Selvicultura y Pascicultura

15
Abr
2021

 

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Este  artículo merece nuestra felicitación a los autores, aunque si nos permiten una crítica, es la de que el título es algo engañoso ya que no refleja que es un buen trabajo centrado en el estado de los pinsapares.

 

Las conclusiones a las que llega son:

1.           La existencia de un riesgo alto de incendio debido, especialmente, a una elevada cantidad de matorral de grandes dimensiones en zonas abiertas y de mayor pendiente.

2.           La alta densidad de pinsapos presentes en este bosque genera una mayor competitividad por los recursos que los hacen más vulnerables frente a episodios climáticos extremos, como las sequías.

3.           Esta elevada densidad genera, además, una competencia por los recursos entre los individuos y en consecuencia una mayor tasa de mortalidad que se manifiesta en forma de aclarados que son ocupados por un matorral espeso de alta potencialidad de combustión.

4.           La proliferación de estas formas de combustible es aún mayor si tenemos en cuenta la baja presión herbívora en estos bosques de pinsapo.

Las cuatro conclusiones reflejan un estado de abandono selvícola o, al menos de una selvicultura insuficiente.

La adecuación de las masas forestales al cambio climático requiere en los bosques mediterráneos unas densidades que estén en el rango más bajo que permita la especie para disminuir la competencia intraespecífica (así lo han destacado la FAO y la SCEF). El control del matorral es imprescindible para eliminar la competencia a los pinsapos por el agua y para ayudar a su regeneración natural. Pero ambas actuaciones son imprescindibles para minimizar el riesgo de grandes incendios, pues estamos hablando de que se reduciría la continuidad horizontal y la vertical.

El diagnóstico del artículo es completamente correcto y las medidas que indica que se deben realizar son desbroces y claras en las masas para garantizar el mayor vigor de los pinsapares  y la reducción del riesgo de incendio forestal.

Pero somos algo pesimistas pues con frecuencia la declaración de Parque Nacional va asociada a la prohibición de hacer claras en las masas forestales.

Esperemos que los técnicos que apliquen  el Plan de Gestión del Parque Nacional de la Sierra de la Nieves no interpreten que la conservación de los pinsapares exija no tomar las medidas selvícolas que los pinsapares necesitan para su conservación futura.

15
Abr
2021

pinsapar

 

La seña de identidad del futuro Parque Nacional Sierra de las Nieves (Málaga) son los pinsapares, bosques de una reliquia arbórea emparentada con los abetos.

Estos ecosistemas se encuentran gravemente amenazados por los incendios forestales. Lo más probable es que el riesgo se incremente en un futuro cercano por el cambio global y la presión humana. Para paliar las consecuencias de estos factores, necesitamos utilizar métodos basados en nuevas tecnologías.

La singularidad del paisaje mediterráneo

Antes de la aparición de Homo sapiens, una serie de episodios titánicos fueron la causa de la elevada diversidad paisajística de los territorios que circundan el Mediterráneo.

La formación de grandes cordilleras, la aproximación de los continentes, la crisis que conllevó a la desecación del Mediterráneo, una inundación que se asume fue la mayor en la historia del planeta, las glaciaciones y la formación reciente del desierto del Sáhara fueron los cinceles que modelaron un paisaje donde las formaciones forestales se integraban como un puzle de cientos de piezas.

El hábitat resultante era idóneo para el desarrollo cultural de la humanidad pero, en paralelo, conllevó la desaparición o acantonamiento de bosques en acotados refugios.

Los bosques y matorrales de zonas mediterráneas no solo se encuentran en las tierras que circundan dicho mar. El clima mediterráneo, caracterizado por un extenso período caluroso y seco (en contra de lo que solemos pensar, algo bastante inusual sobre la Tierra), también se manifiesta en Sudáfrica, California, Chile o sur de Australia.

Las plantas de zonas mediterráneas presentan adaptaciones para sobrevivir a la coincidencia, en el tiempo, de altas temperaturas y ausencia de precipitaciones. Por esta razón, los territorios con clima y vegetación mediterránea se consideran hotspots o puntos calientes de biodiversidad.

Influencia del cambio global en los incendios

El fuego es un fenómeno natural en las formaciones vegetales mediterráneas. De hecho, hay numerosas especies que se describen como amantes del fuego o pirófilas. Se recuperan con gran rapidez tras el paso de las llamas y actúan como pioneras en la recuperación de la cubierta vegetal. Ahora bien, para que esto ocurra se requiere de prolongados periodos entre un fuego y el siguiente.

Dos factores derivados del cambio global han sido determinantes en la proliferación de gigantescos incendios forestales en zonas mediterráneas en las últimas décadas: la crisis climática y la extensión de procesos de urbanización que están fragmentado el territorio.

La actual situación de emergencia climática ha incrementado la severidad de los incendios forestales y la frecuencia con la que se producen.

Por otra parte, la proliferación del urbanismo disperso ha contribuido a elevar el riesgo de incendios. Buenos ejemplos de este aumento de actividad son la tragedia portuguesa de Pedrógão Grande en 2017 –un anticipo de lo que puede ocurrir de manera recurrente en la cuenca mediterránea– o la última temporada de incendios de Australia (2019-2020), que alcanzó niveles próximos a la de 1974 y 1975, cuando se incendió el 15 % de las tierras del país. Más recientemente, una ola de calor sin precedentes agravó los incendios que tuvieron lugar en California a finales del verano de 2020.

El fuego amenaza los bosques ancestrales

Un buen ejemplo del confinamiento en refugios de formaciones forestales debido al impacto de la actividad humana son los pinsapares de Abies pinsapo. El pinsapo forma parte de un conjunto de abetos reliquias que han quedado acantonados en ambas orillas del Mediterráneo. Quedan restringidos a tres masas ubicadas en la Sierra del Pinar de Grazalema, los Reales de Genalguacil y la Sierra de las Nieves.

Estas singulares coníferas, por su origen en las tierras más secas y frías del mediterráneo oriental, carecen de adaptaciones especiales para defenderse de las llamas. Por eso los incendios constituyen su principal amenaza.

A pesar de que el fuego es un componente natural de los sistemas forestales mediterráneos, se puede evitar que adquiera unas dimensiones catastróficas si se controla en su origen, es decir, si se previene antes que curar.

Una técnica tradicional y basada en la naturaleza es la quema prescrita. Esta consiste en reducir la cantidad de combustible vegetal mediante fuegos controlados para disminuir el riesgo de extensión de incendios. Pero el riesgo de aplicar este tipo de métodos en el caso de coníferas, como es el caso del pinsapo, es muy elevado.

La mortalidad de pinsapos en bosques demasiado poblados lleva a la proliferación de un sotobosque de matorral denso que incrementa el riesgo de incendio. 

Nuevas tecnologías al servicio de la conservación

Las nuevas tecnologías ligadas al campo de la teledetección podrían ser de gran ayuda para gestionar los pinsapares. Dos ejemplos son las técnicas denominadas lidar (de Light Detection and Ranging y ForeStereo.

La cada vez más empleada tecnología lidar consiste en la utilización de un láser escáner que permite extraer información detallada de la estructura de un bosque. Con esta aproximación es posible obtener datos para simular el comportamiento del fuego y detectar las zonas más vulnerables.

Por otra parte, ForeStereo es un avanzado sistema patentado por el INIA que permite realizar mediciones forestales a través de pares de imágenes estereoscópicas con cámaras de ojo de pez.

La esperanza en las nuevas tecnologías

En el caso del pinsapar de la Sierra de las Nieves, hemos integrado datos de lidar y ForeStereo para elaborar modelos que ayuden a la prevención de los incendios forestales. De esta manera, es posible prever cómo se comportará el fuego en función de la abundancia y disposición de los materiales que actúan como combustibles en el bosque.

De las simulaciones que hemos realizado cabe destacar:

1.     La existencia de un riesgo alto de incendio debido, especialmente, a una elevada cantidad de matorral de grandes dimensiones en zonas abiertas y de mayor pendiente.

2.    La alta densidad de pinsapos presentes en este bosque genera una mayor competitividad por los recursos que los hacen más vulnerables frente a episodios climáticos extremos, como las sequías.

3.    Esta elevada densidad genera, además, una competencia por los recursos entre los individuos y en consecuencia una mayor tasa de mortalidad que se manifiesta en forma de aclarados que son ocupados por un matorral espeso de alta potencialidad de combustión.

4.    La proliferación de estas formas de combustible es aún mayor si tenemos en cuenta la baja presión herbívora en estos bosques de pinsapo.

El uso de sensores remotos permite a su vez detectar puntos de vulnerabilidad importantes. Esto resulta útil para llevar a cabo una gestión adaptativa de los pinsapares. El objetivo de esta intervención sería disminuir el riesgo de incendios modificando la estructura en la que se distribuye el combustible, creando discontinuidades del matorral mediante una mayor presión herbívora y reduciendo la densidad de árboles mediante aclareo.

El aumento de la frecuencia y severidad de los incendios forestales no solo pone en peligro a los pinsapares, sino que amenaza sus servicios ecosistémicos. Afortunadamente, los avances científicos y tecnológicos abren una ventana a la esperanza para su prevención.

Ángel Enrique Salvo Tierra. Profesor de Botánica y Planificación y Ordenación Territorial, Universidad de Málaga

Álvaro Cortés Molino. Investigador predoctoral del Dep. de Botánica y Fisiología Vegetal, Universidad de Málaga

Antonio Flores Moya. Catedrático de Botánica, Universidad de Málaga

16
Feb
2021

Science Daily thumb

Fecha:

11 de febrero de 2021

Fuente:

Universidad Estatal de Oregón

 

Resumen:

Un estudio de más de 18.000 parcelas que abarcan 2 millones de millas cuadradas en 63 países muestra que una designación de "área protegida" reduce la tasa de deforestación, pero no la impide.

 

Protected areas see continued deforestation but at a reduced rate, OSU research shows -- ScienceDaily

18
Mar
2021

 

Los sistemas forestales tienen la capacidad de captar el CO₂ de la atmósfera gracias a la energía del sol. Las plantas transforman las moléculas inorgánicas en moléculas orgánicas que usan en la construcción de sus estructuras vitales: flores, frutos, ramas, troncos, raíces, hojas, etc.

Estos productos elaborados serán consumidos por los animales herbívoros, que los integran así en eslabones de las cadenas tróficas de los ecosistemas terrestres. En ese mismo proceso, las plantas generan un subproducto vital: el oxígeno.

Los bosques, almacenes de CO₂

Al respirar, los seres vivos emitimos CO₂ como subproducto metabólico de nuestro funcionamiento vital. Y al morirnos, nuestros cuerpos se descomponen en el suelo gracias a bacterias aeróbicas que transforman las moléculas orgánicas en CO₂ (que es emitido a la atmósfera) y en otras moléculas que contienen carbono y que se incorporan a uno de los reservorios más importantes del ciclo del carbono, el suelo.

Así, los bosques retiran dióxido de carbono de la atmósfera e incorporan carbono a su biomasa. Al menos temporalmente, mientras los árboles (y arbustos, etc.) están vivos.

Según el Quinto Informe de Evaluación del IPCC, se estima que a nivel global la cantidad de carbono presente en la biomasa viva de la vegetación es de entre 450 y 650 gigatoneladas. Aparte del carbono retenido en la vegetación, los suelos de los bosques son capaces de almacenar entre 1 500 y 2 400 Gt.

Cuando un árbol se corta, y su madera es utilizada en la fabricación de muebles, elementos constructivos u otros, el carbono permanece retenido fuera de la atmósfera durante la vida útil del producto. Por el contrario, cuando un árbol se quema en el bosque, el carbono almacenado es devuelto a la atmósfera de manera casi inmediata.

Mitigadores del cambio climático

Sin embargo, no siempre hay un balance positivo entre entradas y salidas de carbono en los ecosistemas terrestres. El uso de la tierra, incluida la agricultura y los bosques, representa aproximadamente el 10 % de las emisiones globales de CO₂, y casi el 25 % de todos los gases de efecto invernadero como el CH₄ y el N₂O. Se estima que la deforestación es la principal fuente de gases de efecto invernadero en muchos países tropicales.

Al mismo tiempo, aproximadamente un tercio de las emisiones de origen humano de CO₂ son absorbidas por los ecosistemas terrestres, principalmente por los bosques. Los sumideros forestales son importantes para la mitigación del cambio climático y en latitudes templadas o boreales los sistemas forestales se comportan como sumideros netos.

La figura 1 muestra que el potencial de mitigación se centra, por un lado, en la reducción de las emisiones de origen fósil y de las debidas al cambio de uso de suelo y, por otro lado, en el fomento de los sumideros terrestres.

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Figura 1. Componentes combinados del presupuesto global de carbono en función del tiempo. Friedlingstein, P., Jones, M., O'sullivan, M., Andrew, R., Hauck, J., Peters, G., ... & DBakker, O. (2019). Global carbon budget 2019. Earth System Science Data, 11(4), 1783-1838.CC BY

 

La importancia de la gestión forestal

El papel que desempeña el uso de la tierra, sus cambios y la selvicultura (UTCUTS o bien LULUCF, por sus siglas en inglés) como fuente o sumidero de gases de efecto invernadero convierte al sector forestal en un actor clave con un gran potencial de mitigación. En consecuencia, se hace indispensable conocer cuánto carbono se almacena en la vegetación, así como los flujos de este elemento que se crean desde y hacia ella.

La contabilización de las emisiones y absorciones de CO₂ de los diferentes sectores se fue estableciendo en las sucesivas conferencias de las Partes tras la aprobación del Protocolo de Kioto. Incluir el uso de la tierra en el proceso de la Convención Marco de Naciones Unidas sobre Cambio Climático ha sido largo y complejo.

Para los bosques, las incertidumbres asociadas a las estimaciones de los gases de efecto invernadero que absorbían o emitían y las –en muchas ocasiones espúreas– cuestiones metodológicas han supuesto dificultades para alcanzar compromisos y lo que es peor, han implicado una inacción de coste insospechado.

Uno de los aspectos más polémicos ha sido el papel que la gestión forestal desempeña en el aumento de la capacidad del bosque para fijar carbono, asumiendo que la única manera de incrementar el papel mitigador de los bosques es aumentando su superficie. Esta situación viene propiciada principalmente por dos motivos:

  • Por la preocupación climática de que la gestión forestal haga que los bosques que ahora son sumideros pasen a ser emisores de gases de efecto invernadero.
  • Por la preocupación de las organizaciones ambientales que ven en estas prácticas también un riesgo para la biodiversidad.

Ambas preocupaciones son perfectamente entendibles, pero también solventables mediante la planificación, aplicación y certificación de sistemas de gestión forestal sostenible, que garanticen la compatibilidad entre la persistencia del bosque, el aumento de su capacidad de fijación de carbono, y el resto de usos.

¿Cuántas emisiones absorben los bosques?

Las actividades relacionadas con LULUCF (recordemos: el papel del uso de la tierra, sus cambios y la selvicultura), donde se enmarcan los bosques, no se abordaron definitivamente hasta la Conferencia de las Partes de 2001 (COP7) en la que se aprobaron los acuerdos de Marrakech. En ellos se fijaron las definiciones, modalidades, normas y directrices relativas a las actividades LULUCF recogidas en el artículo 3 del Protocolo de Kioto.

España informa de sus emisiones de gases de efecto invernadero a la Secretaría de la Convención Marco de Naciones Unidas sobre Cambio Climático. Además, aporta información adicional para cumplir los compromisos asumidos conforme al Protocolo de Kioto, cuyo segundo periodo de aplicación finalizó en 2020.

La diferencia fundamental entre ambos tipos de informes es que el primero tiene un criterio basado en la tierra (asigna categorías de uso de la tierra a toda la superficie dentro del país) y el segundo tiene un criterio basado en las actividades humanas.

El último inventario nacional de gases de efecto invernadero recoge las cifras para el año 2018. El valor neto es muy aproximado (ver tabla 1), ya que España considera toda la superficie forestal bajo gestión regulada, cuando en realidad solo el 18,5 % de la superficie forestal española dispone de proyectos de ordenación forestal que regulan y controlan su aprovechamiento de manera sostenible.

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Tabla 1. Absorciones netas del sector LULUCF en España bajo el criterio de la CMNUCC y el Protocolo de Kioto. Inventario nacional de emisiones de gases de efecto invernadero 1990 – 2018 (edición 2020)

Estudios detallados del Centro de Investigación Forestal del Instituto Nacional de Investigación y Tecnología Agraria y Alimentaria (CIFOR-INIA) estiman una fijación neta anual en terreno forestal en España de 116 Mt CO₂eq (megatoneladas de CO₂ equivalente), de los cuales 94 Mt CO₂eq se atribuyen a la superficie forestal arbolada y 22 Mt CO₂eq a formaciones de arbustos y matorrales de talla media-alta.

Las masas forestales en el cómputo estatal de CO₂

En la UE, la primera vinculación entre las políticas climáticas y los stocks de carbono forestal se produjo tras el Acuerdo de París. Para cumplir los compromisos, el Parlamento y el Consejo europeos adoptaron el Reglamento 2018/841 sobre la inclusión de las emisiones y absorciones del sector LULUCF para reducir las emisiones de gases de efecto invernadero para el período de 2021 a 2030, modificando el reglamento anterior de 2013. Se espera una nueva revisión de este reglamento para 2021 conforme al plan de objetivos climáticos para 2030 que propone actualmente la Comisión.

Hay que destacar que el sector LULUCF en España es el único con efecto sumidero neto. Sus absorciones ayudan a compensar el 11,4 % de las emisiones de otros sectores, tanto los sujetos al comercio de derechos de emisión (industria y generación eléctrica), como los sectores difusos (como el transporte, residencial, agrícola y ganadero, y gestión de residuos).

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Tabla 2. Distribución de emisiones del 2018 (ktCO₂-eq). Inventario nacional de emisiones de gases de efecto invernadero 1990 – 2018 (edición 2020), Author provided

Bajo el reglamento actual, se consideran dentro de la contabilidad del sector LULUCF las absorciones y emisiones debidas a tierras forestadas, las tierras deforestadas, los cultivos gestionados, los pastos gestionados y la tierra forestal gestionada.

En la categorías de la tierra forestal gestionada, para poder diferenciar las absorciones derivadas de la gestión forestal de las debidas al crecimiento natural de los bosques, el reglamento establece un nivel forestal de referencia que debe proponer cada país dentro de su Plan de Contabilidad Forestal Nacional. Solo podrán contabilizarse las absorciones que sobrepasen este nivel.

Estas absorciones se utilizarán para cumplir con el compromiso de que las emisiones del conjunto del sector LULUCF no superen sus absorciones (norma de deuda cero). Cumplido este requisito, las absorciones sobrantes debidas al sector podrían utilizarse para compensar las emisiones del resto de sectores difusos, hasta un máximo de 29,1 Mt CO₂ eq para todo el período 2021-2030.

Analizando el sistema de contabilidad actual, observamos que se favorece la utilización de las absorciones asociadas a las repoblaciones, mientras que se relegan a un segundo plano las absorciones originadas por las masas forestales existentes y consideradas bajo gestión. En este punto, es necesario volver a resaltar la importancia de la gestión forestal y la necesidad de contar con instrumentos adecuados que garanticen su aplicación y seguimiento.

Lo cierto es que no cuadran las cifras. Según estudios del Joint Research Centre de la Comisión Europea, hay una discrepancia a nivel global de unos 4 Gt de CO₂ anuales en las emisiones antropogénicas netas del uso de la tierra entre los modelos globales del V Informe de Evaluación del IPCC y los datos agregados de los inventarios nacionales de gases de efecto invernadero. La mayor parte de esta diferencia es atribuible a las superficies forestales consideradas bajo gestión.

A pesar de todo, el planteamiento general tiene sentido y es coherente con las líneas adoptadas desde Europa para seguir fomentando la reducción de emisiones en todos los sectores.

Ahora bien, no se puede caer en un triunfalismo simplista que asuma que las emisiones antropogénicas pueden ser compensadas por los sumideros forestales, desincentivando así cualquier esfuerzo por atacar la raíz del problema: el uso masivo de combustibles fósiles como fuentes de energía y el incesante cambio de uso del suelo.

Todo ello reconociendo la necesidad de implementar políticas que apoyen una gestión forestal sostenible a futuro. Y por futuro hay que reconocer horizontes más allá del año 2050 que permitan articular los amplios plazos de gestión de los sistemas forestales.

Agustín Rubio Sánchez, Universidad Politécnica de Madrid (UPM); Rafael Calama Sainz, Instituto Nacional de Investigación y Tecnología Agraria y Alimentaria (INIA)

Fuente.- The Conversation

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