto intelectuales como materiales, que realizan las instituciones en la búsqueda del corcho y su retorno social.

Líneas de actuación

Promoción de la investigación y la transferencia. La Cátedra se convertirá en una plataforma para vehicular la experiencia universitaria con las demandas de investigación por parte de empresas o instituciones del sector corchero, fortaleciendo la transferencia y contribuyendo a promover la colaboración conjunta.

Creación del premio a la investigación 'Santiago Zapata' dirigido a estudiantes que hayan abordado el temático alcornoque en sus trabajos de final de máster o de grado, así como a investigadores en general.

Impulso de la creación de un Centro de Documentación del Corcho.

Colaboración con las labores de inventario y estudio del patrimonio material mueble e inmueble, así como del patrimonio inmaterial del sector.

Organización de conferencias, jornadas, seminarios y congresos. La Cátedra organizará actividades de difusión del conocimiento de aspectos relacionados con el mundo del corcho, dirigidos al público en general ya los estudiantes de la Universidad. Asimismo, se organizarán seminarios o congresos más especializados, con la intervención de investigadores de otros ámbitos territoriales, para marcar líneas de actuación e investigación conjuntas.

La importancia del corcho

El corcho y las actividades que se derivan han tenido papel clave en aquellas zonas del territorio donde se han desarrollado. La explotación, transformación y comercialización del corcho dio lugar a la mayor actividad manufacturera de las comarcas gerundenses en los siglos XIX y primera mitad del XX, y su influencia ha llegado hasta nuestros días. Por otro lado, la actividad corchera ha dejado como herencia un sector forestal de gran riqueza ambiental, que plantea retos importantes de gestión silvícola y paisajística, y de mantenimiento de servicios ecosistémicos. También ha legado un importante patrimonio material, incluyendo un paisaje y un urbanismo moldeados por la actividad corchera, e inmaterial, desde la cultura y la etnografía a la gastronomía, a preservar y valorizar.

El sector debe hacer frente hoy a problemas como el cambio climático, la aparición de plagas o la competencia de sustitutivos sintéticos en la industria, pero también puede aprovechar nuevas oportunidades ofrecidas por la tecnología.

Fuente:

Instituto Catalán del Corcho (ICSURO)

26
Ene
2022

 

Autoría

Ángel Lora González

Profesor Titular del Departamento de Ingeniería Forestal, Universidad de Córdoba

En los albores del siglo que vivimos peligrosamente algunos cálculos preconizaban que más de 3/5 partes de la población del planeta (unos 5 200 millones de personas) vivirían en concentraciones urbanas en 2025. Estas previsiones se cumplen. Los números para 2020 procedentes del Banco Mundial son elocuentes: el 56,15 % de la población es urbana. Y la curva es creciente, salvo muy pocas excepciones, en todas las economías y en todas las zonas geográficas del mundo.

A una escala más doméstica, en España más de 30 millones de personas somos urbanas porque, según el Instituto Nacional de Estadística, vivimos en núcleos mayores de 10 000 habitantes. Un tercio de la población se concentra en cinco áreas metropolitanas.

La magnitud del fenómeno de “lo urbano” se entiende con facilidad recurriendo a un par de cifras más: en 1900 residían en las urbes alrededor de 233 millones de habitantes. Un siglo después lo hacían más de 3 000 millones, según los datos del Centre for Human Settelments de Naciones Unidas.

Resulta evidente que somos mayoritariamente urbanitas. Pero no estamos solos. Junto a nosotros nacen y se desarrollan no sin dificultades los bosques urbanos, cuya importancia también es creciente.

Árboles dentro y fuera de las ciudades

Decía Azorín que el odio, la antipatía o el rencor hacia los árboles se configuran como una tradición castiza, neta e innegable sustentada en la incapacidad para entender la complejidad de la relación de los árboles con nuestro paisaje. Y esto resulta tanto más evidente cuanto más cerca vivimos los unos de los otros. Algo que ocurre sobre todo en las ciudades. Allí los seres humanos cohabitamos con una multitud de organismos que, en términos de biomasa, se sustentan en los individuos más grandes del reino de las plantas, los árboles.

Buscando las fuentes de biodiversidad del planeta, algunos autores inmersos en proyectos de mucho calado estimaron hacia finales del pasado siglo que en una ciudad de tamaño medio como Córdoba, de alrededor de 300 000 habitantes, más del 90 % de la biomasa corresponde a sus árboles, mientras que los habitantes humanos representamos alrededor del 7 %.

Ocupamos con nuestras ciudades menos del 0,5 % de la Tierra emergida del planeta. Así, dejamos mucho territorio para que sea ocupado por otras especies, cultivadas y domesticadas o no, entre las que están los árboles. Pero si éstos son extremadamente importantes en el medio natural, lo son aún más en un medio claramente hostil para su supervivencia como el urbano. Allí los llevamos por su multifuncionalidad estética, urbanística, ecológica, ambiental, protectora, paisajística, social, histórica, simbólica, cultural o recreativa.

Proveedores de servicios valiosos

En años recientes es frecuente encontrar ciudades que reconocen a sus árboles más ilustres, los identificados como singulares, así llamados por diferentes motivos que los hacen únicos. Pero resulta necesario entender qué hacen por nosotros todos aquellos que de forma mayoritariamente anónima sobreviven entre nuestras calles, a veces cuidadosamente planificadas y otras veces originadas por el transcurrir del tiempo, pero siempre asociadas al carácter fuertemente gregario del ser humano.

La longevidad y la plasticidad de los árboles los convierten en fedatarios vivos de los acontecimientos naturales y no naturales a los que sobreviven. En el entramado urbano son palimpsestos cultivados (término antes aplicado a los infinitos olivos andaluces), que relatan con altísima precisión la vida de la ciudad a la par que prestan servicios que pasan desapercibidos pero que resultan trascendentes para todos nosotros.

Un árbol adulto cualquiera de hoja no acicular puede tener un volumen medio de 1 000 m³ de copa y unos 400 kg de raíces. Entre sus hojas y ramas puede filtrar unos 7 000 kg/año de partículas, puede retener en el suelo más de 60 000 l/año de agua y producir 1 000 de mantillo. Además, puede generar alrededor de 350 l/hora de O₂, constituyéndose en valiosísimos puntos para repostar los aproximadamente 8 000 l de este gas vital que a modo de combustible necesitamos diariamente cada ser humano. Y, finalmente, puede secuestrar hasta 150 kg/año de CO₂ para contribuir decididamente en la mitigación del cambio climático.

La gestión de los bosques urbanos

En situaciones urbanas, en la que nos encontramos ya la mayor parte de la población del planeta, los árboles han sido grandes perdedores en las decisiones de planificación. En demasiadas ocasiones los han tenido en cuenta tan solo como un elemento más que, por motivos del guión urbanístico, puede ser eliminado sin más para, en el mejor de los casos, ser sustituido por otro u otros ejemplares que nos ofrezcan un mejor “servicio” en los espacios que colonizamos.

En este tipo de sistemas urbanos, de complejidad sin parangón entre todos los sistemas del planeta, las interacciones son muy desequilibradas. Una sola especie, la humana, determina estrictamente los parámetros generales del sistema desplazando cualquier elemento que perturbe estos parámetros. Se produce así un marcado y generalizado descenso de especies vegetales y animales. Estas acaban ocupando una posición residual de difícil subsistencia y, como consecuencia directa, dejan de prestar servicios ecosistémicos de todo tipo.

Ante esta perspectiva, la importancia de los bosques urbanos crece, se reconoce y deriva en herramientas y estrategias de gestión que permiten dimensionar con relativa facilidad y bastante precisión los objetivos de ocupación del territorio por parte del bosque urbano.

Así se ha acometido en trabajos dedicados a la vertebración de la infraestructura verde de gestión pública, como el titulado Estimación de la cobertura arbórea como base para la gestión del bosque urbano de la ciudad de Córdoba. Usando las nuevas y asequibles herramientas disponibles y otras convencionales como la teledetección, este trabajo ha permitido conocer para esta ciudad la cobertura arbórea, de algo menos del 10 % de media para todo el casco urbano, aunque con oscilaciones entre distritos entre el 4 % en los más desarbolados y el 19 % en los más favorecidos.

El trabajo también ha estimado la distribución geográfica de sus más de 85 000 árboles. Ambas medidas permiten fijar las posibilidades de crecimiento equilibrado de la arquitectura arbórea y proponer para ésta un horizonte de cobertura en consonancia con el de otras ciudades de condiciones climáticas comparables que quieren situar sus cifras entre el 25 % y el 40 % en los próximos 5 a 15 años.

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